martes, 27 de agosto de 2024

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 TITULO: El paisano - Viernes -  6 - Septiembre - Arqueólogos en su paraíso (VIII): «Es Turassot es el poblado de navetas mejor conservado de Mallorca»,.

 

Viernes -  6 - Septiembre -   a las 22:10 horas en La 1 , foto,.

Arqueólogos en su paraíso (VIII): «Es Turassot es el poblado de navetas mejor conservado de Mallorca»,.

El profesor honorífico de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona destaca las últimas investigaciones sobre estos «imponentes edificios con una altura superior a los tres metros»,.

 El poblado de navetas de Es Turassot, en Mallorca

 El poblado de navetas de Es Turassot, en Mallorca,.

Es en esta época que se documentan las primeras evidencias de poblamiento en esta zona. Los poblados de navetas como los de Morelló Nou, Son Calussa, Son Fransoi o Son Caimari en Sencelles son buenos ejemplos. Su situación entre los torrentes de Sencelles y de Pina ofrecía prados bien irrigados, fundamentales para la agricultura y la ganadería.

Las navetas son viviendas construidas con grandes bloques de piedras y tejado de materiales perecederos. Tienen planta en forma de barca o nave invertida, de ahí su nombre. Pueden encontrarse aisladas como las de Son Caimari o Can Rom en Costitx o bien formando poblados como los de los Tres Pins, Morelló Nou, o Son Calussa.

En cada naveta vivía un grupo parental. El interior ofrecía un gran espacio donde se hacían diferentes trabajos: se molía el cereal sobre molinos de piedra y, en la misma hoguera donde se cocinaba, se podían cocer los recipientes cerámicos, fundir bronce, endurecer punzones de hueso, etc.

Las necrópolis son de tipo colectivo y los rituales funerarios se continuaron celebrando en cuevas naturales como la Cueva del Camp del Bisbe, pero también excavaban cuevas totalmente artificiales como la Cueva de Mariaina o la Cueva de la Vileta.

Las investigaciones en la Cueva del Camp del Bisbe en Sencelles y en la Cueva des Càrritx en Menorca aportan datos sobre las condiciones de vida en esta época. La esperanza de vida rondaba la treintena de años y la dieta se basaba en el consumo de productos de origen animal, cereales (cebada, trigo y escanda), habas y frutos (higos).

El acceso al mismo ritual funerario por parte de hombres, mujeres y niños y la ausencia de evidencias de desigualdades en los poblados hacen pensar en comunidades regidas por los principios de la cooperación y la reciprocidad.

TITULO: VACACIONES - EUROPA DE PELICULA -  Todos los señores Joaquim,.

 

Todos los señores Joaquim,.

CUÉNTAME UN HUERTO (VI),.

Ella, sentada a la sombra. Él, trajinando entre los surcos. El señor Joaquim no quería ni renunciar a sus cultivos ni alejarse demasiado rato de la que fue el amor de su vida

foto / El señor Joaquim y su nieta,.

Daba ternura infinita verlo llegar, cada tarde, a sus bancales. Bajaba del todoterreno, daba un rodeo para abrir la puerta del copiloto y, con todo el cariño del mundo, ayudaba a salir a su mujer cuando a ella ya le costaba demasiado moverse. Era su ritual: ir juntos al huerto. Ella, sentada a la sombra. Él, trajinando entre los surcos. El señor Joaquim no quería —ni podía, seguramente— ni renunciar a sus cultivos ni alejarse demasiado rato de la que fue el amor de su vida. Nunca he visto otro huerto tan hermoso.

A lo largo de esta serie de reportajes hortícolas vinculados a la cultura han estado siempre presentes los antepasados de los protagonistas. Los abuelos, y también las abuelas, eran un pozo de sabiduría. Cuando pido a Carme, la hija del señor Joaquim, alguna foto de su padre, accede encantada a hurgar en los archivos. Le hace ilusión que la gente se acuerde de él, y más si es por sus cosechas. Cuando localiza una en la que aparece con su nieta blandiendo unos calabacines, nos volvemos a llamar y me dice que justo esa es muy especial para ella.

