DESAYUNO CENA FIN SABADO - La matemática del espejo - Ángel Expósito - ¿No se les cae la cara de vergüenza? ,. / CARTAS AL CIELO - El turismo masivo «no hace bien a nadie ,. / 3 RAZONES CON -"Tierra de Talento" - Wilo del Puerto vuelve a arrancar "olés" con su homenaje a La Paquera de Jerez,. / POLICÍAS EN ACCIÓN - Gürtel fue peor ,.
TITULO:DESAYUNO CENA FIN SABADO - La
matemática del espejo - Ángel Expósito - ¿No se les cae la cara de vergüenza? ,.
DESAYUNO
CENA FIN SABADO - La matemática del espejo - Ángel Expósito - ¿No se les cae la cara de vergüenza? ,
fotos,.
Ángel Expósito - ¿No se les cae la cara de vergüenza? ,.
Ángel Expósito,.
¿Ábalos dormirá tranquilo mientras sus amigotes apodan a Jessica como la 'veinte minutos'?,.
¿ Alguien se puede creer que Koldo
es el jefe de toda esta banda? ¿Alguien como Koldo (con ese c. v.)
podría montar un engranaje de corrupción interministerial y
transnacional de este nivel? ¿El «grandullón» sigue siendo un
«socialista ejemplar» como Pedro Sánchez ,.
( Desayuno )
William Gibson fue el
descubridor de un nuevo territorio de la ciencia ficción del que casi
ningún otro autor (¿me sobra el casi?) había sido testigo. Las luces de
la ciudad se habían apagado, salvo las de los neones y las viejas
marquesinas. El asfalto y las aceras, las azoteas de edificios medio en
ruinas, estaban sempiternamente tachonados de charcos. Los reflejos que
oscilaban en aquellas aguas macilentas parecían reproducir las largas
serenatas de la información procedentes de los grandes conglomerados
burocráticos, también ellos espectrales, también ellos reflectantes, que
se alzaban en los abigarrados distritos financieros. Por las calles de
los barrios chinos rondaban hombres y mujeres en cazadoras de cuero,
perforados por distintos abalorios, tatuados con números o runas, o con
letras cirílicas, hablando y pensando en la jerga de las
ciberautopistas, o intercambiando datos por medio de un dispositivo de
anclaje. Otros podían hacerlo sin necesidad de emplear ningún anclaje,
en virtud de una mutación genética que sólo pudo desarrollarse en el
siglo de las perturbaciones digitales. La lluvia tenía algo lento,
cetrino, una dimensión ácida. Era como si los cielos hubieran revelado finalmente su condición de simulacro, de cúpula de silicio. Y aunque el cuerpo alicaído pasease durante las horas del día, siempre —o eso parecía— era de noche.
( Cena )
"En Neuromante todo
se enmarca por primera vez en ese ambiente degradado, en ese claroscuro
fantasma, en el que hasta las calles flanqueadas de edificios
derrelictos parecen estar evolucionando hacia el esquema de una vía de
datos"
Neuromante
no fue la primera exploración de Gibson de ese extraño mundo, pero sí
fue la primera en adentrarse en él más allá del revestimiento ornamental
o de los tanteos al culto de la información que suponían relatos como
“Johnny Mnemónico”, “Hotel New Rose” y “Quemando cromo”, todos ellos
publicados entre 1981 y 1984 y recogidos en 1986 en una brillante
antología (la única publicada hasta la fecha por Gibson), aunque digo lo
de brillante tirando de memoria y no sé si refiriéndome en
realidad a algunas ideas sueltas, a veces tan geniales que superan a los
propios desarrollos, como es el caso de “El continuo de Gernsback” y su
fotógrafo de retazos del inconsciente colectivo, unas imágenes
sobreimpresas al mundo real, procedentes de una evolución imposible de
la arquitectura futurista americana de los años 30, a las que otro de
los personajes del relato les da el inspirado nombre de “fantasmas
semióticos”. En Neuromante —seguramente en cuestión de títulos, dentro y fuera de la ciencia-ficción, pocos autores superarán en inventiva a William Gibson: pensemos en Mona Lisa acelerada, en Luz virtual, en “Fragmentos
de una rosa holográfica”, títulos que parecen el nombre de algún
misterioso cuadro simbolista pintado en el siglo XIX por un visionario
de modelos cuánticos— todo se enmarca por primera vez en ese ambiente
