TITULO: BOLIGRAFO Y LIBRETA - EL BINGO - Maestros de la Costura - No todos son FIESTAS, Sara Carbonero también sabe ser la MEJOR VESTIDA para un día de verano en la oficina ,. Miercoles - 15 - Enero ,.
BOLIGRAFO Y LIBRETA - EL BINGO - Maestros de la Costura - No todos son FIESTAS, Sara Carbonero también sabe ser la MEJOR VESTIDA para un día de verano en la oficina, . Miercoles - 15 - Enero , fotos,.
No todos son FIESTAS, Sara Carbonero también sabe ser la MEJOR VESTIDA para un día de verano en la oficina,.
No todo van a ser saraos y fiestas. Después de convertirse en la reina de la noche y de las fiestas de Madrid, Sara Carbonero ha compartido en su cuenta de Instagram como es un día en la oficina de su marca ‘Slow Love’ preparando la próxima colección de otoño/invierno. Y por los tejidos y los patrones que hemos podido ver, pinta a que de nuevo va a ser toda una maravilla boho que no va a conquistar.
Pero si hay algo que no conquista siempre, son los looks de Sara Carbonero. Y este no podía ser menos. ¿Buscando estilismo para un día de verano en la oficina? Pues si aún no estás de vacaciones, como nosotras, este look de Sara Carbonero te va a servir de máxima inspiración. Es cómodo, en tendencia y súper elegante para ir a trabajar en los días más calurosos del año. Y es que amiga, aunque no lo parezca esta semana en Madrid, ya es verano. Y eso, no no puede hacer más felices.
Sara Carbonero ha vuelto a elegir una camiseta blanca de hombreras marcadas, de esas que hace dos veranos llevábamos sin parar y que este año se han vuelto a colar en el armario de la periodista. Una camiseta que ha combinado con un pantalón de tiro alto negro, con cinturón a juego y ese corte traje que tanto nos gusta y que le da el toque más elegante al look de Sara.
Pero con altura. Para el calzado Sara ha optado por una cuñas, que aportan centímetro y comodidad para el día a día. ¡Qué ganas de ver la nueva colección de Slow Love!,.
TITULO:
El Juego Rana - El Juego Oca - RADIO ANTIGUA - Cocina - Comidas de trabajo & familia,.
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Juego Rana - El Juego Oca - RADIO ANTIGUA - Cocina - Comidas de trabajo & familia,
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Cocina - Comidas de trabajo & familia,.
Tortilla casera, empanada de súper o pastel congelado: estos son los perfiles de invitado que puedes encontrar en una comida donde cada uno aporta algo (si no identificas alguno, seguramente seas tú),.
Hay quien se lo curra mucho y quien pasa de todo,.
A alguien se le ocurre que podríais celebrar el día de cobro en la oficina con una comida en la que cada uno traiga un plato para compartir. Tu cuñado, que no sabe guisar y anda canino de pasta, propone la misma idea para celebrar los 47 de tu hermana con una cena en su casa. Tu madre arroja el mantel y se planta: este año tendréis que llevar cada uno algo para la enésima merienda de celebración del cumpleaños de algún nieto.
Las comidas y cenas colectivas con aportaciones propias, en las que todos los comensales se ven obligados a ser también anfitriones parciales, salpican nuestros calendarios. Sin embargo, estas reuniones -que podrían ser una de nuestras mejores tradiciones contemporáneas-, también son un retrato de quiénes somos, donde asoman la generosidad y la miseria a partes iguales. “¿Quién ha sido el jeta que ha traído esa tarta de gominolas secas que corona la mesa?”. Porque, efectivamente, siempre hay alguno (y si no lo localizas, es posible que seas tú).
Veamos pues qué virtudes y vilezas podemos extraer de una mesa llena de viandas variadas que adapta el bufé hostelero, popularizado en Francia en el siglo XVIII como un convite informal. Sin tanto ringorrango, podríamos de la clásica merendola española del siglo pasado, o un desayuno si se convoca a media mañana (convertido mágicamente en “vermut” si hay alcohol de por medio, o su versión “torera” si se alarga más de lo conveniente). Así se desarrolla cualquiera de estos banquetes colectivos, cuya jerarquía psicológica y culinaria de aportaciones desgranamos a continuación.
