sábado, 15 de junio de 2024

DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES -JUEVES - VIERNES - Los idus de marzo que cambiarán (aún más) el mundo ,. / EL PAPEL HIGIENICO ROJO - EL D.N.I. - El submarino es nuestro ,. / Donde comen dos - Sardinas Cuca - Arroz con leche para casarse ,.

 

TITULO: DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES - JUEVES - VIERNES - Los idus de marzo que cambiarán (aún más) el mundo,.

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 Los idus de marzo que cambiarán (aún más) el mundo,.

 Los idus de marzo que cambiarán (aún más) el mundo | Internacional

 odos conocemos los últimos días e incluso los últimos instantes de la vida de Cayo Julio César, general, dictador, pontífice máximo del colegio de sacerdotes de la religión romana, el más importante de los augures, el que siendo el hombre más influyente de Roma no fue capaz de hacer caso cuando se encontró, en un paseo por el Foro, días antes de su muerte, con un simple adivino que le dijo: “¡Cuídate de los idus de marzo!”. Y el mismo día de su asesinato, cuando se dirigía al Senado, se volvió a encontrar con el arúspice, que le dijo: “¡Los idus han llegado!”. Incluso quedaron para la posteridad sus últimas palabras cuando reconoce a su hijo y le dice: “¡Tú también, Bruto, hijo mío!”, poco antes de expirar.

 

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(Desayuno)

Pero si nos preguntamos, ¿qué sabemos de sus asesinos?, ¿quiénes fueron?, ¿qué motivó que fueran parte de la conjura?, ¿qué sintieron nada más que asesinan a César?, ¿cuál fue su destino?, ¿cómo vivieron desde el momento que cometen el magnicidio?, ¿cómo acabaron sus días?, pocos podrán responder estas preguntas, ya que todos nos quedamos en lo que es popular y conocido. Por este motivo, Peter Stothard (escritor, crítico y editor) emprende, en su obra El último asesino: La caza de los hombres que mataron a Julio César, el proyecto de dar respuestas a todas estas preguntas.

 

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( Cena )

"Acuerdan que lo matarán entre todos los miembros que forman la conjura, y así convertirse en salvadores de Roma y la República"

Julio César, como vencedor de la guerra civil contra Pompeyo, decidió que el Senado le nombrase, una vez más, dictador. Esta vez el nombramiento es por un periodo de diez años, cuando siempre se nombraban por seis meses. Para los amantes de las antiguas costumbres en materia de gobernación, este nombramiento de César como dictador perpetuo constituyó un ultraje. Poco a poco, los enemigos y los descontentos urden una conspiración para acabar con Julio César y así evitar que pueda abolir la República y restaurar la monarquía. Los conjurados se convencen de que la única solución para evitar ver a César coronado es acabar con su vida. Deciden que “el asesinato del dictador no es un trabajo para esclavos o soldados. Es un acto político que debían llevar a cabo solo los políticos”. Acuerdan que lo matarán entre todos los miembros que forman la conjura —para ello llevarán escondidos en los pliegues de su ropa los puñales— y así convertirse en salvadores de Roma y la República. Todos los que participaron en el asesinato consiguieron, durante un breve lapso de tiempo, sentirse salvadores de la República romana.

La muerte de Julio César tuvo un efecto contrario al deseado. En primer lugar, se creó un vacío que se llenó de turbación. En segundo lugar, se desató una guerra civil larvada de los partidarios de la venganza contra los asesinos, sus cómplices y simpatizantes. Cuando quedan pocos asesinos por cazar, Octaviano y Marco Antonio inician entre ellos una guerra por el poder. En tercer lugar, se evitó coronar a un monarca, pero se terminó entronizando a un emperador. Librarse de Julio César no proporcionó las libertades que buscaban. El gobierno de Roma impulsó un triunvirato formado por Octaviano, Marco Antonio y Lépido, hombres más próximos a César, con el objetivo de ocupar el vacío de poder.

