martes, 21 de enero de 2025

Atención obras - Cine - Virginia Feito ,.Viernes - 24 , 31 - Enero ,./ Detrás del instante - Simon Armitage: «La poesía usa el lenguaje como si fuera dinamita»,. / TARDE DE CINE CON - «Estoy harta de las maneras habituales de matar» ,. / Historia de nuestro cine -Cine - Crimen en familia , Viernes - 24 , 31 - Enero ,.

 

 TITULO: Atención obras - Cine - Virginia Feito ,. Viernes -  24 , 31  - Enero  ,.

 Viernes -  24 , 31 - Enero ,.  a las 20:00 horas en La 2, fotos,.

 Virginia Feito,.

 Virginia Feito debutó con 'La señora March', un éxito de ventas

Virginia Feito: «La hipocresía es una cuestión de supervivencia»,.

La exitosa novelista se traslada a la época victoriana para subvertir el género con una psicópata como protagonista en 'Victorian Psycho',.

Dice: «antes mi lema era 'si no tiene incesto, abuso o violación, no lo leo'»; dice: «veo a todas las mujeres resignadas a la sangre y no me identifico en absoluto»; dice: «escribir es un trabajo tan bonito y tan fácil que debería ser ilegal»,. 

 Comencemos por la dedicatoria, donde hace mención a la oscuridad que tiene.

—Estoy diagnosticada como TOC. Trastorno obsesivo compulsivo. No sé si será por eso, pero soy muy quejica. Me quejo de todo y todo me duele mucho y me cuesta mucho en el día a día. Me despierto quejándome y me acuesto quejándome. Mi marido está encantado. (Risas) No, es broma. No le gusta nada. (Risas)

—¿Cómo ha influido eso en su literatura?

"Ya no sé cuánto es TOC o no; cuánto puedo justificarme con él y cuánto es una personalidad quejica"

—Me ha hecho una escritora más detallista y obsesiva. Quizá porque soy obsesiva en general, soy muy observadora. Sobre todo, reparo en los detalles de la gente y en el ambiente. Me afectan mucho los olores, las luces, las texturas. Así, en general, me incomodan y lo odio todo. (Risas) También me ha dado cierta oscuridad que, creo, no tendría de otra manera, porque he tenido una vida privilegiada. Hay que reconocerlo. Así que supongo que es mi manera de torturarme sin razón. Y así es mi día a día. Me acuerdo de que algún psicólogo me recomendó medicarme y llegué a pensar: «Guau… ¿qué pasaría si no tuviera TOC? ¿Sería otro ser humano? ¿No quieres probarlo?». Pero mejor no, porque ya no sé cuánto es TOC o no; cuánto puedo justificarme con él y cuánto es una personalidad quejica.

—Reparar en los detalles de los demás, ¿qué le ha hecho eso descubrir del ser humano?

—Es una virtud, a menos que te importe todo, todo el rato, que sufras constantemente por cosas por las que no deberías sufrir. Pero sí me gusta fijarme en la gente porque me parece fascinante. ¿Qué he comprendido del ser humano? Pues que todos somos fascinantes. A mí me fascina el ser humano. Me parece muy interesante. Hasta la persona más sencilla es muy compleja. Pero fijarme en todo es algo que me pasaba ya desde pequeña. En casa de mis padres hay un baúl donde mi madre lo guarda todo. Ahí hay notas de un profesor mío de cuando tenía cuatro o cinco años y ya especificaba que era muy observadora y muy diplomática y que me fijaba en el comportamiento de los otros niños.

—¿Diplomática?

—Sí, porque tenía mucho cuidado de no ofender a los demás o de cómo decía las cosas.

—Lo que dice ahora por escrito no es diplomático, la verdad.

—(Risas). Para nada. De hecho, no son políticamente correctas, ¿verdad? Pero una cosa es la literatura y otra las personas con las que me tomo un café. A mis personajes los puedo torturar sin problema. No me pueden denunciar. Así que no pasa nada.

—Winifred Notty es su nueva protagonista. ¿No le da miedo?

"Escribir sobre cosas oscuras es terapéutico"

—He sentido la necesidad de crear alguien mala en este libro. Y es verdad que todo me da miedo. Tengo mi miedo a estar enferma. Miedo a las bacterias, miedo al ruido… Todo eso parece que me da un miedo que, en realidad, es muy épico. Escribir sobre cosas oscuras es terapéutico, supongo. Por otro lado, convencer al lector de que todo da mucho miedo es como un triunfo personal… para que todos me den la razón y que mi marido vea que no yo soy una quejica. (Risas) Pero es que el mundo es un sitio que da mucho miedo. Deberíamos estar todos tirándonos de los pelos. Gritando. Y luego, en esa oscuridad, también hay un porcentaje de morbo. Esto es lo fascinante del mal y de la oscuridad.

