TITULO: VIVA LA VIDA - Eduardo Torres-Dulce - Los aromas de la navidad ,. SABADO - 25 - Enero,.
El sabado - 25 - Enero a las 16:00 por Telecinco , foto,.
Eduardo Torres-Dulce - Los aromas de la navidad,.
Eduardo Torres-Dulce ,.
Todo en La aventura del carbunclo azul respira la Navidad. Por cierto que es el único caso de Holmes que se desarrolla en Navidad. Hay otros, por ejemplo, La aventura de la diadema de berilos, en los que el frío del invierno, la nieve y el hielo dominan el escenario del relato, pero no se desarrollan en Navidad. Este relato tan holmesiano como navideño se publicó en la revista The Strand Magazine en el número correspondiente al mes de enero de 1892, el séptimo de una serie deslumbrante de doce relatos, luego agrupados en forma de libro bajo el título de Las aventuras de Sherlock Holmes. Cada relato iba acompañado de unas fascinantes ilustraciones de Sidney Paget, que hicieron tanto por la imagen del detective como las propias palabras de Conan Doyle. Fue tal el éxito que Doyle abandonó la práctica de la medicina para dedicarse profesionalmente a escribir, una pulsión que hasta ese momento había dominado tanto su vida como la práctica de la medicina.
Situando el relato en Navidad, Conan Doyle impregna el cuento de ese aroma tan adscrito a ese momento del año. Estamos en la mañana del segundo día después de Navidad, el 27 de diciembre. Unos días extraños, como parados en el tiempo, como vividos en sordina, con la excitación de los días previos a Nochebuena y Navidad, los cantos, los villancicos, el apresuramiento por los regalos, las cenas y las comidas, la impregnación religiosa de ese sagrado acontecimiento, el tiempo de las felicitaciones, los buenos deseos y también el de la nostalgia y el acíbar por los que no están, el perfume de la melancolía de otras navidades quizás más felices o simplemente más recordadas entrañablemente. Todo eso ya ha pasado pero no regresa la cotidianeidad, la rutina de los días, porque la Navidad, algo más apagada, sigue ahí, deshilachando sus efectos, sus mensajes tan especiales, tan personales. Esas fechas se ven atrapadas entre Belén y Roma, entre un pesebre y la explosión pagana de festejar el nuevo Año. Entre Nochebuena y Nochevieja; entre un nacimiento y una despedida.
Watson no desaprovecha la oportunidad de que es navidad para acercarse al 221b de Baker Street para felicitar a su amigo. Conan Doyle nos muestra al gran detective en su más estricta intimidad, envuelto en una bata de color púrpura, rodeado de sus pipas, con los periódicos del día por el suelo, arrugados tras su lectura, y con un desastrado bombín colgado de una silla. Todo adquiere un tono de tranquila cotidianeidad con Watson calentándose las manos ante el fuego crepitante de la chimenea, porque afuera está helando de verdad. Ese momento de intimidad nos muestra, asimismo, que Holmes no tiene ningún caso a la vista y se entretiene y entrena sus facultades de inducción reflexionando sobre el propietario de ese sombrero, perdido en una trifulca callejera de madrugada. Holmes, como tantas otras veces, pone a prueba las facultades de observación e inducción de Watson, que, como tantas otras veces fracasa para que Holmes las ejerza con su brillantez habitual. Puede tratarse, como confiesa Holmes, de un caso trivial, producto de esas cosas que suceden en una urbe como Londres en la que conviven apretujados unos millones de personas, pero el detective no deja de verle un cierto atractivo por lo que de instructivo pueda resultarle. Tras esa actitud de Holmes radica una cualidad de los seres humanos de tamaño especial; la impenitente curiosidad, de la que solía hablar el maestro Julián Marías, que les impele a saber más, a explorar las zonas de conocimiento que desconocen. Se trata de un enigma, un desafío a su capacidad para razonar a partir de indicios, un método esencial en su trabajo de detective consultor. La cadena de razonamientos de Holmes tras examinar ese sombrero, algunos muy arriesgados en pura lógica, resultan tan deslumbrantes como la radiografía del ser humano propietario del bombín y que se refugia bajo las iniciales H.B. presentes en el interior del