"Octaviano, como legatario de César, supo ser generoso con el pueblo y con los soldados de su padre adoptivo, y se ganó su lealtad al pagar a todos las recompensas prometidas por Julio César"

Esta es la historia de una venganza para la que se organizó una caza despiadada: no importaba el tiempo empleado, ni los medios, ni cómo ni de qué manera se consiguiese. El fin lo justificaba todo. Octaviano, heredero legal de los bienes de César, se puso al frente de la inmensa cantidad de romanos que querían una venganza cruel y sangrienta. Esta mayoría estaba compuesta por los soldados de las legiones de Julio César, además de los votantes de Roma, que adoraban al dictador y del que esperaban las recompensas prometidas. Octaviano, como legatario de César, supo ser generoso con el pueblo y con los soldados de su padre adoptivo, y se ganó su lealtad al pagar a todos las recompensas prometidas por Julio César.

Peter Stothard, para contar lo acaecido, elige como narrador a un protagonista secundario en toda esta tragedia, llamado Casio de Parma, que es un comparsa oportunista que estuvo en todos los frentes, luchó a favor de unos y luego cambió de bando, y del que el autor dice:

“… cayó en un complot incubado entre discusiones filosóficas que llevó a una conjura cuyos instigadores no coincidían en mucho más que en la necesidad de matar a Julio César y en el momento y el lugar en que el asesinato había de llevarse a cabo: los idus de marzo, durante la sesión del Senado”.

Casio de Parma vivió durante catorce años asediado por las pesadillas sobre su muerte. Incluso llegó a pensar que se olvidarían de él o le llegaría el perdón. Sin embargo, no fue así: un día llegó el vengador y le cortó la cabeza. Afirma Stothard:

“Con la decapitación de Casio de Parma se puede afirmar, sin lugar a dudas, que a la vez que cayó su cabeza cayó la República”.

"Stothard plantea el libro analizando los equilibrios políticos y sociales que llevaron a la conjura, al magnicidio, a la posterior persecución y ejecución de todos los declarados culpables"

A lo largo del relato de la caza de los asesinos se describe cómo se desarrolló la venganza. El primero que cayó en sus manos fue Cayo Trebonio, ex cónsul y general que luchó a las órdenes de César. Murió después de dos días de crueles torturas, a modo de anuncio a los magnicidas de que se les buscaba, para que fuesen conscientes de lo que les estaba reservado cuando cayesen en manos del verdugo. Desde el día en que tuvieron noticias de como murió Trebonio, los asesinos sufrieron un terror, en algún caso insuperable, que llevó a alguno a preferir cavar su propia tumba y ordenar a su esclavo que le clavara la espada y lo enterrara en la fosa.

Peter Stothard plantea el libro analizando los equilibrios políticos y sociales que llevaron a la conjura, al magnicidio, a la posterior persecución y ejecución de todos los declarados culpables, con independencia de que estuviesen manchados con la sangre de Cayo Julio César, o no, ese era un detalle menor. Lo que importaba era que los triunviros habían promulgado un decreto en el que se requería dar caza a los acusados, sin importar que fueran inocentes o culpables. La venganza debía ser ejemplarizante y aterradora. La persecución de los señalados como enemigos públicos fue jaleada por aquellos que no estaban en la lista. Desde ese momento nada volvió a ser igual en Roma.

 

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  El submarino es nuestro ,.

 Submarino

El submarino del capitán Trama ingresó en el puerto de Norfolk bajo una niebla ominosa. Su misión secreta consistía en participar de una guerra ficticia. Fue recibido por altos oficiales de esa base naval y quedó al cuidado logístico del USS Canopus, un buque que abastecía a otros cinco submarinos clase Los Angeles. Gustavo Trama y sus hombres fueron alojados en tierra y agasajados bajo las usuales normas de la fraternidad del mar. El ARA San Juan había zarpado el 17 de febrero de 1994 desde Mar del Plata y estaba ahora en el Atlántico Norte por una única razón: la flota más poderosa del planeta utilizaba desde hacía décadas submarinos 

 

 

nucleares, y quería probar su sistema de detección y su capacidad de maniobra frente a una nave convencional. Acaso la leyenda y el prestigio del ARA San Luis hacían más interesante todo el operativo: aquel otro submarino diesel-eléctrico con torpedos filoguiados, primo mayor del San Juan, había vuelto literalmente locos a los tripulantes de la Royal Navy durante la guerra de Malvinas, y su derrotero era estudiado con admiración.

