TITULO:
Cena con mamá - Nereo Ramírez, Alcalde de Villar de Rena . , Viernes -13- Marzo ,.
Viernes -13- Marzo a las 22:00 en La 1, foto,.
Nereo Ramírez, Alcalde de Villar de Rena,.
El turismo agrícola puede ser una posible salida para la crisis del campo»
Nereo Ramírez, Alcalde de Villar de Rena,.
Afronta su segunda legislatura en Villar de Rena, un municipio donde todos sus vecinos viven de la agricultura,.
El municipio pacense de Villar de Rena cuenta con una tienda donde se puede comprar un poco de todo y dos bares para unos 500 habitantes (el resto, hasta los 1.300, están en Palazuelo y Puebla de Alcollarín, dos entidades locales menores, también agrarias). En el bar que está cerca de la plaza son pocos los que se acercan a tomar un café, y menos las cañas, en una jornada laborable. Pasadas las once de la mañana, los que no están trabajando en el entresaque de los frutales estos días, se quedan en casa «porque la cosa no está para muchos gastos», asegura su alcalde, Nereo Ramírez, del PSOE, que ha visto descender la alegría de sus vecinos en los últimos años en la misma proporción que lo han hecho los precios del campo.–¿Cómo se está viviendo la crisis del campo en un pequeño municipio?
–Con preocupación porque aquí todo el mundo vive del campo, salvo los pequeños negocios que hay. Pero no es una preocupación de ahora porque cada vez ha ido a peor. Es lógico que los habitantes estén inquietos porque si sigue la dinámica de bajos precios y no cubrirse los costes irán a la ruina. Y si ellos van a la ruina los pueblos desaparecen. Menos mal que la central agroalimentaria Villacruz que hay en el pueblo y otras más grandes como Tany Nature y Sol de Badajoz dan la posibilidad de mano de obra en temporada. Y al margen de eso, el que entienda un poco del campo puede trabajar casi todo el año con la poda, el entresaque, la recolección o la clasificación.
–¿Son muchos los que acuden al Ayuntamiento pidiendo empleo?
–Con la bajada de la rentabilidad agraria, el que no ha podido subsistir, ha emigrado, que es la pequeña pérdida poblacional que hubo hace algunos años, aunque muchos de los que se marcharon a las Islas Baleares, a la hostelería, volvieron y se dedicaron al campo. Pero hay mucha población que está viviendo con los recursos justos para subsistir y el nivel de vida se cuestiona mucho. Un gran número de familias no se pueden permitir irse unos días de vacaciones o algún capricho de vez en cuando. Y con respecto a los negocios de hostelería o comercio van muy ajustados porque al no haber desarrollo en el sector agrícola, pues la gente se recorta mucho a la hora de salir o comprar. Aquí desde luego no hay la alegría de antes, que después de trabajar se paraban en la barra del bar o a echar el café, y ahora cada vez son menos.
–¿Hay muchos jóvenes agricultores?
–Hay algunos que no quieren seguir estudiando y que con corta edad prefieren tener su propia economía y han seguido con las tierras de su familia. Los que emprenden estudios universitarios, directamente no quieren quedarse en el pueblo. Y otra cuestión es que la concentración parcelaria ha hecho que cada vez sean menos los agricultores que se quedan con las mismas tierras que antes se repartían entre el doble.
–Si no se dedican a la agricultura, ¿qué alternativas tienen en el pueblo?
–Estamos tratando de apostar por el turismo que pueda girar en torno a la agricultura, que podría ser una posible salida a la crisis del campo. Es a través de un plan director de turismo, partiendo de los recursos que tenemos y poniéndolos en activo. Por ejemplo, se ha pensado en rutas senderistas por la sierra del Villar y los alrededores a través de la creación de empresas de actividades al aire libre por parte de los jóvenes. Aprovecharíamos el paisaje de los frutales, los olivos o los arrozales. También está el tema de la ornitología, ya que los arrozales de Palazuelo suponen un ecosistema acuático que atrae a muchas aves que no es posible ver en otras zonas. Ese tipo de turismo se está empezando a desarrollar, aunque aún no es masivo, por lo que en un futuro se vería la posibilidad de crear alojamientos rurales para este tipo de visitas. Sí que hubo un proyecto para hacer un albergue destinados a estudiantes para llevar a cabo actividades relacionadas con el estudio del ámbito del arroz y las aves, a raíz de una visita que hizo la Universidad Complutense de Madrid para estudiar estos recursos. Estaría bien ofertarles la idea a los departamentos de Biología o de Ciencias Naturales incluso de los institutos. Pero, de momento, no hay medios económicos ni humanos para desarrollarlo. Y además, nos encontramos con otra problemática debido a la zona de regadío en la que estamos y los cultivos que tenemos, y es el tema de los mosquitos. Ha habido gente interesada en montar negocios de alojamientos rurales, pero en primavera y verano no hay quien pare por los mosquitos. Es una lacra que pesa mucho sobre ese sector.
