jueves, 5 de septiembre de 2024

El paisano - Viernes - 13 - Septiembre - Fue profesor de adultos en Madrid pero regresó a Calañas para ser maestro rural ,. / VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Nació en Francia pero vive en Benajarafe donde ha montado una escuela escuestre,. / HOSPITAL - Entre el nerviosismo y la intimidación,. / VUELTA AL COLE - El derecho Colegio ,. / EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 11 - Septiembre - Alberto García-Salido - Mano dura con la inmigración ,. / EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes - 13 - Septiembre - Juan Manuel de Prada - La lúcida teología del ateo ,.

 

 TITULO: El paisano - Viernes -  13 - Septiembre -  Fue profesor de adultos en Madrid pero regresó a Calañas para ser maestro rural,.

 

Viernes -  13 - Septiembre -   a las 22:10 horas en La 1 , foto,.

  Fue profesor de adultos en Madrid pero regresó a Calañas para ser maestro rural,.

 Los Repobladores | Fue profesor de adultos en Madrid pero regresó a Calañas  para ser maestro rural

Sebastián (60 años) nació y se crio en la localidad onubense de Calañas, hasta que se marchó a Huelva, donde estudió bachillerato y, más tarde, la carrera de Magisterio.

Tras acabar sus estudios, estuvo viviendo un año en Madrid, donde fue profesor de adultos. Pero Sebastián no quería ejercer la enseñanza en una ciudad y decidió volver a sus orígenes para ser maestro rural.

Actualmente vive en Calañas y es el Director y maestro del Colegio Público Rural (CPR) Aderán 1, que agrupa a las pequeñas escuelas rurales de Cabezas Rubias, Villanueva de las Cruces y Montes de San Benito (Huelva).

TITULO: VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Nació en Francia pero vive en Benajarafe donde ha montado una escuela escuestre,.

Nació en Francia pero vive en Benajarafe donde ha montado una escuela escuestre,.

Virginia (41 años) es francesa y su pasión desde que era una niña son los caballos.

Los Repobladores | Nació en Francia pero vive en Benajarafe donde ha montado  una escuela ecuestre

foto / Nació en la localidad francesa de Argén y a los 18 años se marchó a Burdeos, donde estudió Intérprete y guía de Turismo. En 2004 decidió emprender un nuevo rumbo, lejos de la gran ciudad, y se trasladó a la provincia de Málaga en busca de una vida en un entorno rural que le permitiera convertir su pasión por los caballos en su profesión. Y lo consiguió.

En 2010 montó una escuela ecuestre en Benajarafe (Málaga), una pequeña localidad que la recibió con los brazos abiertos y donde, además, encontró al amor de su vida, Alejandro, que también dejó su vida y su trabajo en Madrid para crear un nuevo e ilusionante proyecto de vida junto a Virginia.

TITULO: HOSPITAL -  Entre el nerviosismo y la intimidación,.

 

  Entre el nerviosismo y la intimidación,.

 

 

Aprenda a reconocerla y qué hacer,.

El ciberacoso incluye publicar información en línea sobre otras personas sin su consentimiento.

Aunque la intimidación (también llamado acoso) puede ocurrir a cualquier edad, es especialmente difícil para los niños en edad escolar y los adolescentes. Causa angustia social y emocional, autolesiones y, en casos graves, incluso la muerte. Pero la intimidación no ocurre sólo en la escuela. El ciberacoso puede ocurrir en cualquier momento y lugar.

El objetivo del Mes Nacional de Prevención de la Intimidación Escolar, que se conmemora en octubre, es ayudar a padres, familias y educadores a comprender este generalizado problema y sus consecuencias para la salud.

Tipos comunes

La intimidación ocurre de muchas maneras:

  • Física: Golpear, dar puñetazos, patadas, empujar

  • Verbal: Burlarse, insultar, hacer comentarios o amenazas sexuales

  • Social: Excluir a otros, difundir rumores, negarse a hablar con alguien, animar a otros a intimidar

  • Ciberacoso: Enviar mensajes amenazantes en línea, publicar contenido o información sobre otros sin su consentimiento

Recientemente, el ciberacoso se ha vuelto muy común. Ahora los niños pueden ser intimidados en cualquier momento y lugar.

Efectos de la intimidación sobre la salud

Los estudiantes que son intimidados tienen un mayor riesgo de tener problemas de salud mental como ansiedad, baja autoestima, depresión e incluso pensamientos de suicidio. Los niños que son intimidados pueden tener problemas físicos como cansancio y dolores de cabeza, además de malos hábitos alimenticios. Las lesiones sin motivo aparente también pueden ser un signo de intimidación.

Los niños y adolescentes que intimidan tienen un mayor riesgo de usar sustancias, de tener problemas académicos y de comportarse violentamente más adelante en la vida.

Otros signos de intimidación son:

  • Faltar a la escuela, no gustar de los estudios o tener un rendimiento académico más bajo de lo normal
  • Comportamientos autodestructivos como escaparse de la casa o autolesionarse
  • Perder o destruir ropa, libros, dispositivos electrónicos o joyas
  • Tener dificultad para dormir o pesadillas frecuentes
  • Perder amigos de forma repentina o evitar situaciones sociales

Qué hacer

Los padres pueden identificar los signos de intimidación, hablar con su hijo y dejar saber a un maestro o administrador de la escuela. También pueden enseñar habilidades para lidiar con la intimidación mediante juegos de rol.

Si un niño necesita más apoyo, se puede considerar referirlo a un consejero escolar, un psicólogo u otro especialista en salud mental. Además, mostrar un buen ejemplo puede influir positivamente en los niños que acosan o que pueden hacerlo.