aquél. Es esa una cualidad especial y esencial en los relatos de Holmes; tras cada caso hay un ser humano, una perspectiva, que como revelará el desenlace de El carbunclo azul, nunca le es ajeno al detective El relato, esa es una de las habilidades de Conan Doyle, hasta ese momento entre costumbrista y de laboratorio detectivesco, gira dramáticamente de manera tan brusca como imprevista. La irrupción en la habitación de Peterson, el recadero que intervino casualmente en la nocturna trifulca callejera, muestra excitado en la palma de la mano lo que han encontrado en el buche del ganso abandonado tras la batalla junto con el sombrero. Una joya refulgente, un carbunclo azul, y famosa, que conecta el hallazgo con un hecho criminal acaecido unos días antes, el robo de esa gema, perteneciente a la condesa de Morcar, en sus habitaciones del Hotel Cosmopolitan. La policía ya tiene a su sospechoso, James Horner, un fontanero con antecedentes criminales, que estuvo arreglando una avería en la habitación de la condesa. De la cotidianeidad al crimen más sensacional. Nadie va a requerir la participación de Holmes para resolverlo pero el detective se ve impelido por el desafío de aclararlo y para eso no desdeña la colaboración de Watson; éste cumple con su ronda de visitas médicas pero al atardecer ya está de regreso en el 221 b de Baker Street. Los dos amigos de nuevo juntos, el juego, la caza, la aventura comienza.
Conan Doyle domina magistralmente el tempo del relato, una aventura que apenas dura un día, combinando las conversaciones en el cuarto de estar de Baker Street con la acción, porque Holmes y Watson, bien abrigados, se lanzan en la fría atardecida de ese 27 de diciembre a trazar el recorrido del ganso perdido en la trifulca callejera. Un recorrido que se inicia en la taberna Alpha, no lejos del Museo Británico y se prolonga hasta los puestos del mercado del Covent Garden. Doyle, en ese fascinante itinerario que Holmes y Watson, con el apoyo de los indicios, siguen a través de las calles londinenses y de los testimonios de los personajes a los que entrevistan, mezcla costumbrismo de primer rango con el dramatismo inherente a la investigación de un hecho criminal.
Hay en toda La Aventura del Carbunclo Azul un perfume inevitablemente dickensiano y no sólo porque su trama comience y se resuelva en Navidad, en un solo día, el segundo día después de Navidad, un tiempo, una época que lo asocia con las novelas y relatos de Charles Dickens; la presencia magnética de A Carol Christmas ( Un cuento de navidad ) parece cita inevitable. Porque una de las características de las novelas y relatos de Holmes es que aunque se centren en la investigación de un misterio, en la resolución de un problema criminal, nunca pierden la perspectiva de la humanidad de los personajes y de la insondable marea de la condición humana. No son, como algunos de sus sucesores, pienso sobre todo en S.S. Van Dine y su detective Philo Vance, que por otras parte me gusta mucho, maquinarias perfectas de la ciencia detectivesca de la deducción racional, sino que junto con ello, quizás menos perfectas, más deshilachadas, poseen una mirada extraordinariamente humana sobre los personajes y las situaciones que conforman sus tramas.
El carbunclo azul, con ese telón de fondo navideño, respira situaciones y personajes que habría acogido gozosamente Dickens. El primero el escenario londinense que Conan Doyle retrata tan física como emocionalmente. Las calles alrededor de Tottenham Court Road, los pubs cercanos al British Museum, como el Alpha, los suburbios como Brixton Road el dédalo de callejuelas que llevan desde las inmediaciones de Bloomsbury al mercado del Covent Garden con sus puestos de carnes, pescados, verduras, frutas, flores… No muy lejos de ese paraje, por cierto, deben andar, a la salida de una función de teatro, el profesor y filólogo Henry Higgins, el Coronel Pickering y Eliza Doolitle, una florista con pretensiones y sueños sociales, creaturas salidas de la pluma de George Bernard Shaw para su comedia Pygmalion, creaturas con notable y cercano parentesco con Holmes y Watson, como Shaw no tenía inconveniente en reconocer.