«La gente se recorta a la hora de salir o comprar, aquí desde luego no hay la alegría de antes»
SITUACIÓN ACTUAL
«Los ayuntamientos solo podemos asesorar, orientar y apoyar las reivindicaciones»
ACTUACIONES
Artesanía o dulces
–En los últimos años se han dado a conocer por un singular Belén navideño, ¿ayuda este tipo de iniciativas a la economía?–Esa es otra de las alternativas para generar economía que tenemos ahora mismo en los meses donde el trabajo en el campo es más escaso. Llevamos tres años poniendo en marcha el Belén a tamaño real con las caras de los vecinos, que nos está dando muy buenos resultados. Con ello hemos logrado implicar a todo el pueblo y que lo sientan como algo propio, y hacer que quienes vienen dejen aquí algo de dinero en los negocios, porque compran algo en la tienda o se toman un café o incluso comen. También, algunos han aprovechado la afluencia masiva de visitantes para vender su artesanía o dulces caseros. Intentamos que se cree una sinergia de riqueza en el pueblo que, si bien no son grandes cantidades, sí suponen pequeños balones de oxígeno.
–Son pueblos pequeños pero los agricultores siguen actuando de forma muy individual, ¿por qué?
–Aquí hay algo de tomate, maíz, mucho frutal y en un 70% arroz, por eso ha habido varios intentos de unir las cooperativas arroceras de la zona para hacer una de segundo grado y tener el volumen suficiente para presionar de alguna manera a los comprados y obtener un mejor precio. De hecho, en Palazuelo hay una cooperativa con muchos socios. Pero la idea se rompió porque no se pusieron de acuerdo pueblos como Zurbarán, Torviscal, Pizarro, Puebla de Alcollarín o este. Así es que los compradores vienen a por los productos a cada cooperativa. Ese es uno de los problemas que tiene el campo en general, y es que no hay forma de presionar a los compradores y luchar por unos precios justos para, al menos, subsistir con dignidad.
–¿Qué puede hacer un Ayuntamiento por mejorar la situación del campo?
–Es más bien a otras escalas donde se debe actuar. Por parte de los ayuntamientos, y más los pequeños, podemos asesorar y orientar a la creación de nuevos negocios para diversificar y no estar expuestos solo a lo que produzca el campo. Y apoyar a los agricultores en sus reivindicaciones, como estamos haciendo, eso sí, siempre que se haga de forma pacífica.
TITULO:
Imprescindibles' estrena en La 2 -Muere el escritor Luis Racionero a los 80 años ,. Domingo -15-
Marzo ,.
Domingo -15- Marzo a las 21:30 horas en La 2, foto,.
Muere el escritor Luis Racionero a los 80 años,.
En el 2011 ganó el premio Gaziel con ‘Memorias de un liberal psicodélico’,.
Nacido en La Seu d´Urgell en 1940, hijo de militar, su madre pertenecía a una familia de propietarios rurales. Estudió Ingeniería y Económicas en Barcelona, pero su momento de revelación intelectual lo tuvo en la Universidad de Berkeley, California, donde acudió con su primera esposa, María José Ragué Arias, y donde asistió a las revueltas estudiantiles previas y posteriores al mayo del 68. Allí estudió urbanismo, disciplina que en España aún no contaba con grado universitario. Se empapó de las obras de Aldoux Huxley, Allan Watts y Arthur Koestler, y trató a Marcuse, Ginsberg y Angela Davis. Se familiarizó con el hippismo y el uso lúdico del LSD, con cuya ingestión dijo haber sentido “la unidad del todo tras la diversidad de las cosas”.
De vuelta a Barcelona, participó en la primera etapa de la revista Ajoblanco y se convirtió en líder intelectual de los nuevos movimientos alternativos con su ensayo de 1977 Filosofías del underground, donde analizaba tres escuelas de pensamiento: las individualistas, de carácter romántico o anarquista; las orientales “que han propuesto una visión alternativa del mundo”, y las psicodélicas vinculadas a la droga. En más de una ocasión manifestó que en su opinión “la única revolución cultural del siglo XX ha sido la hippy”.