—¿Somos unos inconscientes porque no nos da miedo el mundo?

—Pues sí, pero supongo que por supervivencia tenemos que olvidarnos, porque de lo contrario, si nos damos cuenta de todo lo que ocurre alrededor y lo tenemos en cuenta, creo que nos volveríamos locos. ¿Lo ha pensado? Por ejemplo: ¿cuántas especies de bacterias hay ahora mismo andando por nuestras caras? Son casi invisibles, pero están ahí, comiendo, defecando, reproduciéndose. En nuestra piel. Ahora mismo. ¿No es de locos? Si reflexionas mucho sobre este asunto, ni sales de casa, claro. ¿Cuántas veces te puedes morir a lo largo del día? Muchísimas. Lo que pasa es que, claro, hay que avanzar y vivir, y progresar. Por supervivencia somos inconscientes. Es eso.

—¿De dónde viene Victorian Psycho?

—Fue una voz. Es lo primero que me vino. Se me ocurrió. Estaba en la cama y era muy pronto por la mañana. Ella, Winifred, me cayó fenomenal. Enseguida. Me apeteció perseguir a este personaje porque era fresco y eso es algo que envidio mucho. Ella disfruta mucho y le da igual todo, que es justo lo contrario que yo. Eso ya me atrajo. Y luego está la época victoriana, que siempre me ha encantado porque es muy contradictoria. No es como lo más acogedor y navideño que existe, a pesar de que tengamos esa imagen, porque, en verdad, tiene un lado oscuro, abusivo, machista y terrorífico. Me apetecía toquetear por ahí. Y explorar esa voz, que estaba claro que era la de una psicópata desde el principio, porque a nadie puede importarle todo tan poco y no tener algún problema mental. Pero esas primeras palabras resultaban muy específicas. Ahí estaba la personalidad de un personaje y, como dicen los actores, me metí en él.

—¿Es una venganza contra la novela victoriana?

—¡Ay, no! ¡Porque me encanta la novela victoriana! Me siento culpable por eso, porque no quería vengarme de ella. Para mí es más una oda que una venganza, en realidad… pero a mi manera, por supuesto, para no hacer lo mismo que ellos.

—Pero sí es contra las convenciones victorianas.

"Oliver Twist es una obra bastante dura. En general, todo Dickens es bastante duro"

—Sí, eso, sí. Sin duda. En aquel momento existían presiones sociales absurdas y había como mil reglas que debían contemplarse en la sociedad. Pero, a la vez que reconocemos esa presión, es curioso que también nos inspire cierta nostalgia. Es contradictorio. Por un lado, seguro que echamos de menos la campana que anuncia que tienes que vestirte para la cena, pero, por otro lado, era una época totalmente cruel. Oliver Twist es una obra bastante dura. En general, todo Dickens es bastante duro. Lo que pasa es que también ensalza lo bonito que había, porque debió de ser espectacular, si hacemos caso a las películas, aunque claro que ahí no puedes oler los excrementos de los caballos, ni tampoco a través de la literatura. Ellos, en ese momento, no sabían lo mal que estaban. Y desde luego, no estaban preparados para leer una novela como esta. No había tanta libertad en cuanto a mostrar la oscuridad en el arte o la escritura. En las calles poseías toda la libertad del mundo para matar al prójimo, pero no podías contarlo en un libro.

—¿Qué detesta de las convenciones?

—Por supuesto, todavía hoy existen muchas presiones sociales. Aparte de la estética, en el caso de las mujeres también pesa el ser agradable y atractiva. En esto os habéis librado más los hombres, porque en esa época también tenían que esforzarse y vestirse para la cena, como nosotras, y ponerse ciertas prendas y unas botas incómodas. Pero la presión de estar guapas continúa para nosotras. En Occidente hemos mejorado las mujeres, porque, por citar algo, podemos trabajar, aunque eso no sucede en Afganistán.

—Fue más duro para vosotras abrir el camino.

—Dickens intentó recluir a su mujer en un sanatorio mental. Y casi lo consigue. Todo porque se quería divorciar. Empezó a dejar pistas para insinuar que estaba loca. Ella se enteró, se puso firme y dijo que estaba bien y le concedió el divorcio. Qué horror. Aparte de eso, no importaban demasiado las mujeres ni tampoco su opinión ni nada.

