Robert O'Neill: "En la vida real, la gente no muere tan rápido como en las películas"
Él fue quien apretó el gatillo. Un
disparo. Dos. Tres. Y Bin Laden cayó abatido. Robert O'Neill, uno de los
militares más condecorados de EE.UU., hizo pública su historia hace
cuatro meses. Ahora está en el punto de mira de los islamistas... y del
Pentágono, que lo acusa de romper el pacto de silencio.
ONeill le disparó dos veces en la frente; la segunda, mientras se desplomaba. Una vez que cayó abatido en el suelo, el jefe de equipo de los Navy Seals le descerrajó un tercer balazo en la cabeza. Tenía que cerciorarse de que estaba muerto. ONeill, uno de los militares más condecorados de todas las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, con más de cincuenta distinciones honoríficas, me recibe en California. Sentado en el patio de un hotel, el exmiembro de los Seals acerca su rostro al mío. «Así de cerca estuve de él, asegura. A menos de medio metro».
Nuestro hombre, de 38 años, agrega: «Lo que te interesa es que la bala entre por la parte posterior del cráneo, para sajarle la médula espinal. Si sospechas que lleva puesto un cinturón bomba, le disparas a la cara. En la vida real, la gente no muere tan rápido como en las películas. Si disparas al pecho, el fulano siempre puede tener tiempo para activar el cinturón». ONeill hace una pausa y se disculpa. «Perdóneme por comer estas cosas. Por la mañana siempre desayuno un emparedado de beicon», explica, antes de pegar un nuevo bocado.
Tras licenciarse de la Marina en 2012, O'Neill ha creado una fundación sin ánimo de lucro, llamada Your Grateful Nation, para ayudar a los veteranos del Ejército a adaptarse de nuevo a la vida civil. Constantemente está viajando por los Estados Unidos para pronunciar discursos de ánimo y motivación.El pasado noviembre, O'Neill decidió hacer pública su participación decisiva en el operativo contra Bin Laden. Inmediatamente, su confesión fue reprobada por varios oficiales de la Armada y provocó las quejas de algunos integrantes de los Navy Seals. Aseguraban que había quebrantado el código de silencio del cuerpo. Un código de silencio que en los últimos tiempos ha sido ignorado por otros. La piel de O'Neill es tan blanca que resulta casi translúcida. Un pelo rojizo y ralo asoma bajo una gorra de lana con visera, y sus cejas casi blancas enmarcan sus ojos azules. Al igual que otros miembros de las fuerzas especiales estadounidenses, hace gala de una increíble seguridad y autoridad en todos sus gestos y movimientos.
Sus brazos están cubiertos de tatuajes. El izquierdo lo ha decorado con las palabras que el presidente George Bush pronunció la noche del 11 de septiembre de 2001: «Nuestra libertad esta mañana ha sufrido el ataque de un cobarde emboscado, pero vamos a defender nuestra libertad». O'Neill se la hizo tatuar para celebrar la muerte de Bin Laden. El brazo derecho muestra otras señales: las cicatrices de una reciente operación médica: «Tenía el tendón al límite desde hacia años por hacer rápel, por tirarme en paracaídas y demás y terminó por desgarrarse».
Ya han pasado casi cuatro años desde su encuentro con Bin Laden en el segundo piso de un refugio fortificado en Abbottabad (Pakistán). O'Neill no es religioso, pero no tiene duda de que el destino lo situó en ese lugar. Por entonces ya llevaba 15 años en el cuerpo de élite de los Navy Seals y había participado en casi 400 operativos de combate. Aunque fue adiestrado como francotirador, durante su primera misión en Afganistán fue transferido a una unidad de asalto. «Los especialistas de asalto iban a irrumpir en la casa, y me dije que quería estar en primera línea, lo más cerca posible indica. Para hacerle frente al enemigo en persona, cara a cara. La operación era la respuesta al 11 de septiembre, y para mí era un asunto personal». ONeill estaba seguro de que esa noche iba a morir; sospechaban que Bin Laden había instalado explosivos por toda la casa. Durante los noventa minutos que duró el vuelo en helicóptero desde Jalalabad, contó hasta mil, y de mil a cero, una y otra vez, para mantener una concentración absoluta.
