TITULO: BOLIGRAFO Y LIBRETA - EL BINGO - Maestros de la Costura - La moda de vestirse desnuda ,. Miercoles - 10 - Julio ,.
BOLIGRAFO Y LIBRETA - EL BINGO - Maestros de la Costura - La moda de vestirse desnuda , . Miercoles - 10 - Julio , fotos,.
La moda de vestirse desnuda,.
Las transparencias y las prendas que muestran más piel de la que visten, no son ninguna novedad en el mundo de la moda. Los pechos que se rebelan sin tapujos bajo una blusa, los vestidos que dejan ver como una radiografía piernas e incluso ropa interior están siempre presentes en más de una colección temporada tras temporada. Y, si sobre la pasarela, una modelo deja ver más de lo que habitualmente estamos acostumbrados, esa será la fotografía que abrirá la sección de moda en la prensa y telediarios. La desnudez es una constante en la moda cuya presencia y manera de exhibirla ha variado según la tendencia del momento.
De las fotografías de Helmut Newton a las de Peter Lindbergh, de los atrevidos modelos de Versace en los 90s a los actuales diseños de Valentino o Gucci o la irreverencia de las editoriales de moda de Carine Roitfeld. Desnudar el cuerpo de la mujer, paradojicamente, sirve -y mucho- para vender ropa. Sin embargo, en las últimas temporadas los diseñadores desnudan con sus prendas a las mujeres de una manera distinta a cómo se hacía hasta el momento. Se enseña más pero de una manera más romántica, más sutil -todo lo sutil que puede ser un desnudo, claro-, alejada de los grandes escotes o las minifaldas, ahora la silueta femenina se muestra sin tapujos velada tras transparencias de gasa o tul que enseñan directamente sin insinuar. Los pechos han dejado de ser un tabú y muestran su anatomía completa en las colecciones de muchos diseñadores. Las mujeres muestran su cuerpo sin pudor, orgullosas de su condición femenina y sin necesidad de que sea la imaginación de otra persona la que las acabe de desnudar en sus cabezas.
En las últimas colecciones presentadas en las Semanas de la Moda internacionales, podemos encontrar más de un ejemplo de esta tendencia que es la desnudez sin complejos. Los vestidos mezcla de ingenuidad y poder de Gucci, las elegantes transparencias de Simone Rocha o Rodarte y la delicada manera de mostrar la anatomía femenina de Valentino, son algunos de los ejemplos más destacables. También en la moda española podemos,.
Encontrar alguna colección que sigue esta tendencia. La más reciente es la del diseñador Juan Vidal, que en su último desfile en Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, sorprendió con una colección “Inside Linda” que celebra el cuerpo femenino con vestidos que “desnudan” a una mujer fuerte y decidida. La alfombra roja de los premios Oscar y sus correspondientes fiestas son el mejor banco de pruebas de las tendencias que vemos sobre las pasarelas. Siguiendo con la moda de vestirse para ir lo más desnuda posible, pudimos ver a Diane Kruger en la fiesta organizada por Vanity Fair con un diseño de Reem Acra transparente en tono burdeos, la top model Lily Aldridge lo hizo en negro escotada y con líneas asimétricas, mientras que la cantante Gwen Stefani (en la foto de portada) vistió un diseño en rojo de Yanina Couture con pétalos estratégicamente situados.
De la cosificación de la mujer a la liberación del cuerpo femenino
Aunque parezca increíble, la manera en la que la moda muestra el cuerpo femenino ha cambiado sustancialmente a lo largo de los años. La desnudez es la misma pero el concepto ha cambiado, los diseñadores no desnudan a las mujeres en sus colecciones para convertirlas en objetos de deseo -aunque el erotismo de la piel es inevitable-, ya no buscan “cosificarlas” ni convertirlas en la fantasía de nadie. La moda, en la actualidad, desnuda a las mujeres como parte de su liberación y para hacer saltar por los aires cualquier prejuicio. La moda desviste a la mujer como un acto de libertad que roza la reivindicación. Algunos diseños gritan que las mujeres son dueñas de su cuerpo y de cómo quieren mostrarlo, sin complejos ni prejuicios. Mujeres fuertes y decididas que demuestran así su control sobre su propio cuerpo. Es una desnudez menos erótica y más reivindicativa, más libre.