degradado, en ese claroscuro fantasma, en el que hasta las calles
flanqueadas de edificios derrelictos parecen estar evolucionando hacia
el esquema de una vía de datos. Mucho antes de internet, de los
desarrollos tecnológicos que por entonces sólo eran el recurso
argumental de una ciencia-ficción envejecida, y que a él le dejaban más
bien frío, Gibson ideó el personaje de Case, un ladrón de información
digital que decide engañar a la gente equivocada y que a causa de ese
error se ve condenado a convertirse en “un exiliado del ciberespacio”
(término, por cierto, acuñado por el propio Gibson). En 1984, los
lectores más imaginativos y leídos podían figurarse el ciberespacio como
una versión holográfica de un universo reducido a la entraña del
número, como una traducción al mundo del futuro del hiper-uranio
platónico o de las visiones de los místicos cristianos, o bien podían
imaginarlo tal y como Gibson lo describió: como unos “fértiles campos de
datos” en los que, por medio de complejos algoritmos y “programas
insólitos”, era posible proyectarse “en esa alucinación consensuada
llamada matriz”. Hasta cierto punto, Gibson no sólo estaba
adelantándose a internet sino también al metaverso y a la realidad
virtual, aunque sustituyendo los bloques de consoladora realidad por su
versión acelerada y mucho más abstracta desplegada en el rapto de las
cifras. Allí un edificio era un entramado de números
cambiantes, que se modificaban por cosas tan sutiles como la vecindad de
un individuo o un cambio de luz. Un árbol era todos los árboles que
podía inventar el viento, el cual, a su vez, también era una matemática
ondulante. En esos lugares, en los que las ecuaciones se convertían en
una poesía para autistas, Case solía proyectar su “presencia
incorpórea”, franqueando “los muros resplandecientes de los sistemas
corporativos” para robar información privilegiada. Sus empleadores eran
hombres adinerados, multinacionales, mafias, grandes corporaciones
corrompidas de puro poder que sólo desembolsando enormes cantidades de
dinero podían contar con las habilidades de un jinete como él. Pero
Case, confiándose a la excepcionalidad de su talento, decidió ir todavía
más lejos y cometió un terrible error.
Era el típico error, el que se juró que nunca iba a
cometer. Robó a los que le habían contratado. Se quedó con algo e
intentó colárselo a un perista de Ámsterdam. Aún no tenía claro cómo lo
habían pillado, pero tampoco es que importase a estas alturas. Esperaba
que lo asesinaran, pero se limitaron a sonreír. Le dijeron que estuviese
agradecido, agradecido por el dinero, porque lo iba a necesitar. Ya
que, sin dejar de sonreír, se iban a asegurar de que nunca volviese a
trabajar.
Le dañaron el sistema nervioso con una micotoxina rusa del tiempo de la guerra.
Atado a la cama en un hotel de Memphis, su talento se consumió micrón a micrón. Alucinó durante treinta horas.
El daño fue minucioso, sutil y del todo efectivo.
Para Case, que había vivido para ese júbilo incorpóreo del
ciberespacio, fue como la Caída. En los bares que había frecuentado
cuando era una celebridad entre los vaqueros, permanecer en la élite
implicaba cierta dejadez y desprecio por la carne. El cuerpo no era más
que carne. Case se volvió prisionero de su propia carne.
Con su prosa a lo Chandler y Hammett, Gibson estaba anunciando un futuro en el que la realidad no sería nada frente a las visiones de los mundos virtuales,
una cárcel para prisioneros de la carne que ya no podrían tener su
domicilio estable en la obsoleta realidad sin ocupar otro, cada vez más
siniestro e intrusivo, en los páramos digitalmente coloreados que se
alzan espectralmente en las cunetas de las autopistas de la información.
Case nació cuarenta años antes de que por todas partes se impusieran
las aplicaciones que sumaban el exhibicionismo con los filtros de
imagen, pero ya había conocido ese mundo desmoralizado que solapaba la
realidad orgánica de cada día con un inmenso parcheado de datos.
