martes, 7 de enero de 2025

El paisano - Viernes - 17 - Enero - Villanueva de Córdoba y San Pablo de Buceite ,. / HOSPITAL - Salud - Marlaska deja la sanidad penitenciaria en la UVI ,. / VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Planes de otoño en la Sierra de Gredos: senderismo, astroturismo y spa ,. / VUELTA AL COLE - Los lápices de Ikea ,. / EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 15 - Enero - Miguel Munárriz - Trapacería en Jaén ,./ EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes - 17 - Enero - Juan Manuel de Prada - El cielo inmóvil ,.

 

 TITULO: El paisano - Viernes -  17 - Enero -  Villanueva de Córdoba y San Pablo de Buceite  ,.

 

Viernes - 17 - Enero , a las 22:10 horas en La 1 , foto,.

  Villanueva de Córdoba y San Pablo de Buceite,.

 Hasta Villanueva de Córdoba (Córdoba) y San Pablo de Buceite (Cádiz), para conocer a Paco y María, dos jóvenes que desarrollan sus vidas y profesiones en estos pueblos andaluces.

 Villanueva de Córdoba y San Pablo de Buceite, nuevas paradas de Los  Repobladores

Paco es un artista, un apasionado de los animales y las acrobacias. Primero se formó como herrador en Castellón, y poco a poco, se introdujo en el mundo de la doma. En el 2018 se mudó a Berlín para trabajar en un espectáculo acrobático con caballos, ya que en esta parte de Europa este tipo de espectáculos están muy valorados. Tras un año fuera se da cuenta que echa de menos su tierra y decide volver a su pueblo, Villanueva de Córdoba, para continuar con esta tradición y reforzar la doma de espectáculos en Andalucía.

María es natural de San Pablo de Buceite y salió de su pueblo con 18 para estudiar Psicología. Ha vivido en Málaga y Algeciras, trabajando como psicóloga en asociaciones y centros de inmigrantes. Todo cambió cuando hace 15 años su madre se jubila y le propone continuar con su negocio, una granja escuela que fundó ella, y en la que también trabaja su hermano. María ha cambiado sus consultas de psicóloga por este trabajo al aire libre, y está feliz con la decisión tomada.

TITULO: HOSPITAL - Salud - Marlaska deja la sanidad penitenciaria en la UVI,.

 

 

Marlaska deja la sanidad penitenciaria en la UVI,.

Solo hay un médico por 500 reclusos, un riesgo importante para

la salud de ambos colectivos,.

Miembros de la plataforma de apoyo a los presos de ETA en la prisión alavesa de Zaballa
 
foto / Prisión alavesa de Zaballa en una imagen de archivo,.

La crisis sanitaria en los centros penitenciarios españoles se agrava cada día y muestra la «falta de acción» del Ministerio del Interior que dirige Fernando Grande-Marlaska. Así se desprende de la moción presentada por la senadora del Partido Popular Mari Mar Blanco ante la comisión de Interior del Senado en la que advierte de que más del 60% del personal médico penitenciario está sin cubrir. Por ello, los populares urgen a Marlaska a cubrir esas vacantes.

Denuncian que, de los 500 médicos necesarios para atender a los más de 56.000 reclusos, faltan 380 plazas por cubrir, según denuncia la Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria (SESP) y los sindicatos de prisiones como ACAIP-UGT. Destacan cómo esto ha provocado que 43.000 internos reciban una atención médica «deficiente», poniendo en riesgo su salud y con ella la de la población en general.

La portavoz del PP en el Senado, Alicia García, asegura que la «sanidad penitenciaria está en la UVI y Marlaska sigue sin ponerse manos a la obra» al tiempo que critica el hecho de que, a pesar de la «grave situación» no se han destinado los recursos suficientes.

La SESP ha señalado las desigualdades graves en la atención médica entre las prisiones de comunidades con competencias transferidas (País Vasco, Cataluña, Navarra) y las gestionadas por el Estado, donde la situación ha empeorado. Esta desigualdad, precisa, «vulnera el principio de igualdad constitucional, que debe garantizar el mismo acceso a servicios sanitarios a todos los reclusos». Asociaciones de derechos humanos, como Apdha, y el Defensor del Pueblo, en su Informe Anual 2022, denunciaba también la falta de personal sanitario y la desigualdad en la atención, algo que afecta tanto a la salud como a los derechos de los internos.

