España a ras de cielo ,.
España a ras de cielo es un programa de televisión emitido por TVE y se estrenó el 17 de septiembre de 2013. Desde el primer programa, está presentado por Francis Lorenzo. Martes a las 22h30,.
El programa permite conocer lugar de España desconocidos y ya conocidos desde otro punto de vista. , etc.
PLANETA CALLEJA - DOMINGO - 29- Marzo ,.
Nuria Barrios: "No hay ninguna voluntad política de erradicar la droga",.
Nuria
Barrios muestra en la novela 'Todo arde' "el cinismo" de la sociedad
ante los poblados chabolistas, "una copia actualizada del Hades"
«En Todo arde
nada está decidido y todo puede suceder. Cualquier cosa puede ocurrir
en el momento más inesperado. Todos son víctimas y todos pueden ser
héroes». Así expone Nuria Barrios su nueva propuesta, su abanico
impreciso y abisal.
La novela Todo arde (Alfaguara) traza, entre la ternura y algo que puede recordar a las pinturas negras de Goya, el desgarro de la droga que ahoga a una familia de hoy en un Madrid reconocible, pero que puede ser Glasgow o Estambul.
«Tuve la súbita intuición de que los poblados chabolistas de venta de droga son una copia actualizada del Hades, el lugar a donde iban los muertos en la mitología griega. Y supe que ese era el escenario donde iba a recrear la odisea de un chico de 16 años que entra una noche en un poblado para rescatar a su hermana», comenta a La Esfera Nuria Barrios, autora también de novelas como El alfabeto de los pájaros y Amores perros y de libros de relatos como Ocho centímetros.
Un encuentro casual y a bocajarro en el aeropuerto de Barajas acerca a Lolo y a su hermana Lena (25) tras meses de ausencia. Juntos se acercarán a una/la Cañada Real. «A los poblados chabolistas acuden jóvenes y ancianos, ricos y pobres, jueces y delincuentes, ejecutivos y riders, banqueros y amas de casa... Es lógico que apareciera una novela que lo contara».
Nuria Barrios sabe de lo que habla. Conoció a una familia que vendía allí y se acercó durante meses, de día o de noche. «Bajo su protección entré en todos los fumaderos».
El libro muestra, con toda su crueldad, escenas que por sabidas no dejan de impresionar. Como una conversación entre el patriarca de un clan gitano y sus lugartenientes. «Nosotros no plantemos la droga: nos la trajieron... Al Gobierno le interesa». ¿? «No hay ninguna voluntad política de erradicar la droga. Es un caso flagrante de cinismo. La policía patrulla los poblados igual que patrulla las calles de los barrios acomodados. La prioridad parece ser mantener un cordón sanitario para que vendedores y drogadictos no molesten y se maten entre ellos. La sociedad condena a los drogadictos por caer tan bajo, pide responsabilidades a personas claramente enfermas, cuando habría que condenar a las Administraciones, que pueden y deben ayudarlos y no lo hacen».
Los intentos de Lolo por persuadir a su hermana son los hilos que cosen la trama pero, entre otras reflexiones, Nuria Barrios desliza la responsabilidad (o no) de los padres que parecen incapaces de enfrentarse a un espanto que los nubla (y los acobarda). Se lee en la novela: «No eran culpables de la situación de Lena, decía la madre. Pero ¿eran inocentes?». ¿Por qué plantear la novela (sobre todo) entre dos hermanos? Nuria Barrios: «La infancia es una prolongación de la placenta, ese tiempo nos marca y crea un vínculo muy fuerte con nuestros hermanos, que estuvieron allí con nosotros. Pero ese vínculo no conlleva una responsabilidad ineludible, una obligación, como sí sucede en el caso de los padres con los hijos. En la relación entre hermanos caben el amor y el odio, y esa ambivalencia resulta literariamente fascinante. El hecho de que Lolo, el chico que entra en el poblado a rescatar a su hermana, pueda plantearse irse o quedarse confiere un valor extraordinario a cada una de sus decisiones».