—¿Se ha impuesto la corrección política como convención?

"No me gusta el miedo en las opiniones. Es un peligro"

—No soy políticamente correcta y me gusta sentirnos libres al hablar. Entiendo los que dicen que bueno, que si no suscribes eso, también tienes que atenerte a las consecuencias si ofendes a alguien. Pero no me gusta el miedo en las opiniones. Es un peligro. En la literatura se puede apreciar a la hora de maquillar el lenguaje. Es un tema interesante.

—¿Por?

—Pensé mucho en esto una vez. Recuerdo que un editor me dijo que debía tener a los lectores en la cabeza. Me frustraba pensar que estaba escribiendo algo que les pudiera impresionar o gustar a ellos y no algo genuino que me saliera de dentro. Eso es terrorífico, al menos para mí. Es verdad que tenemos que escribir para los lectores. Mi primera versión de este libro era durísima y hubiese sido un error. Era muy severa con el lector. No le ofrecía ningún tipo de concesión… Cuando me comentaron que un libro, al fin y al cabo, es para el lector, me generó un dilema. Si piensas demasiado en el lector, no te arriesgas a escribir algo que sea genuino. Tengo una batalla alrededor de este tema, pero no creo que haya retirado mis valores. Le voy a contar una anécdota: en este libro la protagonista mata con una escopeta. Los editores me preguntaron si la elección de ese arma resultaba necesaria, porque en Estados Unidos sería una escena muy impactante porque ahí hay tiroteos en colegios americanos y mueren muchos niños, como en mi libro… Un dilema. ¿Qué haces? ¿Cambias una escopeta por una ballesta? ¿Te traicionas por incluir ese detalle? ¿Lo haría al final? Tendréis que leerlo para saberlo… Aquí hay que reflexionar sobre si es importante ese objeto, qué batalla quieres luchar tú como autor y a dónde quieres llegar con esto. En general, no me he censurado. Pero al fin y al cabo es una historia narrada por una psicópata y no vamos a ser inocentes en este punto.

—Su libro me recuerda a Daphne du Maurier, la autora de Rebeca y Los pájaros.

Rebeca es género gótico y me encanta. No es la época victoriana, pero hay una casa y una mujer volviéndose loca, y la película de Hitchcock es maravillosa. También hay clases sociales, aparece el servicio y el hombre misterioso que estaba muy de moda en la época victoriana y que básicamente era abusivo, pero que, en cambio, todas se enamoraban de él. Hay muchas Rebeca en el mundo. Seguro. Pero en mi libro sobre todo hay mucho de las hermanas Brontë, de su biografía, de su vida real. El colegio al que iban, la mordedura que una recibió de un perro.

—¿Qué le sedujo de la protagonista, la institutriz?

"Como todos estos psicópatas, resulta encantadora y es muy charming hasta que vas y le resultas molesto"

—El humor y la indiferencia, porque al ser tan cruel y tan indiferente me ofrecía una paradoja maravillosa. A veces resulta cercana, pero que nadie se confíe. Solo es para mantener la máscara. Hay que tener en cuenta que ella nos está manipulando a lo largo de toda la novela. Dice que ha dicho cosas que yo no me creo que haya hecho. Siente también atracción por cosas desagradables y asquerosas, como las bocas reducidas a encías y cosas así. Luego parece muy humana. Hasta que se enfada. Como todos estos psicópatas, resulta encantadora y es muy charming hasta que vas y le resultas molesto.

—¿Le gusta manipular al lector en sus libros?

—(Risas). Sí, lo intento, pero creo que no soy tan lista. Lo intento a través de los personajes, lo que pasa es que te puede funcionar o no… Por eso empleo la primera persona, para que no se sepa si ha pasado o no, si es verdad o no lo que se dice que ocurre. Eso me gusta mucho… Crear un personaje me parece lo más satisfactorio que hay. Coger características humanas, actitudes, expresiones y generar un ser. Darle el equilibrio perfecto para que no caiga a todos bien o mal. Si cae bien o cae mal es que lo que has creado no es suficientemente complejo.

—Su protagonista es una antiheorína.

—Más bien es una villana. Yo creo que lo es, pero siempre depende de lo bien que caiga. Y eso estará determinado por lo que los lectores estén dispuestos a entenderla y a justificarla. Pero ella es una malvada. Creo que es un buen disfraz de Halloween. Junto al de Freddy Krueger y Jason, de Viernes 13. Pero me gustaría escuchar también a alguien que piense que es una incomprendida. Ella tiene un gran sentido del humor, y a veces eso a mí me gana por encima de casi cualquier otra cosa. Pero bueno, es mala… Mata bebés y animales. Mata gente inocente y que es buena, aparentemente. Sí, es mala, creo que es mala. (Risas)

—¿El humor?