Los calabacines del señor Joaquim. Su huerto estaba a un par de kilómetros de mi casa, en el pueblo oscense de Arén, pero sus calabacines aparecían por arte de magia en mi puerta. Se los traía a mi madre —dos bolsas, tres— cuando era época, junto con tomates, lechugas, judías, y lo que fuera menester. Conforme pasaban las semanas ella se empezaba a agobiar: una vez fritos, rebozados, hechos puré y metidos en tortilla tres o cuatro veces, no sabía cómo más cocinarlos para no tener la sensación de que comía lo mismo cada día. Y es que el huerto también es eso, compartir.

Rozalén me contaba que sus tomates triunfaron en alguna de sus giras entre los compañeros del equipo. Adrián Linares estaba contrariado porque algunos de sus amigos le ponen pegas cuando les da demasiada cantidad: «Pues que hagan conserva o la congelen, que esa verdura no la van a encontrar en ninguna tienda». Las monjas dan lo que no necesitan (que a lo mejor es un noventa por ciento de la cosecha) a los voluntarios que les cuidan la plantación.

Mi abuelo también compartía, pero no tanto. Como su pueblo, Balestui (Pirineo leridano) era pequeño y rústico, todos los vecinos tenían su huerto, y cuando estás hasta las orejas de tomates lo último que quieres es que te traigan más. Fue él quien me enseñó las bases de plantar, surcar, emparrar, regar... En otro orden de cosas, me contó también cómo pescar truchas con las manos, sin caña ni nada. No lo he practicado nunca en un río, pero la técnica ancestral me ha servido bastante para apresar entrevistados escurridizos.

Mi abuela paterna no iba tanto al huerto, pero me dejó en herencia una expresión que de tan plástica me encanta. Cuando se refería a alguna muchacha con poca sangre, decía en su catalán leridano, cerradísimo: «És una bleda assoleiada». Una acelga al sol. La abuela materna también tenía una expresión recurrente vinculada con el campo, pero con más inquina. Cuando sucedía una desgracia a alguien que no le caía bien, soltaba: «Tranquilos, que mala hierba nunca muere».

El señor Joaquim y su mujer murieron hace ya unos años. Hoy, su tierra está llena de maleza, y su balsa, que recoge agua de un manantial de la montaña, sigue cantando su murmullo a la espera de que alguien tome el relevo. Mis abuelos tampoco están, y su 'tros' también está en barbecho forzoso. De nuestros antepasados hemos heredado una tradición —una cultura, una agricultura— que algunos intentamos mantener. A menudo, exhibiendo un talento tan limitado que se echarían las las manos a la cabeza. Suerte que el huerto les dio también una excelente cosecha de paciencia.

La generación actual ha diversificado, eso sí, los cultivos. En el huerto de Rozalén crecen sus poemas y sus acordes. Pasión Vega cosechó un disco entero al meterse en el de Lorca. Heras-Casado ha puesto en el suyo su estudio, directamente. Javier Martínez y Rafa López hacen platos llenos de poesía con sus hortalizas. Alejandro Escribano recolecta cuanta sinfonía emita Radio Clásica. Y yo, cuando me preguntan qué tengo en el huerto, pienso para mis adentros que lo mejor que saco de él son algunos artículos y un buen puñado de capítulos de libros, publicados o por publicar. Ciertamente, nuestro abuelos nos dirían aquello de que se nota que no hemos pasado hambre, y llevarían razón. Pero gracias a ellos, precisamente, seríamos capaces de trabajar la tierra en caso de necesidad.

TITULO: HOSPITAL - Con la ambulancia por Magaluf: «No es lo que era… afortunadamente»,.

 

 Con la ambulancia por Magaluf: «No es lo que era… afortunadamente»,.

