domingo, 4 de agosto de 2024

DESAYUNO CENA FIN DOMINGO - REVISTA BLANCO Y NEGRO - Jorge Fernández Díaz - Trifulca ,. / Las rutas Capone - Forastero - Una ruta de tapeo por el barrio de Triana,.

 

 TITULO:  DESAYUNO CENA FIN DOMINGO -  REVISTA BLANCO Y NEGRO -  Jorge Fernández Díaz - Trifulca ,.

 DESAYUNO CENA FIN DOMINGO - REVISTA BLANCO Y NEGRO -  Jorge Fernández Díaz - Trifulca,. fotos,.

 Jorge Fernández Díaz - Trifulca,.

 Enigma de autor

 Jorge Fernández Díaz,.

 Fernández Díaz alterna desde hace décadas entre el periodismo, el ensayo y la ficción. Yo me inclino muy particularmente por sus novelas. Aún conserva la estamina de los autores con los que me formé: la claridad, contundencia y singularidad de la prosa, al servicio de una historia contada con la osadía de una primera vez, con el irredento objetivo de que el lector no se desprenda del libro hasta el final.

 

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( Desayuno )

Reato, desde Operación Traviata —donde por primera vez documentó periodísticamente el secreto a voces del asesinato de Rucci: ejecutado por los Montoneros—, ha recapitulado la sanguinaria y estrambótica lucha armada de los 70 en Argentina.

 

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( Cena )

"Las heroínas de Díaz son literalmente de todos los días. No están traumatizadas por un pasado atroz, ni se desvelan por cuestiones de género"

Ambos libros se entrecruzaron en mi imaginación, no solo porque los leí en un suspiro, prácticamente al mismo tiempo, sino también porque sostienen universos comunes. En Liderazgo, su libro despedida, Kissinger sugiere: “Para conocer la cosmovisión de un hombre, pregúntate cómo era el mundo cuando ese sujeto tenía 20 años”. Tanto el de Fernández Díaz como el de Reato me recuerdan no el mundo de cuando yo tenía veinte años, sino la cosmovisión que forjé cuando tenía esa edad. Por supuesto, la mayoría de las certezas que defendí en esa edad inhóspita para la mente y el alma —“yo he tenido veinte años”, dijo Paul Nizan, “no permitiré decir a nadie que es la mejor edad de la vida”— no superan hoy para mí la categoría de paparruchadas, silogismos, entelequias… Pero las dudas de entonces aún me acompañan. Sigo haciéndome las mismas preguntas. Ambos libros me trajeron, como dice en su novela Fernández Díaz en una metáfora demoledora, que devuelve el mar los cadáveres, aquellos interrogantes que conforman nuestro singular tesoro: los que nadie nos puede responder. Tengo para mí que ambos autores han escrito libros encantadores y magnéticos gracias a que no saben exactamente cuál es el enigma que despliegan. Sospecho que lo que le piden los clientes a Cora —una detective sentimental de alta escuela, materia prima de Netflix, personaje inaugural femme NO fatale noir porteño—, no es tanto que les consiga las fotos, las evidencias, los datos. Lo que quieren saber es por qué no se han separado, si son o no amados, si ellos aman o no. No tanto qué hacen los demás: sino por qué ellos, cada uno de los clientes de Cora, ha actuado de tal o cual modo a lo largo de su adultez. Estoy bastante seguro de que si Fernández Díaz hubiera explicitado este reclamo mudo de los clientes de su novela, no hubiera sido tan efectivo como termina siendo este thriller absorbente hasta el insomnio. Cora nos recuerda que el amor es una fuerza más allá de las monografías del siglo XXI, que su sortilegio no ha sido decodificado por la inteligencia artificial, ni por los genes ni por las encuestas. Mucho menos por las declaraciones de sus protagonistas. El trabajo de Cora es permitirle a cada cliente que encuentre su respuesta en silencio, casi sin decírsela a sí mismo.

Las heroínas de Díaz son literalmente de todos los días. No están traumatizadas por un pasado atroz, ni se desvelan por cuestiones de género, ni se sienten desplazadas en función de su ser en el mundo. Trabajan denodadamente, se enamoran frecuentemente de quien preferirían no hacerlo (como Adán y Eva, por dar un caso), fracasan y triunfan aleatoriamente. Son argentinas por naturaleza y universales gracias al autor. Viven cuentos dentro de la novela y siguen vivas, buscando una nueva historia, apenas ésta termina.