En concreto, el sindicato Acaip-UGT ha advertido de que la falta de personal médico no solo afecta a la atención sanitaria, sino también a la «seguridad dentro de los centros penitenciarios». Prueba de ello es que gran parte de la población reclusa tiene problemas de adicción o trastornos psiquiátricos, y muchos no reciben el tratamiento adecuado. Por ejemplo, en la prisión de Zaballa «500 de los 800 internos están en tratamiento por consumo de drogas, y más del 70% de los internos son fumadores, muchos con adicciones graves, lo que aumenta los riesgos».

El Grupo Popular en el Senado denuncia que a pesar de esta situación «grave», Interior no ha destinado los recursos suficientes para atraer personal médico lo que ha llevado a una «baja reposición de médicos jubilados y una alta rotación de los pocos que trabajan en las prisiones debido a las malas condiciones laborales». Asimismo, alertan del hecho de que, «en algunos casos, un solo médico se ve obligado a atender a más de 500 reclusos, lo que resulta claramente insostenible».

Ante esta realidad, el PP insta aprobar en la Comisión de Interior del Senado una serie de medidas que van desde conseguir un aumento de la plantilla médica cubriendo las vacantes actuales en los centros penitenciarios, garantizar la igualdad en la atención sanitaria, sin diferencias entre prisiones con competencias transferidas y estatales; mejorar las condiciones laborales del personal médico para atraer y retener profesionales o implementar programas de tratamiento para reclusos con adicciones y trastornos psiquiátricos.

García destaca cómo «esta iniciativa refleja una política centrada en las personas, en sus derechos y en la dignidad que todo ciudadano español debe recibir por pare de las instituciones públicas» así como «el compromiso de los populares».

TITULO: VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Planes de otoño en la Sierra de Gredos: senderismo, astroturismo y spa,.

 

Planes de otoño en la Sierra de Gredos: senderismo, astroturismo y spa,.

 

Sierra de Gredos
 
foto / Vista de la Laguna Grande de Gredos y el Circo de Gredos.

Este entorno en el sur de Castilla y León es el lugar perfecto para una escapada en familia con propuestas como ir al encuentro del nacimiento del río Tormes o de la Laguna Grande y coquetos pueblos y alojamientos,.


TITULO:  VUELTA AL COLE - Los lápices de Ikea ,.

Los lápices de Ikea ,.

 Los lápices de Ikea

fotos / Lapiz  de Ikea,.

La noticia corrió como la pólvora:

“La multinacional sueca Ikea ha anunciado que procederá a retirar los emblemáticos lápices de madera y los metros de papel de todos sus establecimientos”

Ikea es un imperio y, como tal, cualquier cosa que mueva origina un terremoto mediático. Lo que, en principio, podría parecer algo sin más importancia, en este caso, los lápices de Ikea, que han estado con nosotros desde 1996, años en los que el mundo era muy diferente al de ahora: el orden de las cosas, sin móviles ni Redes, latía de otra manera.

"Entre todos los clientes de Ikea el poeta Fernando Beltrán vio en estos lápices algo más que un objeto. Los poetas no suelen ver lo mismo que los demás mortales"

“Esta decisión de la empresa”, continúa la noticia, “cambiará la experiencia de compra de sus clientes para dar un paso definitivo hacia la tecnología. Hace unos meses realizamos una encuesta para conocer si habían cambiado los hábitos de consumo en nuestras tiendas y detectamos que más del 60% de nuestros clientes no hacían uso de nuestro icónico lápiz”, declaran fuentes oficiales de Ikea.

Entre todos los clientes de Ikea el poeta Fernando Beltrán vio en estos lápices algo más que un objeto. Los poetas no suelen ver lo mismo que los demás mortales y Fernando Beltrán, entre pasillos repletos de “mesas, sillas, estantes…”, la pregunta del tamaño del cuarto compartido, le hizo reflexionar: “y este lápiz que es breve y afilado…”.

Fernando Beltrán por Juan Martínez

"¿Cuánto miden las cosas, las tangibles y las que no que no se pueden medir?"

¿Cuánto miden las cosas, las tangibles y las que no que no se pueden medir? Fernando Beltrán, seguramente envuelto en la niebla de las palabras que le bombardeaban, ante tamaña pregunta escribió este poema que publicó en Hotel Vivir (Libros Hiperión, 2015).