Desnudez, feminismo y moda
Las activistas feministas de FEMEN utilizan su desnudez como denuncia en sus protestas y #Freethenipple es una campaña surgida en Instagram como respuesta a las normas de uso de esta red social que no permite que en sus fotos se muestren pezones. Puntualizo, pezones femeninos, los masculinos están permitidos. Utilizar el propio cuerpo para denunciar su cosificación parece paradójico pero cuando esos discursos se hacen presentes de la mano de un cuerpo desnudo, quedan al desnudo -valga la redundancia-, todos aquellos ropajes cuestionadores de la libertad femenina. Hay muchas formas de reivindicar el cuerpo de la mujer. Pero antes que nada, para liberarlo hay que aceptarlo. La moda puede ser una de esas formas y pone en manos de las mujeres la posiblidad de liberar nuestro cuerpo, quererlo y aceptarlo. Las tendencias se posicionan ésta vez del lado de las mujeres, vestirnos con la desnudez de algunos diseños es una manera de reivindicar el cuerpo femenino y su libertad.
TITULO:
El Juego Rana - El Juego Oca - RADIO ANTIGUA - Las cortinas de humo música ,.
El
Juego Rana - El Juego Oca - RADIO ANTIGUA - Las cortinas de humo música ,
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Las cortinas de humo música,.
Escuchaban música cuando sonó el teléfono. Eran las nueve de una noche de verano, habían terminado de cenar y Christine atendía con concentración, sentada sobre sus pies en la butaca; reconocía la música, pero no recordaba el nombre del compositor. Alex había elegido la pieza sin consultarla y Christine se negaba obstinadamente a preguntárselo: a Alex le gustaba demasiado saber lo que ella no sabía. Estaba echado en el sofá del ventanal con un libro abierto en la mano, sin leer, el libro caído sobre el pecho porque en realidad miraba el cielo. Su piso ocupaba la primera planta del edificio y la ventana de la sala daba a una calle amplia, flanqueada por plátanos. De pronto, unos periquitos pasaron volando desde el parque y la oscuridad purpúrea del haya roja llameó en el cielo turquesa, tragándose lo que quedaba de luz. En una rama, Christine vio el perfil de un mirlo con el pico abierto. Probablemente cantaba, pero la música grabada sofocaba sus trinos.
Era el teléfono fijo. Christine tuvo que abstraerse de la música, levantarse y mirar a su alrededor para ver dónde habrían dejado el aparato la última vez; seguramente cerca, entre los montones de libros y papeles. ¿O en la cocina, con los platos sucios? Alex hizo oídos sordos, o sólo demostró percatarse de la molestia por un pequeño gesto de irritación en su cara, siempre con esa expresividad líquida, exótica, porque tenía unos ojos oscuros y perfilados como si estuvieran pintados. El efecto era más notable con los años a medida que su cabello, antes cobrizo, perdía color y luminosidad.
Probablemente sería su madre, y no la de Alex; o quizá fuese su hija Isobel, y Christine quería hablar con ella. Abandonó la idea de encontrar el teléfono y, sin molestarse en ponerse sus alpargatas, corrió descalza escalera arriba, subiendo los peldaños de dos en dos –aún podía hacerlo– para responder desde el supletorio de su habitación. En la sala de abajo, la música –Schubert, o algo así– siguió sin ella, y mientras se desplomaba sobre un lado de la cama y respondía jadeante, oyó una vertiginosa sucesión de notas descendentes. Aquel dormitorio que habían construido bajo los afilados ángulos del tejado conservaba el calor del día y toda una serie de olores: el humo del tráfico, la madreselva del jardín vecino, la alfombra polvorienta, libros, su perfume y su crema facial, el tenue olor corporal de las sábanas. Las litografías, las fotografías y los dibujos de las paredes (en algunos casos, su propia obra) habían desaparecido en la penumbra y sólo se adivinaba su contorno enmarcado en la pintura blanca. Ahora sí pudo oír el mirlo por el tragaluz abierto.
Dulzura.
–¿Sí?
Siguió una confusión de ruidos en el otro extremo de la línea, como si la llamada procediera de un espacio público, tal vez una estación, desde donde resultara difícil hablar. Alguien preguntaba por ella.
–¿Me oyes?
–¿Eres tú, Lyd? –Christine notó que esbozaba una sonrisa amable, sociable, aunque nadie pudiese verla, y se sentó en la cama con las rodillas juntas. Le pareció que Lydia había estado bebiendo, lo que tampoco se salía de lo normal. Tenía la voz pastosa y pronunciaba mal, como si algo estuviese descolocado–. ¿Qué pasa?
–Estoy en el hospital –gritó Lydia–. Ha ocurrido algo.
–¿Qué ha pasado?
–Es Zachary. Se ha puesto enfermo en el trabajo.
La habitación se estremeció, se alteró su quietud y unas motas de polvo bajaron en espiral desde el techo. Zachary era invulnerable. Era una roca, nunca enfermaba. No, no algo tan inerte como una roca: un gigante alegre y rebosante de energía. Christine dijo que llamaría a un taxi de inmediato y tardaría media hora, como mucho, en llegar.
–¿Qué hospital? ¿En qué planta? ¿Qué le pasa?
–Es el corazón.
–¿Ha tenido un infarto?
–No lo saben, pero creen que es el corazón. Estaba perfectamente bien en su despacho de la galería, hablando con Jane Ogden sobre una nueva exposición, cuando de pronto se ha desplomado. Se ha dado un golpe con la mesa y todo ha salido volando. Puede que se haya golpeado la cabeza.
–¿Y qué le van a hacer? ¿Van a operarlo?
–¿Por qué no me escuchas, Christine? Ya te lo he dicho, ha muerto.
***
Christine iba a decírselo a Alex cuando se detuvo ante la puerta abierta de su estudio, donde los contornos de su obra la esperaban fielmente en la penumbra: botes de tinta, retorcidos tubos de pintura, la tetera de porcelana china con sus rotuladores y pinceles, el corcho donde había clavado postales y fotografías arrancadas de revistas, plumas, trapos manchados, viejos pedazos de plástico. Unas hojas cremosas de papel grueso la aguardaban en la mesa; había lienzos imprimados apoyados contra la pared y obras inacabadas en el caballete, o clavadas en tablones. Todas las mañanas entraba en aquel escenario como si de una ceremonia religiosa se tratara y seguía pequeños rituales que nunca le había mencionado a nadie. Últimamente su mayor deseo era trabajar allí, de pie ante el caballete o con la cabeza y los hombros inclinados sobre un papel en la mesa, concentrada, ensimismada en su imitación de formas, en sus invenciones. Ahora, sin embargo, la idea de esta obra, el punto fijo que la guiaba, le repugnó. Le pareció fraudulenta, el proyecto bochornoso de su propia vanidad, y cerró rápidamente la puerta. Luego volvió a abrirla; al otro lado había una llave que usaba para encerrarse cuando no quería que la interrumpiesen. La cogió, cerró el estudio por fuera y se guardó la llave en el bolsillo de los vaqueros.
La música seguía sonando en la sala.
–¿Era tu madre? –preguntó Alex.
Christine tenía el corazón desbocado y no sabía si podría hablar. Era espantoso tener que destrozar con aquella noticia la felicidad de Alex, que estaba recostado despreocupadamente, o al menos no más preocupado de lo habitual, en los cojines del sofá.
–Era Lydia.
–¿Qué quería?
–Alex, tengo que decirte algo. Zachary ha sufrido un infarto. Parece que ha sido un infarto.
–No.
–Ha muerto. Se ha ido.
Por un momento Alex mostró una conmoción cruda e intensa que resaltó el escarlata de los cojines.
–No puede ser. No.
Alex solía mostrarse sereno e inmune a todo; tenía una energía compacta y elástica, una mandíbula pugnaz y afilada, y la cabeza alerta, sensual como la de un emperador.
–Lydia me ha llamado del hospital, está en el Universitario. Voy para allá. He llamado a un taxi.
Alex se levantó en la habitación en penumbra y el libro se le cayó al suelo.
–No puede ser verdad. ¿Qué ha pasado?
–Estaba junto a su mesa del despacho en la galería, hablaba con Jane Ogden y se encontraba perfectamente bien cuando de pronto se ha derrumbado; puede que se haya golpeado la cabeza al caer. Hannah ha intentado reanimarlo, los de emergencias lo han intentado todo. Cuando ha llegado al hospital ya había muerto. Jane ha tenido que llamar a Lydia, que estaba de compras.
–¿A qué hora ha pasado?
Christine no estaba segura; a última hora de la tarde o a primera de la noche.
–Es increíble –dijo Alex–. No, no puede ser. Lo vi el fin de semana y estaba bien.
–Lo sé. Parece imposible.
Cuando Christine hizo ademán de apagar la música, él le dijo que esperase, que casi había terminado.
–Deja que acabe.
Alex posó las manos en sus hombros para detenerla, para consolarla. La tocó con calidez, pero ella no se permitió sentirlo. Se quedaron frente a frente. Alex era robusto, de estatura media; probablemente ella le superaba en un par de centímetros, aunque él nunca se lo había creído. Al principio, Christine se impacientó.
–Tengo prisa, no sé si Lydia está sola en el hospital.
–El taxi no ha llegado aún. Escucha.
Parecía artificial y forzado esperar a que terminase la música. Christine iba acelerada y era incapaz de escuchar, aborrecía su ofrenda de complejidad y belleza. Pero luego empezó a ceder bajo el firme peso de las manos de Alex, del violín, el piano y el violonchelo que se precipitaban a su final. Liberaron algo que se había obstruido en su interior. Reparó en que se abrazaba el torso como si estuviera protegiéndose, o cerrándose, y agradeció que las lámparas siguieran apagadas. Se abrazaron. Alex, de llanto fácil, tenía lágrimas en la cara. Poseía un don para las ceremonias del que ella carecía; la abochornaban. Aquel momento se había vuelto ceremonial y la conciencia de Christine se acalló por fin, se detuvo. Por primera vez pensó directamente en Zachary, en la realidad de Zachary. Pero era insoportable.
–Deja que te acompañe al hospital –dijo Alex–. Te llevo.
Christine lo pensó.
–No, es mejor que vaya sola. Que primero estemos sólo las dos. La traeré aquí. Podrías hacerle la cama.
Se había imaginado corriendo arriba y abajo por los pasillos del hospital en busca de Lydia, que estaría velando el cadáver de Zach detrás de unas cortinas o que quizá esperaba en una sala reservada para los que acababan de perder a un ser querido. Pero en cuanto Christine cruzó las puertas acristaladas del centro hospitalario, Lydia se levantó de una de las sillas de plástico azul alineadas ante el mostrador de recepción, donde aguardaba sentada entre los demás. Su chaqueta de terciopelo azul cielo con cuello de falsa piel de leopardo le daba un aire de princesa contrariada, altiva y extraordinaria. Cuando Christine corrió a abrazarla, la gente se volvió para mirar. Solían tomar a Lydia por alguien famoso. Voluptuosa, con cabello ondulado color miel y el labio inferior henchido en un puchero permanente, dedicaba gran atención a su maquillaje y su ropa para conseguir aquel aspecto extravagante, sensual y teatral. Su piel pálida tenía un matiz azulado, como el de la leche desnatada.
–¿Dónde te habías metido? ¡Llevo esperando una eternidad!
–Sólo media hora. He tenido que llamar un taxi.
De pronto Christine comprendió que había estado temiendo aquel momento, imaginando que el golpe de la muerte de Zachary haría que Lydia se mostrara más dominante de lo habitual. Y sintió vergüenza y compasión, pues su amiga sólo parecía perdida y desorientada. Al abrazarla, la notó rígida, como si la hubiesen herido; sus manos cargadas de anillos estaban frías e inertes. Christine pensó que de ahora en adelante debería cuidar de ella, no fallarle.
–¡Me parece increíble que te hayan dejado aquí sola!
–Quería estar sola. Les he dicho a todos que se fueran. Además no aguanto a Jane Ogden. Era evidente que se moría de ganas de contarles a todos lo que había pasado, con ella como centro de atención, desde luego. He dicho que sólo os quería ver a ti y a Alex. ¿Dónde está Alex?
–Está en casa, haciéndote la cama.
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JUEGO LA PERA - EL JUEGO RELOJ - Universo Valdano - Fútbol -Eurocopa - A octavos se va por la izquierda , .
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Resultado Final - POLONIA -1 - AUSTRIA -3-,.
Austria apura sus opciones de pasar de ronda con su 1-3 ante Polonia, la primera eliminada de la Eurocopa. Los tres goles llegaron por la izquierda. Lewandowksi salió en el minuto 60.
Polonia y Austria veían este partido como un “partido eliminatorio”. Ganar no te asegura los octavos, pero perder sí la (casi) eliminación. Los austriacos se colocaron en la primera situación y los polacos, en la segunda, después del 1-3 en el Olímpico de Berlín. Se terminó por confirmar que Polonia era la primera selección en caer eliminada de la Eurocopa con el empate entre Países Bajos y Francia unas horas más tarde. El equipo de Rangnick aprovechó su banda izquierda y la clase de Arnautovic para batir a la pobre propuesta que acostumbra a ofrecer Polonia en los grandes torneos. Por algo solo ha sobrevivido en dos ocasiones a la fase de grupos en nueve participaciones entre Eurocopas y Mundiales en este siglo.