«Algunos chicos oían música; otros dormían, ya sé que cuesta creerlo... Cuando ya estábamos cerca de nuestro destino, me puse a pensar en lo que iba a pasar. Esa noche íbamos a morir todos, pero valía la pena hacerlo por nuestra causa, en vez de hacerlo 50 años después, con el remordimiento de no haber participado en el operativo». «Era lo que queríamos hacer. Queríamos hacerlo por las personas que nada tenían que ver con la guerra y que un soleado martes por la mañana se lanzaron al vacío para no morir abrasados por el fuego».
El grupo de asalto Seal Team 6 estaba formado por 23 hombres. O'Neill fue el décimo en entrar en el edificio. Cuando lo hizo, dos de los guardaespaldas y una de las esposas de Bin Laden ya habían sido abatidos. «Los que iban por delante nos abrían las puertas. Yo me mantenía algo por detrás, a la espera de que me llegara el turno de actuar». La coordinación de movimientos era automática. «Si uno de mis compañeros señalaba en una dirección, yo tenía que hacer lo mismo. Si torcía en otra dirección, yo tenía que hacer otro tanto. Es lo que llamamos 'estar siempre moviendo la cabeza de lado a lado'».
Mientras el operativo subía al piso de arriba, ONeill era el séptimo en las escaleras. El soldado en vanguardia hizo salir a Khalid, uno de los hijos de Bin Laden, llamándolo por su nombre, y acabó con él a tiros. O'Neill recuerda lo que la analista de la CIA conocida como Maya dice sobre Khalid en la película La noche más oscura: «Nos explicó que, si al subir por las escaleras nos encontrábamos ante Khalid, sería indicio de que estábamos ante la última línea de defensa». Cinco de los soldados de élite se dispersaron a toda velocidad para entrar en las distintas habitaciones del primer piso, y O'Neill se quedó por detrás de su compañero en primera línea. Ambos subieron al tercer piso, y su colega entrevió a Bin Laden tras unas cortinas y le disparó, pero sin acertarle.
Al atravesar las cortinas, dos mujeres se le echaron encima. Su compañero al momento las agarró y apretó su cuerpo contra los de ellas, para absorber al máximo la onda expansiva en caso de que detonaran un cinturón bomba. O'Neill se situó por delante, giró a la derecha y se encontró ante Bin Laden.Tras regresar a Jalalabad, ONeill se encontró con Maya y la acompañó hasta el cadáver de Bin Laden, recién desembarcado del helicóptero. «Este es el tipo al que buscabais, ¿no?», preguntó. Maya asintió con la cabeza y dijo: «Me temo que acabo de quedarme sin empleo».O'Neill se licenció. En parte porque sentía que había cumplido con su deber tras eliminar a Bin Laden, pero también porque sentía que estaba perdiendo facultades. «Si nos disparaban, ya no sentía el subidón de adrenalina. No me ponía nervioso, y me preocupaba meter la pata por tomármelo todo con demasiada calma».
Nunca pensó que algún día acabaría por revelar su identidad. Lo suyo había sido trabajar en la sombra. Pero cambió de idea el día que se encontró con los familiares de las víctimas del 11 de septiembre en una ceremonia en Nueva York, donde hizo entrega de la camiseta que llevaba puesta durante el asalto al refugio de Bin Laden. «Todos los que estaban en la sala rompieron a llorar. No podían reprimir las lágrimas. Era la primera vez que contaba mi historia en público. Y pensé: 'Si puedo ayudar a estas personas, también puedo ayudar a otras'».
