TITULO: Atención obras - Cine - Raphael ,. Viernes - 12 - Julio.
Viernes - 12 - Julio,. a las 20:00 horas en La 2, foto,.
Atención obras - Cine - Raphael ,.
Cayetana Guillén Cuervo entrevista al cantante Raphael. El intérprete habla de su trabajo más reciente, ‘Victoria’, el álbum número 84 de su carrera, compuesto por el músico y cantante Pablo López. El artista habla además sobre la gira, tanto latinoamericana, que le ha llevado a Chile, Perú, Argentina, México y Colombia, como de las ciudades españolas en las que se puede ver su show.
Cuenta cuál es la victoria de su vida y a la que ha querido homenajear con este disco, cuál es la motivación para seguir en los escenarios y cuáles son los aprendizajes de su carrera. Además, en la conversación ya adelanta que no piensa retirarse de los escenarios y que está trabajando en nuevos proyectos.
'Atención Obras' también visita el Caixaforum de Madrid para recorrer la exposición retrospectiva ‘Arte y naturaleza’. Explica el concepto de biomorfismo en el arte moderno y contemporáneo, de la mano de artistas como Picasso, Kandisky, Neri Oxman o Alvar Aalto.
También hay espacio para el teatro, con una visita al teatro Fernán Gómez de Madrid para asistir a una propuesta escénica inclusiva. ‘Sexpiertos’, un trabajo de Tanttaka Teatroa protagonizado por el ganador del Goya a Actor Revelación Telmo Irureta junto a Aitziber Garmendia, que invita a reflexionar sobre las necesidades afectivo sexuales de las personas discapacitadas.
La música la pone el Festival Tomavistas de Madrid, donde actúan las bandas Baiuca, Melenas, Hinds o Editors.
Y el cierre es con Pet Shop Boys. El dúo británico se sube al escenario del Festival O Son de Camiño que se celebra en Santiago de Compostela para presentar su último trabajo ‘Nonetheless’.
TITULO: Detrás del instante - Elliott Erwitt, el fotógrafo callejero que convirtió en extraordinario lo ordinario,.
Miércoles - 10 - Julio a las 20:00 horas en La 2 / fotos,.
Elliott Erwitt, el fotógrafo callejero que convirtió en extraordinario lo ordinario,.
La Fundación Canal exhibe 135 copias de época de uno de los miembros más destacados de la agencia Magnum,.
Entrevistar a Steve McCurry es un rotundo privilegio. Llevo deseando acercarme a este formidable fotógrafo desde que me tropecé con la imagen de la niña afgana en un libro de la biblioteca de casa. Era un volumen de gran formato que se llamaba Pueblos del mundo, o algo parecido, y en mitad de sus páginas aparecía la famosa fotografía que a mí —que por aquel entonces tenía la misma edad que esa niña— me atemorizaba. En el pie de esa foto ponía El horror de la guerra. Sin yo saber aún nada, en aquel momento pensé: ¿De modo que así es la guerra? Esa mirada representaba exactamente eso.
Todas las cosas que nos influyen de un modo u otro determinan las decisiones y sendas que tomamos. En el eslabón inmenso de todas esas pequeñas y grandes influencias, en mí está, sin duda, esa fotografía, pues ya entonces sabía que había mucho más detrás de aquella imagen, de aquella niña que me miraba fijamente. Hoy me pregunto qué hay de todo eso en lo que yo busco ahora cuando escribo en este territorio zendiense, tratando de ir más allá de las palabras.
McCurry se convirtió en un contador de historias gracias a las lentes de los objetivos y cámaras que ha llevado en ristre por todos los rincones del planeta. Ese ha sido su pasaporte de viaje, y el fabuloso legado que nos deja —y sigue trabajando de forma incansable— es un regalo a los sentidos y un golpe para el alma. El valor de su obra es, simplemente, incalculable.
—Señor McCurry, cuando dispara fotografías ¿qué prioriza? ¿La estética, composición y armonía de la imagen, o la historia detrás de escena?
—Lo que busco primero es la historia. Luego intento crear una imagen a partir de ahí. Al componer la imagen me concentro en la armonía, el equilibrio y el ritmo.
—¿Cómo logra que aflore el alma de las personas que retrata? ¿Y cómo consigue crear esa conexión entre ellas y usted, para que se sientan cómodas y naturales?