En 1983 gana el premio Anagrama de Ensayo con Del paro al ocio, donde propugna que la prosperidad material de las sociedad desarrolladas debe compensarse con un mayor disfrute de la cotidianidad. “Los nórdicos sirven para inventar y producir, son expertos en medios pero infantiles en los fines; son los mediterráneos, expertos en fines, quienes deben organizar la vida para disfrutar la abundancia”. Una filosofía que ampliaría en su trabajo posterior El Mediterráneo y los bárbaros del Norte. Con ellos Racionero afirmaba situarse en una vía tan aparte del capitalismo y su explotación como del marxismo y su mirada economicista.
En su trabajo como urbanista igualmente abogaba por un diseño mediterráneo. “Copiar a los nórdicos es absurdo”, opinaba. “Las estructuras de metal y acero pueden ser muy útiles en un país sin sol, pero traer esto aquí es absurdo porque se van a encontrar con graves inconvenientes funcionales”.
En el que tal vez sea su ensayo más ambicioso, Oriente y Occidente (1993), Racionero describe la coexistencia de tres grandes culturas mundiales: la cristiano-musulmana; la hindú de la India y la confuciano-budista de Extremo Oriente. Agotado Occidente su ciclo heroico, Oriente toma el relevo. Japón es el país industrial más dinámico del mundo, y China, que tiene la bomba atómica, comienza su desarrollo. Quedarán entonces en el mundo, señalaba, tres áreas de poder económico: la CE, EE.UU. y el ‘Pacific rim’ (cuenca del Pacífico). Pero, advierte el escritor, “si Oriente se desarrolla al estilo japonés, todo Occidente puede caer bajo su dependencia en lo económico. Si en vez de eso, Occidente articula un modelo no competitivo y un método de desarrollo blando para Oriente, entonces podría darse una fusión cultural y cooperativa en vez de competitiva”.
En 2009 publicó su libro de memorias Sobrevivir a un gran amor, seis veces, que definió como “terapia irónica”, y donde desgranaba su concurrida vida sentimental retratando a varias de sus ex parejas, entre ellas la mediática doctora Elena Ochoa, posteriormente lady Foster. “Racionero se sincera cuando dice que su búsqueda de la felicidad no ha sido en vano, pues ha gozado de momentos sublimes seguidos de amarguras desoladoras, aunque es consciente de que lo mejor son los principios y lo difícil es preservar el amor”, escribió sobre este libro Màrius Carol. En el 2011 ganó el premio Gaziel con Memorias de un liberal psicodélico.
Políticamente, tras su etapa más radicalmente ácrata de índole californiana, protagonizó una aproximación al nacionalismo (llegó a figurar en las listas de ERC por Girona en 1982) y se acercó después al Partido Popular. El gobierno de José Maria Aznar le nombró director del Colegio de España en París y posteriormente de la Biblioteca Nacional.
Tentó a menudo la novela histórica. Su primera incursión en este campo fue con Cercamón, escrita en catalán. El protagonista es un trobador del siglo XII inmerso en la cultura del Rosellón anterior a la batalla de Muret. Cercamón constituyó un importante referente en los años 80, y fue elogiada públicamente por el entonces presidente de la Generalitat Jordi Pujol, a quien se ganó con su recreación del “país medieval que no pudo ser” y que no era ni español ni francés. Ha sido abundantemente reeditada.
Posteriormente Racionero dedicó otras novelas históricas a creadores como Leonardo da Vinci, Ramon Llull o Antoni Gaudí. Con su hijo Alexis firmó el ensayo El arte de vagar, en torno a la vocación viajera.
Muy vinculado a La Vanguardia, colaboraba quincenalmente en la sección de Opinión, y mensualmente en el suplemento Cultura/s. Dos de sus últimos libros los publicó en la editorial Libros de Vanguardia. Uno dedicado a la vida espiritual, otro al hedonismo, recapitulando así los dos grandes polos que marcaron su trayectoria. En Una espiritualidad para el siglo XXI, de 2016, abogaba por una visión y una práctica que beba de las aportaciones del pasado, pero reclame sin complejos su lugar en un mundo que marcado por lo material. En Manual de la buena vida, del 2018, se ocupaba de aquello que en su opinión hace que la existencia merezca ser vivida: los viajes, la gastronomía, el arte, las casas bellas, la voluptuosidad... Ambos libros completan el testamento de un intelectual complejo que no temió nadar contra corriente, ni creyó que espiritualidad y buena vida fueran incompatibles, sino que siempre los consideró complementarios.