"El mayor descubrimiento de Gibson es esta fusión entre una superstición antigua y un universo desplegado en haces electrónicos, las visiones de un apocalipsis antropológico en el seno de una tecnología futurista"
Neuromante se convirtió en un inesperado superventas, que
concedió a Gibson la libertad para seguir añadiendo rutas de escape a
los paisajes renderizados del ciberespacio. Una de esas rutas es la que
lleva hasta Conde Cero, otra
dimensión del entramado digital en la que el ciberespacio trasciende el
frágil vínculo con nuestra realidad visible y alcanza lo invisible, el
mundo de lo sobrenatural, encarnado en unas aterradoras deidades
digitales que toman su información de los loas, antiguos dioses
vudú. La trama principal de la novela concierne a una guerra entre
megacorporaciones como las que hacían asomar sus reflectantes edificios
desde la periferia de Ninsei en Neuromante. Pero el mayor descubrimiento de Gibson es esta fusión entre una superstición antigua y un universo desplegado en haces electrónicos, las visiones de un apocalipsis antropológico en el seno de una tecnología futurista.
—Ficus, ceibas… Todo este piso de los Proyectos es un lieu saint, un
lugar sagrado. —Beauvoir tocó a Bobby en el hombro y señaló unos cables
retorcidos y bicolores que colgaban de las ramas de un árbol cercano—.
Las plantas están consagradas a varios loas. Esa, por ejemplo,
lo está a Ogou, Ogou Feray, el dios de la guerra. Por aquí crecen muchas
otras cosas, hierbas que necesitan los curanderos y otras que sólo se
usan como divertimento.
Híbridos de planta y de residuos electrónicos. ¿Híbridos también de cuerpos humanos y espíritus digitales?
—Olvídate de las metáforas. Cuando Beauvoir o yo te hablamos de los loas y de sus caballos, que es como denominamos a aquellos a los que los loas deciden
montar, deberías tener en cuenta que estamos hablando dos idiomas al
mismo tiempo. Uno es el que tú conoces: la jerga tecnológica callejera,
como la acabas de llamar. Puede que usemos palabras diferentes, pero de
lo que hablamos es de tecnología. Es posible que llamemos Ogou Feray a
lo que tú llamas un picahielos, ¿entiendes? Pero, al mismo tiempo, con
las mismas palabras también denominamos otras cosas, y son esas las que
no entiendes. Y tampoco tienes por qué hacerlo.
Guardó el mondadientes.
Bobby respiró hondo.
—Beauvoir dijo que Jackie era el caballo de una serpiente, una
serpiente llamada Danbala. ¿Podrías traducirme eso a jerga tecnológica
callejera?
—Claro. Imagina que Jackie es una consola, Bobby, una consola del
ciberespacio, preciosa y con unos tobillos de infarto. —Lucas sonrió de
oreja a oreja y Bobby se ruborizó—. Imagina que Danbala, a quien algunos
llaman serpiente, es un programa. Un picahielos, por ejemplo. Danbala
se conecta en el puerto de Jackie, y Jackie pica hielo. Ahí lo tienes.
—Vale —repuso Bobby, que empezaba a comprenderlo—. Entonces, ¿qué es
la matriz? Si ella es una consola y Danbala es un programa, ¿qué es el
ciberespacio?
—El mundo —dijo Lucas.
Este giro lenticular del universo ciberespacial de Gibson a los simulacra de Baudrillard no resulta tan insólito si tenemos en cuenta que ambos (junto con Grant Morrison) fueron saqueados para poner en pie la película Matrix, un
juego pirotécnico tan poderoso con las realidades solapadas que llegó a
hacer mutar a sus propios directores en híbridos de realidad y ficción,
en prestigiosos simulacros. Cabe preguntarse si, al igual que los niños
criados entre lobos se convierten en lobos, los hombres y mujeres
criados entre objetos se convierten en objetos, y aquellos criados en un
mundo de ficciones se convierten en ficciones. Objetos-ficción: ¿no nos
suena esto a algo a un tiempo plausible y aterrador como un antiguo
dios, como una guerra atómica, como un planeta cuyos líderes hubieran
sido poseídos por siniestros dioses vudú? ¿No se parece esto
(humanidad/objeto, objeto/ficción) al futuro que la tecnología parece
que tenía reservado para la humanidad?