—Sirve para decir cosas que no pueden decirse de otra manera. Lo que pasa es que también el humor es importante, porque ella te está manipulando y ella ve sus acciones divertidas. A ella todo le parece estupendo y se lo está pasando genial. Ella lo dice para invitarte a pensar que no está tan mal y que en realidad es muy divertido y genial lo que hace. El humor, entonces, tiene dos funciones. Como escritora el humor me ayuda a contar estas cosas. La otra es que el humor es la vaselina para colarte lo gore.

—¿No le da miedo que caigan bien este tipo de personajes?

"Antes los lectores eran muy reacios a disfrutar de obras con personajes desagradables. Esto ha cambiado hace poco"

—No, porque al final no es el arte lo que genera violencia. Solo es entretenimiento. Si hablamos de personas que pueden tomarlo como inspiración para hacer algo malo, entonces debemos concluir que no es un problema del producto, sino de la persona. A mí, en particular, siempre me han gustado los personajes desagradables. Cada vez hay más. Y me alegra comprobarlo. Se está mejorando en este sentido. Antes los lectores eran muy reacios a disfrutar de obras con personajes desagradables. Esto ha cambiado hace poco. A mí me encantan. Me parecen interesantes. En los otros, los que resulta agradables, la verdad, no sé dónde está el conflicto y me aburro con ellos.

—Hablando de crueldad, ¿influye la infancia, como en el caso de su protagonista? Su madre no la trata bien.

—Esa es la duda. No lo sabemos, y eso es algo que me frustra mucho. Me gustaría saberlo. He estudiado muchos casos diferentes. Es verdad que por lo general los asesinos en serie no han tenido una infancia. Ninguno. Ahora, por tener una infancia infeliz no te conviertes en un asesino en serie. ¿Cuánto influye? Esto es lo fascinante, porque tomamos decisiones en el subconsciente a medida que el cerebro se va formando. La verdad es que todos parecemos muy normales, pero en el fondo no lo somos. Y ahí entra también en juego la definición de lo que es normal. Todas las decisiones que se toman a lo largo de un día son interesantes para conocer mejor estos aspectos. Pero en general, todas las personas tenemos dentro más oscuridad de la que creemos.

—¿Qué le asusta más de la psique humana?

"Que el hombre, como individuo, se pierda a favor de una mentalidad de grupo para mí siempre es algo peligroso"

—Es toda una pregunta. Le diré: me asusta la pérdida del individuo. Me asusta la masa, la mentalidad de la masa, la capacidad que tiene el ser humano para perder su propia identidad a favor del grupo. Esto sucede mucho hoy. En muchos casos. Ahí están las sectas. Pero ver cómo se pierde la individualidad y cómo las personas se disuelven en un grupo es lo que más miedo me produce. Que el hombre, como individuo, se pierda a favor de una mentalidad de grupo para mí siempre es algo peligroso, porque raras veces es para hacer el bien. Pero a cualquiera le debería asustar que los demás pierdan su propia personalidad o que renuncien a ella para ir con otros en la misma dirección.

—Esta es una época de perder la individualidad, de mucha alineación política, cultural…

—Sí, eso es verdad. Pero es muy contradictorio, porque también es un tiempo de enorme narcisismo, de mucho yo, yo, yo. Se dan los dos fenómenos a la vez. Es un momento muy extraño por eso. Toda la culpa es de internet. (Risas) No, no… Pero es cierto que el individuo ahora está por encima de todo. Hay bastante egoísmo. Yo y mis necesidades, yo y mis derechos, lo que me ofende a mí, pero a la vez hay una adhesión a lo que dicen todos, a cómo debo sentirme… Es curioso.

—¿Eso está sucediendo con Trump?

—Sí, en política pasa mucho lo de perder la identidad. Pero eso también lo he visto en el Partido Demócrata y sus votantes. Lo he presenciado en ambos casos, tanto los que han votado a Trump como los que han votado a Kamala. La política inspira mucho ese tipo de mentalidad de masa. Las ideologías, en general, lo respaldan. Cuando ya estás defendiendo una ideología caiga quien caiga y no tienes la capacidad de reconocer que igual esto no lo han hecho bien los que apoyas, y te sientes incapacitado para decirlo, es que ya has suscrito una ideología, y tu individualidad y tu personalidad ya no existe para estar a favor de ese partido.

—Winifred, su protagonista, no tiene ese problema.