- TITULO: De seda y hierro - El arte no quiere «dinero sucio» . ,. Domingo -15- Marzo ,.
- El Domingo -15- Marzo a las 20:20 por La 2, foto,.
El arte no quiere «dinero sucio»,.
Ética, transparencia y sostenibilidad son exigencias ineludibles para el mecenazgo de la era digital, que rechaza agentes «tóxicos»
Anders Petterson, director de ArtTactic, es el responsable del análisis de los nuevos desafíos éticos y materiales de la filantropía. Un mecenazgo que renuncia a los patrocinadores «tóxicos» y sin compromiso ético, y que se abre al micropatrocinio que los más jóvenes entienden como un voluntariado colaborativo que extiende sus redes sociales.
Nueva moral financiera
- Tate Gallery.
- Tras 26 años de colaboración y patrocinio, el museo londinense cortó con la petrolera BP en 2017.
- Museo Británico.
- Renunció el año pasado a que BP patrocinara su exposición 'Arctic: cultura y clima'.
- Guggenheim Nueva York.
- El museo no acepta más donaciones de Purdue, una farmacéutica de dudosa ética.
Viga maestra
El mecenazgo ha sido y es una de las vigas maestras que sostienen en mundo del arte desde la antigüedad. Y lo será también en la era digital, aunque reformulado. No en vano, el informe destaca el «creciente escrutinio» del apoyo privado y corporativo a las artes, y cómo el poder de las redes y los movimientos sociales «redefine los límites de lo éticamente aceptable». Concluye que «se necesita más transparencia y diligencia» para conocer las normas éticas de los patrocinadores de instituciones culturales, y «mantener la confianza del público y la integridad en las actividades de los museos».La encuesta de ArtTactic sobre los mecenas desvela que el 65% de los menores de 35 años considera que las instituciones artísticas «tienen el deber de evaluar las donaciones monetarias para garantizar que la fuente de donación sea éticamente sólida». Hasta un 96% afirma que su criterio más importante para apoyar una institución relacionada con el arte es que sea «honesta y ética». Así las cosas, museos tan relevantes como el Guggenheim de Nueva York anunciaban el año pasado que no aceptarán más donativos de los Sackler, dueños de la farmacéutica Purdue y acusados de alentar la ola de proliferación de opiáceos que castiga a EE UU. A otros mecenas les afecta la nueva sensibilidad sobre el cambio climático y los combustibles fósiles. La petrolera BP clausuró una relación de 26 años de patrocinio con la Tate Gallery en 2017 y la Galería Nacional Escocesa de Retratos hizo lo propio el año pasado. El Museo Británico anunció en enero que BP no patrocinaría su exposición 'Arctic: cultura y clima', decisión que justificó en las críticas a sus vínculos con la petrolera.
También el Museo Van Gogh de Ámsterdam se 'divorció' de la petrolera Shell en 2018 tras casi dos décadas de colaboración. A pesar de las críticas de los activistas climáticos, el Louvre mantiene su asociación con la petrolera Total y el Prado ha colaborado con Japan Tobacco International a través de su fundación de amigos.
El cambio ético del mecenazgo lo impulsan artistas y activistas que reclaman rechazar el «dinero sucio» a museos, universidades y administraciones locales, instándoles a cortar sus lazos con algunas corporaciones.
Sentirse conectados
El informe destaca el papel democratizador del micromecenazgo o la financiación colectiva. Para las generaciones 'millennials' (1981-1993), y la Z (1994-2010), se está «reinventando» la figura del mecenas. «Mientras que sus padres se sentían bien con el mecenazgo privado, que les permitía acceder a círculos sociales selectos», a los más jóvenes «les llena el voluntariado o las iniciativas en grupo, y les preocupa el efecto de sus actividades». Un 73% de los 'millennials' dice que su motivación principal para realizar donaciones es «sentirse conectados con otros» y «ampliar su red social».Sin datos globales, destaca el informe como en EE UU las donaciones filantrópicas sumaron 400.000 millones de euros en 2018, de los que 17.600 fueron para el arte y la cultura, con un aumento del 33% entre 2013 y 2018. También cómo en el Reino Unido el 91% del las organizaciones culturales reciben alguna financiación privada.