LOS LÁPICES DE IKEA

Fernando Beltrán

Me pregunta de pronto
cuánto crees
que mide nuestro cuarto,
aproximadamente.

Caminaba hasta entonces junto a ella
mirando sin sentir, sintiendo sin mirar
mesas, sillas, estantes…

Nuestro cuarto.
Cuánto puede medir.
Aproximadamente.

Troceo la pregunta
y la repito en alto, muy despacio
taponado aún mi oído de ser padre
tener casa, familia, ser al fin
como al fin somos todos.

Pero ella es generosa y tarda menos
en subir a mis nubes que en bajar yo a su tierra,
percibe ya la hormiga en mis dos manos
y me señala al fondo una columna
donde crecen los lápices
y un enjambre de hombres y mujeres
se quitan la palabra unos a otros
dispuestos a saber cuánto miden sus vidas,

cuánto el pozo, los clavos, los aullidos,
la luz de sus colmenas, el martillo del tiempo,
la terca longitud de algunas noches,
cuánta sed, cuánto hielo.

Escribo atropellado
sobre el margen de un folio
que ahora observo despieza en mil pedazos
un armario que no sabré jamás
si es pequeño o enorme
para ocupar un sitio en nuestro cuarto
entre puerta y ventana,

jamás pensé siquiera en la existencia
del hueco que habitamos cada día
sin manual de instrucciones.

La escarpia del vivir, el berbiquí del miedo
y este lápiz que es breve y afilado
como un sábado en calma
transformado de golpe en una alcoba
difícil de explicar.

Cuánto mide el amor. Cuánto el silencio.

Cuánto mide una vida

aproximadamente.


 TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles -  15 - Enero - Miguel Munárriz - Trapacería en Jaén ,.

En la tuya o en la mía  - Miercoles    -  15 - Enero    ,.

 En la tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el miercoles -  15 - Enero , etc.

 EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles -  15 - Enero - Miguel Munárriz - Trapacería en Jaén,.

Miguel Munárriz - Trapacería en Jaén,.
 

foto / Miguel Munárriz ,.

Las relaciones entre los distintos Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, jamás sencilla, pocas veces han sido tan cordiales y fluidas como ahora, al menos en lo que concierne a la Guardia Civil y al Cuerpo Nacional de Policía. Excepto que… Jordi Pujol preguntó en su día, con más indignación que sorna, «¿qué coño es la UDEF?» al enterarse de que la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal escudriñaba entre las muchas trapacerías de su familia. Y resulta ahora que, por orden de un juzgado de Sevilla, ese mismo negociado policial ha enfilado al esposo de la mandamasa de los picoletos, la malagueña María Gámez. Su pareja fue un notorio recolector de migajas durante el expolio socialista a la Junta que alternó cargos institucionales (nada menos que jefe de gabinete en la prodigiosa consejería de Francisco Vallejo: agárrense la cartera) con sueldos de quitar el hipo en empresas agraciadas con muuuucho dinero del contribuyente… y con los consiguientes sumarios judiciales que llegaron después. «El maestro Juan –Carlos– Martínez que estaba allí» podría haber titulado otro Manuel Chaves, que no Nogales, la novela negra de la pasta que se distrajo durante su gobierno gracias a unos especímenes fin de raza: los conseguidores que durante más de un siglo han engrasado las estructuras caciquiles con una confusión nada inocente entre lo público y lo privado. El titular, terrible para los FFCCSE en su conjunto, es que el marido de la directora general de la Guardia Civil acusa a la Policía Nacional de realizar «una investigación delictiva bajo el revestimiento formal de un proceso». Porque, sí, quienes se creyeron un día impunes tardan en asimilar la universalidad del Estado de Derecho. ¿Qué coño es la UDEF? La encargada de poner a los trincones delante del juez, ni más ni menos.
 
 

TITULO : EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes  -   17  - Enero -  Juan Manuel de Prada - El cielo inmóvil    ,.       

MI CASA ES LA TUYA - VIERNES -  17 - Enero     ,.

MI CASA ES LA TUYA -', presentado por Bertín Osborne,.

acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco  a las 22:00, el viernes  - 17 - Enero  ,etc.

  EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -  17 - Enero -  Juan Manuel de Prada - El cielo inmóvil ,.  
 
  Juan Manuel de Prada - El cielo inmóvil ,. 
 
 Juan Manuel de Prada: El cielo inmóvil - XLSemanal - Abc

  Juan Manuel de Prada - foto,. 