"En Mugica solo se pueden descartar categóricamente las pistas falsas que se han plantado a lo largo de más de medio siglo de manipulación y artimaña"

Reato sale en busca de los asesinos de Mugica. Y en este tránsito hay también una dinámica propia del policial: la víctima, el arma del crimen, los motivos, los sospechosos. El propio Reato juega el rol del detective. A diferencia de Traviata, donde el investigador solo debía encontrar los testimonios de una hipótesis irrebatible, en Padre Mugica solo se pueden descartar categóricamente las pistas falsas que se han plantado a lo largo de más de medio siglo de manipulación y artimañas y sembrar las sospechas legítimas sobre los posibles ejecutores, a partir de las frágiles huellas que sigue la justicia (en su versión trascendente o judicial): motivaciones, declaraciones, acciones concomitantes, antecedentes. Pero lo que me resultó el centro de gravedad del libro fue la reconstrucción histórica y vivencial de Mugica y su entorno. En particular su relación, célibe o no, en cualquier caso romántica, con la joven afrodita Lucía Cullen.

Ese aspecto melodramático, inusual en los otros volúmenes de Reato: el suspenso sentimental. Mugica comparte habitación en París con la joven filantrópica, ambos integrantes de una aristocracia porteña que ha encontrado una peligrosa forma de entretenimiento en las villas miseria de su misma ciudad. Parte de los entrevistados confirman una consumada historia de amor, parte la niega. Pero posteriormente Mugica, como sacerdote, oficia la boda de Cullen con el montonero Nell.

Nell participa de la trifulca armada de Ezeiza al retorno de Perón. Lo dejan parapléjico de un balazo. Meses después, abrumado, le reclama asistencia a su esposa para suicidarse, que se la brinda, con su impávida filantropía; sin demasiada culpa, según su correspondencia.

¿Pero deviene esta tragedia de una previa historia de amor con el carismático y apuesto sacerdote que los casó? ¿Es el Pago Chico de Payró o de Shakespeare? ¿Mugica permaneció en el incierto celibato para garantizar su trascendencia, motorizado por la vanidad; a diferencia del obispo Podestá, que prefirió el matrimonio a la Historia? Yo la envío a Cora a averiguarlo en streaming. Me las arreglo para que su primer caso sea en los 70. No me parece imposible. Luego reaparece en los 90 del siglo pasado: sin celulares ni sociólogos de la chorrada.

"Mugica es asesinado. Nell, que venía del grupo nazi Tacuara, se suicida junto a las vías del tren, asistido por su esposa, apenas unos meses después del asesinato del sacerdote"

A sus veintipico (la edad en que forjamos nuestra cosmovisión), Cora debe revelar la intimidad que guarda aquella habitación que compartieron Cullen y Mugica en París; como en un cuarto oscuro, no electoral sino fotográfico. Esa información puede determinar un movimiento de ajedrez político, que acerque o aleje a Mugica de Perón, de la Iglesia, de sus múltiples motivaciones, cualesquiera éstas fueran exactamente, si es que alguna motivación humana pueda serlo. El contratista puede pertenecer a alguno de los segmentos en pugna: un adjunto del bienestar social de López Rega, un lateral de Montoneros, un plebeyo de la corte polimorfa de Perón. Es el despertar vocacional de Cora.

Finalmente, Cora regresa con la verdad.

Mugica es asesinado. Nell, que venía del grupo nazi Tacuara, se suicida junto a las vías del tren, asistido por su esposa, apenas unos meses después del asesinato del sacerdote. Cullen está embarazada. ¿Impacta la revelación de Cora en esa procesión de acontecimientos? ¿La debacle política fue atravesada por la venganza shakespeareana?

La información llega tarde para el contratista, pero vigente para escribir la Historia. Cora quema las conclusiones, en papel —no existe otra forma de conservación— en una ceremonia sacrificial en el Vaticano. Eso me pasa por leer dos libros al mismo tiempo antes de que termine marzo.

TITULO:  Las rutas Capone - Forastero - Una ruta de tapeo por el barrio de Triana,.

 Forastero - Una ruta de tapeo por el barrio de Triana,.

Vista aérea del barrio sevillano de Triana
 
fotos / Vista aérea del barrio sevillano de Triana,.

Lo de irse de tapas en Sevilla es una ciencia que empezaron nuestros antepasados y que las generaciones siguientes han ido puliendo hasta hoy. Un extranjero (por ejemplo, un inglés) no alcanza a comprender el montonazo de variantes que han de tenerse en cuenta. Dependiendo de la temperatura se probarán unas tapas u otras, en esta o aquella cantidad, en esa o esa terraza, acompañadas con un número concreto de cervezas. Un caracol por encima de lo permitido podría terminar en desastre. Hace falta ser sevillano o ir acompañado de un amigo sevillano para cumplir con el ritual sin caer en lo pagano. Ellos conocen las mejores esquinas del barrio de Triana donde barajar el sabor agrio de la cerveza con los restos dulces del tomate, cortado en rodajas muy finas y fresco, delicioso. A falta de un compañero que sepa guiarnos en esta aventura gastronómica, al modo de un Gandalf andaluz (con banderilla en lugar de vara y sombrero de ala ancha donde debió llevar el sombrero de pico), entonces quizá sirva esta pieza para completar la compleja ecuación de Triana.