"Algunas frases se vuelven
enigmáticas en su intento por abarcar lo que todavía resulta
inexpresable, la descripción de una tecnología por venir. Fantasmas y
campos magnéticos se solapan para reorganizar un territorio humano cada
vez más sobrecogido por la cifra"
El cierre de lo que ya empezó a llamarse “Trilogía del Ensanche” llegó cuatro años después de la publicación de Neuromante, dos años después de Conde Cero. En Mona Lisa acelerada veremos nuevamente a Bobby Newmark, aunque en estado comatoso y conectado a un dispositivo matemático llamado aleph,
que lo ha descargado al ciberespacio o más bien a un universo aumentado
a sus valores ecuacionales, al secreto cifrado de su información: lo
que Lucas describía en Conde Cero como “el mundo”, y que es,
propiamente dicho, nuestro mundo, pero como datos y más datos sin el
revestimiento que otorga a las cosas su cualidad reconocible. No
conviene decir más de lo necesario acerca de una obra cuya trama es un
reservorio de sorpresas —quizá la novela mejor acabada de Gibson, y con el mejor final—,
y en la que conviene poner un oído atento a las conversaciones para
entender las subtramas e incluso el cierre de algunos hilos argumentales
que se remontan, nada menos, a Neuromante. Los jinetes que
necesitaban anclajes para cabalgar desde Ninsei hasta el ciberespacio
siguen paseando por sus páginas, con la misma expresión cariacontecida
de quienes ya son casi más máquinas que humanos, pero empiezan a existir
individuos poseídos por visiones de los loas, que consiguen
trascender al universo de los data sin necesidad de proyectarse mediante
el uso de dispositivos de anclaje. Para poner en pie este mundo en el
que la recurrencia de los datos se infiltra como un viento procedente de
una dimensión distinta —la dimensión del espacio digital, de la
información convertida en números, y de los números traducibles
nuevamente a la información más su suplemento trascendente—,
Gibson lleva su prosa mucho más lejos de lo que supone el mero canturreo
de novela negra que daba forma, sobre todo, a su primera novela.
Algunas frases se vuelven enigmáticas en su intento por abarcar lo que
todavía resulta inexpresable, la descripción de una tecnología por
venir. Fantasmas y campos magnéticos se solapan para reorganizar un
territorio humano cada vez más sobrecogido por la cifra. Aquí la
traducción está a la altura de las circunstancias y mantiene el tipo
frente a los neologismos, los escorzos y los juegos semánticos de
Gibson, aunque un reproche que se le puede hacer, por tratarse de un
momento inaugural en la literatura de ciencia-ficción y de una frase
verdaderamente icónica, es el de no haber tratado como se merece al
inolvidable comienzo de la trilogía, carente de la contundencia del
original, que elude lo que tanto esta traducción como la publicada
también por Minotauro en 1989, por alguna razón, se sienten en la
obligación de decir.
Este es William Gibson, en 1984:
The sky above the port was the color of television, tuned in a dead chanel.
Esta es la primera traducción de Minotauro, de 1989:
El cielo sobre el puerto tenía el color de una pantalla de televisor sintonizado en un canal muerto.
Y esta es la nueva traducción de Minotauro, de 2021:
El cielo sobre el puerto era del color de un canal desintonizado en la pantalla de una televisión.
La pregunta que uno no puede dejar de hacerse al leer la frase
original y las dos traducciones es: ¿pero qué pantalla? Gibson se
desentiende inteligentemente de los detalles, y hace entrar al lector en
el puerto de Ninsei de un brusco empujón que para nosotros se vuelve
blando por pura lentitud. Aquí es preciso deshacerse de las obligaciones
con la lógica y hablar en el lenguaje acelerado de Gibson: “El cielo sobre el puerto era de color televisión, sintonizado en un canal muerto”.
¿Sintonizada la televisión, sintonizado el cielo? Las dos cosas. Toda
la trilogía no deja de ser un intercambio simbólico, por seguir con
Baudrillard, que llega a confundir los límites de lo real con su sombra
de datos, incluso con sus fantasmas. Muchas son, de hecho, las
anticipaciones de Gibson en torno a esa confusión. Posiblemente una de
las más despiadadas —para nosotros, los que estábamos todavía a más de treinta años de ver cómo se hacían realidad las profecías de estos libros— sea la que deja caer como si nada en una escena de Mona Lisa acelerada. Una mujer, Danielle Stark, cubierta de arriba abajo de “modificaciones quirúrgicas… y conocida por las versiones de Vogue-Nippon y Vogue-Europa”,
se rumorea que tiene más de ochenta años. Un hombre llamado Pórfido le
promete durante un vuelo que tendrá lo único que ella parece desear
(unas drogas), ella a su vez menciona algo que parece aludir a un
defecto congénito de Pórfido. ¿La respuesta?:
—Congénitos, genitales… Todos cambiamos muchas cosas hoy
en día, ¿no crees? ¿Quién es tu peluquero, querida? —Se inclinó hacia
delante—. Lo único que te salva es que, comparados contigo, todos los
que son como tú parecen vagamente humanos.
