TITULO: España Directo - Economía - Las renovables españolas sancionadas por Trump podrían esquivar la tasa "antidumping" con sus fábricas americanas,.
Las renovables españolas sancionadas por Trump podrían esquivar la tasa "antidumping" con sus fábricas americanas,.
La tasa del 28,55% a las torres eólicas fabricadas en España no afectaría a las que se producen en México para los próximos proyectos "offshore" en EE UU,.
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Las tasas "antidumping" que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha impuesto contra los fabricantes españoles de torres eólicas ya eran una opción que estaba sobre la mesa de estas compañías, según indican a este diario fuentes de las empresas afectadas.
La decisión final del Departamento de Comercio de EE UU de imponer un 28,55% de sobrecargo a las importaciones de productos de Siemens Gamesa Renewable Energy (SGRE); Windar Renovables S.A. (Windar); Tadarsa Eolica SL; Windar Offshore SL; Windar Wind Services SL; Aemsa Santana SA; and Apoyos Metalicos SA podría quedar en nada ya que las torres eólicas que ese están fabricando para los últimos proyectos "offshore" vienen de Tamaulipas, México.
En cualquier caso, este 28,55% recorta el 73% establecido de manera preliminar en 2021 y contra el que reclamó Siemens Gamesa.
Como indican desde Windar Renovables, multinacional española afincada en Galicia, la fábrica que tiene la compañía en México acaba de finalizar con éxito la primera de las 90 torres que forman parte de un pedido de Siemens Gamesa para su proyecto Coastal Virginia Offshore Windfarm (CVOW), que se ubicará en la costa este de Estados Unidos y se compondrá de un total de 176 aerogeneradores.
Esta primera pieza supone un logro para la multinacional española, ya que es la primera que finaliza su filial en México, Windarmex, en la planta de Altamira.
La fábrica mexicana de Windar fue construida en 2016 para suministrar torres para la eólica terrestre, pero fue remodelada para adaptarse a las grandes dimensiones de las torres de eólica marina.
La nueva planta de Altamira, operativa desde 2024 para los futuros proyectos, se ha convertido en la única en el continente americano capaz de construir estas grandes torres que ahora demanda la industria de la eólica marina
La producción anual de la factoría llega hasta las 200 secciones de torres para parques offshore, con un peso máximo de 320 toneladas y un diámetro máximo de ocho metros, y está enfocada principalmente a abastecer a las nuevas instalaciones eólicas marinas en la costa este de Estados Unidos.
Windar informó el pasado diciembre que los primeros embarques para el parque de Virginia, que dispondrá de una potencia instalada de 2,6 GW y podrá abastecer de energía limpia y sostenible a 660.000 hogares, se llevarán a cabo en agosto de 2025.
Trump, contra la expansión de la eólica marina en EE UU
Trump ha puesto en el punto de mira a las renovables y en concreto a la eólica marina, cuya expansión proyectada en las costas de EE UU es enorme. Ya durante su primera presidencia (2017-2021) los fabricantes de torres eólicas españoles estuvieron en el foco.
Windar, que cuenta con centros de producción en España (Asturias, Galicia y Andalucía), India, Brasil, México, Francia y, próximamente, Polonia, ya ha participado en el parque eólico marino de Vineyard Wind I, frente a las costas de Massachusetts.
Vineyard Wind I es la primera instalación eólica offshore en Estados Unidos de Iberdrola. El proyecto, con una inversión de 2.700 millones de euros, tiene una capacidad instalada de 806 MW generando energía suficiente para cubrir la demanda de más de 400.000 hogares y empresas de la zona.
La construcción, que estuvo paralizada seis meses por la rotura de una pala fabricada en Canadá por la estadounidense GE Vernova, se ha reiniciado por la empresa participada en un 50% por Iberdrola -a través de Avangrid Renewables- y el grupo inversor danés Copenhagen Infrastructure Partners (CIP).
Una vez inicie la operación comercial, Iberdrola asumirá el funcionamiento y la gestión de la instalación, tras el acuerdo alcanzado con CIP.
El parque, que utiliza los generadores de turbinas eólicas Haliade-X de General Electric Renewable Energy, fue cimentado por Windar Renovables, para los 62 emplazamientos de los aerogeneradores. El contrato, por un importe cercano a los 100 millones de euros, ha supuesto la creación de cerca de 400 empleos (500 en picos de ocupación) en sus instalaciones de Asturias.
Viernes - 21 , 28 - Febrero a las 22.00, en Telecinco, foto,.
Miguel Barrero - Nunca es tiempo ,.
Miguel Barrero ,.