El Mercado de Triana

Podemos acceder al barrio de Triana por cualquier callejuela pero si quisiéramos hacerlo bien, siguiendo las tradiciones, entonces tendríamos que cruzar el puente de Isabel II y dedicar un segundo a admirar la Torre del Oro, hecha con piedra. Dos, tres, cuatro pasos después entraríamos en el Mercado de Triana y abriríamos unos milímetros nuestras fosas nasales. Y entran cientos de olores. Quesos de cabra, de oveja y de vaca; chorizos de cerdo, cerdito y cochino; chipirones, lenguados, sardinas, boquerones, merluzas, gambas, almejas, coquillas, atunes, mejillones, peces feísimos que no tienen nombre; lechugas que brillan, berenjenas, tomates a punto de estallar, pepinos, pimientos, calabazas; manzanas, albaricoques, naranjas, limones, sandías, melones. Abundancia y olor. El procedimiento del tapeo requiere abrir el apetito mientras desmenuzamos este tipo de aromas que hombres mejores que nosotros arrancaron de la tierra y del mar para que hoy podamos ver y tocar, jugar y ganar, y nuestro instinto nos llevará (empujado por el apetito del placer sevillano) a sentarnos en El loco de Sanlúcar.

La Taberna Miamipuede ser un buen lugar para pedir los archiconocidos caracoles de Triana, aunque la disputa sobre qué local hace los mejores caracoles en el barrio lleva dándose desde el siglo XVII, más o menos. Aunque los caracoles se tienen que pedir sin prisas. Se saluda al camarero, se le pregunta por la familia, el negocio, la vida, se niega con la cabeza junto a él cuando nos habla de la última correría de los políticos, se cuenta un chascarrillo y solo entonces (cuando se han cumplido todos los requisitos del cliché) pedimos otra cerveza y una copa de caracoles. Los caracoles desbordan la copa y su salsa de cebolla tibia y olorosa nos quiere pringar los dedos. En los minutos siguientes chupamos, lamemos, sorbemos, bebemos, masticamos, tragamos, eructamos, somos seres humanos del siglo XXI con los mismos brazos y las mismas piernas que el hombre neandertal. El placer es primitivo en el barrio de Triana y cualquiera que tenga ascos a la hora de comer caracoles será inmediatamente exiliado al Burger King.

Deliciosos caracoles de la Taberna Miami.
 
Deliciosos caracoles de la Taberna Miami.

Tras los caracoles se sucede un batiburrillo de sensaciones confusas. Las voces alegres y chillonas, la guitarra que toca el vagabundo durante un descanso en su camino, el sol que resbala un día tras otro desde hace siglos por las esquinas de esta ciudad histórica, las aceras calientes, los aromas que se persiguen como chiquillos de bar en bar. La vida se transforma en situaciones como esta en algo parecido a la droga, una medicina ancestral que nos inhibe, inyecta placer en las zonas adecuadas del cerebro, forma pequeñas y agradables lagunas en nuestra memoria. ¿Dónde vamos ahora? ¿Dónde estamos? Estuvimos varios minutos sentados en una terraza y bebimos otra cerveza, aniquilamos unas papas arrugás y un revuelto de setas con ajito picadito muy fino. Recordamos haber paladeado el sabor dulzón de un pisto. La operación del barrio de Triana es complicada y corre el riesgo de devorarnos a nosotros.

Conviene hacer una parada en el camino, sentarnos un momento en La cuna de Trianapara recuperar fuerzas y pedir una ración de boquerones en vinagre. Y otra cerveza, o quizás un agua. Desde allí habrá que planear el asalto final para terminar con esta aventura y regresar al alojamiento donde dormiremos un siesta soberana que es mano de santo para despejar las bebidas y completar la digestión.

Tapas deliciosas y la mojama excepcional.
 
Tapas deliciosas y la mojama excepcional.

Los últimos de El Mantoncillo

El forastero que cumpla con el recorrido completo del barrio de Triana puede llegar a ser nombrado hijo predilecto de Sevilla y roza la categoría de héroe incluso a ojos de los más veteranos. Entonces debemos ser muy cuidadosos a la hora de sentarnos en el último bar.El Matoncillo. El agua del Guadalquivir se evapora lentamente y paga su peaje de humedad en las barandillas de su terraza, forma graciosos tirabuzones sobre los toldos y se engancha al anzuelo que lanzan las nubes. La silueta de Sevilla parece compleja y enigmática desde nuestro asiento, coloreada de un marrón claro.

Un plato de tomate que cortaron en rodajas muy finas, aliñado con un chorrito de aceite y un escupitajo de vinagre. La mojama más tierna que he probado jamás. Una cerveza fría. Quizá los ojos de un amor. ¡Qué romántico, qué atardeceres tan bonitos cuando parece que nacen de la Giralda! Ya solo queda dar las gracias a Baco y a la Virgen de los Reyes por haberse confabulado, esparciendo desde hace siglos sus milagros por este barrio fantástico,.

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