«No hay una solución perfecta», concluye. Cada institución artística «debe adaptar su estrategia de financiación en un mundo en el que la opinión pública cambiante, la transparencia y apertura son claves para la aceptación y apoyo social». Asegura Petterson que las inversiones de impacto social «son señal de un cambio en las actitudes respecto a la inversión» y que «la mayor riqueza estimula más filantropía».
TITULO:
Noche Sexo - Monica y el sexo -La mujer en Extremadura a través de las décadas ,.
El viernes -13- Marzo 0.40 / Cuatro, fotos,.
La mujer en Extremadura a través de las décadas,.
De la dote nupcial a los micromachismos,.
Seis voces femeninas de tiempos diferentes cuentan sus vivencias, sus logros y los obstáculos que han encontrado,.
Lo hacen como licenciadas, amas de casa, funcionarias, universitarias, trabajadoras del campo, madres, hijas, abuelas e incluso bisabuelas. Y lo explican desde 1920 hasta nuestros días. Desde la época en la que trabajar siendo mujer era casi una heroicidad, ocupándose por supuesto también de las tareas del hogar, pasando por algunas pioneras que cursaron carreras universitarias rodeadas de voces masculinas, hasta llegar a las que hoy se mueven en escenarios donde todavía los hombres son mayoría, como puede ser el campo extremeño.
Algunas reconocen que si hoy echaran la vista atrás cambiarían algunas de sus renuncias, pero la explosión de libertad que se produjo a partir de los ochenta y su progresivo empoderamiento también se respiran en los relatos de estas mujeres que hoy viven en una sociedad muy diferente a la que nacieron. Ellas representan casi cien años de superación de obstáculos.
DÉCADA 1920 | Alicia Sanz Parra, farmacéutica
«Me casé al poco de conocer a mi marido y me despidieron»
Nací el 21 de abril de 1924 en Firmi, en Francia. Allí viví
hasta los siete años y allí volví hace tres. Era la más pequeña de tres
hermanos. Mi padre era una emigrante de Soria y decidió salir de España
porque pasaba mucha hambre. Empezó de cero en Francia. Allí fue minero.
Cuando mi hermano mayor debía iniciar el bachillerato decidió que
regresábamos a España porque entonces solo podía seguir en Francia si
adoptaba la nacionalidad francesa. Nos fuimos toda la familia a
Zaragoza. Allí empezó vendiendo plátanos y acabó al frente de un almacén
de fruta.Estudié Farmacia. Hice la carrera entre Santiago de Compostela y Madrid. Tenía muchas ganas de salir de casa y en Zaragoza no había ninguna carrera que me gustara. No iba hacer ninguna de Letras, lo mío no era eso. Digo que estudié esa carrera para salir de casa. Y es cierto. Pero también tengo que decir que mi padre estaba a favor de ello. Y mi madre también.
No me sentí diferente por ir a la Universidad a hacer Farmacia. Era mediados de la década de 1940 y ya había mujeres estudiando, y en Farmacia, más. No las había mucho en Medicina. En Santiago no estábamos más de 50 estudiando Farmacia.
La carrera la terminé con aprobado, con algún notable que otro. Mi primer trabajo profesional fue en un laboratorio de Madrid, el Instituto Llorente. Pero me casé al poco de conocer a mi marido, Héctor Hernández, licienciado en Medicina, y me echaron a la calle. En esa época, si te casabas no podías seguir en el trabajo en el que estuvieras. El pensamiento era que una mujer, por encima de todo, lo que tenía que dedicarse era a su nueva familia. Te indemnizaban cuando te despedía por ese motivo con algo que se llamaba dote nupcial.
¿Qué qué me pareció el despido? Lo vi fatal pero había que aguantarse. Otra no quedaba. Me llevaba bien con el hijo del dueño del laboratorio y le pedí que hiciera algo por mí ante su padre pero me dijo que no porque eso podía sentar precedente.
Cuando me casé con Héctor, no teníamos nada. No le salió un buen puesto de médico en Madrid. Casi pasábamos hambre. Él era de Madrid pero descendía de Alcuéscar y su familia tenía una finca en Aljucén. Entonces se presentó y sacó una oposición de la Casa de Socorro en Mérida. Yo después me puse con mi farmacia en la Zona Sur. Iba a ir enfrente de la plaza de toros de Mérida, pero empezaron a excavar el solar y encontraron la maravilla de la Casa del Mitreo. Entonces la farmacia se tuvo que trasladar al otro lado de la carretera, que es ahora la avenida Reina Sofía y antes era la travesía de la N-V. Al principio me fue muy mal porque nadie iba allí, pero pusieron el centro de salud de Obispo Paulo y todo cambió.