 

"En una sala de situación, Trama y los demás guerreros de la base de Norfolk fueron anoticiados acerca de la batalla estratégica y psicológica que daría comienzo cuanto antes."

Trama llegaba a esas fechas con vasta experiencia. Había encontrado su vocación en el cine clásico de Ford, Fuller y Powell. Y se había sometido a esa escuela extremadamente rigurosa: años después él mismo ejercería allí como instructor de submarinistas y buzos tácticos. El oficio no es para cualquiera. En cuanto un aspirante ejecuta el “escape del submarino”, dentro de un tanque de agua y a través de una escotilla, se descubre si verdaderamente posee la fibra necesaria para emprender esa épica. Es una prueba crucial, que prefigura una vida de navegaciones largas y espacios cortos, poco recomendable para los impacientes, los expansivos, los conflictivos y los claustrofóbicos. Un viejo chiste asegura que la Marina se divide entre los submarinistas y los que no pudieron serlo. En el bautismo del ARA San Juan tocaron la marcha Viejos camaradas, que frasea: “Tanto en la necesidad como en el peligro, siempre manteniéndonos juntos”. Ese himno también alude a la filosofía pragmática del “hoy es hoy”, porque así es “la vida del guerrero”.

En una sala de situación, Trama y los demás guerreros de la base de Norfolk fueron anoticiados acerca de la batalla estratégica y psicológica que daría comienzo cuanto antes. Partirían de una hipótesis territorial, el desembarco militar bajo presunto fuego hostil y el rescate de imaginarios rehenes que mantenían prisioneros en una embajada inexistente. Habría dos equipos: uno azul, que concentraría a la Segunda Flota, encargada de la recuperación, y uno rojo, que haría las veces de enemigo y trataría de impedir esas acciones. Los azules corrían con obvia ventaja: más de treinta unidades de línea, incluidos dos portaaviones, destructores, submarinos, buques logísticos y la nave Comando, el USS Mount Whitney. Los rojos, que tenían la orden de esconderse y atacar, eran sólo tres fantasmas sumergibles; el San Juan estaba entre ellos. El ejercicio debería efectuarse en áreas de diversa profundidad, y Trama pensó íntimamente que se trataba de una cacería y que la mejor tecnología del mundo los buscaría para batirlos o neutralizarlos. Una ejercitación de semejante complejidad es mucho más que un juego: está en cuestión el orgullo y se vive como una guerra real.

"En zona de submarinos nucleares una colisión bajo el agua puede tener una dimensión extraordinaria."

El San Juan se sumergió al este del cabo Hatteras y se lanzó a la aventura de no ser descubierto y de lastimar a la US Navy. A partir de entonces hubo a bordo silencio mortal y alerta constante. Los azules lanzaban desde el aire sonoboyas y los helicópteros rastrillaban con prismáticos y sonares la zona operacional. La embarcación argentina se cruzó con un submarino azul, que no llegó a detectarla, y más adelante se metió entre varios pesqueros y navegó a plano de periscopio haciendo creer a todos que era uno de ellos. Esas jugadas son riesgosas: en zona de submarinos nucleares una colisión bajo el agua puede tener una dimensión extraordinaria, y las redes de pesca pueden malograr el ardid y causar accidentes fatales.

"En un combate real, Trama habría disparado un solo torpedo: a esa distancia no hay forma de fallar, lo hubiera hundido de inmediato."

Durante jornadas de insomnio y atención completa, en situación de combate, el San Juan fue completamente invisible. Llegó a cursar tres días sin hacer snorkel, escuchando el acecho de los aviones, los helicópteros y los distintos barcos azules. Hasta que ubicados en una nueva área de patrulla, de pronto el sonarista le comunicó a Trama rumores acústicos inequívocos. Esta vez no se trataba de simples incursiones; la mismísima Segunda Flota del Atlántico Norte parecía encontrarse a pocas millas náuticas. Con los instrumentos, el capitán confirmó la presunción y concluyó que venían directamente hacia ellos; ordenó entre susurros avanzar también a su encuentro, pero con rumbo oblicuo. Todo indicaba que los destructores estaban formando una cortina protectora en la vanguardia. Frecuentemente, eso significa que protegen en el núcleo al buque comando. Trama bajó la velocidad a tres nudos, especulando con la corriente, y dejó que los destructores lo pasaran por encima sin sospechar nada. Atravesó así la cortina, ordenó emersión a plano de periscopio y divisó el centro mismo de la formación a unos cinco mil metros. Se trataba efectivamente del USS Mount Whitney.