La tortilla de patata
Empezamos con la reina de la fiesta, indispensable como los cimientos de un edificio, y también principal medidor del tipo de gente que vamos a encontrar en el sarao. Si nadie lleva una tortilla, probablemente el grupo esté compuesto por personas heterogéneas y desconocidas entre sí. Una cena a ciegas, huérfana; pero si existe algún tipo de amistad previa dentro de esa red de relaciones improvisadas por la mesa común, alguien se atreverá a aportar una. Digo “se atreverá” porque plantarse en una fiesta con una tortilla casera es el mayor acto de generosidad y, a la par, de audacia, pues ningún plato sometemos a un juicio tan severo y parcial como el que resume nuestra gastronomía nacional. La tortilla es un sentimiento, una añoranza, una bifurcación de nuestro sistema límbico que a cada uno nos crece de forma distinta, según la abuela, la madre, el padre o el bar donde desayunas.
La tortilla de patata
Empezamos con la reina de la fiesta, indispensable como los cimientos de un edificio, y también principal medidor del tipo de gente que vamos a encontrar en el sarao. Si nadie lleva una tortilla, probablemente el grupo esté compuesto por personas heterogéneas y desconocidas entre sí. Una cena a ciegas, huérfana; pero si existe algún tipo de amistad previa dentro de esa red de relaciones improvisadas por la mesa común, alguien se atreverá a aportar una. Digo “se atreverá” porque plantarse en una fiesta con una tortilla casera es el mayor acto de generosidad y, a la par, de audacia, pues ningún plato sometemos a un juicio tan severo y parcial como el que resume nuestra gastronomía nacional. La tortilla es un sentimiento, una añoranza, una bifurcación de nuestro sistema límbico que a cada uno nos crece de forma distinta, según la abuela, la madre, el padre o el bar donde desayunas.
El invitado que opta por llevar una tortilla, o bien es el mejor de la reunión o es un absoluto insensato (ambas buenas razones para amarle, aunque lo acabemos de conocer). Quien acude con una tortilla en brazos se toma, primero, la molestia de cocinarla. Después, se somete a la opinión de propios y ajenos, que siempre, siempre, van a encontrar un “pero” respecto a sus preferencias sobre el punto de cocción del huevo y la patata, la pertinencia de la cebolla y hasta la temperatura.
Además, el o la tortillista se arriesga a cruzarse con una segunda tortilla de patata casera, traída por un segundo comensal igualmente desprendido, pero que de inmediato establece una competición silenciosa y demoledora cual péndulo de Edgar Allan Poe. “Está mejor la más doradita”, se escuchará entre murmullos. “Esa de ahí está un poco tiesa”. O simplemente, una de las dos tortillas, perfectamente cortada en damero, desaparecerá en cuestión de minutos, dado a dado, dejando a la intemperie el veredicto general.
Primer mandamiento; alabad siempre al autor o autoras de la tortilla casera, porque encarnan nuestro mejor yo: el que asume la responsabilidad principal, el que encara la cena como si fuera el único hospedador, el que sacrifica su tiempo y su reputación con tal de que no falte en la mesa lo único de lo que no podemos prescindir en cualquiera de nuestras fiestas alimentarias. Este tipo de gente, espléndida y altruista, es la que sostiene la democracia.
Puede suceder, no obstante, que la tortilla o tortillas no sean caseras, sino compradas. Ora en un bar especializado en nuestro pincho nacional (“que las borda”), ora en un supermercado (“que casi no se nota que la has comprado, ¿verdad?”). O que la haya realizado la madre del invitado. Si la llevan de supermercado, y siguiendo con el símil literario relativo a Poe, podéis poneros de acuerdo entre el resto de invitados y emparedar a la persona en cuestión. Nunca lo tendréis tan fácil, podéis perpetrar el muro con su propia aportación a la cena (cuidado con dejarse al gato dentro, no queremos que los encuentren y sigan haciendo de las suyas).