A treinta años de distancia de esa frase, cabe preguntarse si
empezaremos a temer, en un mundo cada vez más bajo el dominio de los
simulacros, que llegue el momento de echar de menos hasta algo tan
temible como ese “vagamente”.
TITULO:
CARTAS AL CIELO - El turismo masivo «no hace bien a nadie,.
El turismo masivo «no hace bien a nadie,.
fotos / Las jornadas intempestivas, la expulsión de los locales, el impacto
sobre el medio ambiente y la siniestralidad laboral llevan a activistas y
voces de la Iglesia a pedir otro modelo,.
Son las doce del mediodía en el sur de Gran Canaria cuando charlamos
con Pedro Luis Martínez, rector del Templo Ecuménico en la Playa del
Inglés. Sin embargo, «todo está dormido» por las calles. Como explica
este sacerdote encargado de una iglesia compartida con varias ramas de
protestantes y con católicos alemanes, la vida en la zona comienza «a
las diez y media de la noche, cuando el turista sale a tomarse unas
copas». Si mira a su alrededor, «solo hay hoteles» y un centro comercial
en ruinas que se quemó hace unos años y ahí sigue. «Aquí no hay nada
más», sentencia.
Son las consecuencias de «un turismo de baja calidad»
que «genera ruido, desperfectos y, los fines de semana, problemas». Los
locales y los turistas con un poco más de dinero han abandonado la zona
para acabar instalándose en Meloneras, a seis kilómetros de este
epicentro de «un tipo de turismo que no hace bien a nadie». Según el
sacerdote, los negocios alrededor de su casa están «solamente enmarcados
en vender alcohol y drogas». Incluso «muchos taxistas conocen lugares
donde se ejerce la prostitución y llevan a los extranjeros prácticamente
como si fueran un chulo».
Más Airbnb que niños
Víctor Palomo, portavoz del Sindicato de Inquilinas de
Madrid, denuncia que en el Barrio de las Letras «hay más viviendas
turísticas que niños censados». En el caso de Málaga, más que vecinos.
«Si todas las viviendas salen del mercado habitual, se reduce la
vivienda disponible». No solo imposibilita a los jóvenes formar una
familia, también sitúa a las personas mayores en una situación de
«inseguridad» al circular una llave de su portal entre desconocidos.
Frente a quienes quieran justificar el modelo por su presunta
rentabilidad, el rector explica que ni siquiera permite vivir a quienes
soportan sus leoninas condiciones. «Hace no mucho casé a una pareja de
camareros de piso», cuyas jornadas les impedían plantearse la
paternidad, recuerda. «Uno llegaba a casa de madrugada y la otra de
noche, nunca estaban juntos; eso impide un proyecto de vida en común»,
denuncia.
Jeremías Piñero, secretario de Acción Sindical de USO-Canarias,
conoce bien la realidad de esos trabajadores y critica que los convenios
colectivos que rigen su actividad en Las Palmas de Gran Canaria y en
Tenerife permiten que las camareras de piso «sigan contratadas
oficialmente pero sin ingresos durante tres meses». Los tres que dura la
temporada baja en el archipiélago, «desde finales de Semana Santa hasta
el verano».
«Hambre para mañana»
Juan Sebastián Fernández es profesor en la Universidad de
Almería y ha participado en diferentes iniciativas contra el hotel en
la playa de El Algarrobico. «Al construir en primera línea de playa, el
impacto en el medio ambiente es tremendo». Lamenta que en una de las
manifestaciones se le encararon los vecinos de Carboneras. «La
sobreexplotación es pan para hoy y hambre para mañana», igual que pasó
«con los cultivos superintensivos de olivos», advierte.
Piñero señala la paradoja de que «antes de la pandemia, en Canarias había más personas empleadas en el turismo»
y es ahora, con menos personal contratado, cuando «estamos batiendo
récords nunca antes vistos». Apunta que, con doce millones de turistas
anuales y menos manos, «hay una explotación aún mayor de nuestras
camareras de piso, que antes tenían que limpiar un cierto número de
habitaciones y ahora muchas más».
