domingo, 9 de junio de 2024

Cartas Olvidadas - A QUEMARROPA O LIGAR - Las vacaciones de los deportistas y famosos ( 1º parte ) ,. / Cartas en el Cajon - UN INUSUAL AZORÍN SATÍRICO ,. / REVISTA TENIS - ROLAND GARROS - Alcaraz cumple su sueño,.

   TITULO:  Cartas Olvidadas - A QUEMARROPA O LIGAR - Las vacaciones de los deportistas y famosos ( 1º parte ),.

 

Las vacaciones de los deportistas y famosos ( 1º parte ),.

Con la llegada del verano son muchos los famosos y deportistas que disfrutan de sus días de vacaciones y las comparten con sus seguidores en las redes sociales.


Las vacaciones de los deportistas y famosos
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Sara Fructuoso

fotos / @sarafructuoso
Las vacaciones de los deportistas y famosos
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Yaiza Tejera

@yai.tejera
Las vacaciones de los deportistas y famosos
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Ivan Rakitic y Raquel Mauri

@ivanrakitic
Las vacaciones de los deportistas y famosos
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Matthijs De Ligt y AnneKee Molenaar

@mdeligt_
Las vacaciones de los deportistas y famosos
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Iniesta y Anna Ortiz

@annaortiz34
Las vacaciones de los deportistas y famosos
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Xavi y Núria Cunillera, Héctor Moreno e Irene Martínez

@nuriacunillera81
Las vacaciones de los deportistas y famosos
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Sofia Balbi y Luis Suárez

@sofibalbi
Las vacaciones de los deportistas y famosos
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Adriana Abenia

TITULO: Cartas en el Cajon -  UN INUSUAL AZORÍN SATÍRICO,.

 UN INUSUAL AZORÍN SATÍRICO,.

 March, de Azorín

foto / Habíamos, en un artículo, mostrado extrañeza ante la larga prisión de don Juan March. Y a los días en todos los periódicos aparecía un extenso alegato de su abogado. Con el periódico en la mano, considerábamos este escrito. No entendemos nada de las leyes; hemos hecho, en lejanos tiempos, estudios de Derecho en la Universidad. ¿Lograríamos entender ese alegato —o como quisiera llamársele— en que tantos y tantos cargos y descargos se consignaban? Y comenzamos la lectura. El escrito se iba desenvolviendo lenta y pausadamente. No encontrábamos —con profunda sorpresa nuestra— nada que fuera difícil, arduo, oscuro, enredijado en las razones que se iban exponiendo. Las leíamos, leíamos los cargos y descargos, cual si se tratara de una amena novela o de un interesante drama. Y no paso más. El tiempo discurría; los días iban sucediéndose. Otros asuntos embargaban nuestra atención. Y una mañana, distraídamente, sin pensarlo, volvimos a coger el antiguo periódico. Hemos hablado de una novela; el novelista, el autor de cuentos y novelas, despertaba, ahora, sin poderlo remediar, en nosotros. Ante este escrito, tan largo y tan minucioso, sentíamos el aguijón del novelista. Y como novelista lo estábamos estudiando ya. Una vez, más leíamos el alegato del jurista. Alguien hacía cargos; iba haciendo cargos, iba formulando reproches, condenaciones. Y el jurista, con escrupulosidad, con cuidado, iba contestando a tales y tantos reproches, cargos o condenaciones. Los cargos no parecían ahora, leídos como novelista, leídos como podía leer un autor de novelas o un creador de personajes e incidencias teatrales, un poco exagerados. No nos decidíamos a pronunciar la palabra «exageración»; no era éste el vocablo adecuado. Había que precisar. Si durante un año había yo seguido el asunto de este prisionero, lógica y continuadamente se había ido formando en nuestro espíritu un concepto que ahora estábamos confrontando con la realidad. El concepto se hallaba vivo, auténtico, formal, en nuestra sensibilidad. Y la realidad que había de corresponder a tal concepto la teníamos allí, ante nosotros, en aquel pedazo de papel. Nuestros ojos iban del concepto a la realidad, y de la realidad al concepto. Y había algo que nos hacía dudar y que no acertábamos a definir.