Empanada
Cambiemos “tortilla” por “empanada”, otro de los platos habituales en estos eventos: casi nadie se curra una empanada para una cena colectiva, porque requiere pericia y experiencia (quien lo hace, pertenece al grupo de las tartas, que veremos más adelante). Lo normal es encontrar una empanada de panadería/repostería muy rica, o de supermercado; bastante menos apetecible.
En el primer caso, el responsable, probablemente consciente de su incapacidad para la cocina, ha optado por desembolsar un dinero en beneficio del grupo. En el segundo, ha hecho lo mismo pero sin rascar el monedero, no sabemos si por cicatería o por carestía. Ambos merecen nuestro respeto, pues la empanada también nos retrotrae al campo, a la familia, al espíritu comunal. Si llevas una empanada es que atesoras algún recuerdo asociado a ella de cuando la gente, por defecto, nos caía simpática. Aunque la de supermercado, dura como un adoquín y con un relleno escaso e incierto, acabe la reunión casi intacta, porque además de mala, forma un emplasto en la boca que amenaza con obstrucción y asfixia.
Patés y sus variaciones
Esa voluntad de agradar, salvando las limitaciones propias, se expresa también en el invitado que lleva unos patés en los que ya se ha especializado: queso azul con pasas, mejillones de lata triturados con queso crema, o quizá otra receta sacada de esta casa. Este aficionado a los untables, al que inevitablemente alguien le pide siempre la receta -”muy sencilla, lo mezclas todo y lo bates”-, se sitúa con modestia en el último escalón del grupo que efectivamente cocina: es consciente de que su elaboración no es sofisticada, pero ha certificado en decenas de ocasiones similares que funciona. Podríamos decir que no se complica la vida, pero en realidad sí lo hace, ya que siempre aporta dos o tres variedades, que sirven de refugio para llenar el buche con regañás o tostadas cuando el resto de platos de la mesa son de calidad ínfima. Todo grupo humano necesita un o una “patetista”, alguien que asegure que vas a poder comer algo.
Una variante de este personaje modesto es el “volovanero”, quien, armado con un pelín de ambición, ha dispuesto su paté, o quizá una farsa de ensaladilla, dentro de un hojaldre -en el mejor de los casos-, o de un recipiente de esos precocinados que, como la empanada industrial, también son imposibles de disolver con la saliva humana. Este afrancesado merece igualmente nuestro aplauso, independientemente del resultado, de si aquello es delicia o emplasto, porque se ha tomado la molestia de prepararnos algo. Este, queridas amigas y amigos, es el criterio principal para reconocernos en la cena: aquellos que han dedicado tiempo y/o dinero, sea en una ensalada de pasta, una bandeja de embutidos y quesos, o unas latas de conservas sabrosas, frente a los que han resuelto el brete sin apenas empeño o voluntad.
El que llega por mensajero
Esa bandeja de sushi mustio, o de gyozas expuestas en la mesa sin haberles quitado siquiera la bolsa de Glovo. O unos saladitos embalsamados, unas croquetas congeladas o unas alitas de pollo tan pequeñas que no pueden provenir de ningún ave conocida. Esos baos con una presunta costilla de cerdo que entrega el repartidor sobre la marcha, porque el invitado se había olvidado de la comida. ¿Qué hacemos con esta peña, que a priori demuestra un desprecio por el ágape colectivo, y que incluso, en ocasiones, se las da de cosmopolita con su elección de quinta gama? Pues quererlos también. Ese vago escurridizo es el mismo que te asoma en tus abandonos, en los días de pereza, en tus ataques de misantropía, en tu cansancio del teletrabajo, las redes sociales y la supuesta idiocia social.
Siempre hay un jeta porque todos somos a veces unos jetas; asúmelo. No eres mejor, no eres distinto, no eres especial; y menos, en una mesa compartida: hoy le ha tocado a él exhibir su desgana, pero quizá en la siguiente fiesta seas tú quien se olvide del encargo, o no tenga ganas de cuidar tu aportación al mantel. Así que ríete para tus adentros si quieres, con el mismo amargor y cariño mezclados que te dedicas a ti mismo cuando encargas la hamburguesa con doble de bacon, y prueba con cuidado el sushi. Igual está bueno, vete tú a saber. ¿Acaso no te sabe deliciosa la pringosa pizza barbacoa que te tragas los domingos de resaca? La democracia, compañeras y compañeros, exige encontrarnos afuera y adentro.