El carbunclo azul se construye sobre un hecho criminal, el robo de una valiosa joya, un hermoso carbunclo azul, en las habitaciones de la Condesa de Morcar, en el Hotel Cosmopolitan. Scotland Yard tiene a buen recaudo a un sospechoso. Pero en el otro extremo de Londres Mr. Sherlock Holmes y el Dr. Watson desenredan la roja madera del crimen merced a un bombín desastrado perdido en una trifulca callejera. Nuestro detective se erige, no en el largo brazo de una ley implacable sino en el tribunal que comprende las oscuras razones de los corazones humanos y no olvida que estamos en Navidad.
“Supongo que con esto cometo un delito, pero es muy posible también que salve un alma. Este individuo no volverá a delinquir: está demasiado asustado para ello. Envíelo ahora al presidio, y lo convertirá en un criminal de profesión. Por otra parte, estamos en la estación del perdón. La casualidad ha puesto en nuestro camino uno de los problemas más singulares, y su solución es bastante premio para nosotros. Si tiene usted la bondad, doctor, de tocar el timbre, empezaremos otra investigación, en la que también un ave será el principal motivo.”
TITULO:
VIVA LA VIDA - El centro de la periferia ,. Domingo - 26 - Enero,.
El domingo - 26 - Enero a las 16:00 por Telecinco , fotos,.
El centro de la periferia ,.
En España todavía hay arquitectos dispuestos a hablar en voz alta. Solo que han trasladado sus escenarios y han buscado otro público. De ser la guinda en la reconversión de las ciudades, los edificios llamativos y extravagantes han pasado a otros territorios e intenciones. Para empezar, se han trasladado a la periferia. Buscan acercarse a los jóvenes, comunicar transformaciones o también, y a pesar de la crisis, servir como laboratorios para investigar. Con todo, la visibilidad es el sello común entre buena parte de esa nueva arquitectura. La sorpresa y la contundencia visual son una herencia del pasado que se resiste a morir y se esfuerza,.
UN SOL RADIANTE baña la destartalada plaza de Almodóvar, en el barrio madrileño de San Isidro. Son las diez de la mañana y apenas hay movimiento en la calle; una quietud solo rota por el trajín de vasos y cucharillas que sale de la cafetería Los Pinchos, un local de aire castizo situado en uno de los extremos. En el descampado que hace las veces de terraza se intercambiaban jeringuillas y heroína en los convulsos años ochenta. Tres décadas después, este espacio público sigue siendo un proyecto a medio hacer, sin rastro de zonas verdes ni columpios para los niños. Un solar vallado a cal y canto ocupa un lateral entero de la plaza. La alambrada solo parece proteger los montones de basura que se acumulan en su interior, esparcidos entre la mala hierba. Todo recuerda a la época en la que Carabanchel fraguó su leyenda negra de paro, droga y delincuencia.
Este realismo costumbrista ha ejercido de imán, y también de inspiración, para la comunidad de más de 300 artistas que ha colonizado esta antigua zona industrial y deprimida del sur de Madrid, con una de las rentas per capita más bajas de la capital (20.000 euros). Los protagonistas de esta pequeña revolución en ciernes huyeron del centro por el vertiginoso aumento de los alquileres y, sobre todo, por la ausencia de espacios diáfanos donde poder pintar, esculpir o diseñar. En Carabanchel han encontrado un territorio para dar rienda suelta a su creatividad; antiguos talleres, imprentas y fábricas textiles albergan ahora obras pictóricas de gran formato, exquisito mobiliario de diseño y hasta las últimas tendencias que desfilarán en la pasarela de Milán. Su aterrizaje está siendo escalonado y sigiloso; pero la inyección de talento está diluyendo la imagen gris y conflictiva que arrastra históricamente el distrito más poblado de la capital, donde viven 245.000 personas, tantas como en A Coruña o Granada.
