TITULO: Metrópolis - Mokgalabje ,.
El lunes - 12 - Agosto , los lunes a partir de las 00:30, en La2, foto,.
Mokgalabje,.
El 21 de marzo de 1960 tuvo lugar la Matanza de Sharpeville en Sudáfrica cuando la policía abrió fuego de forma indiscriminada contra los civiles que protestaban contra el Apartheid en una manifestación. La masacre tuvo una gran repercusión internacional y llevó al gobierno segregacionista a un mayor aislacionismo.
¿Cómo fue la Matanza de Sharpeville?
A finales de la década de los 50 las protestas contra el régimen del Apartheid en Sudáfrica, protagonizadas por el Congreso Nacional Africano y otras organizaciones, se hicieron más habituales y congregaban cada vez mayor número de personas. Una de las normas segregacionistas que motivaban más rechazo entre la población negra era la ley de pases, que controlaba los movimientos de estos ciudadanos tanto en las ciudades como en los núcleos rurales. En Sharpeville se montó una gran concentración de personas para exigir de forma pacífica el fin de esos documentos, que no solo servían para registrar el trasiego de mujeres y hombres por el país, sino también para impedir su acceso a determinadas zonas donde habitaban exclusivamente blancos.
Anteriormente a Sharpeville ya se habían producido otras marchas para acabar con las Pass Laws, como la de 1956 conocida como la «Marcha de las mujeres». Aquella protesta no tuvo incidentes de gravedad, pero en esta ocasión la actuación de la policía fue diferente. Los agentes abrieron fuego para terminar con la manifestación. Murieron 69 personas, entre ellas varios niños, y 200 resultaron heridas. Las repercusiones por lo ocurrido cambiaron la vida social y política de Sudáfrica en los años siguientes. A finales de marzo el gobierno declaró el estado de emergencia e ilegalizó los partidos políticos de la población negra. La lucha pacífica contra el Apartheid del ANC y el PAC se convirtió a partir de ese momento en una resistencia armada. Años más tarde la ONU declaró el 21 de marzo como el Día internacional por la Eliminación de la Discriminación Racial en reconocimiento a las víctimas de esta masacre.
TITULO:
DIAS DE TOROS - Premio Nacional de Tauromaquia: “Yo no soy taurino, pero…”
Premio Nacional de Tauromaquia: “Yo no soy taurino, pero…”
Algunos tertulianos defienden la barbarie, sí, pero con la boca pequeña, no vayan a pensar que ellos también se engorilan ante la sangre inocente. Si lo de torturar toros ni siquiera le gusta a los que tienen que defenderlo es que su fin está cada vez más cerca,.
foto / El diestro Fernando Robleño durante la tradicional corrida Goyesca celebrada el pasado 2 de mayo.
A los tertulianos de Y ahora, Sonsoles la carta de Pedro Sánchez les sorprendió hablando de la Pantoja y a sus hermanos de La Sexta degustando una merluza. El desconcierto ante la debacle de la escaleta fue indisimulable. Fuese aquello estrategia política, emoción verdadera o estudiado simulacro,.
TITULO:
Retratos con alma - La hora de las urnas ,.
La periodista Isabel Gemio regresa a la televisión para presentar 'Retratos con alma', el nuevo programa producido por RTVE en colaboración,.
Lunes - 12 - Agosto - a las 22:40 horas en La 1 / foto,.
La hora de las urnas,.
El próximo domingo, 24 de marzo, los senegaleses elegirán al nuevo presidente del país. Después del intento de suspender las elecciones de Macky Sall, que provocó una contundente respuesta de la sociedad y de los partidos de la oposición, el país vuelve a las urnas. Así han transcurrido estos últimos meses.
Tres de febrero. El presidente de Senegal, Macky Sall,
anuncia en televisión la suspensión de las elecciones a pocas horas del
inicio de la campaña. Incredulidad primero, indignación después y,
finalmente, una enorme incertidumbre se extienden por el país. La
controvertida decisión de Sall fue el colofón de una profunda crisis
política y social que dura ya tres años y que ha conducido a la nación a
vivir algunos de los hechos más oscuros de su historia reciente, que
incluyen a medio centenar de muertos y cientos de detenidos durante
meses sin motivo. El empeño de unos pocos por aferrarse al poder, el
miedo a perder su impunidad y un enorme negocio en ciernes alimentaron
al monstruo. En febrero, Senegal se asomó al abismo.
El drama tiene dos actores principales que, como si se tratara de una partida de ajedrez, han ido moviendo sus piezas y peones. Por un lado, Macky Sall, un presidente que llegó al poder en 2012 sobre la ola de una gran movilización popular. Un tipo sobrio, poco amante de los flases, un tanto introvertido, austero, exigente y, al mismo tiempo, hábil para liquidar toda amenaza a su alrededor, ambicioso y maquiavélico, que soñó con convertir a Senegal en un país emergente, y dio pasos en esa dirección, pero nunca sedujo del todo el corazón de los senegaleses.
