Antonio Muñoz Molina
ha regresado a la ficción con «No te veré morir» (Seix Barral), una
narración que se adentra en una historia de amor suspendido, la vivida
por Gabriel Aristu, hijo de una familia con recursos que marcha a
Estados Unidos para triunfar en la meca del capitalismo, y Adriana
Zuber, resignada amante que se queda atrás, en la España franquista de
los sesenta, esperando un regreso que tardará en suceder. La novela toma
el título de un verso de la poetisa Idea Vilariño, que sostuvo un
turbio pulso emocional con el escritor Juan Carlos Onetti,
y que aquí se adecua con una afortunada oportunidad al texto. Con una
prosa que rompe los convencionalismos, el autor hilvana los
acontecimientos que jalonan el relato con una pausada meditación sobre
el tiempo, la memoria y los recuerdos, los temas cruciales que, en el
fondo, trenzan el tapiz de esta historia. «Toda pasión amorosa tiene una parte de fabulación
–comenta Muñoz Molina–. Te enamoras de todo lo que es una persona, pero
a la vez el amante proyecta en el otro aspectos que a lo mejor no
existen ni están ahí. Este es el espacio en el que sabe indagar tan bien
la literatura».
Antonio Muñoz Molina, que
aún gasta ropa de verano, viste unos pantalones cortos y una camisa
fresca, luce la sonrisa descansada de los hombres que han retornado de
vacaciones. Él mismo reconoce que este libro, «en origen, pensaba que
iba a ser un relato, pero me fui dejando llevar y fue saliendo así».
Confiesa que «cuando tengo una novela en la cabeza, por mucho que trabaje, sin un comienzo, siento que no tengo nada».
Sin intercalar un suspiro, afirma que «la primera frase surgió de la
nada, como si la hubiera leído, más que como si se me hubiera ocurrido a
mí. A partir de ese momento, creció de una forma torrencial».
El punto de partida fue la historia
verídica de una pareja de enamorados que permanecieron sin verse durante
cinco décadas, algo que despertó su curiosidad y que se le antojó
literariamente atractiva. Con los años se fue formando en su imaginación
y, como él admite, «llegó de una forma inesperada, algo que suele
sucederme y que me alegra, porque este proceso de escritura resulta
estimulante, porque tú mismo funcionas como un lector y vas rellenando
los huecos y van sobreviniendo recuerdos, imágenes o ideas. Escribir, en
este sentido, es como una reacción química». El arranque es una sola
frase continua que va recorriendo los distintos capítulos. «Me dejé
llevar y fue fluyendo. Hubo un momento en que pensé: “Anda, no hay
ningún punto. Pero no hace falta, puedes leerlo sin parar”. Y así seguí
hasta donde llegaba, sin forzar nada. Es una sola frase que crece orgánicamente, como la música de las suites de Bach, una ondulación que narra los pensamientos y sueños del protagonista».
A través de este
hilo traba un ejercicio de reflexión sobre los sentimientos. «Las
historias de amor dan juego, porque con ellas tocas mil cosas... El ser
humano tiene una propensión hacia la fantasía y el ensueño». Muñoz
Molina es consciente del ejército de tergiversaciones, espectros y
trampantojos que nacen de las idealizaciones y del exceso de nostalgia
por lo que nunca ha sido. Algo a lo que él denomina «la inquietud de lo
que podría haber sido, el camino no tomado», pero, como asegura, «el ser
humano necesita explorar. Y la ficción sirve para eso, para explorar
vidas. Por eso es consustancial a nosotros. Vives entre dos tensiones: ver las cosas como son y las preguntas sin respuesta,
eso que pudo suceder. Aunque este ejercicio puede acabar siendo dañino,
porque la vida no vivida tiene una enorme ventaja sobre la vivida: está
nueva y sin estrenar. A mí me gustan las novelas, leerlas y escribirlas
porque es una forma de vivir vicariamente esas otras vidas».
El
celebrado autor de «El jinete polaco» también introduce en la novela un
acento de transgresión y salta por encima de algunos tópicos: «Se dice
que la pasión amorosa es fugaz, que no dura, que la pasión es de gente
joven... A mí me gustaba indagar en una pasión que permaneciese y no se
borrase, y que unas personas mayores pudieran seguir alimentando. El
protagonista, de hecho, sigue viendo a su amante como era y creo que eso
nos pasa a todos con la gente a la que queremos. Esa una cosa tan
misteriosa que algo pueda durar tanto tiempo y que un encuentro alimente
una vida entera».