El cocinero de corazón (y el que no)
El extremo opuesto al convidado egoísta es el cocinero experto: el que siempre sorprende con una elaboración destacable. Este grupo engloba a diversas raleas, empezando por el cocinillas soberbio pero discreto, que coloca con discreción un formidable escabeche de caballa, una bandeja con canelones caseros, unos sandwiches de pastrami con pepinillos, mayonesa de anchoas y mostaza de estragón. Platos que no anuncian con su apariencia la delicadeza interior, hasta que atizas el primer mordisco y flipas, preguntando de inmediato en voz alta quién ha preparado semejante ambrosía. Este tipo de cocineros de espíritu anónimo debería encabezar las listas electorales a todo tipo de parlamentos.
También, lógicamente, aparecerá algún exhibicionista. El típico chapas que remata su preparación en público con el sifón, o arrojando el aliño con ceremonia, detallando todos los ingredientes y pasos que ha requerido el manjar que estáis a punto de catar. Bien, también paciencia aquí. Como todos, este o esta narcisista sabe de sobra que el triunfador de la comida acabará posteado en Instagram, mientras que el perdedor —el autor del inevitable comistrajo que solo de verlo asusta—, será pasto de múltiples grupos de Whatsapp distintos al creado para la reunión en curso. El exhibicionista, obviamente, quiere ganar, ha venido a ganar; piensa que se trata de ganar. Seamos indulgentes con su dependencia del halago virtual, de su adicción al escrutinio del like, pues también todos arrastramos algo de esta egolatría contemporánea: simplemente, no cuelgues la foto y ya está.
La repostería
Es probable, además, que ese pódium digital lo gane la tarta, porque en las mejores cenas compartidas siempre aparece una gran tarta. Esa amiga o ese amigo que domina la repostería y que asume en cada invitación un reto: una red velvet, una tarta Guinness, o su infalible tarta de zanahoria (a veces en versión vegana, para que todo el mundo pueda disfrutarla, porque el corazón pastelero es, ante todo, grande).
Si no perteneces a este tipo de especialistas, asistir con un postre como contribución supone un riesgo mucho mayor que hacerlo con una tortilla: el tartista asume igualmente la responsabilidad de poner el lazo dulce al encuentro, y por tal razón merece nuestra genuflexión. Aunque se le escape cierta vanidad, comprensible y perdonable, porque la tarta está riquísima, hasta el punto de que andas contando los pedazos para ver si puedes repetir sin que nadie se dé cuenta.
El espíritu de grupo
Que se sepa, nadie cocinó en la Última Cena: el menú fue frugal, la conversación, tensa, pero los convidados salieron sintiéndose parte de algo, de un algo superior a ellos mismos. El vino ayudó a dicha sensación, como ayudan la bebidas que normalmente aporta el anfitrión (junto a las patatas fritas y las aceitunas). La virtud de cualquier mesa, con sillas o sin ellas, es acercar gente.
Si además cada cual ofrece lo que buenamente puede, en función de sus habilidades, fondos, ánimo y carácter, la comida o la cena se convierte en banquete. No por la calidad, sino porque eleva la simple reunión a la categoría de celebración. Esa es la virtud inefable de la comida, el mejor camino que podemos tomar para restablecer todos los vínculos sociales que hemos perdido desde la pandemia. Lo cual no quita, por supuesto, que quien ha traído la tarta de gominolas chungas nos deba una explicación de qué es esa mierda (y por qué ha pensado que nos la íbamos a comer).
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JUEGO LA PERA - EL JUEGO RELOJ - Universo Valdano - Llego la hora de elegir el deporte ,.
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Llego la hora de elegir el deporte,.
Descubre qué tipo de actividad física se recomienda para cada edad, cuánto tiempo e intensidad debes dedicarle y qué precauciones debes tomar,.