La respuesta a la intimidación de los Institutos Nacionales de Salud

El Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano hace investigaciones para comprender mejor los desencadenantes sociales de la intimidación y el ciberacoso en general. Los temas estudiados incluyen los efectos de intimidar y de ser intimidado en la salud y el bienestar de una persona.

 TITULO:  VUELTA AL COLE - El derecho Colegio,.

 El derecho Colegio,.

 El suplente: drama y thriller en un colegio marginal de Buenos Aires - Zenda

foto / Dave tiene catorce años y medio. En Australia, donde nació, es ahora verano, y hace dos meses —el primer día de las vacaciones escolares— empezó a trabajar. Tiene su propia cuenta bancaria, su tarjeta, su número de identificación fiscal. Va en bicicleta. Suele entrar a las once, pero algunos días le toca el turno de las cinco y media, de modo que se levanta con el sol, a las cuatro y media de la mañana. Lo bueno de eso es que a las ocho y media de la mañana ha terminado su jornada laboral.

El 8 de febrero empezó un nuevo año escolar. Para Dave es el tercer año de instituto, cursando Year 10 —equivalente al 4º de la ESO en España, según me informa Google; en mis tiempos era 2º de BUP—. Así que le quedan tres años de educación obligatoria para volver a ser libre de aprender lo que quiera.

Si por mí fuera, ni él ni su hermano Alex habrían perdido jamás esa libertad, pero después de más de una década investigando sobre temas de educación, escribiendo, informando, experimentando, acudiendo a conferencias y batallando con su padre y su familia, cedí a que por fin pasaran por el tubo de la escolarización solo porque ellos accedieron, conscientes de la presión social. Cuando esto ocurrió, muchos de mis amigos y familiares aquí y en España me preguntaron, a la expectativa, si Dave y Alex habían necesitado clases especiales, refuerzos, tutores, etc. para ponerse al día después de una vida entera sin escolarización.

"A menudo la gente me preguntaba qué hacía con los niños, cómo los educaba. A algunos les parecía que no hacíamos nada"

Esta falta de fe en la educación libre sigue provocándome carcajadas sinceras. Dave se escolarizó con doce años, en —el equivalente a— 2º de la ESO, y Alex con once años, en 1º. Después de haberse saltado toda la primaria, sin asignaturas, ni lecciones, ni exámenes, ni notas, ni deberes, ni premios, ni castigos, ni uniformes, ni filas, ni recreos, ni curiosidad por averiguar qué era todo eso, se adaptaron a la nueva situación sin el menor esfuerzo. Durante unos meses a Dave lo ayudé con las matemáticas, para enseñarle una nueva manera de pensar: la que se espera de él en el colegio. Pero incluso entonces, cuando él se creía atrasado en la materia, un día me contó que ante un problema de cálculo mental y lógica que les había planteado el profesor, él había sido no solo el primero en resolverlo sino el único de la clase, con lo que concluyó: «Es que yo pienso de manera diferente que el resto».

A menudo la gente me preguntaba qué hacía con los niños, cómo los educaba. A algunos les parecía que no hacíamos nada. Y yo no me cansaba (bueno, a veces sí) de repetir: «Pues jugamos, leemos, hablamos sobre todas las cosas, viajamos, observamos a la gente y el mundo, exploramos y experimentamos, pensamos, cuestionamos… en fin: aprendemos». Y también salíamos de casa, por supuesto, y socializábamos.

Alex inició el año pasado su primer año de escolarización, en primero de secundaria. Después de un solo mes de clases, tuvo que volver a casa cuando cerraron los colegios debido a la pandemia del Covid-19. Su decepción fue grande: en tan poco tiempo había hecho amistades nuevas y había descubierto que la cuestión académica era tolerable y fácil, a pesar de algunos profesores «que no saben» y algunos temas «aburridos y que no me interesan». Dave, en cambio, llevaba ya un año en el instituto y seguía las noticias del coronavirus con la esperanza de la cancelación de las clases.

"Según Yuval Noah Harari en Homo Deus: Breve historia del mañana, en la actualidad no sabemos qué enseñarles a los niños en la escuela, pero sea lo que sea, antes de que hayan cumplido cuarenta años ya no les servirá de nada"

La situación se controló a tiempo en el estado donde vivimos, en el que hemos permanecido confinados desde marzo de 2020 pero con el resultado positivo de una vida normal, sin ningún caso de transmisión comunitaria desde hace diez meses hasta el pasado domingo, que un solo caso nos mantuvo sin salir de casa durante cinco días y probándonos las mascarillas por primera vez. De modo que después de solo cuatro semanas en casa, los niños volvieron al instituto. Hacia el final de curso, Alex faltó mucho a las clases; sin embargo, sacó buenas notas. Pasada la novedad, el insti no le gusta, pero continuará yendo para no tener que pelearse con su padre. Dave sacó peores notas que el año anterior, y según todos sus profesores: «Se distrae con facilidad». Esto me alucina. ¿Me están hablando del mismo youtuber que daba conferencias sobre mirmecología? En casa no se distraía nunca, estaba siempre concentrado en lo que hacía. Claro que nunca era nada impuesto por los demás.

Según Yuval Noah Harari en Homo Deus: Breve historia del mañana, en la actualidad no sabemos qué enseñarles a los niños en la escuela, pero sea lo que sea, antes de que hayan cumplido cuarenta años ya no les servirá de nada. El modelo tradicional de aprender para luego trabajar está ya obsoleto, y para seguir siendo productivos los humanos tendremos que estar constantemente aprendiendo y reinventándonos. Sin embargo, yo le veo alguna ventaja a la escolarización secundaria: las amistades que se forjan a estas edades adolescentes y la libertad que poco a poco van adquiriendo de elegir las materias. Por otro lado, me preocupa que la llama de la pasión por leer parezca extinguida en mis hijos. De leer los tres juntos cada noche han pasado a no querer ni abrir un libro. Para una madre lectora y escritora que les enseñó a leer en casa es doloroso que sus niños ya no lean por placer o iniciativa propia.