Tanto Probierz como Rangnick hicieron bastantes cambios en su once inicial respecto a la primera jornada. El primero no se atrevió a poner a Lewandowski de inicio. Y el segundo decidió dejar a Wöber, sobrepasado ante Francia, en el banquillo. Sus reemplazos fueron Trauner y Piatek y ambos marcaron gol. Rangnick planteó un equipo que atacaba mucho por la izquierda, con Mwene como absoluto protagonista y apoyado por Sabitzer y Grillitsch. Un centro colgado por el lateral izquierdo encontró a Trauner en el primer palo y, con un cabezazo, coló el balón por la escuadra. Lejos de venirse abajo, Polonia reaccionó bastante bien. Siguió atacando por las bandas, su plan A, y Piatek terminó viéndose en el área con un balón suelto a tiro. Con él batió a Pentz.
Austria quería salir rápido, pero la ocasión más potente llegó por medio de una falta en la frontal que Pentz le paró a Zielinski. Los dos entrenadores ajustaron a su equipo en el descanso. Rangnick quiso usar más la banda derecha y añadió a Wimmer, renunciando a Grillitsch y retrocediendo a Laimer al centro del campo. Probierz, repitió el recurso que le sirvió ante Países Bajos: Moder.
La realidad es que ninguna de las dos ideas funcionó de inmediato. Una genialidad de Arnautovic fue la que propició el 1-2. Prass, ya en el campo para dar descanso a un Mwene que no se cansó de llevar el peso en ataque del equipo, metió el balón al carril central. Solo a Arnautovic se le ocurrió que la podía dejar pasar, y el balón le cayó a Baumgartner. Con espacio para pensar por la sorpresa de Arnautovic, pudo preparar el disparo con mimo y batir a Szczesny. A Wimmer le negaron el tercero para su equipo, pero porque aún no se había dado cuenta de que el partido solo se iba a decidir por la banda izquierda. Cuando Arnautovic prolongó con la cabeza un balón largo, Sabitzer apareció desde allí y se plantó mano a mano con Szczesny. El todavía portero de la Juventus le derribó con el pecho y la mandíbula cuando se lanzó al suelo. Y Arnautovic puso la distancia necesaria en el marcador como para sentenciar el partido desde los once metros. Se le saltaron las lágrimas. Los octavos son posibles. No para Polonia; Lewandowski vuelve a casa.
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El país de La gran fractura,.
El Martes - 9 - Julio 22:00 por la Sexta,fotos,.
La gran fractura,.
11M: 20 ANIVERSARIO,.
Los atentados del 11-M agudizaron la brecha entre la izquierda y la derecha y el PP se sumió en una crisis interna tras la derrota electoral,.
Existen razones para considerar muy probable que el número de implicados en la red del 11-M fuese entre significativa y considerablemente mayor,.
La red yihadista del 11-M tuvo veinticinco integrantes sobre los cuales podemos hablar con fundamento. Todos estaban en libertad cuando tuvieron lugar los atentados en Madrid, aunque uno se hallaba en busca y captura. Hasta quince recibieron condenas de uno u otro tipo en procedimientos judiciales abiertos por esos hechos: once en Madrid, tres en Rabat y uno en Milán. Siete perecieron en la explosión suicida de Leganés. Tres consiguieron huir a Irak y perdieron la vida combatiendo en la rama iraquí de Al Qaeda, si bien la suerte de uno de ellos no está formalmente documentada. Todos se incorporaron a la red del 11-M a través de alguno de los tres componentes que la configuraron.
Al núcleo inicial, constituido por individuos imbricados previamente en la célula de Abu Dahdah, pertenecieron Serhane ben Abdelmajid Fakhet, el Tunecino, Said Berraj y Jamal Zougam. Estos incorporaron a los argelinos Allekema Lamari, exmiembro de una célula del Grupo Islámico Armado desarticulada en Valencia en 1997 –excarcelado en junio de 2002 por error judicial– y Daoud Ouhnane. Además, establecieron vínculos con Rabei Osman Es Sayed Ahmed, Mohamed el Egipcio, reclutador itinerante para Al Qaeda, su cercano Mohamed Larbi ben Sellam, Fouad el Morabit Amghar y Abdelilah Hriz. Estos nueve yihadistas, cinco marroquíes, formaron el primer componente de la red del 11-M.
El Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM) aportó el segundo componente. Lo constituyeron, por una parte, dos de sus más notables miembros radicados en Europa occidental, Hassan el Haski y Youssef Belhadj. Las actividades de radicalización y reclutamiento que este último, junto al hermano con quien residía en Molenbeek, un distrito de Bruselas, había llevado a cabo en la localidad madrileña de Parla, permitieron incorporar a Mohamed Afalah, Mohamed Belhadj y Abdelmajid Bouchar. Este propició que se uniese Mohamed Bouharrat. En conjunto, estos seis individuos estuvieron inmersos en el componente con que el GICM contribuyó a la red terrorista del 11-M.
La incorporación de un tercer y último componente a la red del 11-M obedeció a la determinación de Jamal Ahmidan, el Chino, otro marroquí con amplio historial delictivo, principalmente como narcotraficante. Una vez supo de los planes en curso para atentar en Madrid, movilizó a nueve marroquíes más, miembros de la banda de delincuentes de la cual había sido largo tiempo cabecilla. Entre ellos, los hermanos Mohamed y Rachid Oulad Akcha y Abdenabi Kounjaa. También asoció a este componente a otros individuos con trayectoria criminal previa como Hamid Ahmidan y Hicham Ahmidan, Rachid Aglif, Saed el Harrak, Rifaat Anouar Asrih y Othman el Gnaoui.
Una vez ensamblados, la interconexión entre componentes correspondió a sus respectivos nodos neurálgicos. Para el del GICM y el de la banda de delincuentes convertidos en yihadistas, los nodos no variaron, siendo Youssef Belhadj y Jamal Ahmidan respectivamente. Otra cosa ocurrió respecto al componente procedente de la célula de Abu Dahdah, cuyo nodo fue finalmente el Tunecino porque a los dos previos se les detuvo durante 2003, uno en Marruecos y otro España. En la jerarquía de la red del 11-M el Tunecino prevalecía, pero los tres nodos estaban en contacto con Amer Azizi, convertido ya en conducto entre ese entramado y el mando de operaciones externas de Al Qaeda.
Ahora bien, existen razones para considerar muy probable que el número de implicados en la red del 11-M fuese entre significativa y considerablemente mayor. Para empezar, que incluyera a Mouhannad Almallah Dabas, sirio naturalizado español, condenado en la Audiencia Nacional por integración en grupo terrorista en la principal sentencia por el 11- M. Fue absuelto en una segunda sentencia emitida por el Tribunal Supremo donde, sin embargo, los jueces no cuestionaban que sus ideas fuesen las de un islamista radical que justificaba el uso de la violencia. Almallah viajó en 2013 a Siria, donde murió abatido cuando desarrollaba funciones logísticas en favor del Frente Al Nusra, entonces rama territorial de Al Qaeda.
Otro individuo que bien pudo formar parte de la trama fue el marroquí que ofreció su domicilio para que exmiembros de la célula de Abu Dahdah comenzaran a reunirse en marzo de 2002. O el marroquí que en septiembre de ese año viajó a Valencia para trasladar a Lamari a Madrid e incorporarlo a la red del 11-M. O el argelino cuya huella apareció en Leganés, pasado integrante de una célula del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate. O el otro argelino, un tal Mokhtar o Abu Hafj, con conocimientos de informática, que tras el 11-M se ocultó en Pamplona, escapando luego a Italia. O el búlgaro que regresó a su país desde Madrid ocho días antes del 11-M con notas para confeccionar bombas que le había dado el Tunecino. Asimismo, los individuos que asistieron económicamente a Afalah durante su huida para sobornar a un vigilante del centro para indocumentados donde permaneció internado en Turquía antes de llegar a Irak. O quienes lo hicieron con Mohamed Belhadj en Bélgica antes de irse a Siria, donde fue detenido y entregado a Marruecos.
Igualmente hay motivos para preguntarse si el propio Abu Dahdah, entonces preso a la espera de juicio, estuvo confabulado con los terroristas de Madrid. Un egipcio, íntimo del Tunecino, lo visitó en el centro penitenciario de Soto del Real al menos catorce veces entre junio de 2003 y marzo de 2004. La última, sólo cinco días antes del 11-M.
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