El mejor personaje de la segunda parte del s. XX,.
Libros
TITULO: AQUI HAY TRABAJO - Lo esencial,.
Lo esencial,.
Pienso en aquella canción de Sabina que ya atisbó, antes incluso de que yo naciese, que lo esencial está en el riesgo, en la osadía y en el placer: «compra una máscara antigás, / mantente dentro de la ley, / si lo que quieres es vivir cien años / haz músculos de cinco a seis». Si de algo nos hemos dado cuenta es de que la realidad con cortafuegos propia del aislamiento no es más que un sucedáneo de algo que sí merece la pena. Así, este esfuerzo posterga nuestro modo de vida, precisamente para conservarlo. Es importante repetirlo para resistir: esto no durará siempre. Aunque el lecho del río quede arrasado, las aguas volverán a su cauce y nos despeinará de nuevo, como cantaba Joaquín, el vientecillo de la libertad.
TITULO: 80 cm' - Holanda no es para viejos,.
Holanda no es para viejos,.
Leyenda negra. A la gripe española y al mal español se une nuestro amor a los mayores,.
En España era diferente. No estábamos en guerra y aquí las 300.000 muertes que se produjeron no se podían achacar más que a la maldita gripe, así que los periódicos informaban profusamente de la pandemia. En resumen, parecía que la gripe solo afectaba a los españoles y cuando la guerra acabó y las muertes en el resto de Europa ya no se podían achacar a las balas y las bombas, la epidemia cobró protagonismo y como solo se había informado de ella en España, ha pasado a la historia como la gripe española.
Algo parecido sucedió con la sífilis durante el siglo XVI, que era conocida en Holanda, Italia, Portugal y el norte de África como la sarna española. Ese mal nos permite comprobar cómo la xenofobia y la enfermedad están estrechamente relacionadas desde hace más de 500 años. Así, la sífilis fue llamada mal napolitano por los franceses, enfermedad polaca por los rusos, británica por los haitianos y cristiana por los turcos. Ahora, con el coronavirus sucede algo parecido en Estados Unidos, donde Trump no deja de referirse al virus chino.
En Europa, ningún país culpa a otro del continente directamente de la pandemia, pero sí se ocultan datos y, sin poder ocultar la xenofobia, se aprovecha para culpar a otros países de no saber enfrentarse a la pandemia y luego pedir ayuda económica a la Unión Europea. Es el caso, fundamentalmente, de Holanda. Allí, altos responsables de la lucha contra la epidemia acusan a España de admitir a ancianos en las unidades de cuidados intensivos mientras en los Países Bajos no permiten que lleven a sus hospitales a viejos ni a personas muy débiles. Es como si estuvieran dando argumentos a su primer ministro para que no apoye la solidaridad económica en forma de coronabonos o mutualización de la deuda y le dijeran: «No les des dinero porque luego se lo gastan en intentar salvar la vida a los mayores y eso no es rentable«».
La transparencia española a la hora de facilitar los datos de los muertos por coronavirus está provocando una situación parecida a la de la gripe de 1918-1920. En Holanda, los ancianos muertos no computan porque no son hospitalizados, en Francia no contabilizan a los muertos en las residencias de mayores y en Europa, en general, solo cuentan los muertos directamente por coronavirus mientras que aquí cuentan los muertos por y con coronavirus. Al no ocultar muertos, las cifras son mayores y la xenofobia, siempre latente, hace el resto.
La secuenciación genética Nextstrain demuestra que los primeros casos de coronavirus en España llegaron desde Alemania (Canarias) y el Reino Unido (Baleares), también señala a Suiza como país importador de casos por sus relaciones bancarias con China. Es decir, el relato que Europa del norte se cree es el de que el virus se extiende por lo mal que lo hacen los países del sur y por lo bien que tratamos a los mayores. Pero el relato que ocultan es que fueron los turistas y los ejecutivos de esos países ricos quienes trajeron el virus a países como Italia o España, que tuvieron que hacer recortes en sanidad por las imposiciones de la crisis de 2008, países ricos que no toman medidas drásticas y que no son para viejos: allí, si te mata el coronavirus, no te cuentan.
TITULO: Hacer de comer - De Valencia a Manila: la paelya filipina,.
lunes -30 - Marzo - a viernes -3- Abril a las 13:25h, en La 1 , fotos.
De Valencia a Manila: la paelya filipina,.
Gastrohistorias
Además de otras muchas recetas de origen español, en Filipinas sobreviven varias versiones de paella hechas con ingredientes autóctonos del archipiélago,.
De toda aquella tradición culinaria sobrevive actualmente una gran parte, adaptada y fusionada con los gustos e ingredientes locales y que ha dado pie a platos filipinos tan populares y tan cercanos para nuestros oídos como el lechón, el adobo, los barkilyos rellenos de pulburon (tal cual suenan, barquillos con polvorón), la kaldereta, el gisado, las longganisas, el leche flan, los ohaldres… Y por supuesto la paelya, que a veces se escribe tal y como la pronuncian allí —con y griega— y otras con su grafía española original, aunque tiene rasgos propios y muy distintos a los de la paella valenciana, consecuencia de su asimilación gradual a los gustos filipinos. Para empezar, la textura es completamente diferente. Si se fijan ustedes en la fotografía de arriba, que es de una paelya auténticamente filipina, verán que el arroz parece blando y un tanto pegajoso. Eso no es por un error casual ni por haber interpretado mal la receta, sino porque en Filipinas se usa habitualmente para la paelya arroz glutinoso o malagkit. Otra de las diferencias principales es que no lleva azafrán sino que para conseguir un vivo tono amarillo suele incorporar colorantes como cúrcuma, achiote o cártamo.
Igual que en España, en Filipinas «paelya» es un concepto genérico que engloba distintas recetas, desde el arroz a la valenciana (literalmente llamado así) con pollo y chorizo Bilbao (un embutido típico de las islas) hasta la paelya negra con tinta de calamar, pasando por las que se distinguen por incorporar adobo, fritada, parillada (carne o marisco a la barbacoa) o la paelya sotanghon, una especie de fideuá hecha con fideos de celofán en vez de con arroz. También existe otro plato arrocero llamado bringhe, muy típico en la provincia de Pampanga (Luzón), que históricamente se ha asociado con la tradición paellera pero que probablemente es anterior a la conquista española: elaborado con arroz, leche de coco, verduras y carne, se cocina dentro de hojas de plátano.
Todos ellos menos el bringhe, cuyo nombre proviene del arroz biryani, descienden de la españolísima paella y del empeño de los indígenas isleños por imitar parcialmente la cocina de los conquistadores, considerada allí durante siglos como símbolo de estatus y marcador social. Así pues la paelya es ahora una comida festiva, digna de las más grandes celebraciones familiares, y aunque no sea exactamente igual a la nuestra en ello reside precisamente su importancia: en que una palabra y un modo de celebrar el arroz atravesaron los mares y supieron acomodarse perfectamente a los usos y gustos del sudeste asiático. Comprueben si no me creen la fórmula del arroz a la valenciana incluida en uno de los recetarios filipinos más antiguos, el 'Manila Cook Book' de 1919. Para entonces puede que el español hubiera empezado a ser sustituido por el inglés, pero el sabor hispano nunca se fue del todo.
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