“Esta plaza parece sacada de una película de la movida. Es un lugar maravilloso donde siempre encuentras a alguien interesante con quien conversar”, explica Carlos Aires, de 45 años y fundador de Mala Fama, un colectivo de ocho artistas que lleva tres años fabricando coloristas fantasías pop en una antigua imprenta. “Aquí todavía te puedes tomar un carajillo. Y, sobre todo, el café que te sirven no lleva un corazoncito de espuma dibujado”, añade, en un intento de espantar la temida gentrificación que sobrevuela como un halcón este barrio. Muchos artistas como él temen que el mismo proceso que ha transformado Malasaña o Lavapiés acabe cuajando al sur del Manzanares, lo que les obligaría a emprender otra diáspora: “Carabanchel no es nada hipster, sigue siendo muy quinqui. Tampoco es el nuevo Soho, que era un espacio habitado al 100% por artistas. Carabanchel es Carabanchel. Y punto”.
A dos manzanas de la plaza de Almodóvar emerge el polígono ISO, un laberinto de estrechas callejuelas que debe su nombre al extinguido Isocarro, un vehículo de tres ruedas que se fabricaba aquí en los años cincuenta y que llegó a ser icónico en aquel Madrid en blanco y negro. El esqueleto que dejaron las fábricas y cooperativas cuando se precipitaron a la ruina acoge, además de un importante número de iglesias evangélicas, una treintena de estudios de artistas. El taller de Carlos Aires ocupa la primera planta de una imponente mole de ladrillo naranja de estilo racionalista en la avenida de Pedro Díez, arteria principal de esta menguante zona industrial, donde casi el 80% de las naves se han convertido en viviendas. La luz natural entra a borbotones por los amplios ventanales de su estudio. La búsqueda de luminosidad fue precisamente el motivo por el que este alquimista que fusiona música y fotografía emprendió el regreso a casa tras casi 13 años en Bélgica y Holanda. Una vez instalado en Madrid, juntó el dinero y el valor necesarios para alumbrar Mala Fama, cuyo nombre, dice, es “un homenaje canalla a un bar mítico de los ochenta frecuentado por el fotógrafo Alberto García-Alix”, uno de sus maestros. Aries es propietario de su espacio, algo de lo que pueden presumir muy pocos aquí: “Es un modelo sin ayudas públicas, donde los gastos se comparten; algo habitual en Europa, pero que en España no existía”.
Precariedad y creatividad forman un binomio que sigue condicionando, también en Carabanchel, la producción artística. “Esto estaba hecho una mierda cuando llegamos en 2013. Y seguimos pasando muchísimo frío, no tenemos calefacción, por las ventanas entra todo el aire. Que nadie piense que estamos aquí en plan luxury”, aclara Irma Álvarez-Laviada, integrante de Nave Oporto, otro espacio autogestionado por nueve artistas que conviven con Mala Fama en el mismo edificio. Para esta pintora asturiana de 41 años, que experimenta con los conceptos de vacío y ausencia, lo que hace realmente atractivo al entorno es la vigencia de un suelo industrial robusto capaz de soportar “el enorme peso de las maquinarias con las que trabajamos”. Un tipo de superficie prácticamente extinguida en Madrid. “El hecho de que estemos aquí, además, garantiza la preservación de la identidad de estos edificios”, añade el fotógrafo Miguel Ángel Tornero, de 41 años, que se confiesa inspirado por esta estética fría y decadente.