—La mayoría de mis fotografías se centran en las personas. Busco ese fugaz momento en que pueda pasar desapercibido, y trato de transmitir una parte de lo que es ser esa persona, o en un sentido más amplio, relacionar su vida con la experiencia humana como un todo. Los humanos nos conectamos entre nosotros a través del contacto visual: hay un poder real en ese momento compartido de atención, cuando vislumbras lo que debe de ser estar en su piel. Creo que esta es una de las cosas más poderosas de la fotografía: relatar esa sensación. La mejor manera de capturar la esencia de una persona es tratarla con respeto. Establecer una sonrisa amistosa. A la mayoría de la gente le gusta ser fotografiada. Debes hacer que se sientan cómodos a tu alrededor, con humor.
—¿Es consciente de cuándo ha capturado el momento preciso?
—La observación es fundamental para la fotografía. Creo que para ser un buen fotógrafo debes tener una mente inquisitiva y ser curioso. Cuando estás paseando mientras fotografías debes estar presente en el momento. Yo miro a mi alrededor y veo lo que es único en ese lugar. Puede ser una grieta en la acera o un animal jugando. Es el aprecio por ese momento en el tiempo y el aprecio por el planeta. Nunca se sabe cuándo se revelará el mejor momento. Disparas y hay un momento que crees que es interesante, sigues trabajando y nunca sabes exactamente cuándo lo tienes, cuándo lo has conseguido. Es un proceso misterioso.
—¿Qué fue lo que le cautivó tanto de Sharbat Gula, la muchacha afgana, en 1984?
—Tenía una mirada intensa y angustiada, una mirada penetrante. Fue uno de esos casos en los que instantáneamente supe que era un rostro poderoso. Muy pocas veces he visto a una persona con una expresión tan intensa.
—¿Cómo se sintió cuando se reencontró con ella en 2002?
—Encontrarme de nuevo con Sharbat Gula después de tantos años fue una experiencia increíble. Sus ojos han conservado su fuego e intensidad. Creo que todavía es bastante hermosa a pesar de todas las dificultades que la gente tiene que soportar allí. Claramente, ha llevado una vida difícil, pero a pesar de ello tiene una familia saludable y con fortaleza, y han logrado prosperar y mejorar la vida de sus hijos. Poder encontrarla y ayudarla a ella y a sus hijos después de todos los años transcurridos fue una de las experiencias más increíbles y gratificantes de mi propia vida.
—Usted ha estado trabajando en Afganistán durante más de treinta años. Conoce profundamente ese país. ¿Cómo lo define, y a su gente y su futuro?
—Afganistán ocupa un lugar especial en mi corazón desde mi primera visita en 1979. He tenido la oportunidad y el privilegio de conocer a muchos afganos a lo largo de los años, y es un lugar que siempre consideraré muy especial. Los afganos son bien conocidos por su hospitalidad, y cada vez que visito ese país siento que nunca me he ido. Para mí el corazón de Afganistán está en las aldeas y en el campo, lugares que realmente no han cambiado. Si vas al centro de Afganistán compruebas que están viviendo de la misma manera que han estado viviendo durante cientos de años. Sin embargo, el país está pasando por un momento muy difícil, política y culturalmente. La situación se complica por tanta interferencia de muchas potencias extranjeras.
—En su magnífico libro Afganistán usted retrata a menudo momentos de normalidad en medio de la destrucción y el caos, como si quisiera contar que sencillamente la vida continúa, a pesar de todo…
—Estoy interesado en los puntos en común entre las personas de todo el mundo. No importa que vivan en China, Afganistán o Estados Unidos: nuestras vidas son más o menos las mismas. Sí, hay conflictos y algunas diferencias, pero más allá de eso todos trabajamos, todos tenemos amigos y familias, compartimos comidas… Después de haber viajado a tantos rincones del mundo y haber conocido a tantas personas diversas y únicas con las que me he topado en el camino puedo decir, realmente, que he encontrado un terreno común que nos unifica, por encima de las diferencias que nos separan.
—Animales, su último libro, es una maravillosa e increíble recopilación de escenas entre humanos y animales y su conexión. ¿Qué significa este libro para usted?
—La idea de fotografiar animales y personas se fraguó en mi mente desde que comencé como joven fotógrafo. Mi hermana me regaló mi primer libro de fotos, Son of Bitch, una colección de imágenes de perros y sus dueños, del gran fotógrafo y amigo Elliott Erwitt. Era la primera vez que veía un libro sobre animales hecho con humor, pathos y narraciones maravillosas. Espero que las personas vean a los animales como seres inteligentes que merecen nuestro amor y respeto. En la mayoría de los casos nuestras mascotas dependen totalmente de nosotros para su supervivencia y seguridad. Es nuestro deber protegerlos como a nuestros propios hijos. Puesto que a menudo creamos un vínculo especial con ciertos animales, desearía que las personas les tratasen con el cuidado y el respeto que merecen.