"De vuelta en Barcelona, Ferrer Guardia fundó la Escuela Moderna en septiembre de 1901 con un alumnado inicial de doce niñas y dieciocho niños, practicando así la coeducación, algo insólito en la época"

A lo largo de estos años de hacerme cargo total de la educación de mis hijos, desperté curiosidad tanto en Australia —a pesar de que aquí la enseñanza en casa está regulada por el gobierno— como en España. Desde allí, algunos me decían que «aquí no se podría hacer», aunque de hecho se hace en todas partes. Ahora sé que en España no solo hay familias que hacen homeschooling, unschooling y todo tipo de enseñanza en casa, sino que cada vez hay más escuelas alternativas. En abril de 2015 escribí en mi blog: «Estos lugares ya existen y desde hace décadas. Se llaman escuelas democráticas y siguen el modelo de la escuela Summerhill, fundada en 1921 en Inglaterra. En España parece que hay tres o cuatro escuelas de este tipo. Personalmente no soy partidaria de las escuelas alternativas tipo Waldorf, pues he observado que también hay dogmatismo y demagogia en ellas. Y no conozco de primera mano las escuelas democráticas, pero he leído que en algunas parece confundirse la libertad con la licencia. Como a mí también se me ha malinterpretado más de una vez en este aspecto, aclaro: mis hijos tienen libertad, no licencia para dañar a nadie».

Aunque yo jamás me planteé poner a mis hijos en una escuela de estas, he querido volver a la raíz de las escuelas democráticas y corregir lo que escribí: los orígenes de las escuelas democráticas van mucho más allá de las que se fundaran hace solo cien años. Ahora me resulta increíble no haberme topado antes ni que nadie me hubiera preguntado —me hicieron hasta entrevistas para la radio, para un estudio sobre educación y para una revista francesa— con la figura de Francisco Ferrer Guardia, el fundador de la Escuela Moderna en Barcelona y autor de la cita con la que he iniciado este artículo. Sigue sorprendiéndome que no sea más conocido y que no haya en la actualidad más escuelas y centros que lleven su nombre.

Nacido en 1859 en Alella (Barcelona) en el seno de una familia numerosa y devotamente católica, a los veinte años ya era republicano, librepensador y ateo convencido. Durante su exilio de dieciséis años en Francia, estuvo en contacto con revolucionarios españoles y pedagogos radicales franceses. De vuelta en Barcelona, fundó la Escuela Moderna en septiembre de 1901 con un alumnado inicial de doce niñas y dieciocho niños, practicando así la coeducación, algo insólito en la época. Las autoridades españolas ordenaron el cierre de la escuela en 1906 tras el intento de asesinato contra el rey Alfonso XIII por parte de Mateo Morral, traductor y bibliotecario de la escuela. Ferrer ingresó en prisión. Absuelto meses más tarde, viajó por Europa promoviendo su causa revolucionaria y educativa a través de una Liga Internacional para la Educación racional de la Infancia. De visita en Barcelona en 1909, se le acusó de instigar los sucesos de la Semana Trágica y se le condenó a muerte, sin pruebas. Sus últimas palabras apócrifas ante el pelotón de fusilamiento en el castillo de Montjuïc fueron: «Apuntad bien, amigos. No sois responsables. Soy inocente. ¡Viva la Escuela Moderna!».

"El aprendizaje solo podía realizarse en un ambiente libertario y como un proceso espontáneo, improvisado, sin rutinas y memorizaciones que destruyeran la creatividad e inhibieran el desarrollo natural de los niños"

La Escuela Moderna de Ferrer nació en Barcelona en una época de gran inestabilidad en España tras la pérdida de las últimas colonias. La necesidad de una reforma en la educación era acuciante: dos terceras partes de la población española eran analfabetas, solo había colegios públicos en quince mil ciudades y los profesores estaban obligados a inculcar el dogma católico bajo la supervisión de curas e inspectores diocesanos. En la década de los noventa había surgido un movimiento por la instrucción laica en varias partes del país, con liberales y radicales esforzándose por incorporar nuevas ideas sobre ciencia, historia y sociología en el currículum escolar. La corriente regeneracionista de la época avivó el debate de cómo educar a las masas y combatir el analfabetismo. Ya en los años cuarenta y setenta habían existido escuelas republicanas y anarquistas de este tipo, a destacar la de Elías Puig en Catalunya y la de José Sánchez Rosa en Andalucía.

Siguiendo la tradición del racionalismo del siglo XVIII y el romanticismo del XIX, Ferrer participó activamente en este debate. En la Escuela Moderna se daba importancia a la dignidad y los derechos del niño, a quien debía tratarse con paciencia y afecto. En contra del dogma y la superstición, ponía énfasis en la razón, la observación y la ciencia, además de la autonomía e independencia en el aprendizaje. Ante todo, la educación debía basarse en el respeto por la humanidad porque, en palabras de Ferrer, «la ciencia ha demostrado que la creación es una leyenda y que los dioses son mitos», de modo que la religión debía enseñarse solo en casa, si era esa la inclinación de cada familia. Así pues, el aprendizaje solo podía realizarse en un ambiente libertario y como un proceso espontáneo, improvisado, sin rutinas y memorizaciones que destruyeran la creatividad e inhibieran el desarrollo natural de los niños. Por lo tanto, la función verdadera de los profesores era guiar a los estudiantes hacia el autoaprendizaje y la autodisciplina, permitiendo a cada uno desarrollarse a su ritmo, en vez de forzarle a seguir un programa predeterminado. Por ejemplo, aprenderse las tablas de multiplicar de memoria tenía que desaparecer, así como todo tipo de instrucción que interfiriera con la libertad del alumno y le provocara estrés o malestar. Si un niño no mostraba señales por querer aprender, su propia curiosidad lo llevaría a materias que le interesaran y su educación sería más natural y placentera.