Uno sabe cuándo va a tener un día de mierda. Lo intuye al despertar, sin salir de la cama; lo siente a oscuras, tras los párpados cerrados, al tomar conciencia de sí mismo envuelto entre las sábanas.

Aquel iba a ser un día de mierda.

El resquicio del tragaluz ya filtraba claridad, la habitación estaba en penumbra, y a mi lado percibía la respiración suave de María, aún dormida. Algo me incomodaba en el estómago, una especie de cosquilleo ridículo que me hizo tumbarme de costado. Mentalmente, repasé la agenda de la jornada, suspiré, volví a cambiar de postura y decidí levantarme. Abandoné la habitación, sigiloso, y me lavé la cara con agua fría, salpicando el suelo. Al verlo, María murmuraría que estaba cansada y aburrida. Se podría haber realizado una autopsia en aquel cuarto de baño sin temor a contaminar las pruebas. Todo lucía brillante, inmaculadamente limpio.

Suspiré de nuevo, frente al espejo, mirándome a los ojos; cerré el grifo y me senté en el borde de la bañera.

Sin siquiera ver la calle, sin abrir una ventana, supe que soplaba el sur, porque los ojos ya me ardían, algo me taladraba por dentro, y di a tope la ducha mientras me quitaba la camiseta, el calzoncillo, y los apartaba de una patada. Me recorrió un escalofrío bajo el chorro gélido. Cerré los ojos con fuerza. Ese viernes el viento sur me acecharía implacable.

Olvidé mi ropa sobre las baldosas. No recuerdo haber borrado las salpicaduras de la mampara. Tenía prisa por desayunar, me preparé una tortilla de claras y un café de cápsula con regusto a plástico, como cada mañana. El matiz estaba en que aquel día no era como cada día; esas cosas se huelen, y todo olía distinto.

Divisé la acera desde el ventanal, no había peatones, pero el tráfico era intenso. Una luz obscena azotaba las fachadas, el pavimento grisáceo. Todos sabemos que ese es el mejor momento del día, las siete de la mañana; difícilmente superable a lo largo de la jornada. A esas horas, la probabilidad de que venga alguien a tocarte los huevos es mínima, así que disfrutas del café a tu aire aunque sepa a rayos, en Babia, sin pensar en nada.

Camiseta, vaquero, botas y moto. Me largué como quien huye de un incendio, por si a María se le ocurría madrugar y empezaba a machacar con si la quería o no. No puede ser normal esto de evitar un encuentro, acudir al trabajo temprano para escapar de la persona con quien se supone que debes compartirlo todo. Todo. La mera pretensión era absurda. Los semáforos funcionaban a destajo, y me detuve siete veces antes de llegar. Tardé veinte minutos en atravesar la ciudad, en traspasar las puertas de comisaría, pero puede decirse que, pese a la sensación de desastre, tuve suerte en el trayecto porque no pensé en Alicia más que una vez.

 

Alicia. Llegué a abominar su nombre, me negué a pronunciarlo, pero no era fácil. Basta que pretendas evitar lo que sea para que ese algo te mortifique. A veces era un camión, de esos de gran tonelaje: los dueños rotulan un nombre, lo serigrafían en los laterales o encima de la cabina. El número de vehículos en que se lee «Alicia» es superior al resto. En otras ocasiones era una película: la actriz se llamaba Alicia, o la protagonista. Cruzaba frente al escaparate de una librería y mis ojos se detenían en ese título, el de Lewis Carroll. Hacía años de aquello, pero no podía olvidarla. Unos ojos como los suyos, ese modo de caminar, una frase que pronunció. Alicia surgía en todas partes, pero no era tangible en ninguna, y en las últimas horas su imagen me asediaba. Estaba a punto de estallar.