Madrid Río ha derribado la frontera entre Carabanchel y el centro; ahora lo interesante está a este lado
“Totalmente diáfano, sin columnas. Apto para oficina, almacén, taller u organización religiosa. Mucha luz”. Un anuncio en el portal inmobiliario Idealista oferta por 1.250 euros al mes una nave de 250 metros cuadrados en el mismo bloque donde trabajan los artistas. Precio y dimensiones imposibles de hallar en el centro. Su propietario confiesa que tiene otras cuatro naves más en alquiler que “no durarán vacías más de un mes”. Son espacios pensados para trabajar, pero algunos los han convertido también en su residencia a la espera de juntar todos los permisos. “No es cuestión de buscar una coraza legal, pero al vivir aquí cuidamos de un espacio que, si no, estaría abandonado”, defiende Javier Muñoz desde Casa Banchel, “un remanso de paz” oculto en las tripas de un desvencijado edificio que habita junto a Jorge Varela y Marko Zednik. Estos tres amigos, que se definen como “agitadores”, han sido determinantes en la mayoría de iniciativas culturales del distrito.
La pintora Ruth Quirce, de 45 años, apura un cigarrillo apoyada en el hombro de Aires. Sus creaciones geométricas plasman la lógica imprevisible del universo. Su mundo orbita ahora en torno a la galaxia Carabanchel: “Estamos enriqueciendo el barrio. No solo a nivel cultural, sino también porque compramos y consumimos en las tiendas y bares”. Por eso, ni ella ni sus compañeros acaban de comprender las pintadas que, con mensajes como “Hipsters, go home” o “El arte es de los ricos, fuera de aquí”, han aparecido en el polígono. “Es ridículo que nos culpen de la subida del precio de los pisos, cuando a muchos nos cuesta llegar a fin de mes”, se lamenta Quirce. “Pensar que el artista es el que gentrifica es algo bastante naíf”, añade Aires, que intenta quitar hierro al asunto con un chiste improvisado: “Voy a hacerme una camiseta con las pintadas. ¡Son fantásticas!”.
Art Banchel, el festival que desde 2017 organizan los estudios con charlas y performances, fue el detonante de ese malestar. El nombre elegido (un guiño a Art Basel, la opulenta feria suiza de arte moderno) se malinterpretó por un reducido grupo vinculado al movimiento okupa como un intento de importar un modelo cultural elitista. Pero la protesta no parece haber tenido un eco real entre los 38.000 vecinos de San Isidro. “La gente está contenta porque ve que pasan cosas que dinamizan su comunidad. Muchos suben a los estudios y se interesan por lo que hacemos. Incluso hemos tenido visitas de varios colegios”, asegura Quirce. Desde la Asociación Vecinal General Ricardos confirman esta buena sintonía. “Nos ha venido Dios a ver. En estas calles se está concentrando el mayor número de artistas por metro cuadrado de todo Madrid”, celebra su portavoz, Gabriel Lozano, que también resta importancia a la pelea de arrabales. “Hay gente a la que le encanta que esto parezca West Side Story”, zanja Aires.
El Instituto Europeo de Diseño (IED) es quizá la institución que más está contribuyendo a dinamizar el barrio. Hace tres años, sus responsables buscaban un lugar atractivo donde abrir su mayor centro de innovación en Europa. Tuvieron el olfato afilado al adquirir un edificio de cinco plantas en la avenida de Pedro Díez, coincidiendo con el desembarco artístico. La leyenda cuenta que en la azotea de esta vieja imprenta se organizaban sesiones de tango clandestinas en los años sesenta. La música porteña ha sido reemplazada por unas sombrillas estrafalarias que rasgan, como enormes antenas, el cielo de Carabanchel. Son la principal seña de identidad de una poderosa incubadora de talento de la que brotan iniciativas transversales con impacto directo en la vida del distrito. Carabanchel Creativa es su último proyecto, y también el más ambicioso. “Con ayuda de la realidad virtual, invitamos a un grupo de vecinos a visualizar cómo se imaginaban la plaza de Almodóvar en un futuro”, explica José Fran García, al frente del City Lab, uno de los seis laboratorios que trabajan en el IED. “Dibujaron un floreciente espacio público alejado de su aspecto de abandono actual, con bancos, columpios y una grada para conciertos”. Auténtica economía creativa al servicio del barrio.