"No conocíamos los cargos que se hacían a D. Juan March, y leíamos con vivo interés el escrito que ante la vista teníamos"

En una casa, una de esas casas antiguas, con multitud de anejos y de accesorias, vamos visitando todas las dependencias: salas, pasillos, galerías, cuartitos y espaciosas cámaras. No conocemos la casa y tomamos, en este visitar, un vivo gusto. No conocíamos los cargos que se hacían a D. Juan March, y leíamos con vivo interés el escrito que ante la vista teníamos. Y de pronto, en el recorrer de la casa, en el ameno ir y venir por los espaciosos salones o reducidos cuartitos, encontramos un desnivel. El piso en el que antes poníamos los pies ahora sufre un descenso y hemos de entrar en otro plano. ¿Por qué se produce este desnivel? ¿A qué atribuimos este descenso del piso en la vieja casa? Pensamos un instante; nos asomamos a la ventana; hacemos mentalmente un ligero cálculo, y venimos a caer en la cuenta de que, en la casa, de un anejo hemos pasado a otro. Y al pensar en esto, al recordar nuestros paseos por antiguas casas de pueblo, relacionábamos sus desniveles con el desnivel que ahora, en el escrito de los cargos y los descargos, habíamos notado. Los cargos no eran gran cosa; no tenían, en fin de cuentas, nada de extraordinario; si el imputado en vez de refutarlos minuciosamente, se hubiera conformado con ellos, no hubiera podido ser inculpado de ningún hecho condenable; si el imputado hubiese aceptado sencilla y llanamente los que se le acumulaban, hubiéramos exclamado con naturalidad: «¡Pues todo eso no tiene, en fin de cuentas, nada de particular!» Y éste es, querido lector, y con toda sinceridad lo decimos, éste es el desnivel que en el escrito notamos. Existe una solución de continuidad, un claro, un desnivel, entre este escrito, estos cargos y los hechos. En un lado, a un nivel, está lo que leemos en el escrito, y a otro lado, en distinto nivel, están los hechos que conocemos, y que parangonamos con el escrito; son la larga prisión de D. Juan March y todos los accidentes —dolorosos accidentes— que la circuyen. El novelista no ve paridad entre una y otra cosa. No las ve, y su imaginación trata de llenar tal claro, de cubrir el dicho desnivel. Es preciso pasar de una parte a otra, en la casa. Existe un desnivel. Pero, ¿a qué corresponde ese desnivel? Tal es, simple y claramente enunciada, la cuestión.

Y he aquí un problema que forzosamente ha de apasionar a un amigo del arte, a un observador de espectáculos psicológicos. Si nos apasiona la vida, y si tenemos en mucho la observación de una trayectoria humana, habremos de seguir paso a paso, tratando de descifrarla, una cuestión como ésta. El desnivel existe. No hay correspondencia entre lo que se afirma en un escrito de imputación y lo que se está haciendo con el inculpado. Y de nuevo surge la visión de la casa antigua.
"No creemos, para la República española, un asunto que pueda tener las pavorosas consecuencias que el asunto Dreyfus tuvo en la República francesa"
Conocemos ya todas las estancias y nos encontramos ante una puertecita que se halla cerrada. Se ha perdido la llave; la buscas nuestros acompañantes y no la encuentran. Ante la puerta nos detenemos, curiosos con viva ansiedad. Lo que antes era un deseo, ahora es ya emoción vehemente. Quisiéramos ver lo que hay dentro de ese cuartito que no podemos abrir. Quisiéramos ver todo lo que existe en un asunto jurídico. Y no podemos hacer que la puerta del cuarto se abra. Y ante ella continuamos detenidos, absortos. Ante el desnivel y ante la puerta, el problema es el mismo. Ante la discontinuidad que en el asunto March notamos, nuestra curiosidad se aviva. ¿A qué obedece esta desigualdad entre los hechos y los conceptos? ¿Cómo un novelista avezado a resolver problemas y escudriñar situaciones psicológicas difíciles podrá ahora descubrir la solución de continuidad que un asunto jurídico nos ofrece?
Esto es todo. Y en interés de todos está que cuanto en tal asunto exista sea puesto a plena luz. En interés de todos está que la opinión pueda, con su propio juicio, juzgar. No creemos, para la República española, un asunto que pueda tener las pavorosas consecuencias que el asunto Dreyfus tuvo en la República francesa. Justicia para todos. Justicia que no ofrezca, en ninguno de sus aspectos, ni la más ligera duda. Y esto es lo que el imperativo de mi conciencia me dicta, y al que no quiero, ni debo, ni puedo sustraerme.
 