"Esta universidad, en conjunción con la Escuela Moderna, no se llegó a materializar en Barcelona, pero Ferrer sí consiguió crear una escuela racionalista donde se formaron profesores libertarios"

En esta línea, no había ni premios ni castigos, para que los alumnos aprendieran sin miedo ni presión, ni rivalidades, envidias o comparaciones entre ellos. Como escribió Ferrer: «Suprimimos en nuestras escuelas toda repartición de premios, de regalos, de limosnas, todo porte de medallas, triángulos y cintajos, por ser imitaciones religiosas y patrióticas, propias únicamente para mantener la fe en talismanes y no en el esfuerzo individual y colectivo de los seres conscientes de su valor y de su saber». Los alumnos se sentaban donde querían —en un banco, en una mesa, en el marco de una ventana o en el suelo— y la asistencia era voluntaria: solo iban a clase los que querían aprender. Las «lecciones» terminaban cuando los alumnos perdían interés, y si no les apetecía hacer tareas, nadie los obligaba. Por descontado, no había deberes para casa ni nada que memorizar o preparar para el día siguiente. Ni notas, o exámenes, que «parecen ser instituidos solamente para satisfacer el amor propio enfermizo de los padres, la supina vanidad y el interés egoísta de muchos maestros y para causar sendas torturas a los niños antes del examen, y después las consiguientes enfermedades más o menos prematuras». El ruido se consideraba algo normal en el aula. La relación entre el profesor y el alumno era de confianza y reciprocidad, de modo que el profesor también aprendía del alumno. Además, en la Escuela Moderna se daba prioridad a la adquisición de conocimientos prácticos por encima de los teóricos. Así, eran frecuentes las visitas a fábricas o laboratorios donde a los alumnos se les explicaban y mostraban las cosas de primera mano, o a museos, o a un parque, al campo a recoger especímenes botánicos o al mar a observar condiciones geológicas.

Como para Ferrer la educación era un proceso que no terminaba nunca, en la Escuela Moderna se animaba a los padres a tomar parte de su funcionamiento y se ofrecían clases nocturnas y «conferencias dominicales» impartidas por expertos en higiene, fisiología, geografía y ciencias naturales. Estas clases, abiertas al público para «trabajadores deseosos de aprender» tuvieron mucho éxito, «formando aquel auditorio de niños y adultos un bellísimo conjunto que […] fue calificado por un periodista de misa de la ciencia». A partir del segundo año de funcionamiento de la escuela, Ferrer consultó con catedráticos de la Universidad de Barcelona la posibilidad de crear una universidad popular —sin ánimo de lucro y abierta al proletariado, los campesinos, los emigrantes y las mujeres— ya que la ciencia «es el producto de los observadores, sabios y trabajadores de todas las épocas y de todos los países» y «todo ser humano tiene derecho a saber», no solo una juventud privilegiada. Esta universidad, en conjunción con la Escuela Moderna, no se llegó a materializar en Barcelona, pero Ferrer sí consiguió crear una escuela racionalista donde se formaron profesores libertarios.

"Con la Escuela Moderna, tenía la esperanza de que la educación racional liberaría no solo a los españoles sino a los niños de todo el mundo. Soñaba con que España estuviera a la vanguardia de un movimiento que seguiría todo el mundo"

En el mismo edificio, además, creó su propia biblioteca y editorial, habiendo inaugurado la escuela sin encontrar un solo libro que fuera adecuado, pues con una educación tradicional «destinada a hacer obedientes y sumisos, es evidente que nada de lo escrito a tal fin podía ser utilizable». Para remediar esta carencia, empleó a escritores y traductores y obtuvo la colaboración de intelectuales de toda Europa para la elaboración de libros de texto con los descubrimientos científicos de última hora adaptados a un lenguaje de divulgación adecuado. Editó más de cuarenta libros de texto, desde aritmética y gramática a ciencias naturales y sociales, con tratados serios sobre geografía, sociología y antropología. Entre ellos, Cuaderno manuscrito y Patriotismo y colonización, dos colecciones de «pensamientos de escritores de todos los países presentando las injusticias del patriotismo, los horrores de la guerra y las iniquidades de la conquista», fueron denunciados en la prensa conservadora y supusieron una amenaza a «los cangrejos del Parlamento». El más popular entre los niños era Las aventuras de Nono, de Juan Grave, un cuento anarquista y utópico que, según una reseña en Amazon, hay que leer con mucho cuidado, pues se compara al país Autonomía —donde todos trabajan para uno y uno para todos, y no hay dinero, ni ladrones ni leyes ni armas y donde se fomenta la ciencia y el arte— con los horrores del reino Argirocracia, que representa la triste realidad de la sociedad de la época de Ferrer.

Ferrer publicó también un Boletín mensual con sus propios artículos y los de otros escritores libertarios y famosos como Kropotkin, Tolstoy y Robin. Con la Escuela Moderna, tenía la esperanza de que la educación racional liberaría no solo a los españoles sino a los niños de todo el mundo. Soñaba con que España estuviera a la vanguardia de un movimiento que seguiría todo el mundo. Pero si estas ideas parecen aún hoy radicales, no cuesta imaginar las ampollas que levantaban en los «eternos apaga-luces» de la España de principios del siglo XX, una España que en Europa se tildaba de inquisitorial y atrasada, aunque para Miguel de Unamuno fuera «el país más libre del mundo».

"Incluso la Fundación que lleva su nombre en Barcelona lo califica de personaje extraño, por haberse dedicado a la pedagogía sin ningún tipo de formación y habiendo cursado estudios solo hasta los doce años"

Tras su ejecución, se desencadenó un movimiento de protesta en el extranjero que lo catapultó a la fama como el mártir de la educación racional. Hubo manifestaciones en ambos lados del Atlántico, se erigieron estatuas y se bautizaron calles con su nombre en varias ciudades europeas. Anarquistas y librepensadores famosos de la época dijeron de él que su único crimen había sido educar. En todo el mundo, y en especial en Estados Unidos y Sudamérica, se fundaron «escuelas modernas» siguiendo su ejemplo, donde los niños estudiaban en un ambiente de libertad y autonomía y cuyo objetivo era abolir todo tipo de autoridad, política, económica y educativa, para crear una sociedad donde los ciudadanos cooperarían de forma voluntaria y libre. En Nueva York se fundó una asociación con su nombre con el objetivo de perpetuar su trabajo, y Emma Goldman, la anarquista más famosa e influyente de la época, dedicó años y esfuerzos a mantener su memoria viva. Sin embargo, pocas de esas escuelas sobrevivieron más de un par de décadas. Y yo me pregunto: ¿por qué no existen hoy escuelas Ferrer pero sí hay Montessori, Waldorf-Steiner o Summerhill? ¿Por qué no ha sobrevivido su fama?

No he encontrado la respuesta, así que si la respondiera, me la estaría inventando. ¿Quizá porque la anarquía, como el comunismo, es inviable? ¿Quizá por su faceta revolucionaria y posiblemente violenta?

Según Juan Avilés, autor del libro más reciente sobre Ferrer que he encontrado, Ferrer no fue un gran pedagogo, ya que no aportó ninguna idea original al pensamiento educativo, a pesar de que su escuela era algo nuevo en la España de la época. En realidad, tampoco fue así; quizá lo único nuevo de la escuela fuera el nombre. Miguel de Unamuno escribió en una carta que «se fusiló con perfecta justicia al mamarracho de Ferrer, mezcla de loco, tonto y criminal cobarde, a aquel monomaniaco con delirios de grandezas y erostratismo», y en otra ocasión dijo que era «de inteligencia mediocre, un obrero y un fanático». Incluso la Fundación que lleva su nombre en Barcelona lo califica de personaje extraño, por haberse dedicado a la pedagogía sin ningún tipo de formación y habiendo cursado estudios solo hasta los doce años. A mí no me parece extraño en absoluto: era autodidacta y esa era precisamente su filosofía.

 

 TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 11 - Septiembre -  Alberto García-Salido - Mano dura con la inmigración  ,.

En la tuya o en la mía  - Miercoles    - 11 - Septiembre    ,.

 En la tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el miercoles-  11 - Septiembre   , etc.

 EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 11 - Septiembre - Alberto García-Salido - Mano dura con la inmigración,.
 
 Alberto García-Salido - Mano dura con la inmigración,.
 
 Alberto García-Salido: «Los finales infelices te hacen ver las cosas de otra manera»
 
 fotos / Alberto García-Salido ,.
 
 “Nada ni nadie”, donde el rapero albaceteño lamenta: “Quise compañía y obtuve un monólogo, / quise un final feliz y me quedé en el prólogo”; la del encuentro periodístico, con el Foro en modo parrilla impía —cosas de julio, a ver—, “Ángel”. Razón: “Escucho, conozco y sigo bastante a este hombre, aparte de porque me parece un genio en lo suyo, por un vínculo con mi trabajo. Yo trabajé en paliativos pediátricos y me crucé con su tema «Ángel», que habla de su hermana fallecida, que también tiene una parálisis cerebral. Cuenta muy bien no sólo la relación, sino la frustración que puede generar el tener un familiar o un ser querido así y ver cómo su vida va con un ritmo diferente al del resto de sus coetáneos”.

En Todos los finales felices se parecen, este pediatra intensivista, doctor en Medicina, profesor universitario y escritor —ha publicado, previamente, otra novela y cuatro libros de relatos—, narra la historia de Ismael, un tipo que arrastra una maldición médica familiar, la de la enfermedad de Huntington, y que, poco antes de que Andrés Iniesta le enchufe a Holanda el gol que le dio a España el Mundial de Sudáfrica, recibe una llamada de las que hacen estallar una vida. El protagonista la ignora y, en su lugar, se embarca en una odisea imprevista por un Madrid de rateros y maderos, en una aventura que dura un día, pero que se sumerge en un pasado amargo y, previsiblemente, implacable. Con la percha del lanzamiento, conversamos en el Varela:

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—Señor García-Salido, ¿tenía razón Calamaro cuando cantaba que “todo lo que termina / termina mal”?

—Todo lo que termina bien puede terminar muy mal. No sé a quién se lo he oído, no soy tan inteligente como para inventarme según qué cosas (risas). Lo vemos en las películas de amor, por ejemplo: siempre acaban bien, con los dos reencontrándose. ¿Qué pasa al día siguiente, cuando se levantan juntos, cuando han pasado dos semanas, o tres meses, tras el final de la película? Si dejas que pase el tiempo, al final, todo termina. Y todo punto final puede generarte cierto malestar. 

—A lo largo de su vida, ¿ha visto más finales felices que infelices?

"Yo veo muchos finales felices, aunque parezca sorprendente por el sitio en el que trabajo y por lo que me dedico"

—Hostias… (Piensa) Yo veo muchos finales felices, aunque parezca sorprendente por el sitio en el que trabajo y por lo que me dedico. Por suerte, los finales felices ganan por goleada a los infelices. En cuidados intensivos en pediatría, imagínate: la inmensa mayoría son finales felices. Lo que ocurre es que, en muchos casos, son los infelices los que te hacen ver las cosas de otra manera. El darte cuenta de quién eres, de lo que tienes y de cómo debes disfrutar de lo que te rodea. No somos conscientes de lo importante que es estar aquí ahora, sentados, sin otra preocupación que esta. 