Además, la proliferación de macrohoteles no solo supone potenciales
vulneraciones para su personal de servicio. También para los albañiles
que los levantan a toda prisa. «En Canarias, la siniestralidad aumentó
de 2022 a 2023 en más de un 9 %, con más de 52.000 accidentes de
trabajo», denuncia el técnico de USO, quien recuerda que en total se
produjeron «150 víctimas mortales» solamente en la construcción.
Falta un convenio
Hace poco El País denunciaba que en Benidorm
(Alicante) hay ofertas de trabajo que exigen camareras de piso
«plurilingües» y con «resiliencia ante contratiempos». En USO-Canarias
echan en falta un convenio colectivo de hostelería. Su técnico Jeremías
Piñero, cree que la organización de muchas profesiones atomizadas les
permitiría negociar mejor. Mientras en España el salario medio es de
1.920 euros netos, en Canarias es de 1.630. Según Piñero son estos
profesionales «quienes bajan la media».
Finalmente, el sindicalista advierte de lo «sensible ante las crisis»
que es este sector sometido a las temporadas y dependiente de los
ahorros que los habitantes de otros países decidan gastar ese año en
ocio. Como resultado «somos los más rápidos en crear empleo», algo
aparentemente positivo, «pero también los más rápidos en destruirlo». Y
denuncia que en España «apenas contamos con industria, nos hemos cargado
la pesca y la agricultura», lo que convierte a nuestro país en
excesivamente dependiente del turismo, una actividad que supuso en 2023
un 12,8 % del PIB.
TITULO: 3 RAZONES CON - "Tierra de Talento" - Wilo del Puerto vuelve a arrancar "olés" con su homenaje a La Paquera de Jerez,.
"Tierra de Talento" - Wilo del Puerto vuelve a arrancar "olés" con su homenaje a La Paquera de Jerez,.
El artista gaditano, uno de los participantes que más entusiasmo
despiertan, ya está en semifinales. Su próximo reto será interpretar un
tema de El Pele, otro gran cantaor.
foto - Wilo del Puerto ha vuelto a brillar sobre el escenario, igual que las cinco estrellas que se han encendido por unanimidad para abrirle las puertas a la semifinal de Tierra de talento. Su reto era un gran desafío: rendir homenaje a La Paquera de Jerez, una de las voces más grandes del flamenco.
"Tenía mucha garra, duende, pellizco, lo tenía todo...no
quisiera imitarla porque es imposible", ha comentado el artista gaditano
antes de la actuación. Pero él también nos demuestra, una vez más, que
tiene muchísimas cualidades para triunfar.
"Esa voz limpia, directa al corazón como una flecha, con ese metal tan bonito", ha manifestado Mariola Cantarero. "Lo tienes todo: oidazo, afinas para reventar, una dicción perfecta y una cosa muy bonita que es la naturalidad", ha añadido Manuel Lombo. Falete le ha dado las gracias por mantener viva la pureza del flamenco y Antonio Canales ha destacado su valentía y nobleza.
Con la canción "Maldigo tus ojos verdes"
y una soleá por bulerías, El Wilo ha arrancado, como ocurrió en la fase
de admisiones, numerosos "olés" poniendo al público y jurado de pie. Su
próxima aparición en el programa será para interpretar algún tema de El Pele, otro gran cantaor.
TITULO: POLICÍAS EN ACCIÓN - Gürtel fue peor,.
Gürtel fue peor,.
Antes de Sánchez, para ser presidente de España
había que ser «decente». Ahora vale con soltar a etarras y amnistiar a
fugados. Curiosa regeneración hemos logrado,.
foto / Cuando
se lleva muchos años en el guiñol, se conoce a demasiada gente. Se lo
dijo el gran Bernard Shaw a un pelmazo que le abordó: -Maestro, ¿puedo
presentarle a mi sobrino?-; -No, no puede. Lo que quiero es que me
despresenten a la mitad de los pelmazos que conozco-. Los sobrinos
siempre dan mala espina. El incomensurable Luis Escobar descendió por
las escaleras del restaurante «Club 31». Un coetáneo acompañado de un
jovencito de buen ver se incorporó de su mesa. -Luis, te presento a mi
sobrino-; -encantado, pero no es necesario que me lo presentes. Fue mi
sobrino la semana pasada-. Bernard Shaw y Luis Escobar me han distraído
el motivo de este artículo.