He estado trabajando en la farmacia hasta los 80 años. Llevaba las cuentas. He trabajado allí hasta que mi hija Blanca me ha echado de allí (risas).
Estoy sorda pero la cabeza la tengo muy bien y estoy haciendo planes no solo para cumplir los 96 años el próximo mes de abril, sino para llegar a los 100. Estoy muy feliz por los cuatro hijos que tengo, los doce nietos y un biznieto. He tenido una buena vida.
DÉCADA 1940 | Julia Mostazo Sierra, ama de casa
«Recuerdo que no podía sacar dinero de la cartilla sin la firma de mi esposo»
Mi infancia fue dura, pero también muy feliz. Éramos ocho
hermanos, cinco mujeres y y tres hombres. Mi padre trabajaba en Renfe y
todos los meses la familia tenía ese sueldo. Nunca pasamos hambre, pero
no había ni un solo capricho. En Reyes recuerdo que tocaba una perra
gorda y onzas de chocolate o naranjas.Vivíamos en la estación de ferrocarril antigua de Cáceres, en Moctezuma. Las hermanas ayudábamos a todo en casa. Íbamos a buscar la leche y el agua porque no teníamos agua corriente. No parábamos. Una barría, la otra fregaba la loza y los sábados y los domingos algunas iban a lavar. Nuestros hermanos hacían poco. A nosotras siempre nos mandaban a hacer más cosas que a ellos.
Fui a la escuela hasta los 13 años. En el aula éramos todo chicas. Aprendíamos a sumar, restar, leer y las cosas de la casa. Hacíamos bordados y vainicas, por ejemplo.
Luego estuve cosiendo en casa de una maestra que vivía al lado de la estación de ferrocarril. Fui aprendiz hasta que me enseñó a hacer pantalones. A los 16 ya cosía para sastres. Cuando venía la feria de mayo y la de septiembre había mucho trabajo.
Por aquel entonces nos mudamos a Reyes Huertas y yo seguía trabajando. Me empezaron pagando a siete pesetas el pantalón y luego la cantidad fue subiendo.
Me casé a los 23 años y nos fuimos a vivir a la calle de Miralrío. Ahora estamos en Llopis Ivorra. Mi marido me dijo que ya no trabajara más, que el dinero ya lo traía él a casa. Le comenté que mientras estuviéramos esperando la llegada de los hijos podía seguir trabajando para ganar más, pero no quiso. Por aquella época los pantolones que yo hacía ya los pagaban a doce pesetas. Así que dejé de trabajar y me dediqué a él y a ser ama de casa.
Al año de casarnos tuve a mi hijo mayor, que tiene ahora 56. A los tres años llegó la niña. Me dedicaba a la casa y a todo porque mi marido viajaba mucho.
Recuerdo que teníamos una cartilla de ahorro común y no podía sacar dinero sin la firma del esposo. Eso no cambió hasta la década de los años 70. Pero en mi casa el dinero que entraba era yo la que lo administraba. Si mi marido lo necesitaba yo se lo daba. Y así lo seguimos haciendo. Yo siempre me he encargado de todo.
Por aquella época las mujeres no solían estudiar. Recuerdo que de las amigas del barrio de la Estación ninguna hizo carrera. Todas se casaban pronto y empezaban a vivir con el dinero que entraba del marido. Vivíamos en una sociedad muy machista.
A mí me encantaba la costura y me hubiera gustado seguir trabajando, pero en aquellos tiempos las cosas eran así. Recuerdo que cuando tenía unas 45 años me propusieron trabajar haciendo la plancha y la costura en una residencia, pero mi hijo y mi marido no quisieron.
Me hubiera gustado ser más independiente. Si pudiera volver para atrás lo primero que haría sería trabajar fuera. Las amas de casa no están reconocidas y eso quema mucho. Al menos he podido salir de excursión con las mujeres de la Asociación de Amas de Casa de Cáceres. Estoy apuntada a ella desde hace 20 años. A mi marido tampoco te creas que le hacía mucha gracia, pero cuando no tenía la pierna mala me iba de viaje con las amigas.
Tengo que reconocer que también he sido muy feliz. Al menos mi hija sí ha podido estudiar y ha hecho lo que ha querido. Se ha licenciado en Derecho y tiene su plaza como funcionaria. Es inspectora de Educación. Yo soy la primera que le animaba para que hiciera lo que le gustaba. También tengo una nieta que está terminado la carrera de Medicina.