Comunicar lo que ocurre de puertas adentro, en los universos íntimos de cada creador, es quizás una de las asignaturas pendientes. Aunque hay algo de intencionado en esa ocultación, un efecto sorpresa que muchos se resisten a perder. En la zona más próxima al río Manzanares, la calle de Fernando Díaz de Mendoza es un recopilatorio de viviendas humildes, ultramarinos regentados por chinos, talleres mecánicos y algún que otro bar. Es sábado por la mañana y una procesión de ubers y cabifys desfila ante el número 9. Señoras enjoyadas, parejas de aspecto sofisticado y jóvenes con un look cuidadosamente desaliñado llaman al timbre de una vulgar puerta de aluminio. Han venido atraídos por el “exotismo y la aventura que para ellos supone cruzar el río en busca de propuestas alternativas en esta zona de Madrid hasta ahora muy estigmatizada”, explica Enrique Romero, uno de los socios de Pet Lamp, el estudio que acaba de inaugurar aquí su cuartel general. Se trata de un espacio de 800 metros cuadrados de cuidada estética industrial, lleno de piezas de diseño que, diseminadas sobre el suelo de hormigón pulido, convierten lo que fue durante décadas un taller familiar de ebanistería en un showroom con muebles y lámparas recién presentados en la feria de Milán. “Madrid Río ha roto la frontera de la M-30 que dividía la ciudad en dos. Y ahora lo más interesante está a este lado”, explica Álvaro Catalán de Ocón, el jefe del taller, de 43 años, desde la azotea, mientras señala la silueta de la capital en el horizonte. En la planta de abajo, dos invitados al selecto brunch dudan si comprar una mesa valorada en 40.000 euros de la galerista Rosanna Orlandi, mecenas y agitadora del negocio mundial del diseño. Sobre ellos cuelga una enorme lámpara tejida a mano por aborígenes australianos. Es una pieza única, hecha por encargo de la National Gallery of Victoria (Melbourne).
No muy lejos de allí, cerca del metro de Urgel, está el taller de moda de Moisés Nieto. Para acceder a él hace falta bajar una rampa por la que hace tres años solo transitaban coches. Las señales de vado oxidadas atornilladas a la entrada camuflan cualquier indicio de que unos metros más abajo se esconde este refugio creativo. En su interior, enfundado en una bata blanca con la solapa repleta de alfileres y una cinta métrica colgada al cuello, Nieto diseña, crea patrones, elije tejidos, corta, ajusta y confecciona. “En mi estudio de 10 metros cuadrados en Alonso Martínez estaba como una cucaracha en una caja de cerillas; no me compensaba seguir hacinado a cambio de estar en el circuito donde se mueve todo”, rememora envuelto en el vaho de la plancha con la que borra las arrugas de un vestido. A este diseñador malagueño de 35 años, barba poblada y gusto barroco le horroriza pensar que “Carabanchel se convierta en otro centro”. Aquí trasladó su negocio para no estar “a la vista de todo el mundo”. Nieto quiere pasar inadvertido excepto para las modistas que cosen sus creaciones en la vecina colonia del Tercio. Tenerlas cerca hace que pueda rectificar sobre la marcha cualquier imprevisto. “Un lujo”, dice. Él, como tantos otros que han apostado por el sur de Madrid, no quiere que se corra la voz: “Si abren cerca una cafetería hipster, me da un infarto. Eso ya lo tenía en Chueca o Malasaña”.