El libro se desarrolla en menos de un día: ¿por qué?, ¿para que tuviera mayor intensidad? «La noche desdibuja tanto el tiempo como las referencias visuales, y confiere a la novela un carácter onírico, casi febril. La odisea de Lolo se inicia cuando cae la noche y terminará con la primera luz del día. Que todo transcurra en unas horas le da una urgencia que acentúa la tensión y el suspense. El amor juega a favor de Lolo, pero el tiempo corre en su contra». Y esa angustia mantiene en vilo al lector que no puede intuir una salida. O que, mientras avanza en el libro, puede pensar en una y su contraria.Todo arde puede resultar una lectura incómoda. Puede leerse como una metáfora de la cobardía que nos atenaza (o el miedo a enfrentarnos) ante cualquier otra situación. Mejor barrer debajo de la alfombra. Pero la escritora considera lo contrario: «Nos gusta, y mucho, mirar debajo de la alfombra y vislumbrar el cuarto oscuro mientras un escalofrío nos recorre la espalda. Nos gusta la adrenalina que produce el terror, pero por supuesto siempre como público y, por tanto, a salvo. Todo arde es una historia de ficción. Hay algunos detalles muy concretos -el lenguaje, la descripción de los personajes y de algunas de sus rutinas- que dan a la trama una ilusión de realismo. Pero es la fábula la que consigue que la novela vaya más allá de lo concreto y hable de todos nosotros, y nos enfrente a la pregunta de quiénes somos».
Quiénes somos o quiénes no. «¿Tú conocees el síndrome del traje del emperador?», pregunta la madre de los hermanos en el libro. «Alguien miente y los demás aceptan la mentira para no provocar un enfrentamiento».
Una redada de la policía, el desfile de adictos con pantalones caídos o con chófer, «ardientes hileras de las fogatas», gitanas con los cordones umbilicales de sus hijos bañados en oro, los Culata y los Tiznaos, caravanas y chabolas de cartones, maldiciones («¡mal cáncer te coma el pijo!»), estancias que a la vez son cocina, comedor, dormitorio y despacho de venta, detalles de cómo torturar a un perro para convertirlo en una fiera para que compita en peleas («le darán anfetamines para que se enganche y luego se las quitarán de golpe, lo dejarán sin comer durante días...»)...
Nuria Barrios, que ha estado enredada últimamente entre libros de Kallifatides, Irene Vallejo, Chantal Maillard y Jorge Villalobos, mira con ternura a varios gitanos entre el fuego y la nostalgia de la trashumancia de otros tiempos. «Todas las sociedades tienden a estigmatizar al diferente. Su impulso primero es destruirlo y, cuando no es posible, lo relegan a un margen. Siempre me ha fascinado el esfuerzo de las minorías para mantener su manera de ver el mundo, de vivir, de expresarse. Y me resulta muy inquietante nuestra prodigiosa capacidad para no ver lo visible, esa sofisticada y despiadada ceguera».
La novela Todo arde (Alfaguara) traza, entre la ternura y algo que puede recordar a las pinturas negras de Goya, el desgarro de la droga que ahoga a una familia de hoy en un Madrid reconocible, pero que puede ser Glasgow o Estambul.
«Tuve la súbita intuición de que los poblados chabolistas de venta de droga son una copia actualizada del Hades, el lugar a donde iban los muertos en la mitología griega. Y supe que ese era el escenario donde iba a recrear la odisea de un chico de 16 años que entra una noche en un poblado para rescatar a su hermana», comenta a La Esfera Nuria Barrios, autora también de novelas como El alfabeto de los pájaros y Amores perros y de libros de relatos como Ocho centímetros.
Un encuentro casual y a bocajarro en el aeropuerto de Barajas acerca a Lolo y a su hermana Lena (25) tras meses de ausencia. Juntos se acercarán a una/la Cañada Real. «A los poblados chabolistas acuden jóvenes y ancianos, ricos y pobres, jueces y delincuentes, ejecutivos y riders, banqueros y amas de casa... Es lógico que apareciera una novela que lo contara».