 

TITULO : REVISTA TENIS - ROLAND GARROS - Alcaraz cumple su sueño,.


ROLAND GARROS - Alcaraz cumple su sueño,.


El español de 21 años obtiene una victoria épica ante el alemán Zverev para levantar su tercer trofeo de Grand Slam, primero en París.

“Ganar Roland Garros y Wimbledon”, contestó Carlos Alcaraz cuando le preguntaron hace nueve años en París cuál sería su sueño como profesional. Tenía 12. Este domingo, con 21, lo completó en la Philippe Chatrier. “Españoles, siempre trabajando, solo cambia el nombre”, había comentado un periodista italiano en la sala de prensa antes de la final. Y no le faltaba razón, porque es algo fuera de lo común que después de disfrutar en el circuito de un monstruo como Rafa Nadal, ganador de 22 Grand Slams, el tenis de la Armada tenga el gusto de contar ahora, y al mismo tiempo, con alguien como Alcaraz. Al límite, con molestias en una pierna y esa malla compresora que se ha hecho perenne en su antebrazo derecho, fue capaz de obtener una victoria épica en cinco sets (6-3, 2-6, 5-7, 6-1 y 6-2 en 4h19) ante Alexander Zverev, que le superaba por 5-4 en el cara a cara y le había eliminado en el mismo escenario en 2022. Así ganó por primera vez el torneo francés, el mismo en el que reinó 14 veces el balear y una Muguruza, y antes que ellos, Ferrero, Costa, Moyá, Bruguera, Arantxa, Gimeno y Santana. Historia.

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  • Carlos Alcaraz celebra la victoria con los recogepelotas.

    Felicidad absoluta, así ha celebrado Alcaraz su primer Roland Garros,.

    Las mejores fotos de la celebración de Carlos Alcaraz.

“Cuando terminaba el colegio, corría a poner la tele y ver este torneo, y ahora estoy levantando el trofeo delante de vosotros, así que muchas gracias por todo este viaje”, le dijo a su familia Alcaraz, que acumula ya tres trofeos de Slam (en otras tantas finales), tras los conquistados en el US Open 2022 (dura) y Wimbledon 2023 (hierba). Es el más joven en triunfar en majors sobre tres superficies distintas. Le faltaba la tierra y cerró el círculo en el Bosque de Bolonia. En la Era Open, solo lo habían logrado antes que él, Nadal (22 años), Wilander (23), Connors (26), Federer (27), Djokovic (29) y Agassi (29). Tras escuchar el himno nacional con emoción, recibió la Copa de los Mosqueteros de manos de otra leyenda, Bjorn Borg, seis veces campeón de Roland Garros, la primera hace ahora 50 años. Charly se había dejado el alma sobre la arcilla. Tumbado sobre ella, trató de asimilar lo que había conseguido en un choque generacional inolvidable, ante un contrincante que le exigió mucho.

Y eso que Zverev, poderoso sacador, comenzó el partido con dos dobles faltas. Mala señal, porque sin ese aspecto de su tenis al máximo rendimiento, sus opciones decaían claramente. De hecho, perdió el primer juego con su servicio, y aunque recuperó el break de inmediato al coger con la guardia aún baja a Alcaraz, el murciano fue muy superior después, golpe por golpe, con mejores porcentajes, y se apuntó sin mayores sufrimientos el primer set.