En la boda de Pelayo, cuando estamos terminando los postres, Nacho coge el micrófono del pinchadiscos y empieza a pronunciar unas palabras mientras se acerca a nuestra mesa. Lo hace a ritmo pausado, casi con discreción, y se coloca a mi espalda y pide silencio y comienza a encadenar una serie de frases destinadas a tender la trampa: sería imperdonable que el hermano del novio, que soy yo, no dirigiera a la concurrencia unas palabras. Se me da más o menos bien escribir discursos, pero no tanto pronunciarlos, y no me queda otro remedio que ponerme en pie y agarrar el micrófono e improvisar sobre la marcha una especie de felicitación razonada para la que voy encontrando argumentos a medida que las sílabas van saliendo de mi boca. Pocos minutos después de tomar de nuevo asiento, me percato de que no he dicho lo esencial, que en este caso implica rememorar un recuerdo cada vez más lejano. Debió de ser en junio de 1993 o 1994, porque mi hermano no tenía más de uno o dos años y ya estaban puestos en Mieres los cachivaches de las fiestas de San Juan. Delante del Aniceto Sela se instalaba un tiovivo para niños por el que pasábamos a diario. Como Pelayo aún no tenía edad para subirse, llegamos a un acuerdo con los feriantes que lo atendían: cuando el aparato se interrumpía para que bajaran unos niños y se incorporasen otros, mis padres o yo nos subíamos con él, lo metíamos en uno de los cochecitos y dejábamos que se entretuviera girando el volante hasta que la sirena anunciaba que la atracción emprendería de nuevo sus giros circulares, momento en el cual nos apeábamos para continuar con el paseo. Es decir, que mi hermano jugaba en el carrusel en los breves periodos en que éste permanecía detenido, lo cual era para él bastante porque aún ignoraba el placer que procuraba ver cómo el mundo entero giraba alrededor de uno. Una tarde decidimos que ya tenía edad suficiente para subirse al tiovivo en marcha, aunque tuviera que permanecer a su lado un adulto, sujetándolo todo el rato para conjurar cualquier posibilidad de descalabro, y me tocó a mí oficiar de acompañante. Como tantas otras veces, me subí con él en la parada, lo introduje en la cabina y me mantuve en cuclillas a su lado, sujetándolo bien por la cintura. Cuando sonó la sirena, él hizo ademán de venir a mis brazos porque, acostumbrado como estaba a la artimaña, sabía perfectamente que el juego se acababa. Puso cara de sorpresa cuando, en vez de cogerlo en brazos, lo mantuve pegado al asiento. Lo que vino después duró una fracción de segundo, pero fue suficiente para que yo no lo haya olvidado: en cuanto el aparato arrancó y el primer acelerón empujó su cuerpecito contra el respaldo, me miró con una sonrisa en la que brillaban sus dientes irregulares y que componía la expresión más pura de la felicidad que he visto nunca. Tantos años después, tras finalizar mi discurso deslavazado, pienso que me habría gustado decir que lo que deseo para mi hermano es que la vida junto a su mujer le procure unas cuantas sonrisas tan limpias y tan sinceras como la que él me regaló en aquel atardecer de primavera. Pero no supe decirlo, y como lo que realmente se me da bien es escribir, lo escribo ahora.
Pinceladas de San Lorenzo
Lo primero que le advierten a uno cuando llega a San Lorenzo de El Escorial es que no debe emplear el gentilicio «escurialense» porque El Escorial y San Lorenzo son en realidad dos pueblos distintos a los que unió para siempre la voluntad de un rey. Los separa una calle que corta la que desciende a la estación desde el monasterio, que aparece de repente a la vuelta de una curva para disolver con su vocación de majestuosidad la somnolencia del recién llegado. El pueblo le crece a un costado y se expande por las laderas y finge hacer su vida ajeno a él aunque no consiga sustraerse del todo a su presencia, cómo va a hacerlo si hasta lo lleva incorporado al nombre. A él llegan los turistas que aparecen a ciertas horas y apenas dejan huella, porque no parecen muy interesados en aventurarse más allá de los predios cenobiales. Me encuentro a un pequeño grupo desayunando en la terraza del Miranda & Suizo, que es el hotel en el que me han alojado los responsables del curso de verano de la Universidad Complutense en el que vengo a tomar parte. Son dos hombres y dos mujeres, todos con sombrero y gafas de sol, hablan entre ellos en inglés y el que parece tener más edad luce en su piel un color rojizo que denota los efectos de una insolación reciente. En otra de las mesas un anciano lee el periódico y apenas se vislumbra más vida en las aceras. Rompe el silencio de vez en cuando el canto de unos pájaros, cruza de pascuas a ramos algún coche la calzada y no hay muchas más distorsiones en la quietud de este lunes de verano en el que el sol vierte toda su fuerza sobre las cumbres de la sierra. Recuerdo junto a Carlos Fortea la tertulia noctámbula de la que fuimos ambos testigos en Gijón hace apenas un par de días, doy a Leonardo Padura el abrazo que no pudimos darnos