—Y, como lector, ¿qué tipo de finales prefiere?

—Si te soy sincero, nunca he pensado el tipo de final que prefiero. Sí sé que me importa la historia que lleve… 

—A la desembocadura.

—Es cierto que me encuentro más cómodo con los finales que o no esperas o bien te llevan hacia la tristeza. Me acusan mucho de ver siempre el lado más negativo de la vida en lo que escribo yo. No negativo como que hagas el mal, sino como que te ocurra el mal. En cuanto a los finales que yo busco: aquel que me haga pensar un poco. 

—¿Cómo se convierte en escritor?

—Creo que quiero ser escritor desde los nueve o diez años. No es una decisión consciente. Creo que, primero, quiero ser lector. Te das cuenta de que te gusta leer, de que te genera inquietud lo que te van contando. A través de la lectura, llegas al deseo de contar tú lo que ocurra. Entonces, empiezo a escribir. Como te puedes imaginar, lo que escribo al inicio deja bastante que desear. Hago una pausa, empiezo la carrera y escribo verdaderas torturas para mis compañeros de facultad que se ríen mucho de mí ahora cuando me leen (risas). Lo de ser escritor es el típico deseo que mantenía en paralelo a mi otro deseo, que era el de ser médico. Gracias a los relatos cortos, voy llegando lentamente hacia la novela. 

—¿Cuándo pasa de la distancia corta a correr la maratón?

—Para mí, el relato corto suponía un reto. Tiene una serie de herramientas que, una vez que las conoces, puedes disfrutar muchísimo utilizándolas: el crear finales sorprendentes, elaborar puntos de giro en pocos párrafos, irte un poco al realismo mágico… El relato es una manera de contar historias que me agradaba mucho porque, además, me requería un tiempo finito que encajaba muy bien con mi trabajo. Entonces, ocurre algo: no sólo que acabo la residencia de pediatría sino que, además, soy padre. 

—¡Chanchanchán!

" Voy con una libreta donde apunto aquellos finales felices y aquellos finales tristes que nos rodean"

—Cae la bomba atómica en tu vida personal y dejas de tener tiempo libre para hacer otra cosa que no sea trabajar y cuidar de tus hijos. Es una decisión personal y ya está. Siempre digo que ser padre es lo peor-mejor que hacemos: no hay nada que me haya estresado tanto, no en el sentido de generarme ansiedad, sino de obligarme a cambiar como persona, como la paternidad. Yo tengo tres hijos, y cuando salgo, digamos, de la paternidad, en el sentido de como el que sale de bucear y ha estado aguantando mucho la respiración, tengo la suerte de coincidir en el tiempo con Twitter. Twitter se me va un poco de las manos, escribo historias y contacto con una editora. Le cuento una idea de novela sin yo tener más experiencia que la que me ha dado la lectura: no tengo más conocimientos. Le explico lo que me gustaría escribir, ella se anima y me propone escribir para Penguin, para Ediciones B, Aprender a volar. Con Aprender a volar disfruté mucho. Es una historia que llevaba dentro, que se compone de muchas pequeñas historias que había vivido en mi trabajo. Voy con una libreta donde apunto aquellos finales felices y aquellos finales tristes que nos rodean. 

—Leyendo Todos los finales felices se parecen, me acordaba de ese verso de Cohen que dice que hay una grieta por la que pasa la luz. Su novela no es amable, aborda una realidad dolorosa, pero no es ceniza, deja pasar la luz.

—Me gusta mucho hablar de ese momento en el cual a alguien le pasa algo y le cambia la vida. En el día a día, no estamos habituados a ver eso. A lo mejor, van pasando los años y te vas haciendo más preguntas. En mi trabajo nos enfrentamos muchas veces a ese momento desde fuera porque lo vemos en otras personas, y eso te obliga a preguntarte cosas. Aprendes de ellos, de quienes lo pasan mal y, en cambio, tiran un día, y otro día, y otro, como que, más allá de la incertidumbre, es necesario mantener la esperanza. La esperanza y la luz, como dices, es lo que te permite seguir en las peores circunstancias. Cuando nos llega alguien con un hijo muy enfermo, con un muy mal pronóstico, no les explicamos las cosas para acabar con esa luz o esa esperanza, sino porque tienen que saber hacia dónde van y lo que puede ocurrir. Que la rendija que tienen pueden seguir viéndola hasta el final. A lo mejor, esa rendija se abre del todo y se convierte en una puerta. Me interesa que, en el momento más oscuro, haya situaciones de luminosidad que te permitan respirar o mirar hacia adelante con cierta esperanza. 

—Tiremos de algunos hilos de su novela. ¿Qué tipo de gallo cantaría “si los sentimientos ocuparan espacio”?

—Si tuviéramos un sitio donde guardarlos, a veces, el que no ocupen espacio nos viene bien. El dolor, por ejemplo. El dolor es muy particular porque el que lo siente, el que lo sufre, y tiene a alguien al lado, esa persona que está con él o con ella no es capaz de cuantificar. No sólo con el espiritual, sino con el físico. El dolor lo ponemos en una escala. 

—Pero esa escala…

—Es una escala visual que no tiene ninguna referencia que se pueda objetivar. Para ti un dolor muy potente puede ser para mí un dolor muy pequeño o al revés. El hecho de que no haya un elemento que permita establecer cómo de grande es el dolor, hace que las personas que lo sufren, cuando lo tienen que contar, sientan dificultad. Eso lo ves cuando tienes un dolor crónico o algo que te duele por dentro y no eres capaz de llevarlo a palabras, la indiferencia del que te está escuchando te incrementa ese dolor, incluso. Si algunos sentimientos, yo qué sé, el amor, por ejemplo, ocuparan espacio, habría gente que no podría andar, y otros que se moverían demasiado ligeramente, y a lo mejor nos harían sospechar de lo que les falta, no de lo que les pesa. 