Ninguna victoria es fácil, aunque a veces lo parezca, menos en una gran final. Y era de esperar que Zverev reaccionara. Lo había hecho en tres partidos durante el torneo tras perder la primera manga, ante Griekspoor, Rune y Ruud. Sencillamente, el hamburgués elevó el nivel y la efectividad de su golpeo (cuatro errores no forzados en este set). También sacó mejor (apenas seis puntos perdidos) y eso le permitió no afrontar ni un punto de break en contra y poder presionar en todos los restos. A Carlitos se le atragantaron las bolas altas y profundas de su rival. Las dejadas no le ayudaron tanto como otra veces, porque Sascha está en un momento de forma sensacional y corre como una gacela con sus 198 centímetros de estatura. Al prodigio de El Palmar le tocaba agachar la cabeza y trabajar para encontrar soluciones. Necesitaba proteger su saque. Lo había perdido ya tres veces.

Drama y final feliz

El tercer set fue un auténtico thriller. Con un planteamiento sereno al principio; un nudo en el que Zverev perdió dos puntos tontos en sendos restos que se le habían quedado cortos a Alcaraz, y un desenlace con giro inesperado. Porque Charly tenía un más que interesante 5-2 a favor y por culpa de una doble falta, de algunas subidas mal hechas, que no tocaban, y de un evidente bajón físico, todo se le torció hasta el punto de encajar un parcial de 5-0 y verse realmente contra las cuerdas. El teutón aguantó mucho y bien para cerrarlo, estuvo muy bravo y metió un derechazo a la línea demoledor. El jugo de pepinillos, que le vino muy bien a Carlos en la semifinal contra Sinner para evitar los calambres, no fue mágico en esta ocasión y, para colmo, la cancha perdió arcilla a causa del viento. “Esto es una pista dura, no una de tierra. Es increíble”, se quejó Alcaraz al ver una calva que lo cierto es que se avistaba desde lejos.

El partido se merecía un quinto acto, y lo hubo gracias, en gran parte, a un Zverev que se dejó ir. Quizá necesitaba un descanso mental, después de su doble reacción, y se le escapó la manga muy rápido sin que Alcaraz hiciera nada del otro mundo. De hecho, el bajón que había padecido anteriormente tenía su explicación. Y se vio cuando con 4-0 a favor, no pudo disputar con garantías de éxito el siguiente juego y pidió la asistencia del fisio y del médico del torneo para que le trataran por unas molestias en el muslo izquierdo. Masaje, antiinflamatorio y a jugar. Por suerte para él, Sascha no supo aprovechar los problemas de un oponente herido y cayó en sus ‘trampas’ en forma de pelotas altas y pesadas. Alcaraz tenía que acortar necesariamente los puntos, no le quedaba otra. Y le funcionó.

Con cabeza, corazón y… la otra ‘c’, ese lema de su abuelo que lleva tatuado, Carlitos puso en pie al público francés. Una dejada maravillosa le sirvió para evitar el contrabreak de su enemigo en un momento clave, después de haberse adelantado en el marcador aprovechando errores de bulto del alemán, que se quejó, al parecer con razón, porque el juez de silla, el local Damien Dumusois, dio por bueno un saque que se había ido fuera por un par de milímetros. De haber señalado doble falta, hubiera igualado a dos juegos en la manga definitiva. El caso es que poco después, Alcaraz salvó otra ocasión de quiebre con un saque-red. Y posteriormente sentenció al resto para sellar después otro triunfo de relumbrón ante un Zverev luchador, pero con vitola de perdedor, que lo tenía todo a favor y no supo aprovecharlo, como le pasó en 2020 en la final del US Open ante Dominic Thiem. Alcaraz soñó despierto y demostró que a veces, algunas veces, los sueños se cumplen.

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