En el otro lado, Ousmane Sonko, inspector fiscal y sindicalista, quien en 2014 fundó un pequeño partido, Los Patriotas de Senegal por el Trabajo, la Ética y la Fraternidad (Pastef), y dos años después publicó el libro Petróleo y gas en Senegal: Crónica de un expolio, en el que denuncia las trapisondas de Sall en la adjudicación de contratos del nuevo maná que subyace detrás de esta crisis, el descubrimiento de hidrocarburos. Su inmediata expulsión de la función pública fue la primera piedra de su martirio. Impulsado por su propia inmolación, en 2017 se convirtió en diputado y dos años después obtuvo el tercer puesto en las presidenciales con un 15,6 % de los votos.
Hasta entonces, Sonko era apenas una incómoda presencia. Pero Sall olfateó el peligro, la amenaza que representaba este recién llegado sin pelos en la lengua, que osaba atacarle a él y a su familia y que estructuraba su discurso en torno a la lucha contra la corrupción, el panafricanismo y el anticolonialismo y, sobre todo, la rendición de cuentas y la ruptura con la élite liberal que ha gobernado el país desde el año 2000. Sonko ya no era solo una piedra en el zapato. Ese 15 % de los votos le convirtieron en un obstáculo para la continuidad del proyecto liberal y de los negocios, acuerdos, equilibrios y contratos que han mantenido y alimentado a quienes han ostentado el poder. Ya era un meteorito en trayectoria de colisión.
Convencidos de que podían derribarlo como hicieron con Jalifa Sall o Karim Wade, el mackysmo movió ficha y se lanzó a la ofensiva, tratando de aprovechar los errores de Sonko. En marzo de 2021, una empleada de un salón de masajes que este frecuentaba le acusó de violación. El opositor fue detenido unos días, pero logró su primera victoria simbólica: miles de jóvenes se echaron a las calles en un estallido de cólera sin precedentes que se enfrentó a una violenta respuesta policial. En un discurso televisado, Sall se vio forzado a pedir calma tras liberar a su rival. Pero la partida, así como el via crucis judicial de Sonko, no había hecho más que empezar.
Las últimas jugadas
En junio de 2023, con las elecciones a la vuelta de la esquina, se produjo un nuevo intercambio de golpes. Sonko fue condenado, pero no por violación, sino por «corrupción de la juventud», un extraño giro de la causa que, de facto, le arrebataba la posibilidad de concurrir a los comicios. Las nuevas protestas no impidieron la detención del opositor y su ingreso en prisión, así como la ilegalización del Pastef, a cuyos líderes se acusó de insurrección. Más de 1.000 personas fueron detenidas en un contexto de fuerte retroceso democrático: matones vestidos de civiles irrumpieron en las protestas para asesinar sin control y los periodistas fueron silenciados. El régimen creía haber ganado la partida. Sin embargo, una vez más, se equivocaba.
Sall decidió no presentarse a los comicios, pero su indefinición durante años sobre una hipotética candidatura había alimentado las ambiciones de unos y otros en el seno de Benno Bokk Yakaar, la coalición en el poder. El presidente escogió a su primer ministro, Amadou Ba, como candidato a la sucesión, pero a esas alturas los cuchillos ya volaban y el partido, el sostén del régimen, con una enorme presencia territorial, se desangraba a la vista de todos. Ba no lograba ni forjar el consenso interno ni despertar pasiones entre los votantes. Comenzaba a fraguarse un plan B, que pasaba por la reunificación de la familia liberal con el candidato Karim Wade como gran aliado para frenar el paso al sonkismo emergente.
El pasado 20 de enero, el Tribunal Constitucional torpedeó este plan. Wade, no pasó la criba por tener la doble nacionalidad franco-senegalesa. Sin embargo, el número dos de Sonko, Bassirou Diomaye Faye, sí estaba en la lista de candidatos. El miedo a perder corrió como la pólvora. La mayoría liberal en el Parlamento aprobó investigar a dos jueces del Constitucional y el 3 de febrero, el presidente suspendió los comicios por un supuesto conflicto entre instituciones. De fondo, la certeza de que ir a elecciones en esas condiciones era casi un suicidio. La Asamblea Nacional fijó la fecha del 15 de diciembre con la idea de ganar tiempo y repartir de nuevo la baraja.
Pero miles de senegaleses se echaron de nuevo a las calles. Tres jóvenes murieron en Saint-Louis, Dakar y Ziguinchor. La presión aumentó y Sall se fue quedando cada vez más solo dentro y fuera del país. EE. UU. y la Unión Europea le exigieron convocar elecciones en el menor plazo posible. Sall, arrinconado, se atreve incluso a evocar la posibilidad de un golpe de Estado. Hasta que el 15 de febrero, de nuevo el Constitucional invalida el decreto de suspensión de las elecciones.
Entonces, el Gobierno empieza a recular. La imagen de la liberación
de cientos de presos sin cargos tras pasar hasta ocho meses en prisión
es la prueba más evidente de que un régimen moribundo hizo todo lo
posible por aferrarse al poder. Ahora la última palabra la tienen los
senegaleses en las urnas, que deberán resolver el jaque mate de una
partida entre dos hombres que ha mantenido en vilo a todo un país. La
vieja política contra la incógnita de Sonko, a quien los suyos idolatran
como una especie de gurú y sus rivales tachan de radical y populista.
Senegal y una África occidental hoy más dividida que nunca se juegan
mucho en el envite.
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