—¿De verdad cree que lo sentimental se olvida mucho más rápido que lo material?

"Para mí, tienes menos importancia lo material que lo sentimental. Es algo que ha cambiado con el paso de los años"

—Estoy en una fase de mi vida en la que pienso que es al revés. Para mí, tienes menos importancia lo material que lo sentimental. Es algo que ha cambiado con el paso de los años. Antes, para mí, lo material tenía mucho valor, y ahora no lo tiene. Depende del sitio en el que te encuentres. Hay veces que, efectivamente, cuando eres joven, se te rompe algo, el coche o cualquier cosa, y lo sufres mucho. Pero, según pasa el tiempo, el perder aquello que no se mide, lo que decías antes de las emociones y tal, duele más. Y eso que en la sociedad en la que estamos ahora es lo material lo que prima. 

—Ismael, el protagonista, está marcado por una terrible maldición hereditaria: la enfermedad de Huntington.

—Podría decirte tres razones por las que forma parte de esta novela. La primera es un documental. Es de una familia en EEUU, con muchos hijos. Esto es como lanzar una moneda al aire: la mitad son portadores de la enfermedad; la otra mitad, no. La entereza con la que esa familia, de manera conjunta e individual, decide abordar lo que les puede ocurrir, se me quedó en la cabeza. La vi con dieciocho o diecinueve años. Cuando ves algo así en un momento de tu vida en el que te crees invulnerable, cuando ves a gente haciéndose preguntas que tú ni te has llegado a plantear, se te queda encapsulado. 

—También había un cómic por ahí…

—Pasan los años y me compro un cómic de Superman que se llama Es un pájaro. DC se lo ofrece al autor, un guionista europeo, con la intención de que haga una especie de revisión de Superman como ideal, de qué significa, de dónde viene y tal. Este se lo lleva a su terreno. Resulta que este chico tiene una madre con Huntington, y él tiene una pareja y la duda de si es portador o no de esa enfermedad. El cómic habla del concepto de héroe y de cómo él está influido por su enfermedad para descubrir que la heroína es su madre en la historia. Me quedé… Vas buscando una aventura de Superman y, de repente, a las dos de la mañana, te encuentras leyendo un cómic de una señora en un hospital con su hijo que cree que tiene Huntington. 

—¿Y la tercera razón?

—Está relacionado con mi trabajo, viendo a padres cuyos hijos desarrollan enfermedades hereditarias que los padres portan, pero no padecen. Viendo cómo manejan eso; cómo, al entrar en sus casas, descubres la forma con la cual moldea la forma de vivir de esa gente. Yo quería hablar de todo esto en un libro. 

—La enfermedad es una espada de Damocles que condiciona absolutamente la vida de Ismael. Por ejemplo, disculpe el spoiler, decide no seguir con su chica para no tener hijos y, así, evitar que la “maldición” continúe.

—Es que tipo de pensamientos los tienen. O lo verbalizan. Hay muchas dudas éticas, por ejemplo, con cuándo deben conocer el diagnóstico o si deben conocerlo. Si tienes hijos y son menores de edad, ¿tienes que hacerle la prueba, la secuenciación genética, para saber si portan o no la enfermedad? En el caso de Ismael, él, sin tener la certeza de lo que le ocurre, toma esa decisión: “Voy a actuar como si tuviera la enfermedad y, en base a eso, me comporto”. Vivir con eso es muy complicado. 

—La novela transcurre en un día. ¿Razón?

"Me interesaba mucho situar la historia en un momento en el cual hubiera como una especie de disrupción entre lo que le pasa al protagonista y lo que le pasa a todo el mundo menos a él"

—Me pareció entretenido. Cuando escribo una novela, lo primero que se me ocurre es el núcleo de la historia. Luego, me interesaba mucho situar la historia en un momento en el cual hubiera como una especie de disrupción entre lo que le pasa al protagonista y lo que le pasa a todo el mundo menos a él. Tenía que buscar un día en el que ocurriera algo a nivel global o nacional que, además, todos recordáramos de una manera. Cuando preguntaba a la gente de mi entorno, la mayoría me hablaba de catástrofes, del 11-M…, se iban al lado terrible. “Búscame otro que no sea terrible”. Y todos me repetían el día en el cual ganó España el Mundial, con el gol de Iniesta. Entonces, hacerlo en un día me parecía interesante porque, de forma egoísta, escribir una historia que se cerrara en poco tiempo me iba a resultar más atractiva, más sencilla de hilvanar. 

—Y el lugar es Madrid.

—Porque me apetecía pasear por Madrid. Me apetecía coger al lector y a los personajes y llevarles por nuestra ciudad. 

—¿Usted tiene algo similar a esa caja de madera que Ismael entrega a su padre?

—Tengo una caja de madera en casa y he empezado a acumular cosas con mis hijos: objetos, fotos, frases… Tengo también un cuaderno en el que apunto cosas, con la fecha, la hora… Sé que, dentro de unos años, volver ahí va a ser un ancla estupenda. No es una cosa que se me haya ocurrido a mí: lo he visto. Una de las cosas que más me han impactado de mi profesión es, cuando vas a las casas de esa gente a la que le ha cambiado la vida, no te fijas en el enfermo: aunque no quieras, te fijas en el entorno. E, involuntariamente, ves fotos, objetos…, y te percatas de lo que tienes en tu casa. Y son las mismas fotos: las de cuando fuiste al zoo, al parque de atracciones… No hay diferencia. La única diferencia es ese algo que ha hecho crac con todo. Empecé a pensar y dije: “Hostia, en un momento dado, igual necesitas una especie de bote salvavidas que te haga pensar en las cosas que han merecido la pena para que, cuando estés en la mierda, puedas rescatarte un poco”. De ahí lo de ser un poco Diógenes en algunas cosas.