Hoy es conocido en todos los Estados Unidos. Y sabe que, por eso, él y su familia corren un alto riesgo. Como sucede con tantos antiguos miembros de los Navy Seals que se pasaron diez años o más en la guerra (en doce escenarios bélicos distintos, en su caso), su matrimonio terminó por irse a pique. O'Neill se niega a hablar de sus hijos o a decir dónde viven. «Me paso la vida metido en aviones admite resignado. Estoy de viaje cinco o seis días por semana. Hay algunos lugares en los que tengo una muda de ropa y un techo bajo el que dormir, pero siempre estoy de paso. Y prefiero no hablar de mi familia. Pago el alquiler de una casa, eso sí, pero para mí no es un hogar».
A todas partes lo acompaña una discreta escolta de seguridad. «Si un día vienen a por mí, no lo van a tener fácil. Tengo con qué defenderme y estoy alerta. Si me matan, me matan. No es que quiera provocarlos, pero tampoco les tengo miedo. Siempre ando con la antena puesta». Pero O'Neill también tiene que andarse con ojo con el Pentágono, que ha dejado claro su rechazo a que los miembros de los Navy Seals hablen sobre la muerte de Bin Laden. Matt Bissonnette, el integrante de los Seals que estaba detrás de O'Neill cuando Bin Laden fue abatido, ganó millones de dólares con su libro No easy day, pero ha tenido que devolver el dinero después de que el Pentágono lo demandara por no haber sometido la obra a la censura militar.
Bissonnette, quien publicó el libro con el seudónimo de Mark Owen, decía haber disparado el tiro mortal a Bin Laden después de que su compañero que iba por delante le hubiera herido. O'Neill desmiente de plano esta versión, sin aspavientos, pero con firmeza: «Digamos que lo achaco al hecho de que los recuerdos de un combate siempre son confusos. Pero tengo muy claro lo que vi. Cuando entré en la habitación, no había nadie a mi lado. No sé qué era lo que estaba pasando a mis espaldas. Pero yo fui el que le disparé y lo maté». El año pasado, O'Neill fue acusado de revelar información clasificada, pero lo cierto es que los investigadores de la Marina aún no se han puesto en contacto con él. «Si el hecho de que un grupo de Navy Seals monte en un helicóptero, vaya a una casa, suba al piso de arriba y dispare a unos enemigos es información clasificada, yo ya no sé qué decir», apunta con sarcasmo.
Y subraya cómo, en cambio, los políticos como Robert Gates y Leon Panetta jefe del Pentágono y director de la CIA, respectivamente, en el momento del asalto a la casa de Bin Laden sí que tienen licencia para escribir sus memorias sin que nadie les diga nada. «Por lo que parece, quienes nos jugamos la piel de verdad lo tenemos bastante peor». O'Neill no siente remordimientos por haber matado a seres humanos. «Me resultó fácil. Nunca había matado a nadie antes de ir a Irak, y siempre me hacía la misma pregunta: '¿Cómo voy a reaccionar el día que mate a una persona?'. Estás muy bien adiestrado y preparado, y casi quieres que pase, porque deseas darle caña al enemigo, pero sigues sin saber cómo vas a sentirte cuando llegue el momento. Yo tengo la suerte de que nunca maté a una persona que me pareciese inocente. Los únicos a los que maté estaban tratando de matar a mis amigos, a mis hermanos, a mis compañeros, a mí mismo. Por eso, nunca he tenido mala conciencia. Nunca maté a alguien por accidente. Nunca vi que un niño resultara herido, y supongo que eso es básico para mi equilibrio mental».
O'Neill no conoció personalmente a Chris Kyle, el miembro de los Navy Seals inmortalizado en la película El francotirador, dirigida por Clint Eastwood y todo un bombazo de taquilla en los Estados Unidos. Pero justo antes de que Kyle fuera asesinado a tiros en 2013, por obra de un veterano del Ejército mentalmente desequilibrado, O'Neill recibió un ejemplar de la autobiografía de Kyle. En la dedicatoria escribió: «Un magnífico disparo».