Incluir una sesión de ejercicio físico -más o menos intenso- en nuestro día a día, es fundamental para reducir el riesgo de que aparezcan muchas enfermedades, como la hipertensión, las afecciones cerebrovasculares o -incluso- algunas patologías mentales como
la depresión. Estamos hablando de que el sedentarismo es el responsable directo de la muerte prematura de alrededor de unos 5 millones de personas cada año. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la falta de actividad física es la causa principal de aproximadamente un 21% o un 25% de los cánceres de mama y de colon, el 27% de los casos de diabetes y del 30% de la cardiopatía isquémica.
A la hora de elegir qué deporte queremos hacer, uno de los factores más importantes que debemos tener en cuenta es nuestra edad. Porque no es lo mismo empezar a practicar halterofilia o boxeo con 25 años... que hacerlo con 65. No significa -en absoluto- que no se puedan o que no se deban practicar estos deportes a una edad avanzada, pero convendría que eligiésemos el tipo de ejercicio que mejor pueda adaptarse a nuestras necesidades físicas, para que no acabemos haciéndonos daño o pongamos en riesgo nuestra salud.
Ahora bien, más que la elección del deporte en sí, a lo que más deberíamos prestarle atención es al tiempo y a la intensidad que le dedicamos a practicarlo. La OMS ha establecido una correlación entre la cantidad y el tipo de deporte que debería hacer cada persona y el grupo de edad al que este pertenezca. Si nos aseguramos el correcto entrenamiento, nos procuraremos el correcto rendimiento de nuestro cuerpo a lo largo de nuestra vida.
17 años o menos
A los niños, niñas y adolescentes de 5 a 17 años se les recomienda dedicar -al menos- una hora diaria al deporte. Puede ser ejercicio moderado o intenso, pero debería centrarse en ejercicios aeróbicos. Y preferiblemente en deportes de equipo como el baloncesto o el futbol. El objetivo del deporte a estas edades no debe ser conseguir una buena forma física, bienestar emocional, (...). Lo único que debería preocuparle al niño es divertirse... jugar. Un niño que ha aprendido a amar el deporte cuando aún es pequeño, será un adulto que no se permitirá el sedentarismo. Además, es el momento ideal para que los jóvenes aprendan los valores esenciales en el deporte, como la determinación, el sacrificio o el compañerismo.
Más de 18 años
A medida que el adolescente se hace adulto, es importante que empiece a centrarse en el desarrollo y fortalecimiento de la musculatura. A estas edades es frecuente comenzar con ejercicios de altísima intensidad sin las precauciones necesarias. Y es común también que se generen lesiones musculares o articulares a causa de ello. Y una lesión ahora puede arrastrase durante el resto de la vida.
Por eso, hagamos lo que hagamos, lo importante es ser prudente y aprender primero la técnica... sin confiarse de que todo va a ir bien sólo porque un cuerpo joven lo aguanta todo. Los expertos recomiendan combinar ejercicios aeróbicos y de musculación. Es decir, que además de deportes como el fútbol, la natación o el baloncesto; también deberíamos incluir en nuestra rutina ejercicios de levantamiento de pesas, calistenia, etc.
A los 30 años
Al llegar a esta edad ya hemos notado cómo ha cambiado nuestro metabolismo y cómo nuestro cuerpo ya no es lo que era. Muchas personas llegan a su apogeo físico a lo largo de la década de los 30. Sin embargo, esto tiene más que ver con el empeño que le ponen que con sus condiciones físicas, que se irán degradando a medida que avance en edad. Los deportes más recomendables a los 30 son aquellos destinados al aumento de masa muscular y al desarrollo de la flexibilidad; lo que nos permitirá prevenir futuras lesiones. Pero, en general, podemos decir que a esta edad no existe realmente un límite a lo que podemos y no podemos hacer.