DÉCADA 1950 | Concha Domínguez Retortillo, médico
«Pude estudiar Medicina, pero en clase las mujeres éramos el 25%»
Acabo de cumplir 70 años y siempre he vivido en Cáceres, menos
cuando estuve estudiando en la Universidad de Salamanca. También viví un
año en Plasencia. Antes, fui al colegio Sagrado Corazón de Jesús hasta
Bachiller e hice el curso preuniversitario en el instituto El Brocense. El colegio era y es de monjas y en las clases éramos solo chicas. Los niños solo estaban en párvulos. Eso fue entre la década de los cincuenta y los sesenta.
Las ciencias siempre me gustaron, así que me decidí por Medicina. Mi padre siempre trabajó en Inspección Médica y él también me animó para que hiciera esa carrera.
Mi madre estudió hasta Bachiller. En una casa con seis hermanos, tres mujeres y tres hombres, y en la que yo soy la mayor, todos hemos podido estudiar carreras. Hay dos médicos, un abogado y ellas son enfermeras y licenciada en Filosofía.
Yo empecé la carrera en 1967. También fui a una residencia de monjas. Ya se sabe, por las cosas de los padres. Allí me encontré con otras dos chicas que iban a hacer Medicina y recuerdo que los primeros días iba con ellas. En mi clase podía haber un 25% de mujeres frente a un 75% de hombres. En esa época empezaban a estudiar muchas mujeres. Eso sí, sobre todo Letras. Solo una amiga mía estudió Medicina.
En Cáceres solo se podía estudiar Magisterio y Enfermería. No había tantas posibilidades para mandar a los hijos a otras ciudades, así que algunos compañeros hicieron esas carreras.
Nunca me sentí discriminada por ser mujer. Recuerdo que los profesores nos trataban de la misma manera. Cuando terminé hice la especialidad de Análisis Clínico y he trabajado en el hospital Virgen del Puerto de Plasencia y en el San Pedro de Alcántara de Cáceres. Me considero una privilegiada porque nunca me he encontrado con obstáculos en mi trabajo. Ni a la hora de acceder a una plaza ni en mi día a día. Cobraba lo mismo que mis compañeros.
Diferencias por ser mujer las he notado si acaso cuando era pequeña porque a los niños les dejaban salir más que a nosotras. Lo veía en mis hermanos. Ahora eso ha cambiado muchísimo. Creo que hay igualdad. Ellas tienen las mismas oportunidades, pero eso no pasaba antes. Muchas estaban en casa, no estudiaban, se quedaban con los niños y había diferencias salariales. También tenían problemas cuando se quedaban embarazadas. Creo que eso ahora no pasa.
Sin embargo, creo que todo es más complicado que antes. Veo que las generaciones más jóvenes están teniendo más dificultades por ejemplo para encontrar trabajo, pero por el paro que hay. No por ser hombre o mujer.
DÉCADA 1960 | Mercedes Mazo Tomé, funcionaria
«Con la Movida, en los ochenta vivimos una sensación de libertad»
Llevo 24 años viviendo en Extremadura porque tras estudiar
Ingeniero Técnico Forestal en Madrid, donde nací, empecé a trabajar en
una empresa en Cáceres. Luego aprobé la oposición y me quedé en el
servicio forestal de la Junta.Cuando empecé en Extremadura, que no tenía ni 30 años, en mi sector profesional eran todo hombres. Aunque me trataban fenomenal no dejaba de ser la niña. Había veces que iba a ver fincas y se creían que era la hija del encargado. También me han confundido con la secretaria del técnico. Eso pasaba hace mucho, pero poco a poco la gente se ha acostumbrado a ver a la mujer en el mundo laboral. Ahora no se plantean ese tipo de comentarios, y si se lo plantean al menos se callan.
De mi infancia recuerdo que en el colegio teníamos las asignaturas de labores y pretecnología. Al final tenías una mezcla en la cabeza que no sabías por dónde tirar. Había momentos en los que las madres educaban para ser amas de casa y en otros nos decían que teníamos que trabajar y ser independientes.