Tan solo los francotiradores, cuenta O'Neill, llevan la cuenta de sus víctimas mortales (160, en el caso de Kyle). «Disparas a un fulano, ves que le has abierto la cabeza y tienes claro que lo has matado. Pero yo nunca llevé la cuenta, y no conozco a nadie que lo haga. La situación es distinta cuando disparas al enemigo a corta distancia. Después, te acuerdas vagamente de que te cargaste a aquel tipo y a aquel otro fulano. Pero yo era miembro de un grupo de asalto, y lo que hacíamos era llevar un recuento conjunto. Después de un operativo hacíamos una estimación: 'Nos cargamos a 19 tíos en las tres casas en las que entramos'. Y, bueno, la noche siguiente ya estábamos metidos en otra operación parecida».
Además de participar en el operativo contra Bin Laden, O'Neill fue uno de los integrantes de la misión de rescate llevada a cabo frente a la costa de Somalia descrita en la película Capitán Phillips, así como de la fracasada operación en Afganistán que inspiró Lone survivor, otra película de Hollywood. O'Neill asegura que no sufre secuelas psicológicas tras los años pasados en los Navy Seals: «He visto muchos combates y puedo asegurarle que no sufro estrés postraumático. Pero conozco a otros que han visto morir a amigos suyos y que, claramente, no han conseguido superarlo. Aunque un soldado tiene que asumir que es un soldado, que va a ver cosas desagradables y que más tarde va a volver a casa y que tendrá que aprender a manejarse con los recuerdos de ese tipo. Cuando regresaba a casa después de una misión de combate, dormía mal porque aún estaba en tensión. Mi familia me dice que he cambiado. Pero yo no lo veo, porque tengo que vivir conmigo mismo todos los días».
O'Neill, pese a ser jefe de grupo, asegura que él solo fue uno más de los 23 miembros del grupo de los Navy Seals que llevó a cabo la misión contra Bin Laden. Que no merece más reconocimiento que cualquiera de sus compañeros, o que los pilotos de helicóptero que los infiltraron y los sacaron de Pakistán, o que los agentes de la CIA como Maya responsables de la localización de Bin Laden. «Nunca quise ser el centro de atención. Estamos hablando de un conjunto de personas mucho más amplio y que consiguió hacer algo extraordinario. Sencillamente tuve la suerte de poder aportar mi pequeño grano de arena». A pesar de sus palabras, me quedo con la sensación de que O'Neill en el futuro utilizará el papel que la historia le reservó para objetivos que van más allá de ayudar a otros veteranos de guerra o de pronunciar discursos de motivación a los distribuidores de una empresa cervecera, como hace unas semanas, o a los directivos de un fondo de inversión.
O'Neill se expresa con lucidez sobre la amenaza planteada por el Estado Islámico y defiende la conveniencia de contar con aliados suníes, de desplegar pequeños contingentes militares estadounidenses y europeos en el terreno, de establecer un amplio programa educativo en el mundo musulmán. «No basta con la fuerza militar por sí sola. Es una solución que no funciona, como ya se ha visto». A pesar de su admiración por Bush, tiene elogios también para Barack Obama. «El presidente tomó la decisión correcta en el caso de Bin Laden. Esa decisión repercutió de forma directa en mi trabajo». Tampoco escurre el bulto cuando le apunto la posibilidad de que en el futuro haga carrera en la política. «La política siempre me ha interesado, pero lo que no me gusta es la negatividad que se da en el mundo de los políticos. Por el momento, me reservo esa posibilidad y, bueno, la puerta siempre está abierta».
La caza de Bin Laden. Una muerte muy cuestionada
El 2 de mayo de 2011, un grupo de Seals acabó con la vida de Bin Laden. Organizaciones de derechos humanos, como Amnistía Internacional, y expertos en derecho internacional acusaron a la Casa Blanca de saltarse todas las leyes al ejecutar a un hombre condenado por la justicia estadounidense. Además, se hizo en territorio extranjero, aunque algunas informaciones aseguran que se contaba con el permiso del Gobierno pakistaní, extremo que este siempre ha negado. En los Estados Unidos, en todo caso, tras el anuncio de su muerte, miles de personas salieron a celebrar la muerte del líder de Al Qaeda por todo el país, con concentraciones espontáneas en lugares como la zona cero de Nueva York y el Pentágono, los dos objetivos del 11-S.
Navy Seals, los pistoleros del presidente de EE.UU.
Nacidos a petición de JFK tras el fracaso de Bahía de Cochinos, los Seals (Sea, Air and Land) fueron creados en 1962 y tuvieron su bautismo de fuego en Vietnam. Desde entonces han intervenido por medio mundo como un grupo de Rambos que toman el planeta como una zona de guerra por la que campar a sus anchas. Elevados a la categoría de símbolo patriótico, ingresar en el cuerpo está al alcance de muy pocos. En el año y medio de instrucción, los reclutas son llevados a la extenuación. La primera criba, a los 6 meses, solo la supera el 10 por ciento. El punto crítico es la Semana del Infierno: 5 días de hambre, frío constante y privación del sueño. Su rutina incluye correr 25 kilómetros, nadar 3 en mar abierto, buceo de combate, tácticas de guerrilla, rápel, tiro, demolición...
TÍTULO: SILENCIO POR FAVOR, SOR LUCÍA CARAM MONJA,.
Con este papa bailaria un tango y hasta una samba,.
-foto-Sor Lucía Caram: "Los políticos no tienen conciencia ni escrúpulos"
"O nos humanizamos, o esto no tiene futuro"
"No hacemos saqueo, nos lo propusieron, pero prefiero pedir"
"Creo que Francisco nos trae un poco de esperanza"
¿Quiénes son los leprosos del S.XXI?
Hemos puesto muchos estigmas y hemos marginado a mucha gente, el mundo
de la salud mental es un mundo muy oscuro, la gente que estaba en el
mundo de la droga, ninguno los quería cerca pero creo que hay otro tipo
de lepra y que a esta tampoco me apunto, la corrupción, la mentira, la
traición, la impunidad que es lo que ha llevado a que vivamos esta
maldita situación que estamos viviendo.
¿Qué te lleva a venir a Manresa a liarla cómo la has liado? Hay 1.600
familias que comen caliente y duermen ‘caliente’ todas las noches.
No es gracias a mí, te lo digo de verdad. El equipo de voluntarios que
tengo es brutal, la gente quiere hacer algo. Yo creo que ha surgido todo
como un movimiento de gente que empezó a venir al convento, los
primeros expulsados del sistema, empezamos a escucharlos, empezamos con
un banco de alimentos… fue creciendo, finalmente se hizo una fundación,
más de 300 voluntarios.
La fuerza te la da la gente,
la fuerza te la dan los voluntarios, la fuerza te la da la opción de un
estilo de vida diferente. El ejemplo es compartir, el no tener un duro y
dar de comer a 1600 familias y tener los almacenes llenos de alimentos
¿Cómo los conseguís? ¿robáis?
Pedimos, no hacemos saqueo de supermercados, nos lo propusieron, pero
prefiero pedir. Cuando pedimos y cuando explicamos es un tema de
transparencia. Yo pido, antes pedía a Dios y ahora pido a todo dios. Si
ellos piden nadie les reclama…
¿Y por qué te escuchan a ti?
Podía ser por dos cosas, uno porque la gente busque lo exótico y una
monja de clausura vestida así les llama la atención (risas), y otra
porque estamos explicando lo que estamos haciendo y hay transparencia.
¿Quién es el culpable de lo que nos está pasando?
Somos muchos los culpables el día y el momento que no hacemos todo lo
posible para que alguien esté mejor, somos cómplices de lo que está
pasando. Cada uno tenemos que asumir también nuestra parte de
responsabilidad. No puedo pasar al lado de alguien que está pasando
necesidad y mirar para otro lado, no puedo decir esto no es mi problema.
Yo cada día a las 4 de la mañana estoy despierta y las monjas se quejan
porque duermo poco pero es que ¡hay tanto por hacer!
Yo creo que deberíamos pedir perdón a la gente que estamos dando de
comer o dando un techo por tener que darles esto que la sociedad tendría
que facilitar que ellos mismos pudieran ganárselo.
Para mí la crisis no es una crisis económica financiera en la teoría,
para mí la crisis nombres y apellidos, tiene cara tiene historias y por
eso me provoca insomnio y por eso me movilizo. No movería ni un dedo si
fuera para poder recuperar el nivel de vida de consumo y de depredación
al que estábamos acostumbrados y que estábamos viviendo.
Y ¿no crees qué es eso lo que la gente está esperando?
Desgraciadamente muchos están esperando esto. Íbamos en un tren de alta
velocidad hacía el abismo y ha descarrilado. El problema es que
nuestros políticos son tan hipócritas, la banca es tan hipócrita que
están haciendo esfuerzos para volver a poner el tren y que siga hacía el
abismo.
Pero nos hemos dado cuenta de que hay un
paisaje alrededor y de que somos personas y de que el que está tirado en
la cuneta es una persona y que hay gente entre nosotros que está
sufriendo y que está muriéndose de sufrimiento. Y, o nos humanizamos o
esto no tiene futuro. Yo siempre digo: 'maldita crisis y ojalá sea una
oportunidad para cambiar'.
El ministro de Hacienda estaría encantado contigo porque estás haciendo que gasten menos en acción social
Es que igualmente no gastarían porque no tienen conciencia, son unos
inescrupulosos que han escalado hasta dónde están y no hacen más que
saquear y robar. El pueblo los ha elegido para otra cosa pero el pueblo
no puede seguir siendo víctima de la pasividad que ellos tienen. Tenemos
un partido que lo que menos es, es popular. La gente lo está pasando
muy mal, hay gente que está en la puta calle y el gobierno mira hacia
otro lado.
No digas tacos que luego te tienes que confesar
Es verdad
De todas formas, Lucía, me has mentido, otra cosa para confesarte. Me
has dicho que le pedias a todo Dios y a todo Dios no le pides, a mí me
ha llegado de gente que no aceptas su dinero
Es verdad, no acepto dinero de aquellos que están manchados con sangre
porque retienen el salario a sus trabajadores, no acepto dinero de
grandes empresas que sé que explotan a menores… pero yo sigo pidiendo a
todo Dios pero cuando alguno de estos te lo ofrece es cuando digo que
no.
Tú, ¿desde cuando eres monja?
Me fui de casa para hacerme monja a los 18 años pero fue todo un
proceso. Ahora estoy en mi mejor momento, y es ahora cuando hago
realmente libre la opción. No es que no fuera libre, había muchas dosis
de inconsciencia.
Mucha gente se
preguntará que hace una monja en televisión, qué hace una monja en los
medios, qué hace una monja publicando libros. ¿Utilizas a los medios o
los medios te utilizan a ti?
Yo creo que hay una utilización mutua. Creo que he encontrado un tesoro y por eso lo tengo que explicar.
Vamos a repasar los tres votos que hiciste en su día. Primero el de la pobreza
Para mí la pobreza que quise asumir cómo voto, cómo un compromiso es
para compartir, para vivir sin retener. Suerte que Francisco ha puesto
las cosas patas arriba y de pobres no tenemos nada,.
No hay comentarios:
Publicar un comentario