lunes, 8 de julio de 2024

Juego de Niños - Ernesto Marcos, subcampeón de España de Clubes Juvenil de Karate ,. Sábado - 27 - Julio ,. / POLICIA O JUSTICIA - Una mujer muere en plena calle en Zaragoza y un hombre es detenido ,. / LA PANTERA ROSA - Y LUKE LUKE - Teatro - Conceptos compartidos ,. / EL CLUB COMEDIA - Son incómodos, por eso hay que defenderlos,.

 

     TITULO:  Juego de Niños -  Ernesto Marcos, subcampeón de España de Clubes Juvenil de Karate  ,. Sábado - 27  - Julio   ,.

Juegos de niños,.

  Sabado  -  27 - Julio , a las 22:00 por La 1, foto,
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  Juego de Niños -  Ernesto Marcos, subcampeón de España de Clubes Juvenil de Karate ,.

 

Ernesto Marcos, subcampeón de España de Clubes Juvenil de Karate,.

 Ernesto Marcos Alegre con la medalla de subcampeón de España juvenil en la modalidad clubes.

 Ernesto Marcos Alegre con la medalla de subcampeón de España juvenil en la modalidad clubes.

Celebrado este fin de semana en Logroño, ha participado con el Club Deportivo Kyodai Karate Galan de San Fernando de Henares,.

Este fin de semana se ha disputado el Campeonato de España de Clubes Juvenil 2024, celebrado en Logroño.

En esta prueba técnica por equipos juvenil ha participa el jaraiceño Ernesto Marcos Alegre con el Club Deportivo Kyodai Karate Galan de San Fernando de Henares, que ha quedado el segundo en la clasificación final, proclamándose, por tanto, subcampeón de España.

El Campeonato de España de Clubes Juvenil ha sido organizado por la Real Federación Española de Karate, con la colaboración del Gobierno de La Rioja, la Fundación Rioja Deporte y el Gobierno de España, entre otras instituciones.

   TITULO: POLICIA O JUSTICIA - Una mujer muere en plena calle en Zaragoza y un hombre es detenido,.

 

Una mujer muere en plena calle en Zaragoza y un hombre es detenido,.

La víctima tenía un corte en el cuello,.

Un agente de la Policía Nacional acordona la zona próxima a la basílica del Pilar de Zaragoza, tras la explosión del artefacto el 13 de octubre de 2013
 
foto / Un agente de la Policía Nacional acordona la zona próxima a la basílica del Pilar de Zaragoza, en una imagen de archivo,.

Una mujer ha fallecido esta madrugada en plena calle Boggiero de Zaragoza por muerte violenta y una persona ha sido detenida. La Policía Nacional está investigando los hechos tras activar el protocolo de delitos violentos, aunque todavía no se ha establecido si se trata de un delito de violencia machista, han informado fuentes policiales.

La primera llamada a la sala policial se ha recibido sobre la 1:30 horas en la que se informaba de que había una persona en la vía pública con un corte en el cuello.

En el lugar de los hechos se han personado equipos de Policía Judicial y Científica y el cadáver ha sido levantado sobre las 3:00 horas por parte de la Hermandad de la Sangre de Cristo. El cadáver ha sido trasladado al Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Aragón para practicarle la autopista y determinar las causas de la muerte, informa Efe.

 

TITULO: LA PANTERA ROSA - Y LUKE LUKE - Teatro -  Conceptos compartidos,.

 LA PANTERA ROSA - Y LUKE LUKE - Teatro -  Conceptos compartidos , fotos,.

  Teatro - Conceptos compartidos,.

 Del teatro a la novela

 Me encargaron escribir una obra para un grupo de teatro amateur al que yo pertenecía. Nunca había escrito una obra de teatro. Como psicólogo, siempre me interesó todo lo relacionado con la dinámica de grupos, así que enseguida imaginé a unos cuantos personajes inmersos en una especie de catarsis, al modo de aquellas griegas en las que se purificaban las pasiones del ánimo mediante las emociones que provocaba alguna circunstancia trágica. Por otro lado, y por circunstancias personales, entre mis reflexiones andaba aquellos días la 

 Mi música divertida: La pantera rosa

referida a la conciencia de la muerte. Era algo así como si de pronto se apagara la luz y en medio de la tiniebla resonara un trueno que hiciera temblar la tierra y el cielo y la memoria para decirte que tu vida es limitada y que el mundo no cuenta contigo. La conciencia de la muerte sería el punto de partida. Y elegí como tragedia el crimen, pero ese crimen adornado con despojos de la conciencia, el crimen al que ciertas ideologías en tiempos determinados cargaron de razones. Zígor, un maduro empresario de éxito, se enfrenta a una enfermedad terminal. Después de las fases de negación y terror llega el tiempo de la transparencia. Veinte años atrás él formó parte de un comando que cometía atentados contra una tiránica dictadura 