 

 Con la ambulancia por Magaluf: «No es lo que era… afortunadamente»

 

 foto / «Si no pisamos el acelerador, no pasaremos» . Manuel conduce con maestría la ambulancia por la famosa cuesta de Punta Ballena abriéndose paso lentamente entre los turistas ingleses que ocupan la calzada flanqueada por pubs. ¡Bum! El primer puñetazo al vehículo retumba dentro de la cabina pero ni él ni su compañero Joan, técnicos de emergencias, se inmutan. «A veces la zarandean y si te descuidas hasta se meten dentro…», reconocen curados de espanto hasta que un manotazo en el cristal de la ventanilla les vuelve a interrumpir. «Hola, soy compañero de ambulancias en Polonia, ¿una foto?», pide Jan por defecto profesional. Efectivamente, no avanzamos. Pisamos el acelerador y salimos de allí tras posar ante la cámara. Estamos de guardia,.

 

 TITULO:  VUELTA AL COLE - Sebastián ha sido profesor de matemáticas en un instituto,.

 Sebastián ha sido profesor de matemáticas en un instituto,.

 Fans y concursantes de "Atrápame si puedes" | Nada, hoy no ha podido ser,  Sebastián no ha acertao ni una | Facebook

 foto / Sebastián,.

 Sebastián ha sido profesor de matemáticas en un instituto y actualmente está jubilado. Sus principales aficiones son viajar, pasear y leer. Es muy fan de los libros de Paul Auster y Dolores Redondo. Es amante y veterano de los concursos de televisión. Con el bote viajaría con su familia a Disneyland París o los llevaría de crucero.

 

 TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 4 - Septiembre -  Alberto Olmos - ¿Hasta cuándo las mismas cosas?  ,.

En la tuya o en la mía  - Miercoles    -4 - Septiembre    ,.

 En la tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el miercoles-  4 - Septiembre   , etc.

 EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 4 - Septiembre - Alberto Olmos - ¿Hasta cuándo las mismas cosas? ,.

  Alberto Olmos - ¿Hasta cuándo las mismas cosas? ,.

 

 Alberto Olmos -  foto ,.

 Alberto Olmos (Segovia, 1975) es escritor y columnista. Ha publicado nueve novelas, entre las que destacan Trenes hacia Tokio (2006), Alabanza (2014) o Irene y el aire (2020). Su primer libro de relatos se tituló Guardar las formas (2016), y su primer ensayo, Vidas baratas: elogio de lo cutre (2021). Es premio Ojo Crítico RNE de Narrativa (2009) y I Premio David Gistau de Periodismo (2020). Escribió y locutó el podcast sobre literatura Todo está en los libros (2022). Vive en Madrid.

Hacía tiempo que no leía uno de esos libros que sólo nos interesan a 48 personas en España; o sea, un libro de teoría literaria. Leer ficción, leer historia de la ficción y leer filosofías de la ficción conforman el embudo gradual de la lectura. Luego a lo mejor está la poesía y el BOE, al final del todo.

Tedio y narración (Cátedra), de Inma Aljaro, me ha gustado mucho, me ha puesto en forma y, sobre todo, me ha puesto en contra. Es adorable que las tesis de un autor te parezcan todas mal y, sin embargo, pases un gran rato de calistenia intelectual mientras las recorres.

Como indican el título y el subtítulo del volumen, Aljaro aborda el aburrimiento en la narración, mayormente en la novela. Este señalamiento en principio oneroso se revela enseguida como un halago: hay, dice la autora, una “estética del aburrimiento”. Los autores difíciles son en realidad exploradores del abismo (Vila-Matas), en concreto, de ese abismo promisorio que es sacarte de tus casillas. A lo mejor aburriéndote aprendes algo; a lo mejor aburrir es un camino que produce sentidos inéditos.

"Yo no me aburro con los libros que no entiendo, sino con los libros que sí entiendo"

Se afilian al equipo de los escritores coñazo James Joyce, David Foster Wallace o Virginia Woolf. También Gertrude Stein, Thomas Bernhard y Samuel Beckett. Según van apareciendo nombres, uno va discrepando. Yo no me aburro con los libros que no entiendo, sino con los libros que sí entiendo.