—Sí, está rebelándose contra las tradiciones que se asumen a ciegas en la época y esas costumbres que nadie pone en duda. Esto es algo que hacemos también mucho. Hay ciertas tradiciones que repetimos porque eso es lo que se hace, ¿no? Creo que hay que destruir las tradiciones de vez en cuando. Habría que limpiarlas, agitarlas. ¿No estaría mal cuestionarlas de vez en cuando? Aunque eso genere polémica dentro de un grupo o una familia. Estaría bien hablarlo. Aunque eso escandalice, aunque últimamente todo nos escandaliza.

—Hay muchas escritoras que escriben sobre violencia.

—Es verdad, y de hecho los libros que más me han traumatizado son probablemente de mujeres. Yo me alegro. Me parece muy bien porque eso no lo podíamos hacer hasta hace no tanto. Pero es genial. Si nos apetece…

—En su caso, la violencia también es psicológica.

"No tenemos referentes de asesinas en serie. Nuestros referentes son asesinos"

—Hay escenas que no son cómodas en mi libro. Una parte de la descripción violenta la dejo en la atmósfera. Pero aquí hay otro componente. El hecho de que la asesina sea una mujer me interesaba mucho, porque lo hemos visto bastante menos. No tenemos referentes de asesinas en serie. Nuestros referentes son asesinos. Hasta hace poco, ellas empleaban el veneno, la asfixia con una almohada… Las mujeres no solían coger un hacha y abrirle la cabeza a un individuo. Me parecía muy interesante explorar por qué no meternos en una violencia más tradicionalmente masculina. 

—¿Le gustaría que en el imaginario popular Winifred se codeará con Patrick Bateman, de American Psycho?

—¡Sí! Mucho. ¡Más quisiera yo! Pero eso no dependerá de mí. Los dos se llevarían mal porque los dos odian al ser humano y a Patrick Winifred le parecería gorda y fea y la despreciaría para siempre. Si se enfrentaran, bueno, ganaría él porque tiene más fuerza física. Es un hombre… Pero me encantaría que en el imaginario popular estuviera a su lado. Claro que sí. Pero no puedo pedir eso. Solo esperarlo. ¿No? De lo contrario podría parecer avariciosa. Y no es correcto parecer avariciosa, ¿verdad?


 TITULO:  Detrás del instante - Simon Armitage: «La poesía usa el lenguaje como si fuera dinamita» ,. 

 Miércoles - 22 , 29 - Enero  a las 20:00 horas en La 2 / fotos,.

 Simon Armitage: «La poesía usa el lenguaje como si fuera dinamita»,.

 Simon Armitage: «La poesía usa el lenguaje como si fuera dinamita»

  Simon Armitage,.

Es un poeta alejado de los enclaustramientos y el encierro de los retiros literarios, que ha tallado su poesía en las corrientes ordinarias de la vida, en sus márgenes más abyectos o apartados. De procedencia humilde, vinculado a los barrios obreros, ha trabajado con presos, visto los efectos de las drogas y la huella del thatcherismo entre los más humildes. Simon Armitage, que ha seleccionado sus mejores poemas en Avión de papel (Impedimenta), es un hombre, y se le nota en la manera de seleccionar las palabras y responder a las preguntas sin apremios ni urgencias. No hay prisas en su carácter. Con una mano, enseña sus últimos poemas sin publicar, caligrafiados a mano en un cuaderno. Más que unas hojas de apuntaciones, esas páginas son la autopsia de un creador, los meandros por los que surca su talento y que acaba concretado en un poema, un pensamiento, una reflexión, a veces, todo eso a la vez.


—¿Qué le ha influido más, Homero o Morrissey?

—Es una buena pregunta. Los dos están en la balanza. Entrevisté una vez a Morrissey. He tenido más problemas con Homero, porque es más difícil de traducir, pero musicalmente son lo mismo. Creo que si miramos los orígenes de la poesía tenemos que pensar en términos musicales. La poesía comenzó alrededor de un fuego y un templo. Comenzó con un tipo de canción. Morrissey pensaba en sí mismo en términos poéticos, pero sería justo decir que todo vuelve a la misma raíz. Pero la mayoría de las cosas en esta vida, la música y la poesía, se han vuelto especializaciones dentro de sus propias formas y maneras, así que ambas han divergido con el tiempo.

—Fue un agente de la condicional. ¿Qué le enseñó del hombre?