A los 40 años
Lo ideal sería practicar -al menos- unos 150 minutos de algún deporte a la semana. Los entrenamientos combinados que incluyen ejercicios aeróbicos, funcionales y con pesas. Lo ideal es hacer un amplio énfasis en la capacidad cardiorrespiratoria. Aunque, a partir de esta edad empieza a ser imprescindible también luchar contra la rigidez de nuestros músculos y nuestras articulaciones. Por eso, además del entrenamiento de resistencia y de fuerza, convendría incluir también pilates o yoga; que nos ayudarán a evitar dolores de espalda o molestias musculares.
A los 50 años
Al cumplir los 50 años, el riesgo de lesión (sobre todo en las extremidades inferiores) es mucho mayor. Por eso, los deportes recomendados son aquellos que evitan el impacto, que pueden hacer mucho daño a articulaciones y músculos. El deporte como el ciclismo, la natación, el yoga o el pilates son perfectos. Hacer deporte nos ayuda a no perder masa muscular y mantener a raya la subida de peso que puede provocar la menopausia. Las caminatas y la bicicleta elíptica o estática se convertirán en buenas aliadas para esta etapa de la vida.
Más de 65 años
En el caso de las personas mayores de 65 años, la OMS recomienda la práctica de actividad física aeróbica moderada durante -al menos- 150 minutos a la semana. El objetivo aquí es mejorar “las funciones cardiorrespiratorias y musculares, la salud ósea y funcional, y a reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles, depresión o deterioro cognitivo”. Las actividades deben ir encaminadas a entrenar la fuerza muscular, a mejorar el equilibrio funcional para “prevenir caídas” y a mantener la elasticidad de los músculos para evitar dolores innecesarios a raíz del agarrotamiento de los mismos.
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El país de El PSOE compra la Alcaldía de Jaén ,.
El Martes - 21 - Enero 22:00 por la Sexta,foto,.
El PSOE compra la Alcaldía de Jaén,.
«El aparato mediático gubernamental se encarga de blanquear los pactos más repugnantes»,.
El PSOE ganó en Jaén, pero no pudo conseguir la alcaldía. No me sorprende que la haya conseguido comprar. Lo ha hecho y lo seguirá haciendo siempre que pueda. No tiene ningún problema ético. Es cierto que hemos superado los tiempos de la Restauración y no se utiliza dinero para comprar a los concejales, pero hay otras formas sin que exista un lucro personal directo. La vicepresidenta Montero se encargará de establecer los medios para beneficiar a Jaén y complacer al chiringuito localista que ha traicionado al PP. El mensaje es que los amigos reciben un trato preferente. En cualquier caso, es bueno recordar que Sánchez perdió las elecciones y compró los votos de los diputados de Junts a cambio de una amnistía que aseguraba que era inconstitucional. No creo que sea el último caso, ya que buscará otras opciones para recuperar poder territorial, aunque lo más probable, como hemos visto en otras ocasiones, es que el PP sea el gran beneficiado en las próximas elecciones. Una de las ventajas del sanchismo es que no le importa pactar con quien sea con tal de conseguir sus objetivos.
El aparato mediático gubernamental se encarga de blanquear los pactos más repugnantes, como los alcanzados con Bildu, mientras estigmatiza al PP por sus acuerdos con Vox que es un partido constitucionalista. Es legítimo que Sánchez gobierne con el apoyo de comunistas, independentistas y exdirigentes de ETA, pero el principal partido tiene que quedarse en la oposición a la espera de alcanzar mayorías absolutas en ayuntamientos, comunidades o el gobierno de España. Por ello, Jaén es un buen ejemplo del estilo socialista. No cuestiono la legitimidad del resultado de la moción de censura, pero sí el sistema de comprar a las formaciones minoritarias con promesas o cargos. La presión de la izquierda mediática acabó con Rajoy, mientras que ahora sostiene a Sánchez. La excusa entonces fue la corrupción y la traición corrió a cargo del PNV al que ahora no le preocupan los escándalos que afectan al PSOE, al Gobierno y a la familia presidencial. Por lo visto, la corrupción, los trinques y el clientelismo son distintos si afectan a los populares o los socialistas. La moción de censura de Jaén merece el aplauso del sanchismo, pero si beneficiara al PP veríamos una reacción diametralmente opuesta.
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