Según yo lo veo (con toda alegría y temeridad), la historia de la literatura, de la novela, puede entenderse según principios simples. Hasta el siglo XX, la narrativa es temática: qué cuento. En el siglo XX, se volvió formal: cómo lo cuento. Y desde hace algunas décadas, lo más relevante, agotados todos los caminos, es cómo me leen.

Como es obvio, la forma y el asunto han existido siempre, así como los efectos en la recepción. También asumimos como obvio que hablamos de la, así llamada, literatura literaria, cuyo fin último (ya dije algunas veces) es pasar a la Historia, frente a una literatura comercial que tiene un único objetivo inmediato: vender libros y ganar fama y dinero. Luego hay grados en todo, y entremezclas, pero ése sería otro artículo.

El caso es que la flipada académica, que nuestra autora sigue, nos dice que los creadores innovan, arriesgan o practican la ocurrencia formal siempre desde la buena fe y la candidez, y como obligados moralmente. Yo no lo creo, dado que tengo a bien considerar a los escritores personas como los demás, sólo que un poco más vanidosas.

Es esta vanidad la que lleva a un autor a preguntarse: ¿cómo hago para ser distinto, mejor, otro? Y respondiendo o parcheando esas preguntas, llega uno al monólogo interior, a los libros sobre nada, a las narraciones sin puntos ni comas o a las fotitos en el texto.

No es la época, ni la angustia artística, la que induce en un autor este deseo de complicarse la vida, sino su simple afán competitivo.

"Los lectores afines no se aburren con estos autores, sino que se lo pasan pipa"

Así las cosas, los autores de vanguardia del siglo XX, que Aljaro incluye en su “estética del aburrimiento”, si de algo estaban aburridos era de la novela clásica, más o menos cerrada y cumplida en el siglo XIX. Hacer otra novela muy buena como las de Tolstoi o Flaubert no era bastante para ellos. Su novela tenía que ser distinta.

Es decir, no sólo Joyce o Perec no participan de la hipótesis estética del tedio, sino que es la huida del tedio la que fundamenta su audacia narrativa, habitualmente desconcertante para el lector.

Sumado a ello, el lector de Bernhard o Virginia Woolf, por mucho desconcierto que sufra, recorre en realidad un laberinto paralelo al de estos autores (por eso mismo los busca y los frecuenta y los lee): también quiere leer otras cosas, ser retado y sorprendido. Nada en un reto o en una sorpresa nos puede llevar a pensar en el aburrimiento.

La tesis de una “estética del aburrimiento” me resulta fallida en todos sus órdenes, porque, para empezar, no era el deseo de los autores aburrir a nadie sino, de hecho, no aburrirse ellos mismos escribiendo; y además, los lectores afines no se aburren con estos autores, sino que se lo pasan pipa.

Yo con lo que me aburro es con la novelas de aventuras.

Y con Proust, eso es verdad.

"Cuando David Foster Wallace describe minuciosamente un espacio interior no busca aburrirnos, sino sorprendernos con el súbito protagonismo de una alfombra sintética"

Inma Aljaro resume su libro en “la posibilidad de aburrir voluntaria y estéticamente al lector”. Me parece una divisa contradictoria, porque una propuesta estética no puede aburrir al lector, como mucho podrá abrumarle. Si no, no sería estética, para empezar. Si uno consigue crear una forma o un relato nuevos, ¿cómo va a aburrir como si fuera otra vez lo mismo de siempre?

Pensemos, por ejemplo, en la novela breve de Damián Tavaroski, Una belleza vulgar (Caballo de Troya, 2011), que trata de una hoja que cae durante cien páginas, y eso es todo. Cuando el autor tiene esta idea para una novela, no la pone en práctica motivado por el increíble aburrimiento que desea despertar en sus lectores (normalmente tan snobs como él: yo mismo), sino por el asombro que va a granjearse. He sido capaz de escribir cien páginas siguiendo el vuelo ordinario de una hoja llevada por el viento en otoño.