"He aprendido que la desesperación no tiene límites, como sucede con las personas que desarrollan una adicción a la heroína"

—Me dio, sobre todo, esa parte ética del trabajo que consiste en levantarse a las siete de la mañana y saber lo que conlleva el resto del día. También me ha ayudado a desarrollar cierto sentido y sensibilidad hacia la gente de los márgenes, que son personas sobre las que escribo. También he aprendido que la desesperación no tiene límites, como sucede con las personas que desarrollan una adicción a la heroína. Están dispuestos a hacer lo que sea para conseguir la droga, y eso era algo que yo ni imaginaba de joven. Esto me dio una perspectiva muy oscura de este mundo. Por eso empecé a buscar el bien en las personas.

—¿Cómo influyó en su poesía toda esta experiencia?

—Cuando estaba trabajando como agente de la condicional, me di cuenta de que cogía palabras y términos que se usaban dentro ese ámbito, como ciertos registros precisos de su habla, y los volvía míos. Hice una película sobre soldados envueltos en diferentes conflictos que sufrían síndrome postraumático. Yo quería escribir poesía auténtica sobre la guerra, pero yo no había estado jamás en un frente de ninguna guerra. Entonces entrevisté a esos soldados y empleé sus propias formas de hablar y de expresarse en sus declaraciones. Las usé en los poemas, de una determinada manera, para dar autenticidad a los poemas y obtener una voz para todas esas historias. Para eso usaba sus palabras. Pero también debo reconocer que provengo de la clase obrera, de los barrios del norte de Londres, y la manera de hablar con la que estaba relacionado no estaba demasiado alejada de esos ámbitos.

—Es una poesía alejada de torres de marfil, cercana a la vida.

"Los poetas deben salir a la calle y chocarse con la calle, con lo que hay en ella"

—Es imposible hablar de poesía como si fuera una sola cosa. En los 35 años que llevo escribiendo poesía he corroborado que resulta muy difícil hacer eso. La poesía es más amplia, mucho más. Es un círculo bastante complejo. Puede ser un acto público, performativo, de cara a la gente y puede ser también algo hermético y sellado, escolar y metido en sí mismo. Para mí es importante precisar esto porque he escrito clases magistrales advirtiendo precisamente a los poetas que no se queden en el ámbito académico. Los poetas deben salir a la calle y chocarse con la calle, con lo que hay en ella. Es un error para los poetas evitar el aprendizaje.

—¿Cuándo prendió la llama de la poesía?

—Cuando era estudiante y me encontraba todavía en la escuela. La verdad es que no estaba interesado en nada de lo que me enseñaban los profesores en el aula. Después apareció la poesía y ya me interesé por ella, porque la codiciaba, porque era alternativa y porque podía ser secreta. Algo que podía ser solo para mí mismo. Un refugio en el que reconocí enseguida que podía expresar mi conciencia.

—Era un rebelde.

—En parte (Risas). La poesía es importante para los jóvenes. La gente dice que ellos no leen, que son muy «casuales» con el vocabulario, que no les importa la tradición de la literatura, pero mi experiencia es contraria a eso, y creo que están muy interesados en el idioma. Simplemente son otros modos de entender el lenguaje y la poesía. Instagram, el hip hop… son otras formas que ellos poseen de mantener el interés y la intensidad. La poesía, con mayúsculas, enseña a no decir lo primero que se te ocurre, sino a reflexionar y pensar. Eso es crucial.

—Lenguaje. Y usted trabaja con él. ¿Cómo lleva su manipulación?

—Los políticos abusan del lenguaje. Lo usan como un instrumento barato, sí, como una herramienta barata. En cambio, la poesía usa la palabra para que sea y esté más considerada. La poesía usa el lenguaje como si fuera dinamita. Eso tiene que ver con la forma en que el lenguaje se manifiesta y que es diferente.

—Este libro es casi como una autobiografía. ¿Cómo ha evolucionado?

"Cierta poesía debe estar cerca de la gente, a su alcance"

—Refleja cómo he sido, en efecto. Se puede pensar como una biografía refractaria que representa tres décadas de lo que he sido como escritor y cómo he escrito sobre mí mismo. Verlo como una manera de acercarse a lo que he hecho, pero que si la quiere usar como una biografía, como lo haría un psicoanalista, le advierto que tendrá dificultades, porque no le voy a contar que el sábado anterior  compré unas zapatillas, aunque a lo mejor sí por qué debería hacerlo.

—Ha traducido y ha convertido en poemas historias clásicas, del pasado.