 

militar. Fueron dos años en los que en diversas actuaciones murió mucha gente inocente. El grupo, concentrado durante ese tiempo en la casa de los sauces, se disuelve después de un atentado fallido en el que muere su líder y nunca más vuelven a saber unos de los otros. Ahora el Zígor desahuciado los busca y decide convocarlos a todos un fin de semana en su casa. Cada uno llega con su vida a cuestas y en seguida surgen los remordimientos, los sentimientos de culpa y los resentimientos. La catarsis está servida. En la obra de teatro, en la cual yo mismo desempeñaba el papel de Zígor, los personajes no tenían pasado, salvo aquel tiempo compartido y sus personalidades son únicamente esbozos sin justificación alguna. Yo sabía mucho de esos personajes, lo sabía todo. Eran para mí personas muy conocidas, así que decidí escribir sobre ellas, dotarles de una historia individual, justificar sus personalidades… La novela fue acorralando y empequeñeciendo la obra de teatro. Hube de desprenderme de la servidumbre de los diálogos teatrales, del ámbito limitado del escenario y de la asociación personal que yo tenía con el personaje de Zígor. Fue un ejercicio lento, meticuloso y divertido. El otoño de la casa de los sauces es una novela sobre la evidencia de la muerte como la herramienta más radical y eficiente para la transparencia, para el encuentro definitivo y sincero con uno mismo. Es una novela sobre el arrepentimiento, no como una simple palabra, sino como un cambio interior que acarrea consecuencias. Quise, además, invitar a la reflexión sobre viejas cuestiones de la filosofía, como aquella de si el fin justifica o no justifica los medios, sobre el sentimiento de lo absurdo y, sobre lo que la maldad o la virtud tienen de azar o de capricho. También sobre lo que puede haber de reparación en la circunstancia de compartir. Decidí situar los hechos en un lugar ficticio, un país imaginado en el que una vez imperó una férrea dictadura militar sostenida por tres militares tiranos. Varios grupos luchaban desde el terror y la violencia contra la tiranía. Un día llegó la República y los dictadores fueron juzgados, pero no como consecuencia de los atentados terroristas, sino por medio de una revolución sin disparos, sin lucha. Zígor es ingeniero naval y dirige los prósperos negocios de la familia de su mujer, una aristócrata apasionada por la arqueología. En el palacio en el que viven, sin hijos, hay varios sirvientes, que también son personajes esenciales de la novela. Quise, una vez más (ya lo había hecho en El palacio azul de los ingenieros belgas) incorporar al argumento el “arriba” y el “abajo”; dos posiciones sociales e ideológicas en principio muy diferentes, pero que el azar o las circunstancias trágicas de la  vida, unas veces, y la transparencia que provoca la evidencia de la muerte, otras, pueden empujar hacia la confluencia. En el fin de semana en el que los dos señores, los cinco sirvientes y los siete invitados conviven ocurren muchas cosas imprevistas. O tal vez no ocurra nada.

    TITULO: EL CLUB COMEDIA - Son incómodos, por eso hay que defenderlos,.

Son incómodos, por eso hay que defenderlos,.

 

foto / Las palabras son una cosa fascinante porque pueden no ser solamente una cosa. Pueden desdoblarse como figuritas de goma; partirse a la mitad y volver a pegarse después. Pueden bailar un charlestón a media tarde y, unas horas después, dejarse los huesos en un reggaetón de madrugada. Para que puedan hacer todo eso, huelga decir que es preciso el pulso de una persona que sepa empuñarlas. Que las dome y las acaricie, como hacía Elizabeth Taylor, novelista inglesa que vivía en las antípodas artísticas de su homónima actriz. Si la segunda era sangre efervescente, la primera era un arroyo manso, curvilíneo. Un arroyo de inesperadas profundidades que desembocaba siempre en mares desconocidos.