Para un lector común, la sola idea de leer sobre una hojita que se balancea es, sí, aburridísima; pero para el lector avanzado, ese que está a un paso de querer ser escritor (o, de hecho, que es escritor), este planteamiento le seduce: es distinto a todo lo demás. Nunca lo ha leído.

Coincidimos con Aljaro en las conclusiones: leer sobre hojas que caen, siendo estrambótico, te pone en tesituras mentales también distintas, y eso es lo que se agradece. Las novelas difíciles gratifican el esfuerzo con estados mentales sanísimos, como de haber subido montañas. Nadie ha dicho que subir montañas sea aburrido, aunque haya tramos de desespero a lo largo de la ascensión.

Cuando David Foster Wallace describe minuciosamente un espacio interior, nombrando técnicamente cada elemento y material de ese espacio, no busca aburrirnos, sino sorprendernos con el súbito protagonismo de una alfombra sintética. Personalmente, encuentro apasionantes las descripciones de Bret Easton Ellis (otro autor “aburrido”) en American Psycho, ese histérico detallado de marcas comerciales de ropa y objetos y tiendas que rodea a Patrick Bateman.

De hecho, cuando estoy muy aburrido de la vida, si algo busco en la biblioteca es uno de estos libros “aburridos”.

"Tedio y narración, de hecho, es un libro aburrido, en sus propios términos, porque su tema está muy alejado de los intereses del 99% de los españoles"

Por supuesto, hay libros cuya lectura nos resultaría aburrida, en el hipotético caso de que no notáramos que no están hechos para ser leídos. Nadie se lee el diccionario entero, o la guía de teléfonos de la primera a la última página, o las instrucciones de un aparato en los cinco o nueve idiomas en las que se nos presentan. Habría que probar a hacerlo, también te digo.

A su vez, nadie lee muchos de los libros de Kenneth Goldsmith, que él mismo escribe para que no los leas. Uno de sus trabajos fue pasar a libro un ejemplar concreto del periódico, copiando todo el número, noticia a noticia, anuncios incluidos. Si no se leen estos libros es por el mismo motivo por el que no se lee una performance de Marina Abramovic, claro.

Tedio y narración, de hecho, es un libro aburrido en sus propios términos, porque su tema está muy alejado de los intereses del 99% de los españoles, y porque incluye cientos de notas al pie y cientos de citas y cientos de referencias, amén de expresiones divertidísimas, como “exuberancia diegética” o “espesor escritural”. A mí me ha costado leerlo y lo he disfrutado muchísimo.

A la autora no se le escapa el vuelo raso de su propuesta: que hay novelas “aburridas sin más, porque son objetivamente malas”. Ella trata de defender que hay novelas “aburridas”, pero no “sin más”. Con algo más.

Lo que sí hay, seguramente, son escritores que se aburren. Yo casi todos los libros que he publicado los empecé a escribir porque me aburría.

 

TITULO :EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes  - 6 - Septiembre - Juan Manuel de Prada - El alma de la democracia (y II)  ,.

MI CASA ES LA TUYA - VIERNES -  6 - Septiembre    ,.

MI CASA ES LA TUYA -', presentado por Bertín Osborne,.

acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco  a las 22:00, el viernes  -  6 - Septiembre  ,etc.

  EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -  6 - Septiembre - Juan Manuel de Prada - El alma de la democracia (y II) ,.

 Juan Manuel de Prada - El alma de la democracia (y II) ,.

 Juan Manuel de Prada: Agenda cultural - XLSemanal - Abc

Juan Manuel de Prada - foto ,.