Aparqué la moto en mi plaza, dando gracias por que aún no se hubiera inventado una máquina para leer mentes ajenas; al menos, que se supiera. Nadie habría sospechado lo que me bullía en la cabeza, la idea que orbitaba frenética como una peonza desbocada. Sonreí. Si existiera ese artilugio, ese escáner cerebral, María lo emplearía conmigo —quienes se aman lo comparten todo— y temblaría impactada. Qué ironía, que uno viva una vida sin vivirla en realidad…

Muchas mañanas me asaltaba un impulso, la tentación obscena de no detener la moto, de continuar sin parar. El setenta por ciento de mis pensamientos eran negativos, pero sabía enmascararlos, por eso entré en el edificio y saludé a todo el mundo; di los buenos días con el casco bajo el brazo y paso firme. Los rostros de cada jornada. Un comentario, unos documentos, esa inspectora que reclama tu atención y te acompaña al despacho. «Aquí lo tenemos —pensé—. Lo que me estaba oliendo desde antes de amanecer.» Ocurrió aquel viernes, Natalia Herreros tenía algo que anunciarme, y yo nunca le digo no a Natalia. Porque aprovecha el tiempo, porque es competente, porque me vuelve loco, en el sentido figurado. Y me estaría colgando de ella de no ser por el berenjenal en que había convertido mi vida. Natalia me gustaba, me ponía nervioso, pero lo disimulaba; como todo lo demás. La trataba con tanta indiferencia como era capaz de fingir. La invitaba a sentarse frente a mí, la escuchaba, asentía. Me preguntaba, una vez más, por qué María no era así; por qué no llevaba la cara lavada, ni iba al grano cuando hablaba. Belleza natural sin atrezo. Su mirada me atravesaba, y de no estar tan perdido me habría percatado de que también yo la alteraba a ella; conectar a su cráneo esa máquina que nadie ha inventado habría arrojado un resultado tan asombroso como el mío. El aire acondicionado silbaba furioso cuando desplegó unos planos e inspiró hondo.

—Me duele mucho la cabeza. Sería mejor que lo leyeras todo.

Abrí un cajón del escritorio y le tendí un sobrecito de Espidifen. Lo rasgó mientras me daba las gracias y sonreí cuando se lo volcó en la boca. Bebió del botellín de agua.

—Normalmente se disuelve y luego se toma.

—Yo no soy normal —zanjó.

Mantuvo la vista clavada en los papeles. No solía ser tan tajante, la migraña tenía que ser fuerte. Le temblaron las manos cuando enroscó el tapón de la botella. Se colocó el pelo detrás de las orejas, carraspeó con suavidad y soltó la bomba:

—Fue ayer por la tarde, tú ya te habías ido y…

—Me convocaron en el juzgado, me reuní con el juez por lo de la redada de Salas.

—Bien —cortó Natalia impaciente—. A eso de las cinco llegué a casa. —Sostuvo el botellín, casi se aferró a él, pero esta vez no lo abrió. Me miró fijamente y suspiró—. Alguien dejó esto en mi buzón.

Un sobre grande, en papel manila. Su nombre y el mío, en letras mayúsculas, con rotulador negro.

—Te llamé por teléfono. No respondías, así que lo abrí.

Me invitó a comprobar el contenido. Me puse en pie, tenso, y sostuve el sobre mientras ella bebía sin ganas.

El envío era anónimo. Ni siquiera se había sellado, y dentro había una bolsa de pruebas, transparente, de las nuestras. En su interior, la foto de una chica, con nueve palabras en el reverso: «Esta era ella. Este, su pelo. Yo, su asesino». No necesitaba más explicaciones.

—Es demasiado cabello —continuó Natalia observándome—. Diría que se trata de una coleta entera. De alguien con el pelo bastante largo.

Tragué saliva. Una coleta entera. Sentí un latigazo, presión en el pecho. Estaba apretando los puños y tuve ganas de gritar.

—¿Lo sabe alguien más? —logré murmurar.

—Quería que fueras el primero. Va dirigido a nosotros. Su pelo, su cabello, en la bolsa de plástico. Lo había acariciado tantas veces… Alejé la vista, clavé la mirada en los ojos de Natalia y volví a sentarme, esta vez junto a ella.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Es de Alicia —concluí.

En realidad, no tenía por qué serlo. La chica de la foto era Alicia, cierto; tal y como yo la había conocido. Sus ojos, sus labios, la piel de porcelana de los diecisiete años. Pero aquello no implicaba que el cabello fuera suyo…

Natalia tardó un segundo en reaccionar, y cuando lo hizo, replicó exactamente lo que cabría esperar de una investigadora curtida.

—Puede que no lo sea. Es cabello cortado. No se pueden realizar pruebas de ADN. Necesitaríamos filos con bulbo piloso.

—Cuando la mataron tenía la melena larga. Es su cabello, no cabe duda.

—Pero…

—Se lo debieron de cortar esa noche. Quizá aún estuviera viva. Y ahora… aparece en tu buzón, ¿quince años después?