"Al estilo de una Perséfone moderna, Flora se erige sobre su entorno como una presencia etérea, distanciada de la vulgaridad terrenal"

Un alma cándida fue una de las doce novelas que Taylor armó con mimo, como el herrero que funde las espadas con ternura. Se habla de ella en términos austenianos, y es bien cierto que compartía con Jane Austen esa tendencia a la puntiaguda ironía inglesa. Bebía de la autora de Sentido y sensibilidad en cuanto a su delicada forma de emitir sonoras carcajadas disfrazadas de tazas de porcelana. Sin embargo, en Elizabeth Taylor —y, por ende, en Un alma cándida— no late la luminosidad del estilo de Austen, sino un hálito mucho más sombrío.

Esta novela concreta teje los días alrededor de Flora, una joven mujer que comienza su vida en Londres junto a su nuevo y flamante marido, a la espera de su primera hija. Al estilo de una Perséfone moderna, Flora se erige sobre su entorno como una presencia etérea, distanciada de la vulgaridad terrenal. Taylor describe a su personaje central como una criatura de arrebatadora candidez y belleza inapelable; un ser extraído de los rincones de la tierra en los que la bondad y la pureza sobreviven frente a los chaparrones de cinismo que invaden el mundo.

"En ese círculo todo el mundo se parte en dos. Por un lado están las personas que son ante ella; por otro, aquellas otras que viven encerradas dentro de sus cuerpos"

Ante ella se pliegan en primera instancia todos los demás individuos que componen el relato, personajes invadidos por los miedos de una época en la que la frustración empieza a hacerse un hueco en las casas inglesas, un momento en el que el contraste entre expectativas y realidad desencadenado por la abrupta aparición del estado de bienestar ya comienza a dejar huella en ellos. Se expande, pues, un temblor invisible, la frustración que sigue a la toma de conciencia de que lo más probable es que la mayor parte de sus sueños acaben disipándose sin más explicaciones. Como desaparece el humo entre las paredes del viento. Inmersos todos en esas complejas circunstancias, Flora supone un lugar donde cobijarse.

Es un ejercicio de ocultamiento, un truco de manos mediante el que ella se convierte en una especie de espejo ante el que se estrellan los miedos. Pero ese ejercicio conduce, sin embargo, a una doble vía de escape: en primer lugar, convierte a todos los individuos que buscan refugio en personajes desamparados, incapaces de gestionar sus propias vidas. Pero lo más importante llega con la segunda salida, en la que Flora se topa, de forma inconsciente, con una temible realidad. Nadie que ella conozca puede vivir sin su presencia. Ella es, sin necesidad de debate previo, el centro del universo conocido. Y pasa algo con los centros: conviene orbitar en torno a ellos.

"Pero lo que ella no contempla es la necesidad del hambriento. Al final, cuando todos estamos cansados, cuando no podemos más, siempre acabamos volviendo a casa"

La maestría narrativa de Elizabeth Taylor le permite construir este castillo sin apenas referirse a las piedras que lo componen. Su prosa escapa de psicologismos y se adentra de forma natural en un día a día habitado por una terrible incomodidad de la que únicamente Flora resulta no ser partícipe. En ese círculo todo el mundo se parte en dos. Por un lado están las personas que son ante ella; por otro, aquellas otras que viven encerradas dentro de sus cuerpos. Las palabras de la autora se desdoblan de tal manera que presentan un relato duplicado perfectamente integrado en un discurso único. Y ahí entra con el cuchillo entre los dientes en las entrañas de la identidad inglesa, confrontando vehementemente esos dos mundos paralelos que a duras penas conviven: el mundo de lo que la gente dice y el mundo de lo que la gente piensa. En un fragmento de Un alma cándida, un personaje se dirige a Flora mientras yace tumbado en su cama, víctima de una gripe que lo mantiene débil. La narradora reflexiona: «Su debilidad le dio alas para dirigirse a ella de una forma que no empleaba cuando estaba sano». Todo está ahí, pues: hace falta que alguien delire para que se atreva a hablar desde el estómago.

La creación de ese monstruo bellísimo amenaza con fracturarse con la aparición de un personaje que llega desde fuera, que se introduce hábilmente en ese círculo hermético sin conocer sus olores, sin dejarse embriagar por el hechizante embrujo de esa mujer en profusa levitación. Liz Corbett, pintora desgarbada y huraña, aparece como los terremotos se abalanzan sobre las tierras: de forma invisible, simplemente sacudiéndolo todo. Pero lo que ella no contempla es la necesidad del hambriento. Al final, cuando todos estamos cansados, cuando no podemos más, siempre acabamos volviendo a casa. Regresando a los centros. Y Flora, al fin y al cabo, no pedía nada más que eso. Ella solo pedía ser el centro de todas las cosas, porque todas las cosas así lo habían decidido.

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