 

¿Qué viene a buscar el Diablo en mi aposento? ¿Y por qué se toma la molestia de tentarme? Me permito creer que es cuando menos una redundancia y una inconcebible falta de economía en la distribución de tentaciones entre los hombres, el hecho de que se me acerque Satán con el objetivo de rendirme a su poder. Nunca requerí su presencia para caer en el pecado. En cambio, seguramente viven a estas mismas horas personas suficientemente virtuosas para que pueda el Maligno ocuparse con fruto en inducirlas a pecar. Existen sin duda muchas gentes honradas que muy bien pudieran ser digna ocupación del Diablo…

En estas reflexiones me había engolfado, viendo cómo rondaba el Maligno alrededor de mi aposento. No se atrevía a penetrar todavía, pero acercábase a la ventana y enviaba hacia adentro miradas llenas de ternura e interés. Satán, no cabía duda, procedía conmigo a la manera que con una doncella a quien temía asustar y correr para siempre si le hacía violentamente sus proposiciones. Quise, pues, adelantármele, fui a llamarle y le hice entrar. Comprendió al punto la verdadera situación en que se hallaba y tomó asiento a mi lado sin inmutarse en lo mínimo.

—Caballero —me dijo—: aspiro a compraros vuestra alma.

No podía sorprenderme su propuesta, porque bien sabía yo que él se ocupaba desde tiempo atrás en esta clase de transacciones.

—¡Ah, caballero, —le dije— con cuánto gusto accedería a vuestra demanda! Pero, decidme, ¿acaso estáis seguro de que tengo alma?

—No, por cierto —me respondió—, y antes de cerrar el pacto tendríamos que averiguarlo a punto fijo. Trátase de una compraventa y cualquier abogado, aunque no sea de los más notables, os dirá que para que una cosa pueda venderse o comprarse, es preciso que exista. Averiguaremos si lleváis alma en vuestro cuerpo (porque hay muchos que no la tienen) y, en caso afirmativo, no temáis vendérmela en seguida.

—Tampoco temería vendérosla si no la tuviera. Y lo haría sin sombra de escrúpulo, porque, no poseyendo alma perdurable, ¿cómo podría castigarme en otra vida por una mala acción?

—Caballero —repuso el Maligno—: formalicemos nuestro negocio. Oíd: viviremos ambos como amigos y camaradas inseparables durante cierto tiempo, y, mientras tanto, os observaré cuidadosamente para ver si descubro en vos indicios de un alma libre y soberana.

Le estreché la mano con efusión.

—Si queréis —le dije— desde luego podemos empezar nuestras correrías y ver si nos presenta el azar circunstancias extraordinarias y trances excepcionales en los cuales haya ocasión de darse a conocer un alma verdaderamente inmortal.

II

—¿Podrías decirme, amigo Satán, si habéis descubierto un alma dentro de mí? Si la habéis hallado, decídmelo enseguida para que juntos determinemos su valor; y si creéis que no poseo ninguna, no temáis decídmelo francamente, porque no me ocasionaréis con ello ningún disgusto ni mucho menos me creeré ofendido porque me digáis desalmado, al contrario, el no poseer alma ninguna me librará de infinitas preocupaciones y responsabilidades molestas. Nuestro cuerpo es inofensivo y no pretende pasar de la tumba. Pero el alma nos expone a mil peligros e incertidumbres. Por lo pronto, la sola probabilidad de tenerla me hace ya andar en vuestra compañía.

—Amigo mío —me contestó Satán, poniéndome amistosamente la mano sobre el hombro—: me veo en la obligación de manifestaros, después de tantos ensayos y experimentos infructuosos, que aún no he podido averiguar con certeza si poseéis en vuestro cuerpo esa esencia inmortal. La averiguación del alma es asunto difícil y solo dispongo de un medio que permita esclarecerlo en seguida. Es el siguiente, que os propongo como el mejor y más expedito, y de cuyos inequívocos resultados estoy seguro: os daré muerte (el género de muerte que queráis escoger) y pasado brevísimo tiempo os haré revivir mediante mi poder satánico y volveréis a ser idénticamente el mismo. El procedimiento, como podéis apreciarlo, es muy sencillo: durante el tiempo que permanezcáis muerto, si tenéis alma, esta se expandirá en infinitas perspectivas extraterrenas y visiones celestes e infernales, de las cuales os acordaréis perfectamente después mediante una fórmula mágica que yo tendré cuidado de pronunciar al volveros a la vida. Si, por el contrario, carecéis de alma perdurable después de la muerte, esta se reducirá para vos a un sueño denso del que no conservaréis memoria. En cuanto a los medios más adecuados para daros muerte, opino que es preferible la cómoda estrangulación, procedimiento que no requiere instrumento ni aparato alguno.