Natalia se encogió de hombros. Sí, era irracional, me oía a mí mismo y sonaba disparatado. Aquel sobre podía ser fruto de una broma macabra, del intento burdo de jugar con la Policía. Pero en aquel momento yo no atendía a razones. Mi certeza era visceral, fruto del sentir funesto que me agitaba hacía horas. Y justo por eso, era aún más fuerte; aquello alimentaba la sospecha que me había acechado desde el año 2001: en lo que respectaba a la muerte de Alicia, quedaban cabos sueltos.

Yo había estado loco, loco de atar por ella. Los medios de comunicación se hicieron eco del caso. La chica de Bilbao, la muchacha asesinada. Fue un crimen vergonzante, pero un tipo acabó en prisión.

Mis manos, curiosas, recorrían la bolsa. Me moría de ganas de abrirla, de deslizar las hebras radiantes entre los dedos; olerlas, saber si quedaba algo suyo. Pero no debía contaminar pruebas. En eso se había convertido su cabello, en una prueba pericial. ¿Una prueba de qué? Eso aún no lo sabía.

—Rossi cumple condena, él no pudo dejar el sobre —apuntó Natalia.

Ennio Rossi. Hasta para ser asesino se requiere un nombre atractivo…

Asentí. Ese imbécil no habría sido capaz de acabar con ella del modo en que se hizo. Tenía que haber alguien más.

Natalia recorrió mi despacho, reflexiva.

Yo no pude resistirme. Abrí la bolsa, introduje los dedos y extraje el mechón. Acaricié con deleite los filos ambarinos. Cabello muerto, brillante.

Natalia se detuvo, se apoyó en la pared y me observó sin pronunciar palabra. Acerqué el mechón y aspiré su aroma. Cabello inerte. Cerré los ojos. Cabello de Alicia, que ya no olía a nada.

 

La mañana fue un calvario; me sumí en recuerdos lejanos, crudos y dolorosos. A las dos salí a comer con Natalia, que me esperaba junto a los árboles del aparcamiento. El sol era abrasador, ella tenía a tope el aire acondicionado, y puso música suave: Smooth operator, de Sade. Seguía con migraña y estaba cansada, pero poseía un don, una extraña cualidad que admiro: saber cuándo hay que hablar y cuándo no.

Arrancó mientras me abrochaba el cinturón de seguridad. Conducía bien, asía el volante desde arriba, con una sola mano; tenía muñecas finas, brazos frágiles, pero proyectaba una fuerza insospechada. Los acordes musicales fluían, recosté la cabeza. Ninguno de los dos articuló palabra mientras atravesamos el desierto de asfalto. Cuatro peatones perdidos, calor sofocante. Mi teléfono vibró y eché un ojo a la pantalla: «María». La llamaría más tarde.

Natalia ni siquiera me consultó dónde quería comer, porque sabía que me daba igual, que ninguno de los dos teníamos hambre. Éramos especialistas en comportarnos con normalidad en situaciones extraordinarias.

El restaurante estaba abarrotado, esperamos en la barra, pedimos dos cañas y Natalia se dejó caer en un taburete mientras yo ojeaba el Marca, desganado.

—¿Cómo va tu cabeza?

—Mejor. Cualquiera lo diría… Las yemas de sus dedos recorrían la superficie del vaso dibujando surcos sobre gotas minúsculas.

—¿Es por el calor? ¿Por el viento sur? —pregunté sin levantar la mirada.

—Es por todo. Asentí. La observé. Tenía ojeras, había dormido mal, quizá ni siquiera lo había hecho. Desvió la vista, volvió a trazar figuras sobre el vaho.

—Y yo que pensé que estaba jodido. Sonrió.

—¿Me vas a explicar qué te ocurre? —zanjé. Se encogió de hombros y doblé el periódico.

—Nada, Álex, en realidad nada. Será el calor. El calor, el frío, la lluvia; siempre hallamos la disculpa. Natalia era una persona excepcional atrapada en una vida mediocre.

—¿Es por el ascenso? No sé, Natalia… ¿Qué dice Tomás? Rio sin ganas.

—Tomás no dice nada —replicó—. Tomás ve partidos de fútbol y se rasca los huevos agotado mientras yo barajo la idea de hacer cursos en el extranjero, de retomar la tesis. Eso es lo que hace Tomás; desgastar el sofá después de matarse trabajando. Ahora fui yo quien rio. También sin ganas.