—Cuando vas hacia atrás, estás conociendo a tus ancestros. Entonces, traduces poemas como los de Homero. En cierto modo es buscar a los que te han precedido e interpretarlos de nuevo y dramatizarlos para nuestra época. Estos viejos poemas podemos dejarlos en manos de académicos, pero están muy apartados del lector común, y por eso yo pienso que le pertenecen al lector común y que traducirlos para ellos, en unas formas más actuales, de alguna manera es un acto de democracia. Cierta poesía debe estar cerca de la gente, a su alcance. Y se tiene que trabajar duro para mantenerla de esta manera y que no se olviden esas historias que relataba.

—Viene de la época del thatcherismo. ¿La poesía puede tener una implicación social? ¿Es posible separar la poesía de la vida?

—Viví el thatcherismo y he sobrevivido para contarlo. Fue brutal. No es broma. Tiempos muy duros. Muy divididos. Muy tribales. Los políticos, la política, se estaba viviendo de una manera visceral, con  manifestaciones, choques con la policía. Fueron dramáticos esos años, pero pertenecer, su experiencia, ha resultado interesante. He repetido lo que sucedía en la política, y en lo político, en público, en la radio, en la tele. Los poetas de mi generación expresamos esta extravagante época en la crudeza del idioma. Lo expresaba con el lenguaje mismo que procedía de las calles. En los medios estaban promocionado cosas bastante conservadoras, recuerdo, y mi dialecto era una versión más autentica de quién era yo en ese momento. Los márgenes eran el nuevo centro para mí.

"A un poeta irlandés le preguntaron de dónde provenían los poemas y replicó que si supiera de dónde procedían iría a por más"

—¿Qué es un buen poema? ¿De dónde surge?

—Sabes que es un buen poema cuando está convencido de lo que está haciendo, reconoces cuál es el efecto que produce en la gente y cuando se encuentra con el lector en ese punto medio que existe entre el escritor y el lector. A un poeta irlandés le preguntaron de dónde provenían los poemas y replicó que si supiera de dónde procedían iría a por más. Pueden empezar por un pensamiento, por una experiencia, por una provocación, pero, para mí, crecen o surgen a partir de estar soñando despierto. Es algo que no puedo enfatizar suficientemente lo importante que es. La mente empieza a rodar de una idea a otra, sin cesar, y durante ese proceso colecciona lenguaje, durante el camino, y sin darte cuenta puedes encontrarte con un poema ahí mismo, aquí mismo, ahora. Luego se trata de revisar y de reescribir. Estoy seguro de que los físicos de partículas deben de soñar despiertos, y también estoy convencido de que soñar despierto tiene más valor que estar en TikTok.

—¿Cuánto tiempo le lleva concluir uno?

—Tres semanas, seis… Es imposible determinarlo. Existen excepciones que salen de una manera espontánea. Hay poetas que pueden crear su obra rápidamente. Para mí es un proceso de eliminar palabras. Es un proceso de las palabras, de cada una de las palabras que se encuentran en el diccionario inglés. El problema de la poesía es que las palabras se ponen en medio del camino, son el obstáculo, en realidad, del poema. Un poema sería muy fácil si no fuera por el idioma…

—¿Es posible la poesía en una época de guerras?

—Sí, para la consolación. Y para reafirmar los principios y, también, darle su valor alto, su propio lugar, al valor que tiene el ser humano. El simple acto de crear un poema te pone del lado correcto de la situación. La historia de la raza humana está llena de gente mala, pero los poetas han estado siempre del lado correcto, del lado bueno (risas).

TITULO:TARDE DE CINE CON - «Estoy harta de las maneras habituales de matar» ,.

«Estoy harta de las maneras habituales de matar» ,.

La escritora Yrsa Sigurdardóttir, reina islandesa del suspense, publica en España 'El grito', primera entrega de 'Los casos de Freyja',.

Yrsa Sigurdardóttir es autora de 'El grito'.

foto / Yrsa Sigurdardóttir es autora de 'El grito,.

Las gélidas calles de Reikiavik, con sus noches que dejan los huesos ateridos y el aliento en una humareda, son el escenario de 'El grito' (Destino), la primera entrega de 'Los casos de Freyja', una saga de seis novelas negras que a partir de ahora irán llegando a España. Su autora, Yrsa Sigurdardóttir, considerada la reina islandesa del suspense, suma ya cinco millones de lectores en todo el mundo por sus ficciones adictivas, caracterizadas por giros argumentales inesperados y el manejo sutil de la psicología de los personajes.

Como es norma en el 'noir' escandinavo, la violencia es desaforada y truculenta. «Esta es mi décima novela y ya estaba un poquito harta de las maneras habituales de matar a la gente: una muerte por asfixia, un apuñalamiento, un despeñarse por el precipicio…, lo típico. Quería encontrar un método algo más original y por eso mis asesinatos son bizarros, fuera de lo común», argumenta la escritora.