Acepté el ingenioso expediente imaginado por Satán, quien me estranguló de manera afectuosa, en medio de la amistad más cordial y el compañerismo más estrecho, una noche del mes de enero, en el rincón de una plaza pública, a la sazón desierta bajo la luna clara y redonda. Recuerdo con exactitud minuciosa el sitio del crimen. A pocos pasos dormitaba un guardia envuelto en su gran capucha negra, y tuve el placer de dejarme estrangular a la vista de un guardia público, sin rebajarme a pedirle socorro.

—Os recomiendo encarecidamente mi cadáver. Miradlo con ojos paternales y cuidad de que no se estropee el rostro, pues ya lo fue bastante por la impía Naturaleza, con grave atropello de la perfección física.

Tales fueron mis últimas voluntades. Al extinguirme a manos de Satán, mi mirada recayó al azar en el claro disco de la luna, donde quedó fija hasta que perdí el conocimiento.

III

—Espero ansioso vuestro relato de ultratumba— fueron las primeras palabras que oí de Satán al volver de aquel sueño en el que nada me había sido dado contemplar ni sentir: seguramente por haber muerto con la mirada fija en la luna llena, mi permanencia en el reino ultramundano se redujo de manera lastimosa a ver una infinidad de globos que no expresaban ningún ingenio ni mucho menos podían ser indicios por donde se coligiera la presencia de un espíritu soberano.

—No cabe duda —razonaba yo en tan críticos instantes— que ha sido este un fallecimiento estúpido, propio más bien de alguien que hubiera muerto de fiebre delirando con globos de colores. ¡Ah, no! Satán no se desternillará de risa oyéndome contar semejantes sandeces, indignas y groseras manifestaciones del espíritu inmortal que indudablemente me anima. Porque ahora, después de este importante experimento y de tantos otros en que he dilapidado el tiempo y arriesgado la existencia, soy de opinión que no debo permanecer indiferente a los resultados, sino antes bien hacerme pasar como poseedor de un alma preciosísima, para resarcirme de este modo, con lo que Satán me entregue en cambio de ella, de las pérdidas cuantiosas que debo estar sufriendo en mis negocios durante el largo tiempo que llevo desatendiéndolos por andar con el Maligno en la averiguación de mi alma. Tanto más cuanto que muy bien pudiera ser que el propio Satán me haya adormecido fraudulentamente el espíritu perdurable, a fin de persuadirme de mi inferioridad y decidirme a venderle a precio vil un alma poco significativa.

Pero ya no era posible coordinar nada, y la voz del Maligno me apremiaba a contarle el resultado.

Resolvíme, pues, a abrir los ojos.