cuando abandonó la Semana Negra sin que tuviera ocasión de despedirlo y me alegro de encontrar a Rosa Ribas, con la que vengo coincidiendo últimamente en los lugares más insospechados. Hemos venido a hablar precisamente de novela negra, y de los futuros probables que pueden aguardar al género, y la intervención de Lorenzo Silva a propósito de las negritudes de El Quijote y su sugerencia de llamar ficción criminal a las tramas que van desde el policiaco hasta el hard boiled me da pie a exponer que dicha ficción existe desde mucho antes de que nos diese por encasillarla, que el Edipo Rey de Sofocles bien puede considerarse el primer argumento detectivesco de la historia y que tanto La familia de Pascual Duarte de Cela como “La tierra de Alvargonzález” de Machado pueden encajar perfectamente en sus parámetros, como lo haría el Lazarillo y todos sus derivados picarescos, hilvanados a partir de un caso desde el que se va desmadejando el ovillo argumental por el que van desfilando las variopintas dobleces del mundo. Las palabras se quedan enclaustradas en la sala cuando salimos al exterior y aprovechamos las brisas vespertinas para dar un paseo sosegado por el pueblo. En el interior del Cafetín Croché, tan encantador y tan vintage, se exhibe un monaguillo pedigüeño muy similar, si es que no idéntico, a otro que vi años atrás en la iglesia de Santa María la Mayor de Soria. En la plaza de Jacinto Benavente se reúnen pandillas de jóvenes que fuman y charlan diseminados por los bancos. Las terrazas de la Constitución y la Cruz bullen en las primeras horas de la noche. Hay tal sosiego que parece como si de pronto la vida no importara y este paréntesis pudiera permanecer abierto siempre, y aunque sepamos bien que tal cosa es imposible resulta grato entregarse a la facción inocua de creer que nada más que el aquí y ahora importa, porque todo lo demás podrá esperar el tiempo que haga falta.
Una visita al monasterio
Me pregunta Mirella qué me ha parecido el monasterio de San Lorenzo. «Grande y soso», le respondo. Son los dos adjetivos que se me vinieron muy pronto a la mente, cuando salí de la gigantesca basílica y comencé a deambular por unos corredores despoblados de adornos que parecían desembocar unos en otros y en los que cualquier tentativa ornamental se desdeñaba en beneficio de una taxativa vocación de recogimiento. Si es cierto que el edificio se diseñó a imagen y semejanza que el rey que lo erigió, sólo cabe concluir que Felipe II debió de ser un tipo al que era mejor tratar poco, o hacerlo al menos desde una distancia prudencial. Si realmente su carácter se hermanaba con el que Juan de Herrera imprimió al complejo que quiso dejar al mundo como emblema, uno no puede más que imaginárselo como un tipo frío, adusto, de ceño fruncido y mirada seca, con el alma aquejada de una rigidez tan acentuada que cuesta imaginar que nada de este mundo que no fuera él mismo le suscitara la menor compasión o un tibio alborozo. El Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial fía su imponencia a la impresión que causa en quien lo recorre su austeridad antipática, esa arrogancia que trata de disfrazarse con los ropajes de la fe pero es en verdad la encarnación de una indiferencia irreversible hacia cualquier materia ajena. Hasta los grandes mausoleos donde se hacinan los restos de reyes e infantes carecen de la menor nota que pudiera inducir una mínima emoción retrospectiva, porque todo aquí es grande y absurdamente pretencioso y, por eso mismo, vacuo. Es un edificio bello, eso no creo que pueda negarlo nadie, pero de una belleza tan proclive a la autocomplacencia que es incapaz de interpelar a los ojos que lo observan, abocados a mirar o ver sin que el ejercicio de ambos verbos encauce algo parecido a una emoción. Hay una razón añadida para el desapego personal: un cuadro que tenía intención de ver ya no se expone aquí, sino en la Galería de las Colecciones Reales, y esa circunstancia, que en otros momentos y en otros lugares no sería más que un simple bache, se erige aquí en causa de alejamiento irreversible entre el monasterio y yo. Sólo un rincón me reconcilia antes de tomar la puerta de salida: la gran sala que, sobre la puerta principal y enfrentada al resto del inmueble, como si inconscientemente quisiera subrayar su excentricidad, acoge la biblioteca que perteneció al rey, esa colección que recopiló con entrega y paciencia y que se custodia revestida, ella sí, por oropeles con los que se reconforta el ánimo antes de tomar el camino de salida. Constata uno entonces que lo mejor del monasterio de San Lorenzo de El Escorial no es lo que oculta entre sus muros, sino lo de que de ellos puede ver cualquiera: su perfil recortándose sobre la ladera de la sierra, la gracia con que se levanta en un costado del pueblo cuando emerge, inesperado, en una vuelta del camino y aún no ha revelado que sus paredes son el espejo en el que quiso inmortalizar su poder un rey sin alma.
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