—Vamos acabando, Alberto. ¿Qué ha aprendido mientras escribía Todos los finales felices se parecen?

"Tengo un síndrome del impostor terrible. Yo soy médico, lo de definirme como escritor me cuesta más"

—Con este libro, he aprendido a escribir distinto. Ha sido curioso: me da muchísima vergüenza llamarme escritor. Tengo un síndrome del impostor terrible. Yo soy médico, lo de definirme como escritor me cuesta más. Solicité una reducción de jornada y eso me permitió terminar la novela. Durante ese tiempo, sí que sentí que, ¡hostias, estaba trabajando como escritor! Sentado, escribiendo durante ocho horas, y peleando por sacar adelante la historia, perfilar el personaje… Y fue muy agradable ver cómo aparecían personajes, que había cosas que tienes que borrar, que otras no valen y las tienes que modificar… Disfruté mucho pasándolo mal. Es curioso. 

—¿Qué proyectos literarios avista en su horizonte más próximo?

—Sí, siempre. Para mí, escribir es tener la posibilidad de salir del raíl en el que estás, en mi caso, el de mi profesión, y contar una historia, inventarte lo que ocurre, entretenerte en documentarte… Todo lo que rodea a la escritura me encanta. Me encanta, más que escribir, leer. Y claro que tengo ideas, lo que ocurre es que las ideas necesitan un tiempo, y yo necesito un espacio. Por mí, escribiría toda la vida… pero, poco a poco.


TITULO :EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes  - 13 - Septiembre -  Juan Manuel de Prada - La lúcida teología del ateo  ,.

MI CASA ES LA TUYA - VIERNES -  13 - Septiembre    ,.

MI CASA ES LA TUYA -', presentado por Bertín Osborne,.

acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco  a las 22:00, el viernes  -  13 - Septiembre  ,etc.

  EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -  13 - Septiembre - Juan Manuel de Prada - La lúcida teología del ateo ,.
 
 
 Juan Manuel de Prada - La lúcida teología del ateo ,.
 
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 Juan Manuel de Prada - foto ,.
 
 La ciudad, también publicado por la editorial Sexto Piso, un nuevo libro de la escritora norteamericana Vivian Gornick, una de las voces más representativas del feminismo en Estados Unidos, y la continuación del anterior. En este seguimos encontrando un mapa sentimental de Nueva York, aunque si en Apegos feroces eran los paseos y los reproches entre ella y su madre los que guiaban el libro, en La mujer singular y la ciudad son los encuentros con su viejo y sofisticado amigo Leonard los que lo vertebran. Ambos se sienten fuera de lugar en una ciudad que conocen perfectamente pero que a veces les resulta extraña, y ambos comparten cierta negatividad que se difumina cuando se observa la amistad entre ellos. Son amigos íntimos, se echan de menos y se sienten unidos por la necesidad de verbalizar su malestar. Gornick escribe con cierta dosis de nostalgia bien controlada y con una prosa sosegada unas memorias que hablan de la multitud y de la soledad, y en las que vagabundea por las calles de Nueva York (esta vez cambia el Bronx por Manhattan) reflexionando sobre el amor, el trabajo, el feminismo, la literatura, la vida.

“Cuando la vida empieza a parecerme la suma de sus incapacidades, me doy un paseo por Times Square —hogar de los marginados más avispados— y enseguida recupero la perspectiva”, dice Gornick en su libro. Jamás llega a perder esa perspectiva de la que habla en estas memorias y además de forma valiente enuncia sus miedos: “Lo único que siempre había querido era que mi madre se sintiera feliz de estar viva en mi presencia. Sigo convencida de que si lo hubiera hecho, yo habría crecido sintiéndome completa.”

"La mujer singular y la ciudad es un libro sobre la amistad, el amor por una ciudad y la mirada crítica, a veces sobre una misma"

La madre de Gornick no deja nunca de aparecer en sus escritos, aunque esta vez sí que lo hace de una forma más sutil, ya que La mujer singular y la ciudad es un compendio de pequeñas historias, cada cual más interesante y humana, que tienen como eje las calles de Nueva York y las relaciones personales, porque no es posible no darse cuenta de que Gornick tiene un oído atento y una capacidad extraordinaria para retratar una ciudad que ama y odia a ratos con sus escenas callejeras y sus miles de detalles. Para Vivian Gornick la ciudad de Nueva York solo tiene sentido cuando hace soportable la soledad a través de esas relaciones que se crean y que hacen que seamos quienes realmente somos. Porque La mujer singular y la ciudad es un libro sobre la amistad, el amor por una ciudad y la mirada crítica, a veces sobre una misma. Gornick, una estupenda flâneuse, descubre en estos paseos y en sus conversaciones con Leonard que el amor ideal del que le hablaba su madre no existe y que el amor no cambia a nadie. La escritora tampoco comprende el sexo sin la amistad y se define como esa “mujer singular”, una feminista que ha ido evolucionando con el paso del tiempo hasta encontrar una voz propia de la que disfrutamos plenamente en este libro. Gornick ha vuelto a fascinarme con su capacidad de observación y su inteligencia, y sabe llegar como pocos escritores al fondo de la amistad con esa mirada tan lúcida. Porque como ella misma dijo en su paso por España, “cada escritor escribe sobre la gente que conoce”, y ella lo ha hecho una vez más, maravillosamente.

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