Parte de la historia discurre en Estados Unidos y
Muñoz Molina aprovecha esta arista para recapacitar sobre la
actualidad. Reflexiona sobre el sendero recorrido desde la equidad
social que nació tras la Segunda Guerra Mundial
y el mundo de desigualdades en el que se desenvuelve el hombre
contemporáneo. «Estados Unidos se ha deteriorado en algunos aspectos y,
en otros, se han hecho visibles aspectos escondidos. Cuando yo llegué,
te daba envidia que la polarización política fuera tan pequeña allí. En
Nueva York en 2001 o 2002, en la vida cotidiana y en los medios apenas
se apreciaba. Incluso en las elecciones de 2008, con Obama y McCain, el ambiente era relajado, nada visceral. Ocho años después, con Trump,
ya era completamente distinto. Era una sociedad más dividida incluso
que la española. La presidencia de Obama desató fieras dormidas, pero
existe una clave: el terrorífico crecimiento de la desigualdad social.
El deterioro de zonas enteras del país, hoy abandonadas».
El novelista, con
el rostro fruncido por la preocupación de los asuntos que comenta,
cuenta cómo todo ha dejado de ser sólido, palabras que hacen referencia a
un ensayo suyo. «El impulso fundamental de esta falta de solidez es la
destrucción, a partir de los 80, de las limitaciones impuestas al
capitalismo en Estados Unidos tras la crisis del 29. Ahí se vio que las
crisis del capitalismo las provocaba el propio capitalismo, la búsqueda
del máximo beneficio. Con esas dos experiencias se fundó el Estado del
Bienestar, que solo persigue un propósito: una economía de mercado en la
que la iniciativa privada prevalece, pero donde está compensada con
controles legales y estatales, como impuestos, derechos personales,
asistencia social al desfavorecido, salud y educación pública. Ese
modelo alcanzado por enorme consenso ha desaparecido». Introduce a
continuación una aclaración: «Hoy estamos igual en todas partes, mira
Francia. Y, aquí, España... la política se ha perdido en riñas y debates
estériles. Si no se habla ni de economía, ni del medio ambiente, ni de educación, ¿qué interés tiene el debate público? Ese es nuestro drama, la falta de consenso para lograr acuerdos en temas clave y que parece tan imposible plantear ahora».
Sin
embargo, eso no siempre fue así. Muñoz Molina evoca sus años juveniles y
el esplendor que aún conservaba aquel Estados Unidos de entonces:
«Cuando tenía 14 o 15 años, la música americana representaba la
libertad. Escuchar a The Doors, Janis Joplin... Aquello era una
fantasía, un espejismo. Imagina... Llegar a la California de finales de
los 60, la California del verano del amor. Ibas por la calle y veías
mujeres sin sujetador o parejas gais abrazándose cuando aquí todavía
estábamos con el franquismo... El choque era brutal. Ahora las cosas se
han nivelado, pero el espejismo es muy poderoso y creo que dura
todavía». Después apunta una última consideración: «Ningún lugar es
perfecto, pero hay que pensar lo que era España en los años 60 y lo que
era entonces EE. UU. No ya sólo en cuestiones de libertades, de
dictadura frente a la democracia, sino en términos de prosperidad. La
España en la que yo fui niño y adolescente era muy atrasada y existía ese fulgor de lo extranjero, en el caso de EE.UU. muy agrandado por el cine y la literatura». Ahora, en la América de Trump, ya no es así. Ahora, como sucede en su novela, todo eso es memoria, recuerdo.
LA MEMORIA, UNA NOVELISTA IMPREVISIBLE
No
podemos vivir sin memoria. De alguna forma, somos nuestra memoria. Pero
también es cierto que debemos fiarnos poco de ella. Antonio Muñoz
Molina lo sabe y recapacita sobre ella en este libro: «Damos por
supuesto que el mundo es como lo ven nuestros ojos o como lo recordamos.