Nuria Barrios sabe de lo que habla. Conoció a una familia que vendía allí y se acercó durante meses, de día o de noche. «Bajo su protección entré en todos los fumaderos».
El libro muestra, con toda su crueldad, escenas que por sabidas no dejan de impresionar. Como una conversación entre el patriarca de un clan gitano y sus lugartenientes. «Nosotros no plantemos la droga: nos la trajieron... Al Gobierno le interesa». ¿? «No hay ninguna voluntad política de erradicar la droga. Es un caso flagrante de cinismo. La policía patrulla los poblados igual que patrulla las calles de los barrios acomodados. La prioridad parece ser mantener un cordón sanitario para que vendedores y drogadictos no molesten y se maten entre ellos. La sociedad condena a los drogadictos por caer tan bajo, pide responsabilidades a personas claramente enfermas, cuando habría que condenar a las Administraciones, que pueden y deben ayudarlos y no lo hacen».
Los intentos de Lolo por persuadir a su hermana son los hilos que cosen la trama pero, entre otras reflexiones, Nuria Barrios desliza la responsabilidad (o no) de los padres que parecen incapaces de enfrentarse a un espanto que los nubla (y los acobarda). Se lee en la novela: «No eran culpables de la situación de Lena, decía la madre. Pero ¿eran inocentes?». ¿Por qué plantear la novela (sobre todo) entre dos hermanos? Nuria Barrios: «La infancia es una prolongación de la placenta, ese tiempo nos marca y crea un vínculo muy fuerte con nuestros hermanos, que estuvieron allí con nosotros. Pero ese vínculo no conlleva una responsabilidad ineludible, una obligación, como sí sucede en el caso de los padres con los hijos. En la relación entre hermanos caben el amor y el odio, y esa ambivalencia resulta literariamente fascinante. El hecho de que Lolo, el chico que entra en el poblado a rescatar a su hermana, pueda plantearse irse o quedarse confiere un valor extraordinario a cada una de sus decisiones».
El libro se desarrolla en menos de un día: ¿por qué?, ¿para que tuviera mayor intensidad? «La noche desdibuja tanto el tiempo como las referencias visuales, y confiere a la novela un carácter onírico, casi febril. La odisea de Lolo se inicia cuando cae la noche y terminará con la primera luz del día. Que todo transcurra en unas horas le da una urgencia que acentúa la tensión y el suspense. El amor juega a favor de Lolo, pero el tiempo corre en su contra». Y esa angustia mantiene en vilo al lector que no puede intuir una salida. O que, mientras avanza en el libro, puede pensar en una y su contraria.Todo arde puede resultar una lectura incómoda. Puede leerse como una metáfora de la cobardía que nos atenaza (o el miedo a enfrentarnos) ante cualquier otra situación. Mejor barrer debajo de la alfombra. Pero la escritora considera lo contrario: «Nos gusta, y mucho, mirar debajo de la alfombra y vislumbrar el cuarto oscuro mientras un escalofrío nos recorre la espalda. Nos gusta la adrenalina que produce el terror, pero por supuesto siempre como público y, por tanto, a salvo. Todo arde es una historia de ficción. Hay algunos detalles muy concretos -el lenguaje, la descripción de los personajes y de algunas de sus rutinas- que dan a la trama una ilusión de realismo. Pero es la fábula la que consigue que la novela vaya más allá de lo concreto y hable de todos nosotros, y nos enfrente a la pregunta de quiénes somos».
Quiénes somos o quiénes no. «¿Tú conocees el síndrome del traje del emperador?», pregunta la madre de los hermanos en el libro. «Alguien miente y los demás aceptan la mentira para no provocar un enfrentamiento».
Una redada de la policía, el desfile de adictos con pantalones caídos o con chófer, «ardientes hileras de las fogatas», gitanas con los cordones umbilicales de sus hijos bañados en oro, los Culata y los Tiznaos, caravanas y chabolas de cartones, maldiciones («¡mal cáncer te coma el pijo!»), estancias que a la vez son cocina, comedor, dormitorio y despacho de venta, detalles de cómo torturar a un perro para convertirlo en una fiera para que compita en peleas («le darán anfetamines para que se enganche y luego se las quitarán de golpe, lo dejarán sin comer durante días...»)...
Nuria Barrios, que ha estado enredada últimamente entre libros de Kallifatides, Irene Vallejo, Chantal Maillard y Jorge Villalobos, mira con ternura a varios gitanos entre el fuego y la nostalgia de la trashumancia de otros tiempos. «Todas las sociedades tienden a estigmatizar al diferente. Su impulso primero es destruirlo y, cuando no es posible, lo relegan a un margen. Siempre me ha fascinado el esfuerzo de las minorías para mantener su manera de ver el mundo, de vivir, de expresarse. Y me resulta muy inquietante nuestra prodigiosa capacidad para no ver lo visible, esa sofisticada y despiadada ceguera».
TITULO:
Ochéntame otra vez - Vivien Goldman, Taylor Jenkins Reid y Caitlin Moran: novelas más allá del rock machirulo ,.
Jueves -26- Marzo a las 22:35 por La 1, fotos,.
Vivien Goldman, Taylor Jenkins Reid y Caitlin Moran: novelas más allá del rock machirulo
Vivien Goldman, Taylor Jenkins Reid y Caitlin Moran escriben sobre lo complicado que era ser mujer en la escena punk, rock y pop
"Todos los chicos a mi alrededor estaban formando grupos y tenían héroes a los que admirar. Pero yo no tenía a nadie. No quería parecerme ni ser Joni Mitchell", le dijo en 1976 Viv Albertine, la guitarrista de las Slits, a Vivien Goldman. La anécdota la recoge la propia Goldman en La venganza de las punks (Contra), donde la considerada por muchos como "la catedrática del punk" explica
el erial de referentes femeninos de la escena punk y rock. En los 60 y
los 70, "las chicas tenían que cantar bonito para que alguien las
escuchase". Su "espacio reservado" era el folk, donde el sistema te
permitía triunfar si eras "alta, delgada y aria" como la dulce y bella
Mitchell, y huracanes como Poly Sterene, la primera punk de raza mixta,
con su pelo encrespado y aparato dental, era considerada como "infollable y, por lo tanto, no comercializable".
"¿Qué nos movía a todas entonces y qué nos mueve ahora? ¿Es la misma fuerza, han mejorado las cosas? La historia de las mujeres ha sido escondida de manera tan eficaz, que me hace muy feliz poder contribuir
a rellenar los huecos de un linaje femenino punk", explica Goldman por
correo electrónico. "Ojalá el libro anime a mujeres de todas las edades a
expresarse musicalmente. Nuestra venganza es el haber sobrevivido de
formas tan complejas", añade.La primera punk de raza mixta, con su pelo encrespado y aparato dental, era considerada como "infollable y, por lo tanto, no comercializable"En el ensayo, Goldman traza una fascinante cronología que va de los albores punks londinenses (las Slits, las Raincoats, Delta 5) al Bronx (de donde salieron ESG y las Bush Tetras) y que conecta directamente con la rebeldía de las Pussy Riot, pasando por el movimiento Riot Grrrl, las Spice Girls (¡sin ironía!), la aristocracia punk encarnada por Patti Smith o las españolas Las Vulpess. "A veces me pregunto qué hubiera sido de mi sin el punk. El punk y la libertad que éste brindaba fue un salvavidas para chicas como yo y Palm Olive, que representaba a España en al Reino Unido", confiesa Goldman en referencia a Paloma Romero, batería de las Slits, las Raincoats y fugaz novia de Joe Strummer de The Clash.
Algo que tiene en común con Caitlin Moran y la protagonista de su última novela, Cómo ser famosa (Anagrama). Moran también sabe lo que es trabajar en una redacción de una revista musical donde el resto de la plantilla son hombres y el ambiente es hostil y machirulo. "Hasta que no cumplí los 30 no entendí cuánta misoginia había en el britpop", aseguraba recientemente Moran, que entró a trabajar en el Melody Maker a los 16 y en su último libro critica el sexismo que imperaba en el britpop de los 90.
"Hasta que no cumplí los 30 no entendí cuánta misoginia había en el britpop"Quien sí tiene algo de Joni Mitchell mezclado con un poco de Carole King y Laura Nyro es Daisy Jones, la protagonista de Todos quieren a Daisy Jones (Blackie Books), de la norteamericana Taylor Jenkins Reid. La de Daisy es una historia de ficción que imita el ágil estilo de memorias orales que inauguró el legendario Por favor mátame de Legs McNeil, un irresistible cóctel de múltiples voces, opiniones encontradas y bastante cotilleo.
Daisy Jones es una aspirante a estrella del rock en la California de la segunda mitad de los 60 que quiere ser algo más que la musa de alguien o la groupie del roadie de los Byrds. "Perdí la virginidad con..., da igual. Era más mayor, batería de un grupo", recuerda sobre aquella época en la que "a muchos hombres de aquel mundillo les gustaban las jovencitas, las estrellas de 35 se acostaban con adolescentes".
La longevidad no es el fin de ningún grupo de rock. Es más importante preguntarse: ¿cómo de buenos eran cuando eran realmente buenos?Taylor Jenkins Reid confiesa que una de sus principales inspiraciones a la hora de crear a la magnética Daisy fue Stevie Nicks de Fleetwood Mac, el grupo que también conoció la gloria mientras los celos y las infidelidades lo desgarraban por dentro durante la grabación del Rumours, del que se vendieron 40 millones de discos. La novela, por cierto, enamoró a Reese Witherspoon, que compró los derechos y producirá una serie en Amazon Studios protagonizada por Riley Keough, la nieta de Elvis.
"Nos encanta la gente que es hermosa y está rota", se lee en Todos quieren a Daisy Jones, que además de contar el testosterónico mundo del rock de los 60 y los 70 desde una perspectiva femenina trata otros temas, como la peculiar alquimia que hace que un grupo de rock funcione o salte por los aires. La novela también refleja la cara oculta de la fama, que tantas veces confunde adoración con amor. "La fama consiste en ser celebrado y adorado, algo muy distinto a que te conozcan o te quieran. La fama está basada en una idea falsa de quién eres. Tus fans adoran esa parte de ti que tú les muestras y lo único que quieren es verla todo el rato. Así que lo para ellos parece amor, en realidad son expectativas. Y eso puede llegar a aislar a cualquiera", explica Jenkins Reid, para quien lo efímero es uno de los rasgos inevitables de cualquier banda. "La longevidad no es el fin de ningún grupo de rock. Puede funcionar en casos como el de Bruce Springsteen y la E Street Band, pero no es la métrica que usaría para definir el éxito. Es más importante preguntarse: ¿cómo de buenos eran cuando eran realmente buenos?".
TITULO: Cómo nos reímos - Zona cero ,.
El domingo-22- Marzo a las 21:30 por La2, foto,.
Zona cero,.
Estaba
en la Plaza de la Paja, donde el Delic, en la terraza, y del portal
número seis salió una cofradía a modo de familia, quizá hasta lo era.
Bajaban maletas, bolsas, un perro festivo y una jaula con canario
dentro. Una vez organizados, ya en la calle, salieron como en fila hacia
algún lugar. Dejaban Madrid por unos días.
Dos horas después, en el portal de casa había otras maletas, también
unas bolsas, también un perro algo más grande. Unos vecinos organizaban
la salida de la ciudad. Marchaba,.
TITULO: Aquí la tierra - Cocinamos una sabrosa ensalada murciana,.
foto / Cocinamos una sabrosa ensalada murciana en la huerta de primavera,
conocemos un juego tradicional con bolos en el pueblo turolense de
Monreal del Campo. Además, probamos un postre supremo, el hojaldre frito
y la presentadora y sexóloga Lorena Berdún se convierte en Terrícola de
Honor.
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