En un combate real, Trama habría disparado un solo torpedo: a esa distancia no hay forma de fallar, lo hubiera hundido de inmediato. Lo que hizo esta vez fue tomar una foto desde esa posición, volvió a sumergirse con sigilo y transmitió la novedad encriptada. Siguieron jugando al gato y al ratón con ese submarino endemoniado durante dos días más, hasta que fracasados todos los intentos de localización, les ordenaron reaparecer y volver a puerto. En el muelle, el comandante del bando rojo les gritaba: “¡Los vencimos!”

Al regresar a casa, Trama descubrió que había bajado ocho kilos y sospechó que esa misión lo perseguiría a lo largo de toda su carrera. De hecho, durante varios viajes profesionales sus colegas de otros países se encargaron de recordarle aquella proeza: el ejercicio fue un hito porque demostró la vigencia, la ubicuidad insólita, la mortífera eficacia de los submarinos convencionales.

"Trama fue preparado para ser un guerrero; nunca imaginó que debería ser un detective."

El capitán llegó a contralmirante y nunca consideró que aquel simulacro tuviera el valor de una hazaña. Hubiera preferido combatir en Malvinas con ese mismo buque y esa misma dotación. Pero existe un fuerte vínculo sentimental entre el comandante y la nave que lo arropó en aquella peripecia famosa. Es por eso que cuando la noticia de su desaparición le llegó por Whatsapp se le aceleró el pulso. Entre los 44 figuraba el suboficial principal Javier Gallardo, que en 1994 era su cabo de operaciones (infinidad de veces se acodaron juntos en la carta náutica para estudiar las corrientes), y también el hijo de su gran amigo, el capitán Jorge Bergallo, con quien compartieron vacaciones y crianza. A Trama y a Bergallo se unió otro profesor de la Escuela de Guerra Conjunta: Alejandro Kenny. El Ministerio de Defensa los sacó a los tres de su retiro y los nombró en una comisión cuyo objeto consiste en resolver, cueste lo que cueste, el doloroso enigma.

Trama fue preparado para ser un guerrero; nunca imaginó que debería ser un detective. Y el ARA San Juan, su compañero más fiel, fue diseñado para volverse invisible al ojo humano. Hoy, librado a su suerte, sigue paradójicamente cumpliendo ese destino inescrutable. La vida es caprichosa, tiene vueltas sorprendentes, y el océano, como decía Borges, es un antiguo lenguaje que ya nadie alcanza a descifrar.

 

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Donde comen dos -  Sardinas Cuca -  Arroz con leche para casarse    ,.      fotos,.

 Arroz con leche para casarse,.

Arroz con leche para casarse

Ingredientes

  • 125 gramos de arroz Carnalori

  • 1'5 litros de leche semidesnatada

  • Dos ramas de canela

  • Dos cortezas de naranja y limón

  • 125 gramos de azúcar

  • Un sobre de azúcar avainillado o esencia de vainilla

  • Canela molida,.

     Sardinas picantes | Conservas Cuca

Preparación

  • Es una elaboración sencilla de repostería clásica, en la que se ponen todos los ingredientes (menos el azúcar) en la cazuela a temperatura media. Removemos sin parar para que el almidón se vaya soltando y vaya espesando la leche.Para ello, es importante usarlo de la variedad Carnalori o Arborio. Cuando esté casi en su punto, incorporamos la misma cantidad de azúcar (125 gramos) y un sobre de azúcar avainillado o de esencia de vainilla. Por último, subimos temperatura al máximo unos minutos para que la leche se condense un poco más.

  • La cocinera de YouTube recuerda la canción de «arroz con leche, me quiero casar», por eso asegura que esta receta, con un poco de canela espolvoreada sobre la ración espolvoreada, está «para casarse». ¡Buen provecho!,.

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