Pensamos que, igual que te asomas a una ventana y ves el paisaje, te
asomas a la memoria y ves el pasado, pero no es así. Reconstruimos
nuestra memoria a placer». El escritor desvela una anécdota: «Cuando
leyó el libro, mi editora me decía que había contradicciones, pero le
dije que no, que era que los recuerdos se distorsionan. Tú tienes tu
recuerdo, pero al confrontarlo con el recuerdo de otro no coincide en
cosas fundamentales. Ahí te das cuenta de que la memoria fabula y
construye novelas. Es una herramienta muy literaria, crea estructuras,
elimina detalles secundarios, modifica al servicio de nuestros
intereses... No es fiable como un documento, pero es bueno, porque nos
permite olvidar, que en ciertos momentos es tan importante como
recordar. Cuando escribimos la novela de nuestra vida tendemos a
imaginar otra historia que no es la real».
TITULO: ¿Dónde estabas entonces? - Evocando la «crisis de los misiles» de Cuba en 1962 , Martes - 21 - Enero ,.
Este
martes - 21 - Enero , a las 22.30, La Sexta emite una nueva
entrega de la tercera temporada de '¿Dónde estabas entonces?', presentada por Ana Pastor , foto,.
Evocando la «crisis de los misiles» de Cuba en 1962,.
En
octubre de 1962, el mundo estuvo en grave riesgo de una guerra nuclear
entre EE UU y la URSS por la conocida como «crisis de los misiles»
provocada por haber instalado el líder soviético Nikita Kruschev una
base de misiles nucleares en la Cuba comunista de Fidel Castro.
Llevamos
días advirtiendo que «de facto» estamos en una Tercera Guerra Mundial
–«no convencional»–, para implantar un nuevo orden geopolítico mundial
«multipolar». Así está recogido tal y como lo pactaron Xi Jinping y
Putin, en un «histórico» –así calificado por ambos– Tratado bilateral,
entre China y Rusia firmado en Pekín en febrero de 2022 justo antes de
comenzar la «operación militar limitada» en Ucrania. Es evidente la
relación existente entre un hecho y el otro, lo que conduce a considerar
que esa invasión tiene por objetivo limitar la esfera de influencia de
EE UU en esa zona de Europa Oriental tan sensible para Rusia. Y ello en
coherencia con lo acordado, que da por acabado el orden geopolítico dual
surgido de la Segunda Guerra Mundial en 1945, que pasó a ser unipolar y
liderado por EE UU, tras la implosión de la URSS en 1991. Por tanto esa
guerra debe analizarse en el marco de dicha estrategia para debilitar
el liderazgo global de EEUU y reforzar el «polo» de Rusia en esa
anunciada nueva «multipolaridad».
De
similar forma debe entenderse la guerra existente en Oriente Próximo,
que desencadenó el ataque terrorista de Hamás contra un festival musical
protagonizado por población civil y que ocasionó una masacre de más de
mil jóvenes civiles muertos, con numerosas jóvenes violadas y centenares
de rehenes secuestrados. El próximo martes se cumplirá el primer año de
aquella masacre y, hoy, toda la zona es un polvorín con Israel
combatiendo a Hamás, Hizbulá y los hutíes que tienen en común ser grupos
terroristas islámicos que comparten el objetivo de eliminar el actual
Estado de Israel. En octubre de 1962, el mundo estuvo en grave riesgo de
una guerra nuclear entre EE UU y la URSS por la conocida como «crisis
de los misiles» provocada por haber instalado el líder soviético Nikita
Kruschev una base de misiles nucleares en la Cuba comunista de Fidel
Castro. El presidente Kennedy consideró que aquella amenaza afectaba a
su influencia en la zona y significaba una amenaza inaceptable para la
seguridad estadounidense. El mundo contuvo el aliento ante el nivel al
que llegó la tensión que podía generar un auténtico holocausto nuclear,
ocasionado por un simple «error humano». Una sensible diferencia actual
con aquella crisis, es que el arma nuclear hoy la poseen más países que
entonces, siendo además todavía más mortífera. Baste señalar que uno de
ellos podría tener acceso a ellas y se encuentra detrás de la agresión a
Israel, que es la República Islámica Iraní, que mueve esos largos
tentáculos terroristas en Gaza, Líbano y Yemen. Oriente Próximo es otro
«polo» de esa nueva «multipolaridad global».