—En este mismo libro hay una fotografía abrumadora de un grupo de camellos atrapados en el fuego cruzado durante la primera Guerra del Golfo. ¿Qué recuerda de este momento?
—Trabajar en Kuwait después de la primera Guerra del Golfo fue una experiencia surrealista e inolvidable. Estaba conduciendo a través de los campos de petróleo en llamas, siguiendo a estos camellos que buscaban una salida del fuego y el humo. Sin que lo supiéramos, nos encontramos en un campo minado. Había seiscientos campos petrolíferos ardiendo, animales aterrorizados y hambrientos deambulando a nuestro alrededor, y el paisaje estaba salpicado de soldados iraquíes muertos. Fue desgarrador ver a estos animales, a los que se supone que debíamos proteger. Los animales que escaparon de la matanza fueron abandonados para deambular por las calles en busca de comida y refugio.
—En su obra On Reading hay dos fotografías que me resultan fascinantes: la de un hombre leyendo en Sana’a (Yemen) y una anciana leyendo en Uglich (Rusia). Hay algo de luz en esos lectores, en perfecta sincronía con la soledad.
—La mujer estaba leyendo en un monasterio en Rusia. Estaba sentada en una cocina tranquila y cálida después de terminar su almuerzo. La imagen del anciano que leía el Corán en Yemen fue tomada mientras esperaba que llegaran clientes a su pequeño rincón de un mercado en Sana’a. Hay algo en su serenidad en ese momento, absorto en palabras que probablemente había leído cientos de veces. Esa imagen me habló. En medio de la ferviente actividad del mercado, él había escapado totalmente dentro del contenido de ese pequeño libro.
—Sobre los paisajes de la India tiene fotografías maravillosas. Recuerdo una de una mujer y su hijo bajo la lluvia en Mumbai. ¿Puede describir aquel momento?
—Recuerdo que estábamos detenidos en un semáforo durante la temporada del monzón en Mumbai. Una joven madre que sostenía a su hijo se asomó por la ventanilla trasera y miró dentro del automóvil. Rápidamente pude tomar mi cámara y hacer dos exposiciones antes de que la luz cambiara y el conductor se alejara. Fue la reunión de dos mundos diferentes: una madre y un niño atrapados bajo la lluvia, mientras yo estaba en una burbuja de aire acondicionado.
—¿Qué país o países han sido los más inspiradores para su trabajo y por qué?
—Los países budistas, como Laos, Birmania, Tíbet, Tailandia y Camboya, son lugares en los que me gusta pasar el tiempo, además para hacer fotografías. Me gusta que el budismo no sea una religión dogmática. Hay un énfasis en la compasión del uno hacia el otro y hacia todos los seres vivos, y en tratar de mejorar uno mismo. Hay una serenidad en todo ello.
—¿De qué artista ha aprendido más?
—De Henri Cartier-Bresson. Sus imágenes tenían una visión maravillosa de las personas y las situaciones. Había emoción y un sentido del momento decisivo. Sus imágenes son periodísticas, pero trascienden el periodismo para mí, y funcionan en muchos niveles diferentes. Son eternas.
—¿Cuál sería su mejor consejo para aquellos que desean dedicarse a este oficio?
—El éxito en fotografía consiste en llenar tu espíritu de curiosidad, explorar temas que te despierten gran interés, y que pueden estar en cualquier lugar. Concentrarse en lo que a uno le interesa e inspira y en la historia que desea contar. Y aprender del trabajo de otros buenos fotógrafos.
—¿Qué es una buena fotografía?
Una que suscita una emoción y provoca una reacción. Una que me hace querer aprender algo de eso. Una buena imagen es memorable: se queda contigo, te conmueve y, en última instancia, te cambia de alguna manera.
—¿Se imagina otra forma de vida?
—Solo si yo fuera cineasta.
Agradezco a Emily Rogers (Coordinadora de Publicaciones y Logística de Steve McCurry Studios, Nueva York), Camille Clech (Gerente de Exposiciones de Steve McCurry Studios, NY) y a Bonnie McCurry (Presidente de McCurry Foundation) haberme dado esta oportunidad y haber compartido con Zenda Libros este impresionante material fotográfico, y por supuesto, al gran Steve McCurry le agradezco esta anhelada entrevista que hemos mantenido, y le felicito por una vida dedicada a contar historias conmovedoras, reveladas a través de la mirada de sus protagonistas.
TITULO:TARDE DE CINE CON - Paparazis en el after: retratos de la decadencia de reyes y hombres,.
Paparazis en el after: retratos de la decadencia de reyes y hombres,.
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No son pocos los famosos de fiesta que la lían con agraz resaca para su imagen. Desde el brazalete nazi del 'díscolo' Enrique a Guti en Estambul,.
La escritura parte de una anécdota real, aunque probablemente haya otras en la novela que parecen mucho más reales y son pura fábula. En mis años mozos, mientras estudiaba la carrera, trabajé en la librería de un gran almacén y una tarde un señor mayor se me acercó y me preguntó por un libro. Como no lo encontraba, acabé preguntando al encargado y este lo sacó de un cajón para que lo pusiera en los estantes entre los libros en oferta. El hombre resultó ser el autor de un libro descatalogado que venía a comprobar si se seguía vendiendo su novela y al que engañaban piadosamente. Esta anécdota fue la chispa que encendió el motor de un relato sobre las ficciones en las que vivimos, sobre las mentiras que nos construyen o contribuimos a construir. Decidí contar la historia desde la perplejidad de un outsider. Por eso elegí que fuera Julián Montero, un chico reñido con el mundo académico, laboral y social, el que contara la historia. Creo que, al igual que solo desde los oídos de un extranjero es posible detectar los misterios de tu propio idioma, para ver la trama de la vida y sus trampantojos nada como la perspectiva de un inadaptado.
Contra lo que pudiera parecer no es un libro autobiográfico. A Julián le he prestado experiencias y lecturas, sí, yo también trabajé como él en una librería, pero no es un trasunto mío, porque desde que comenzó a andar por el papel Julián fue generando un pensamiento propio. Él es un poco más joven que yo, probablemente más agudo y divertido, pero sin duda más vago, más descreído que yo, que además he tenido mucha más suerte que él. Pero lo pasé en grande en su compañía.
Para mí, el gran acierto de la novela, la inspiración fundacional, fue dar con ese personaje narrador. A los poetas los dioses les dan los primeros versos, a mí me enviaron un personaje cuando comencé a escribirla allá por el año 1999. Entonces había dejado el periodismo activo y trabajaba en el gabinete de comunicación de una empresa. A trompicones, robando horas al sueño, comencé los primeros capítulos, pero en una crisis de inspiración y falta de tiempo, abandoné el proyecto y al pobre Julián justo en la entrada la vida adulta.
La comezón verbal la canalicé a partir de entonces con la poesía. La lírica no es tan exigente como la narrativa en términos de dedicación. Escribir una novela, como decía Gil de Biedma, exige un esfuerzo físico, hay que sentarse a esperar que se te ocurran cosas, es como sacarse una oposición a abogado del Estado.
En el año 2009, expulsado del mundo laboral por un ERE decidí sacarme la oposición a abogado del Estado de la Ficción y reanudé la escritura de la novela, justo en el capítulo en el que, precisamente, el protagonista encuentra trabajo en una librería. Así que a partir de enero de aquel año, cada día, después de llevar a mi mujer al trabajo y a mi hija al colegio, encomendándome a los santos patrones de la Ficción, me sentaba en mi escritorio a que se me ocurrieran las peripecias de mi perplejo hombre rana, a la sazón embarcado en una trama que avanzaba hacia una inadvertida gran cascada de acontecimientos.
Desgraciadamente, escribir no siempre es divertido, pero tiene momentos impagables: el adjetivo que te llega caído del cielo, la frase afortunada que te justifica un día de improductividad, y luego están los personajes que surgen venidos de esa maravillosa agencia de casting que está en la esquina de la avenida de la memoria con la calle imaginación, y que dirige una representante un tanto ciclotímica.
Así, por las páginas de esta demencial historia comenzaron a desfilar multitud de personajes: una madre de ambiciones desmedidas que asegura haber sido doble de Sofía Loren en El Cid; una hermana envidiosa, tan carente de belleza como de piedad; unos activistas universitarios de tres al cuarto; un patético escritor fracasado que vaga en pena por las librerías con su manuscrito inédito; un viejo poeta epicúreo y plagiario; una despampanante chica rusa, tan solícita como esquiva; un enigmático detective jubilado que advierte sobre las mentiras del género negro; un mafioso feroz y salaz; el fantasma catódico y satinado de Roldán, el exdirector de la Guardia Civil; un cargante profeta de la era del Consumo; una camarera con poderes y gustos paranormales; un cínico periodista y su círculo de adoradores de la Santa Brevedad; un paparazi dispuesto a pescar merluzos y combatir el mal con su objetivo…
He de confesar que el título lo puse cuando tenía la novela avanzada y buscaba un término omnicomprensivo para una trama con varios frentes… En mis primeros borradores la novela se tituló el hombre que no podía escribir una novela, lo cual no era probablemente el mejor acicate. Pero al final di con Las confabulaciones; como dice su protagonista, un buen título canaliza las fuerzas centrífugas de la inspiración.
En la primavera de 2015 enfilé la recta final de mi novela. Me faltaba el capítulo final. Sabía lo que iba a pasar, pero necesitaba encontrar la manera de contarlo sin que resultara —o por lo menos a mí me lo pareciera— forzado, artificial o tramposo. Los medicamentos administrados al protagonista —sí, lo sé, Deus ex chemica— me permitieron encontrar la bruma que necesitaba para darle el sfumato que requería el final. Pero la novela distaba mucho de estar acabada. Afortunadamente, encontrar editor no fue fácil y el dilatado proceso de publicación me permitió pulirla. Nuevas relecturas y lecturas de ojos ajenos aconsejaron eliminar ciertos adjetivos, frases, párrafos, personajes y capítulos…, hasta que ya sí, por fin, la novela quedó lista y creo que mejorada en 2018.
Manuel Longares, a quién nunca agradeceré lo bastante su apoyo, fue el primero en apuntar lo cervantina que me había salido la criatura en el prólogo que escribió. Pero cuando leí las primeras frases de la crítica de José María Pozuelo, titulada “Juegos de un simulador” y en la que relacionaba mi novela con Juegos de la edad tardía, me llevé un sorpresón. Inmediatamente pensé en el escritor del pueblo de la película Amanece que no es poco que reconoce que el nuevo libro que escribe le está saliendo Ada o el ardor, y traté de imaginar la cara que pondría mi amigo Jesús Alonso, gran lector de Landero, al leer semejante comparación. Pero luego entendí que lo que me emparentaba con Landero era más el espíritu que la letra. Lo cual es un honor, por tratarse de uno de mis escritores de referencia. Pero sí, reconozco que me ha salido un tanto landerino-cervantina, por su pesimismo risueño. Creo que es difícil resumirla, a mí me costó un triunfo hacer la sinopsis. Pero por hacerlo en unas pocas palabras, diré que la novela habla de las mentiras de la vida y la verdad de la ficción. Pero hasta esto, a lo mejor, es mucho.
En el fondo es, como toda novela, un cuento de hadas verosímil. Con ella reivindico la capacidad de la palabra para construir ficciones más reales que la vida, o al menos tan irreales como la vida misma; y el humor como opción vital y artística: el viejo recurso desacralizador y liberador de miedos y tensiones. Ambos, ficción y humor, son los dos grandes recursos con que contamos para ensanchar los confines de la experiencia y hacer más vivible la vida. Porque como el mismo protagonista de Las confabulaciones dice: “si no fuera por la imaginación la vida sería una sucesión de trámites sin cuento…”.
Ahora, a Julián Montero y a mí no nos queda más que esperar estar de suerte y encontrar nuestros lectores ideales, esos que según Carver, “leerán el relato hasta el final, y al acabar las últimas frases se quedarán sentados en silencio un minuto”, como dicen que quedan los que han disfrutado mucho.
TITULO: Historia de nuestro cine - Cine - Tres días con la familia ., Viernes -12 - Julio ,.
El Viernes - 12 - Julio ,. a las 22:15 por La 2, foto,.
Reparto,. Nausicaa Bonnín, Eduard Fernández, Philippine Leroy-Beaulieu,.
Después de haber pasado algún tiempo en el extranjero, Léa debe regresar inmediatamente a Gerona, donde su abuelo paterno acaba de fallecer. La muerte del patriarca de los Vich i Carbó es la excusa perfecta para forzar la convivencia entre sus descendientes. Los tres días que duran el velatorio y las exequias sirven para mostrar el juego de las apariencias y la hipocresía típico de una familia de la burguesía conservadora, en la que los problemas son evidentes, pero nunca se hacen explícitos. Léa rechaza este mundo hipócrita que se le adhiere a la piel como un traje hecho a medida.
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