De Malasaña, precisamente, proviene la francesa de origen argelino Sabrina Amrani, recién mudada a Carabanchel. Esta galerista de 38 años, especializada en obras de Oriente Próximo, África y Asia, acaba de abrir su espacio en un garaje en la frontera entre los barrios de San Isidro y Comillas. Debutó con una exposición de Manal AlDowayan, una saudí conocida por sus reflexiones críticas sobre el papel marginal de la mujer en el mundo islámico: toda una declaración de intenciones. ¿Qué atractivo puede tener para una galerista mudarse a la periferia? “El arte antes de ser un lujo es un bien social. Y darlo a conocer es mi pasión”, asegura. Le puso en la pista de Carabanchel un artista coreano que vino hace dos años porque le recordaba muchísimo a Williamsburg, antigua zona depauperada de Nueva York convertida en la meca de lo alternativo. Consciente de que “nadie nace con el don de entender el arte moderno”, Amrani acude a diario a su nuevo barrio dispuesta a traducir a un lenguaje de la calle los mensajes, a menudo abstractos, de sus artistas. Así lo ha hecho con muchos vecinos, sobre todo estudiantes. “Me sorprendió su interés porque las galerías se perciben como sitios fríos y elitistas”.
“¿Por qué no cruzar
el río?”, pensó
la galerista
Sabrina Amrani.
“Mi compromiso es total con este barrio”
El entusiasmo de los artistas contrasta con el desconocimiento de muchos vecinos. Manuel y Ana son un matrimonio “del barrio de toda la vida” que vive en los pisos “de clase media” construidos frente a las viejas naves del polígono ISO. De la cocina de uno de ellos cuelga un cartel: “Aquí las mujeres paramos el 8-M”, una señal más del espíritu combativo de este barrio obrero. “No teníamos ni idea de que existiera actividad más allá de El Observatorio, el Gruta 77 y el Matilda (salas de conciertos con solera en la zona)”. Lo mismo le ocurre a Paloma, de 50 años, que vive dos manzanas más arriba y solo ha oído hablar “de pasada” de un movimiento artístico que “en el día a día pasa inadvertido”.
Carabanchel sigue siendo Carabanchel. Pero algo está cambiando. “Cuando preguntas a la gente de fuera qué conoce del barrio, siempre te dice lo mismo: ‘Manolito Gafotas, Rosendo, la plaza de Vistalegre y la antigua cárcel”, se quejan los padres de la cerveza artesanal Patanel, cuatro jóvenes carabancheleros que acaban de abrir su fábrica en el mismo bloque donde hay una escuela de idiomas, otra de yoga, una iglesia tibetana y una radio latina. Y, por supuesto, estudios de artistas. Así es la avenida de Pedro Díez, un collage urbano inesperado.
TITULO:
No sé de qué me habla - Loteria - El Rasca de la Galleta de la Fortuna
- El PP equipara la amnistía con la 'ley Begoña' y estudia un plan de choque para frenarla,.
No
sé de qué me habla - Loteria - El Rasca de la Galleta de la Fortuna - El PP equipara la amnistía con la 'ley Begoña' y estudia un plan de choque para frenarla ,
fotos,.
El PP equipara la amnistía con la 'ley Begoña' y estudia un plan de choque para frenarla,.
Sitúa ambas iniciativas en el mismo plano de «gravedad» y prepara ya acciones políticas y sociales, sin descartar volver a llamar a la gente a las calles,.
El partido de Alberto Núñez Feijóo prepara una ofensiva total contra el PSOE en este sentido y avisa de que dará una respuesta “a la altura de la preocupación por la ley de Amnistía”, según fuentes de la dirección nacional. La citada ley que ha registrado el PSOE en el Congreso de los Diputados podría facilitar el archivo de las causas que hoy investiga la Justicia como el caso “Begoña Gómez” o el caso sobre el hermano del presidente Pedro Sánchez puesto que excluiría que los procedimientos penales pudiesen abrirse en base recortes de prensa, como el primero.