TITULO:
Informe Robinson - Liga Fútbol - Pedrosa y Mamardashvili se cargan el sueño de Luis Rioja ,.
Liga Fútbol - Pedrosa y Mamardashvili se cargan el sueño de Luis Rioja ,.
Resultado Final - SEVILLA - 1 - VALENCIA -1 -foto ,.
El extremo del Valencia,
seguidor bético, asaltaba el Sánchez-Pizjuán pero el lateral, con la
connivencia del meta, logró el empate final.
Cambios
Juanlu Sánchez (68', José Ángel Carmona), Rubén Vargas (68', Lucien Agoumé), Sergi Canós (68', Diego López), Umar Sadiq (68', Hugo Duro), Yarek Gasiorowski (68', José Gayà), Pepelu (77', André Almeida), Adrià Pedrosa (77', Kike Salas), Stanis Idumbo Muzambo (78', Djibril Sow), Peque Fernández (85', Saúl Ñíguez), Jesús Vázquez (93', Enzo Barrenechea)
Goles
0-1, 60': Luis Rioja, 1-1, 92': Adrià Pedrosa
Tarjetas
Arbitro: Francisco José Hernández Maeso
Arbitro VAR: Carlos del Cerro Grande, Valentín Pizarro Gómez
Foulquier (33',Amarilla), Djibril Sow (69',Amarilla), Sadiq (74',Amarilla)
Bético irredento, de los de no perderse un partido verdiblanco, con 31 años ya y después de haber tenido incluso alguna ocasión de recalar en el Villamarín es más que probable que Luis Rioja no juegue nunca en el equipo de sus amores. En un sábado de enero, meses después de haber amargado ya al Sevilla con la camiseta del Alavés, el extremo de Las Cabezas de San Juan cumplía seguro uno de sus grandes sueños al anotar el tanto que asaltaba para el Valencia el Ramón Sánchez-Pizjuán. En el descuento, un zurdazo lejano de Pedrosa que se comió Mamardashvili establecía el empate final. El portero georgiano, que volvía tras lesión, había hecho varias paradas de mérito pero empañó su noche con esa jugada.
A pesar de todo, el efecto Corberán, patente después del buen encuentro contra el Real Madrid y la victoria copera en Elda, se ha instalado en Mestalla. Quedará la amargura de perder dos puntos en el descuento, sin duda, y también de que la inesperada victoria del Valladolid ante el Betis condene de nuevo a los ché a ocupar el farolillo rojo, pero un punto en Nervión (aunque sea ante este Sevilla de circunstancias) no parece moco de pavo.
Tras echar pelillos a la mar respecto a algunos roces recientes, Monchi acudió anoche al palco del Sánchez-Pizjuán.
Nada más comenzar la segunda mitad aparecía la imagen del exdirector
deportivo del Sevilla en el marcador electrónico para que el el estadio se encendiera nostálgico, con un cántico que hasta no hace mucho resumía la era de gloria que ha vivido el club de Nervión, simbolizada por el Rey Midas del fútbol mundial, ahora en el Aston Villa. “León, león, león San Fernando”. Sobre el césped, en una primera parte de espanto, Valencia y Sevilla habían rivalizado a controles errados, disparos fuera, regates fallidos. Dos equipos muy mediocres, alejados por completo de la grandeza que representaron hasta hace dos telediarios. A falta de fútbol, o quizá debido a ello, más de 30.000 sevillistas cargaban de manera estruendosa contra Del Nido (Júnior) y su directiva. Y los 200 valencianistas de la grada visitante replicaban a su manera, hartos de estar hartos: “Peter, vete ya”.
Tras volver del descanso, García Pimienta trataba de tocar teclas como poner a Saúl de carrilero (malos recuerdos del Atlético) o hacer debutar al recién llegado Rubén Vargas, pero su equipo no dio para más. E hizo atrás aguas tontas de equipo que va camino del hoyo. Carmona y Badé marcharon a por el balón largo y Rioja quedó contra Gudelj y Nyland para
definir (0-1, 60′) dentro del área uno de los goles de su vida. Quedaba
tiempo y sirvió. El Sevilla tiró de corazón con un gol anulado, un gran tiro (al palo) de Vargas y ese disparo lejano de Pedrosa, némesis de Rioja en la fría noche sevillana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario