Marta
Dyczok, profesora asociada del Departamento de Historia y Ciencia
Política de la Western University de London, Ontario (Canadá), responde a
las preguntas de LA RAZÓN sobre el estado de las negociaciones por un alto el fuego en Ucrania y la mediación del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Pregunta: En su opinión, ¿el fin de la guerra está cerca?
Respuesta:
No hay indicios de que Putin esté interesado en poner fin a su guerra
contra Ucrania, y se está haciendo muy poco para detenerlo.
P: Rutte visitó Odesa para apoyar Ucrania. ¿Cree que la OTAN dará más ayuda al gobierno ucraniano?
R:
La OTAN ha emitido constantemente declaraciones contundentes en apoyo a
Ucrania, pero ha tomado muy pocas medidas concretas. La situación se
complicó más cuando Trump fue elegido, ya que está atacando a la OTAN,
así que la alianza ahora está en una posición diferente.
P: ¿El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha fracasado en su objetivo de detener la guerra?
R:
Sí. Y nadie familiarizado con la situación esperaba lo contrario. El
peligro ahora es que está haciendo concesiones a Vladimir Putin y a
Rusia, mientras critica a Ucrania y a su presidente, Volodomir Zelenski,
así que ¿qué tipo de paz está imaginando? ¿Una que recompense la guerra
rusa permitiéndoles quedarse con territorios ucranianos ocupados? ¿Y
sin responsabilidad por los crímenes de guerra cometidos por los rusos?
P:
¿La adhesión de Ucrania a la UE es un obstáculo para un acuerdo de paz
o, por el contrario, debe formar parte del acuerdo de paz?
R:
La Unión Europea ha sido firme en su apoyo a Ucrania, en parte porque
algunos de sus miembros entienden lo que significa el imperialismo y la
ocupación rusa, ya que lo han experimentado ellos mismos. Especialmente
ahora, con Trump atacando a la UE, su enfoque está en mantenerse unidos y
fuertes, y Ucrania forma parte de eso.
TITULO: Al Médico - Salud - Roto - La Sanidad pública agoniza entre el silencio de sus defensores
Roto - La Sanidad pública agoniza entre el silencio de sus defensores,.
Más que en atacar a la privada, los supuestos defensores de la pública deberían proponer reformas para su mejora,.
Vaya por delante que soy un defensor acérrimo de la Sanidad pública. De hecho, carezco de seguro y en la vida he sido tratado en una clínica privada de dolencia alguna, por lo que nadie
podrá cogerme en un renuncio como sí ha ocurrido con Carmen Calvo,
Javier Bardem, Willy Toledo y tantos otros progres de salón que consejos
venden que para ellos luego no tienen.
La Sanidad pública es, desde luego, patrimonio de todos, una joya de nuestro malherido estado de bienestar y una enseña ejemplarizante para otros países
en la que ejercen admirables profesionales, como ha quedado demostrado
en la pandemia. Es lógico que se esté con ella y se defienda, pero de ahí a satanizar a la privada hay un trecho que no estoy dispuesto a recorrer. Los que lo hacen cavan en realidad la fosa para la primera porque sin la segunda, la Sanidad pública colapsaría. De
ahí la importancia de su fortalecimiento y de la subsistencia de
Muface, un modelo en peligro de muerte por la infrafinanciación del
Gobierno.
Más
que en atacar a la privada, los supuestos defensores de la pública
deberían preocuparse por la deriva que está tomando y proponer reformas
para su mejora. Lo apunta con tino Juan Abarca, que comprende como
nadie que los dos modelos deben subsistir y que la mejora de la Sanidad
pública constituye ahora una prioridad absoluta. Y es que la pública
languidece entre los aplausos, la autocomplacencia y el inmovilismo de
los que dicen apoyarla. Su falta de fondos es tan angustiosa que sus costuras revientan: las listas de espera están disparadas; los medicamentos innovadores llegan con meses de retraso; la primaria se asfixia y faltan profesionales en la mayor parte de las especialidades. Se está convirtiendo, en realidad, en una sanidad de beneficencia.
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