El Comité de Dirección ha abordado este lunes los casos de corrupción que cercan al PSOE y analiza que el presidente del Gobierno “está desesperado” y que lejos de querer “acabar con la corrupción” busca “neutralizarla”. Así, el partido prevé “tomarse en serio” estos asuntos y ya avisan de que “contra este atropello democrático”, el partido impulsará “todas las iniciativas, de orden político, de orden institucional y de orden social”, en palabras del portavoz nacional, Borja Sémper. En el partido no descartan así ni manifestaciones en la calle, ni tampoco un recurso de inconstitucionalidad.
Eso sí, el partido esperará todavía para emprender su ofensiva social. Una diferencia de facto con la estrategia que siguió el partido cuando el Gobierno comenzó a negociar la Ley de Amnistía con los partidos independentistas, que salió a la calle antes incluso de que la ley fuera registrada en el Congreso.
En estos momentos, en el partido imponen calma. Quieren primero a conocer cuáles serán los pasos que seguirán los socios de Sánchez en el Congreso. Junts ya ha anunciado que presentará una enmienda a la totalidad. Sumar, socio en Moncloa, y Podemos también han expresado su malestar con la proposición de ley sobre la acusación popular, mientras que ERC y PNV estudian su posición. Sí el rechazo a la ley socialista recaba el apoyo total de los socios, volverá a repetirse la imagen de un gobierno incapaz de mantener su mayoría en el Congreso.
"No podemos permitir que se resquebraje el Estado de Derecho, no podemos permitir un nuevo clavo más en el ataúd de la igualdad entre españoles", advirtió Sémper. En el partido creen que Sánchez “no busca justicia, busca impunidad” y ven con la ley un intento de permitir “retroactivamente” que se concedan “amnistías”.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ya había tildado de “inconstitucional” la propuesta del PSOE para limitar las acusaciones populares, la cual había tildado de “más propia del régimen de Franco”. En una entrevista en "Más de Uno" en Onda Cero, el líder de la oposición advirtió de que con la iniciativa se pasaba de "colaborar con la Justicia", como decía el presidente del Gobierno a decir "la Justicia a los efectos de mi familia no puede actuar".
TITULO: TIERRA DE TOROS - Las novilladas sin picadores de este fin de semana en La Puebla del Río ,.
Tierra de Toros - Canal Extremadura
Programa presentado por Juan Bazaga dedicado al mundo del toro en nuestra región. Estamos atentos cada semana a la actualidad taurina Programa semanal de información taurina que se encarga de mostrar las tareas cotidianas de las faenas del toro en el campo, así como del perfil más humano , etc.El sábado se llevará a cabo el concurso de ganadería, en el que se lidiarán animales de la vacadas de Fermín Bohórquez, Garcigrande, Macandro, Espartaco, Hnos. García Jiménez y Talavante para los novilleros Vicente Sánchez Bermejo (Escuela Taurina de Vila Franca de Xira), Rafael de la Cueva (Escuela Taurina José Cubero ‘Yiyo’ de Madrid), Diego Mateos (Escuela Taurina de Salamanca), Alejandro González (Escuela Taurina de Albacete), Manuel Domínguez (Escuela de Tauromaquia de Sevilla) y El Gali (Escuela Taurina de la Diputación de Málaga).
El domingo, por su parte, se lidiarán ejemplares de la divisa de Murteira Grave para los jóvenes aspirantes Joao Mexía (Escuela Taurina de Moita), Manuel Luque ‘El Exquisito’ (De La Puebla del Río), David Gutiérrez (Escuela Taurina de la Diputación de Badajoz), Juanmi Vidal (Escuela Taurina ‘El Volapié’ de Sanlúcar de Barrameda), Javier Ragel (Escuela Taurina ‘La Gallosina’ de El Puerto de Santa María) y Miguel Vázquez (Escuela Taurina ‘El Volapié’ de Sanlúcar de Barrameda).
La Banda de Música del Maestro Tejera pondrá los sones más taurinos a unos festejos que contarán con el aliciente de un concurso de ganaderías y con el premio de torear en la Real Maestranza de Sevilla para el novillero triunfador.
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