En mi juventud había muchas restricciones para salir. Las chicas estábamos muy protegidas y ellos tenían más libertad. Los cambios se empezaron a ver en la década de los ochenta. Llegaron años de conciertos y diversión. La Movida madrileña fue una pasada. Vivimos una sensación de libertad. Antes si ibas a determinados sitios eras una fresca y por aquel entonces la gente empezaba a cambiar de mentalidad. Además, no teníamos móvil y nos sentíamos mucho más libres. Con 25 pesetas llamábamos a casa desde una cabina telefónica para decir que estábamos bien. Eso sí, con 21 años tenía que seguir diciendo a dónde iba o con quién.
También se empezaban a ver movimientos de mujeres para lograr igualdad. Eso te hacía ver las cosas de otro modo. Tenía algunas tías que ya trabajaban. Yo sabía que quería tener mi sitio y mis estudios.
Cuando tuve mi primer hijo estaba trabajando en la empresa privada, pero ya quería ser funcionaria. Menos mal que lo conseguí porque no tenía fácil conciliar la vida laboral y familiar. En cuanto a alguno de mis hijos le pasaba algo, tenía que ocuparme de todo. Había que tirar de los niños, de la casa, de las tareas del hogar. Nosotras hemos tenido muchísima carga en casa y en el trabajo. Hacer las dos cosas bien no era una tarea fácil.
DÉCADA 1980. Isabel Valls Rodríguez, ganadera
«En las zonas ruralesel machismo es el pan de cada día»
Aunque nací en Sant Llorenç Savall, en la provincia de
Barcelona, me considero cien por cien extremeña. Me trajeron a esta
tierra con dos meses y he vivido en Valencia de las Torres, Llerena,
Badajoz y Barcelona. Ahora vivo en una finca del término municipal de
Usagre.He hecho varios grados superiores relacionados con imagen personal y decoración. También estudié siete años de piano e hice Dirección y Gestión de Empresa Agraria. Lo estudié en Córdoba y estuve por el sur de Francia, los alpes franceses y algunas explotaciones de Andalucía para estudiar modelos de negocio que fueran viables y sostenibles. También hice prácticas a través de la escuela de pastores de Andalucía.
Hoy tengo 123 hectáreas donde crío a 600 cabezas reproductoras que son de dos razas puras, una en peligro de extinción, que es la Lojeña, y la otra la Fleischschaf. Soy la primera que está con las ovejas. Esto siempre ha sido un mundo de hombres y eso lo noto en mi día a día. En las zonas rurales eso no solo sucede en el sector que yo trabajo, sino siempre. En las zonas rurales el machismo es el pan de cada día.
Cuando empiezan a hablar conmigo y se dan cuenta de que sé de campo, me respetan. Sin embargo, antes de conocerme tienen actitudes machistas. También es verdad que hay veces que encuentro más machismo en una mujer que en un hombre, pero eso solo lo he visto en este sector.
Además, hay gente que se sigue sorprendiendo cuando digo que trabajo en el campo. Piensan que si no vas desaliñada o vestida de un modo determinado no te puedes dedicar a esto. Te ven como la señorita y no como la trabajadora.
En este sector las mujeres nos tenemos que ganar el respeto. Ellos por ser hombres ya lo tienen. Aún así creo que ha habido un cambio. Mi madre, por ejemplo, lo tuvo mucho más complicado. Ella se divorció cuando yo era un bebé y se encontró sin un marido al lado. En esa época se veía como algo muy negativo.
He tenido la suerte de contar con una madre que ha conseguido cosas que no han logrado muchos hombres. Tengo un ejemplo muy bueno en casa. Si algún día soy madre y tengo una hija me gustaría que consiguiera mantener lo que yo he creado y luchar por ello. Desearía que nadie le diga lo que puede o no hacer, y menos por ser mujer. Espero que no permita eso».
DÉCADA 2000 | Nerea Villarrubia Hinojosa, estudiante
«En las redes sociales hay muchas actitudes machistas»
Soy de Azuaga y estudio el grado 'Promoción de Igualdad de
Género' en el instituto Bárbara de Braganza en Badajoz. Luego quiero
hacer Psicología o Educación Social para ayudar a mujeres que se
encuentren en situación de vulnerabilidad. En mi caso he tenido la suerte de nacer en una familia donde no he visto machismo. Siempre ha existido corresponsabilidad, pero soy consciente de que en la sociedad actual todos los días se reproducen micromachismos y ni siquiera nos damos cuenta.
Ahora vivimos conectados a las nuevas tecnologías y en las redes sociales hay muchas actitudes machistas. Para cambiarlo hay que centrarse en la educación. Entiendo que nuestros mayores han vivido tiempos diferentes, pero los de mi generación podemos hacer mucho por alcanzar una sociedad más igualitaria.
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