—Quisiera tener algún tiempo para coordinar mis ideas y mis recuerdos ¡oh Satán! —le dije— porque he visto cosas inverosímiles que no me atrevo a narrar en un lenguaje improvisado e inelocuente. Os prometería componer en breve una interesante memoria, que sometería a vuestro criterio y en la cual os narraría hasta los íntimos pormenores. Pero como seguramente estáis ya harto de este asunto, que os ha retenido bastante tiempo y que para vos debe carecer de novedad, os diré a grandes rasgos lo sucedido. Apenas muerto, pude ver astros que se alineaban en dos filas, como una soberbia iluminación para el paso de alguna gran Potestad. A poco me sentí impulsado por una fuerza desconocida y (cosa a que jamás me hubiese atrevido sin la intervención de un poder ajeno a mi voluntad) recorrí de manera lenta y ceremoniosa aquella galería astral y aun tuve calma para observar que, detrás de mí, las luminarias íbanse apagando sucesivamente a mi paso. Al final de la galería se abrió de pronto una puerta de oro macizo que arrojó hacia fuera una gran bocanada de luz aún más intensa. Por aquella preciosa puerta apareció un pontífice (así por lo menos lo supongo en mi ignorancia) que avanzó dos pasos hasta encontrarse conmigo. Tomándome de la mano, me condujo a la puerta y me mostró algo que seguramente debía ser admirable, pero que yo no pude ver a causa de la luz excesiva que reinaba en el recinto. Luego me atrajo suavemente e imponiéndome ambas manos sobre la cabeza se disponía a consagrarme sabe Dios de qué cosa; pero en aquel instante recordé bruscamente que no debía permitirme que se me consagrara en lo mínimo, en vista de nuestro pacto satánico. A la vez recordé en el propio instante que os había dejado en situación difícil, con un cadáver a pocos pasos de un guardia público, y que si este despertaba de pronto, para poneros en salvo os veríais en el caso de abandonar mi cadáver, el cual sería desdorosamente conducido a un hospital cualquiera. Así, pues, me dejé caer violentamente al suelo y me escurrí por entre las faldas del gran sacerdote, en momentos en que este tenía puestos los ojos en blanco por hallarse en éxtasis para atraer con su fervor la divina bendición sobre mi cabeza. El paso por debajo de aquel gran sacerdote fue largo y penoso, y solo puedo deciros que durante el trayecto nada me indujo a recordar la ambrosía. En carrera fantástica llegué hasta aquí y penetré rápidamente en mi cuerpo, cuya boca, dicho sea sin intención de reprochároslo, os habíais olvidado de cerrar convenientemente.

Me incorporé sin dificultad y proseguí de este modo:

—Debo ahora manifestaros, ¡oh Satán!, la gratitud imperecedera que os guardo por haberme puesto en circunstancias apropiadas para comprobar patentemente que me hallo en posesión de un alma inmortal. Gustoso comparto ahora con los creyentes la desdeñosa lástima que les inspiran los materialistas y los impíos, que nunca gozaron el soberano orgullo de saberse dueños de un espíritu perdurable. Puedo regocijarme, además, de saber que esta alma no es en modo alguno un alma adocenada y de poca monta, sino antes bien un espíritu que goza de especial estimación en el reino ultraterreno y que, por consiguiente, es verdaderamente inapreciable. Me sentiría, pues, singularmente rebajado si consintiera en vendérosla por una suma cualquiera.

Satán me hizo notar que yo estaba comprometido formalmente a venderle el alma que tuviera.

—Considerad —me dijo— que un hombre de espíritu tan elevado como es el vuestro, según decís, no puede faltar a la palabra empeñada.

—¡Cuán cierto es eso! —le dije—, ¡oh, Satán! Pero yo no he pensado en quebrantar la palabra empeñada. Si rehúso cederos mi alma por dinero, es porque, siendo tan digna y preciosa, la considero invalorable. Pero no tengo ningún inconveniente en cambiárosla por algo que sea igualmente sin precio. Os cederé, pues, si me dais en cambio el don de mentir sin pestañear. Privado en adelante de toda alma y habiendo perdido ya de antemano el cielo, puede ser, sin embargo, que este pequeño don que os pido me sirva para hacerme con el tiempo de otra alma y otro cielo.

Satán se regocijó en extremo con esta noticia y me manifestó que, como señalada prueba de confianza y amistad, me había ya concedido de antemano el don que le pedía…

Así que no tuvimos nada más que tratar y continuamos nuestro paseo de aquella noche bajo la luna que iluminaba como una gran lámpara el jardín. Hablábamos de cosas indiferentes. Cuando pasamos junto al guardia, que seguía durmiendo profundamente, le decía yo a Satán estas palabras:

—Lamento no haber traído de mi celeste correría, como se acostumbra después de un viaje, algún pequeño recuerdo o reliquia. Por ejemplo, varios pedazos de oro arrancados de aquella preciosa puerta. A mi regreso, parientes y amigos se los hubieran disputado con fervoroso ardor, porque son sumamente cristianos, y todos de una gran piedad,.

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