—Qué dura eres… —¿Qué harías tú en mi lugar?

Volví a mirarla; nunca podía hacerlo durante demasiado tiempo.

—Lárgate, Natalia. Vete. No sé lo que tienes que hacer con Tomás, ahí no voy a entrar… Pero aquí no pintas nada, tu talento está desaprovechado. Tomó un sorbo de cerveza.

—Y como no vas a hacerme ni caso, cambiaremos de tema. Hablemos de cosas normales, como hace la gente corriente…

—Hablemos del anónimo. Del mechón de pelo y la foto. Sé que te está atormentando.

Iba a responder cuando el teléfono volvió a sonar: «María». Le hice un gesto a Natalia y salí a la calle.

María y yo nos casábamos en verano y hacía unos meses que la boda monopolizaba cada minuto de su existencia. Había mucho que organizar: invitaciones, fotos, el viaje de los cojones. Al final sí iba a ser un día memorable, marcaría un antes y un después. Tras el evento ya no tendría que elegir entre papel rosado o envejecido, ni me vería obligado a elaborar una estúpida lista de asistentes. Con suerte, María volvería a ser la de antes; la mujer razonable y pragmática que me hizo aferrar la realidad después de lo de Alicia…

Demasiados años juntos. Llegó el momento de dar el paso, su momento, protagonista por un día ante trescientos invitados. Sugerí algo sencillo, una ceremonia civil, pero María soñaba con vestir de blanco y quiso formalizar el trámite como Dios manda; porque no merecía menos. Cierto, merecía aquello y más; le debía parte de mi cordura, de mi presente. Yo había transigido, y ahora tenía la oreja pegada al auricular.

Mientras escuchaba a María, observaba a Natalia a través de la cristalera. Sentada en la barra, sostenía el botellín en la mano y hacía gala de esa elegancia natural que despliegan ciertas personas. Pensativa, con la cabeza ladeada, imaginando con toda probabilidad al parásito de Tomás.

—Total, que las invitaciones no son rosa palo sino color crema.

—Ya —respondí—. ¿Y hay mucha diferencia? María resopló al otro lado de la línea.

—¿Que si hay mucha diferencia? No son como las elegimos. Se trata de nuestra boda, pero eso a ti te da igual…

Sabía lo que debía replicar: «A mí me importas tú». Era la respuesta correcta, la salida de emergencia útil para todo. Pero aquel era un día de mierda que ya no tenía remedio, así que me dejé arrastrar por mi temperamento.

—Mira, María… Hoy no estoy para chorradas, tengo mucho trabajo. Ningún invitado va a hacerle una colorimetría a la cartulina.

Colgó. Lo de la colorimetría había rozado la burla. Yo me sentí culpable y volví a entrar al bar.

Manteles de hilo blanco, ventiladores de aspas y buena comida casera. El dueño del local supo preservarlo de decoradores con ínfulas; los platos se servían sin alharacas, menú de quince euros con postre casero.

Natalia eligió la sopa de pescado, y me pareció un disparate con el sur que hacía. No recuerdo qué pedí, pero me sentí medianamente bien por primera vez aquel día. Puede que estuviéramos pensando lo mismo, que nuestras miradas mantuvieran, furtivas, una charla paralela; la verdaderamente importante.

—Las invitaciones de boda son color crema en vez de rosa palo.

Me observó con el cuchillo en la mano sin hacer comentarios.

—Mañana iré a probarme el traje —seguí.

—¿Y el traje es crema o rosa palo? Sonreí.

—Te hace mucha gracia el tema de mi boda, ¿no? Negó apuntándome con el cuchillo.

—Yo no organizaría semejante circo para celebrar algo tan personal, pero respeto a quienes lo hacéis. Es fascinante lo respetuosos y tolerantes que somos todos hoy en día.

—Además, en el fondo te da igual. Es otro asunto el que te inquieta. Es Alicia.

Al pronunciar su nombre desvió la mirada. Yo no respondí.

—Nunca me has contado su historia —continuó Natalia—. Solo conozco retazos.

La historia de Alicia yacía oculta bajo siete llaves. Pero la irrupción del sobre en la rutina de abril me volvió a enfrentar al abismo. Natalia posó su mirada en la mía, y comencé a revivir su relato, a desgranar una porción de lo ocurrido quince años antes, cuando despertar cada mañana aún merecía la pena.

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