'El grito', reconocida como mejor novela negra por la Academia danesa y galardonada con el Premio Blood Drop, cuenta el siniestro asesinato de una mujer, un crimen del que existe un único testigo: su hija de siete años. La niña, que observa los hechos escondida debajo de la cama, es ahora incapaz de articular palabra. Huldar, el detective responsable de la investigación, sufre el peso abrumador de afrontar su primer caso relevante. Para esclarecer el atroz crimen, dispone de la ayuda de Freyja, una avispada psicóloga infantil que intentará desbloquear la mente de la niña.

Es curioso que la autora, habitante de uno de los países más seguros del mundo, haya hecho de lo escabroso y lo brutal una seña de identidad de su literatura. «En nuestro país no ha existido una figura monstruosa como a veces pasa con asesinos en serie de Estados Unidos. Normalmente es gente normal y corriente, pero un mal día toman un mal camino y la cosa no acaba bien. Cuando escribes, hay que pensar en un motivo que pueda resultar sensato al lector».

Libros para niños

Esta ingeniera civil, que al principio solo cultivaba la literatura para niños, se entregó a la escritura para que su hijo descubriera el placer de la lectura y lo que ello comporta. «Leer es una oportunidad de ponerse en la piel de otros y a los niños les enseña lo que significa la empatía», dice. Pasados los años, imprimió un giro a su carrera y buscó un público adulto. Y francamente, el cambio no le ha ido mal: sus obras se han publicado en más de 35 países. «Buscaba un público más maduro. Hay cosas que no puedes poner en un libro infantil para no corromper la inocencia del lector. '¿Qué libro quiero escribir ahora?', me pregunté. Como a mí me gusta leer novelas de terror y negras, me lancé a eso».

A la hora de encarar la escritura de este libro, ha tenido acceso a fuentes de primera mano. «Investigué mucho. Pude acceder a los servicios sociales de protección a la infancia, cuyos trabajadores me enseñaron mucho sobre cómo funcionan las casas de acogida. Hablé con psicólogos infantiles. No pude ver en vivo ningún interrogatorio, pero sabía lo suficiente para poder escribir de una manera creíble».

«Un psicópata no podría escribir una novela negra. No es capaz de entender lo inconcebible, que para él, imagino, es normal»

Yrsa Sigurdardóttir, admiradora de las ficciones de Stephen King, no cree que cualquiera sea capaz de escribir una historia sangrienta de detectives. «Un psicópata no podría escribir una novela negra porque no es capaz de entender lo que realmente es terrible e inconcebible, que para él, imagino, es normal. Así que a veces pienso: ¿Qué es lo que yo no quisiera que pasara por nada del mundo a mis amigos? En ocasiones ese es mi punto de partida».

La helada, desconocida y remota Islandia parece el escenario perfecto para el desarrollo de un 'thriller'. La isla bravía, tierra de hielo y fuego, es pródiga en paisajes áridos y prodigiosos. Esos parajes inhóspitos son la metáfora perfecta de la soledad, la marginación y la intemperancia climática. En un país donde no existen megaurbes, como ocurre en Suecia y Dinamarca, sino comunidades más pequeñas, los asesinatos masivos chocan con la realidad. «Por eso no puedo presentar a un asesino en serie, no sería muy creíble, insiste Sigurdardóttir, que se siente fascinada por el 'true crime'. Los hechos reales, dice, espolean su imaginación.

 

TITULO:  Historia de nuestro cine - Cine -  Crimen en familia ., Viernes  - 24 , 31  - Enero,.

 

 Crimen en familia

 

 

 

El Viernes   - 24 , 31  - Enero ,.  a las 22:15 por La 2, foto,.

 

 

Reparto ,. Charo López, Agustín González, Cristina Marsillach,.

Ignacio Costa, es un hombre de negocios, constructor, padre autoritario, fascista, con pistola al cinto, capaz de vejar y ultrajar a sus hijos, violar a su mujer, contratar a matones para solucionar sus problemas, sin un apéndice de humanidad hacia nadie ni nada. Su mujer, Nuria, fría, calculadora, ambiciosa, con sucios asuntos financieros, con un amante, empezará a influir en sus hijos hasta que juntos tramarán el asesinato del padre. A Ignacio Costa nadie le quiere. O quizás sea él quien no quiere a nadie. Aunque se dice al principio de la película que cabe atribuir a la casualidad la coincidencia con alguna historia real, parece basada en la historia de "la dulce Neus",.

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