El juez Ruz ha dividido la
investigación y ha imputado en la primera fase procesal del «caso
Gürtel» a cuarenta y cinco personas, la mayoría militantes o vinculados
al Partido Popular. Me ha sorprendido agradablemente constatar que de
los cuarenta y cinco imputados sólo conozco a dos. Ángel Sanchís y
Álvaro Lapuerta. Un tercero, que nada me conocía y a quien no había
visto en mi vida, me abrazó con efusión en los prolegómenos de un tostón
del Siglo XXI. Álvaro Pérez, «El Bigotes», todo él amable y deleitoso.
Me sitúo en el lugar del viejo conde de la Cimera, propietario de una
estupenda yeguada de caballos de carreras, asiduo al Hipódromo, cliente
de los mejores sastres de Madrid y único español que se arreglaba el
pelo todos los días para no parecer que se había cortado el pelo. A
Cimera, según Villapadierna, le preguntaron un día qué requisitos eran
los necesarios para formar parte del pequeño grupo de la gente
«conocida». -Es muy sencillo. Que los conozca yo. Es decir, que los
imputados en esta primera fase del trinque «Gürtel» no son bien, no son
gente conocida. Cimera ha muerto y yo no los conozco.
¿De
dónde han salido? ¿Quién los llevó a los recovecos de la política? ¿Qué
padrinos tuvieron en el Partido Popular? Me temo lo peor. Personas
originalmente igual de desconocidas que al cabo de los años, como
buganvillas veraniegas, florecieron y treparon. Hay detalles que la
ciudadanía tiene todo el derecho a saber. Por ejemplo. ¿Quién fue el
protector de Francisco Correa? Entiendo que puede hallarse algo de
básica injusticia en mi apreciación, pero no hay que ser un genio de la
observación ni es necesario presentar certificado de estudios de
psicología para intuir, en un primer golpe de vista, que Correa puede
ser un fresco. Como «El Bigotes». Me ha sorprendido, en cambio, la
imputación de Álvaro Lapuerta, el viejo tesorero y militante del Partido
Popular al que conocí, siglos atrás, cuando en el desaparecido diario
«YA» me encomendaron que escribiera crónicas parlamentarias. Eran
colaboraciones amables y positivas, pero topé con la Iglesia, como Don
Quijote y Sancho. Se despedía de su escaño azul, después del batacazo de
Calvo-Sotelo y el triunfo abrumador del PSOE de Felipe González, la
ministra Soledad Becerril, en aquellos tiempos una belleza liberal. Y
escribí que el cuero azul del escaño se había desteñido con las lágrimas
de su tristeza por perder el contacto con el culo de doña Soledad. Se
publicó el texto, pero una mano censora sustituyó «culo» por «pompis». Y
quedó muy ridículo lo del pompis de doña Soledad, más aún cuando es de
todos conocido y está científicamente demostrado que el ser humano tiene
pompis hasta los dos años de edad, y que a partir de ahí, el pompis se
convierte en definitivo culo. Álvaro Lapuerta era un gran compañero de
charlas y cafés en el Congreso y lo estimé mucho y sinceramente. A
Sanchís me lo presentó Fraga, como en un estornudo, comiéndose las
sílabas: -Mire Ussía, le «psento a Chiss»-. Y me lo presentó. De toda la
relación de imputados sólo he lamentado la presencia de Álvaro
Lapuerta, al que le deseo suerte en estos tiempos de nubes mentales,
físicas y judiciales.
Pero
no es una relación de gente «conocida», al modo del conde de la Cimera.
Y ello es más grave, cuando el Partido Popular, el partido implicado en
el feo asunto, es el que representa al centro liberal y la derecha de
España, si bien en los últimos años sus votantes experimentamos una
desasosegada confusión. En todo macroproceso, el juez está autorizado a
imputar a un noble inventado para hacerlo más atractivo para la opinión
resentida. Por ejemplo, si el juez Ruz, después de comprobar la
vulgaridad de los imputados hubiera añadido en la relación al «marqués
de Bosquefino», que no existe, el pueblo se lo habría agradecido.
Con
estos imputados, esta golfería de «Gürtel» va a terminar aburriendo a
todos. Una trama de presumibles granujas de la derecha sin marqués
incluido no puede ser otra cosa, como diría Cimera, que una ordinariez.
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